El viernes 16 de mayo decenas de miles de activistas sindicales salieron a las calles de Alemania para protestar contra la llamada Agenda 2010 propuesta por el gobierno de Schröder. Al día siguiente, otros 10.000 delegados sindicales y miembros de orEl viernes 16 de mayo decenas de miles de activistas sindicales salieron a las calles de Alemania para protestar contra la llamada Agenda 2010 propuesta por el gobierno de Schröder. Al día siguiente, otros 10.000 delegados sindicales y miembros de organizaciones de parados se manifestaron en Berlín. El 24 de mayo se celebraron 14 manifestaciones por todo el país, en las que participaron decenas de miles de personas. El plan del gobierno de coalición entre el Partido Socialdemócrata (SPD) y Los Verdes, encabezado por Schröder, es la contrarreforma social y laboral más dura desde la Segunda Guerra Mundial: incluso pretende acabar con derechos sociales conseguidos por la clase obrera alemana en tiempos de Bismarck.

El plan, entre otras cosas, prevé reducir el subsidio de desempleo de forma que un millón y medio de parados (actualmente hay 4,5 millones) dejaría de cobrarlo inmediatamente y quedaría abocado a la pobreza absoluta. También reduce derechos sanitarios de los trabajadores, ataca la protección laboral, aumenta la edad de jubilación, etc. En total, el gobierno pretende llevar a cabo una reducción presupuestaria de 5.700 millones de euros. Al mismo tiempo, anuncia una reducción de impuestos a las grandes empresas valorada en 6.000 millones de euros. Ya en los últimos años los capitalistas alemanes se han beneficiado de otras reducciones de impuestos, por ejemplo, en el año 2000 el Estado recibió de las grandes empresas, vía impuestos, 23.600 millones de euros; al año siguiente, el estado sólo recibió 1.700 millones de euros. Hoy en día, una enfermera o un cartero paga más impuestos sobre sus beneficios que Daimler-Chrysler.

Durante los últimos años la política de la coalición gubernamental formada por el SPD y Los Verdes ha favorecido claramente a los más ricos. En la última década casi se ha doblado la riqueza nacional (siete billones de euros) pero ha cambiado su distribución hasta el punto de que el 10% más rico de la población posee ahora más del 50% de la riqueza del país.

Diputados rebeldes

La Agenda 2010 es una receta para descargar sobre los hombros de los asalariados el peso de la crisis del capitalismo alemán. Alemania, que durante muchos años fue la locomotora económica de Europa está hoy, oficialmente, en recesión. El PIB del primer trimestre de este año volvió a contraerse: un -0,9%. El consumo ha caído en un 4%, la producción industrial se contrajo en marzo un 0,4%, el paro lleva creciendo trece meses consecutivos y las perspectivas de crecimiento y recuperación para este año son bastante sombrías. Los analistas pronostican un aumento del 0,3% del PIB para este año, bastante ridículas para una economía como la alemana, aunque los estrategas económicos capitalistas dicen que, con toda probabilidad, tendrán que revisar esta cifra a la baja.

La Agenda 2010 no sólo ha provocado las protestas de los sindicatos y trabajadores, también ha creado divisiones profundas dentro del SPD. Schröder y su gobierno amenazaron con dimitir si los parlamentarios socialdemócratas no votaban a favor de su plan. Doce parlamentarios se han opuesto públicamente a la Agenda 2010. Estos parlamentarios, a los que se les conoce como los “diputados rebeldes”, están vinculados a los sindicatos. También se han opuesto las Juventudes Socialistas que, junto a estos parlamentarios, han recogido firmas entre la militancia y han conseguido que la dirección del partido convoque un congreso extraordinario el 1 de junio para discutir el programa del gobierno.

El plan también ha provocado un cisma sindical: por un lado están los dos principales sindicatos del país, Verdi (trabajadores públicos) y el IG Metall, que agrupan a millones de trabajadores y se han negado a participar en las conversaciones con el gobierno y por el otro los sindicatos más pequeños como alimentación y químicas, que sí están dispuestos a negociar. Al principio la dirección de Verdi y el IG Metall estaba dispuesta a negociar pero finalmente, debido a la presión de la base, tuvieron que abandonar las negociaciones y convocar movilizaciones. El IG Metall, que cuenta con 2,7 millones de afiliados, ha convocado huelgas en el este del país para exigir la implantación de la jornada laboral de 35 horas y ha conseguido paralizar empresas como Opel o Volkswagen.

Es evidente que esta contrarreforma supone el final de la “paz social” que ha existido en Alemania durante los últimos años. La contrarreforma del gobierno ha provocado un duro enfrentamiento entre los dirigentes del SPD y los sindicatos. Esto se pudo comprobar en la gélida recepción que tuvo Schröder en el mitin del 1º de Mayo convocado por la DGB (Federación Sindical Alemana). Probablemente Schröder conseguirá que el parlamento apruebe su contrarreforma porque sin duda volverá a utilizar la amenaza de dimisión, etc., pero existe tal polarización social que es inevitable que en el próximo período la lucha de clases alcance un nivel no visto en años en Alemania.

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