El 17 de enero de 2006 en medio de rumores sobre acuerdos por la puerta de atrás entre el sector de Peretz (el sector de izquierdas del Partido Laborista) y Ben Eliezer (la fracción de centro del partido), frente a los que se identificaban con el anterior primer ministro Ehud Barak (el ala de derechas del partido), se celebraron las primarias laboristas para elegir a los candidatos para la lista del Knesset (Parlamento).

 

Peretz y Eliezer públicamente negaron que estuvieran llegando a algún acuerdo. Es evidente que de haber llegado a algún acuerdo el gran beneficiado habría sido el sector de Eliezer. Los seguidores de Barak se quejaban de los acuerdos por detrás, pero en realidad sólo reflejaba su situación como fracción más débil.

Hay otros indicadores de un movimiento claro a la izquierda dentro del Partido Laborista. Entre los diez primeros candidatos están la “roja” Shelly Yachimovich y MK Yuli Tamir, mientras que Orna Angel y Alon Pinkas, que son del sector de Barak, no consiguieron un puesto destacado en la lista. Natan Vilnai, un seguidor de Ben Eliezer, quedó en el séptimo puesto.

El 55 por ciento de los 116.948 militantes del partido registrados votaron, se trata de una participación relativamente baja. Los que no votaron son principalmente seguidores de antiguos dirigentes del Partido Laborista alrededor de Simón Peres que desertaron del partido y ahora apoyan al Kadima, el partido formado el año pasado por Ariel Sharon. La baja participación también podría responder a la desmoralización de los seguidores de Barak.

En algunas regiones la participación fue notablemente baja: 36 por ciento en el norte y 44 por ciento en Negev. Sin embargo, al mismo tiempo hubo una participación relativamente alta en Kibbutzim (69 por ciento), en las comunidades drusas (67 por ciento), en las árabes (67 por ciento) y en Mosheim (64 por ciento).

Esto demuestra claramente que el Partido Laborista bajo la dirección de Peretz refleja el ambiente de la clase obrera judía y árabe, además de la pequeña burguesía más baja (Kibbutzim y Mosheim). El Partido Laborista en Israel se está convirtiendo en un partido socialdemócrata clásico y refleja un movimiento a la izquierda por parte de la clase obrera israelí. ¡Lo que contradice a los que pretenden que la población israelí es un bloque único reaccionario!

Este desarrollo en Israel es parte del giro a la izquierda que hemos visto internacionalmente. Las masas están regresando a la arena de la historia. No sólo está ocurriendo en los países capitalistas subdesarrollados sino en todo el mundo, incluido Israel.

Es una ironía de la historia que aquellas sectas de izquierda que antes de la guerra de 1956, incluso antes de la guerra de 1967, que equivocadamente decían que Israel era un “estado socialista”, no consigan entender las crecientes contradicciones sociales que están apareciendo en este período en Israel.

Para ellos el Partido Laborista con Peretz es el mismo partido que con Peres y Barak. El Partido Laborista, como todo lo demás, no es algo estático, fijo ni “absoluto”. Era inevitable que en determinada etapa el Partido Laborista comenzara a moverse y cambiar, reflejando la creciente polarización de clases de la sociedad israelí.

Es esencial entender los procesos sociales que se han producido en Israel durante el último período para comprender el giro en el Partido Laborista y la creciente polarización de clase en la sociedad israelí.

Siguiendo una tendencia que comenzó en los años ochenta, los años noventa en Israel fueron años de más privatización que llevó a la concentración de la riqueza en un puñado de familias ricas mientras que aumentaba el número de pobres. Muchas personas creían que era sólo cuestión de tiempo que estas contradicciones sociales estallaran.

Los ataques a la clase obrera llevaron a toda una serie de luchas dirigidas por el Histradut a finales de los ochenta. Estas luchas estuvieron encabezadas por los trabajadores del sector público, incluido el Sindicato de Estibadores, los trabajadores del Ministerio de Interior y los trabajadores de la banca. Las luchas de estos trabajadores tuvieron como objetivo principalmente mejorar los salarios y las condiciones laborales, obligar a los empresarios a cumplir los contratos ya firmados.

Sin embargo, estas luchas se quedaron aisladas. El Histradut no consiguió organizar y movilizar a los trabajadores del sector privado, muchos de los cuales eran militantes del Histradut. Un ejemplo son los trabajadores super-explotados de Dead Sea Potash, cuyos patronos, Yuli y Sammy Oler, se encuentran entre las personas más ricas del mundo. Estos trabajadores sufrían unas condiciones de trabajo muy duras y recibían poco más del salario mínimo. Si el Histradut realmente hubiera querido llevar adelante una lucha contra los ataques de los empresarios, podría haber movilizado a estos trabajadores y lanzado una lucha generalizada.

Estas luchas también han sufrido porque la dirección del Hitradut acepta el argumento de la clase dominante de que es necesaria la privatización por el bien de la economía. Estas dos debilidades han garantizado la ineficacia de las luchas de la clase obrera.

El giro a la izquierda en Israel y en el Partido Laborista no ha caído del cielo. Este giro tiene su origen en estas luchas del período anterior. Observando las luchas de los últimos diez años, podemos ver que la clase obrera estaba dispuesta a luchar contra la privatización y las medidas de austeridad de la clase dominante, pero no encontraban su reflejo en el Partido Laborista.

Este ambiente y disposición creciente para luchar llevaron al Histradut a convocar una huelga general de cinco días a finales de 1997, en la que participaron 700.000 trabajadores, para hacer cumplir un acuerdo sobre pensiones firmado con el gobierno Peres, justo antes de que Netanyahu ganara las elecciones en junio de 1996.

A finales de 1998 se produjo la mayor huelga general de estudiantes de la historia de Israel contra la subida de tasas. La huelga contó con el apoyo del Histradut y duró 44 días hasta que finalmente fue derrotada.

En marzo de 1999, 400.000 trabajadores del sector público, de las oficinas gubernamentales, el Instituto de Seguro Nacional, los Servicios de Empleo, gobiernos locales, servicios postales, puertos y aeropuertos, ferrocarriles, personal no académico de las universidades, trabajadores de juzgados, bancos, todos fueron a la huelga por salarios y condiciones laborales. Esta huelga fue seguida por la huelga de funcionarios y profesores. Sin embargo, esta lucha fue derrotada cuando el gobierno hizo promesas vacías y se desconvocó la huelga.

Esto demuestra que la clase obrera estaba dispuesta a luchar contra el programa de austeridad de los empresarios. Sin embargo, en 2000, Ariel Sharon se convirtió en primer ministro de Israel después de iniciar la Intifada con su visita a la Explanada de las Mezquitas en Jerusalén Este. Con el gobierno de Sharon los ataques a los salarios y condiciones de la clase obrera se intensificaron.

En 2003, el 10 por ciento más rico de las familias israelíes recibían el 28 por ciento de los ingresos totales, mientras que el 50 por ciento más pobres sólo recibía el 24 por ciento. Esta desigualdad se hizo más pronunciada con relación a la parte total de la riqueza y el abismo continúa creciendo.

Ariel Sharon también ayudó fielmente a sus amigos en la clase dominante reduciendo los impuestos de las empresas. En 1986 la tasa de impuestos de las empresas era el 61 por ciento. La tasa actualmente es del 34 por ciento. Antes de que Sharon cayera enfermo pretendía reducir aún más la tasa hasta el 30 por ciento. Era obvio que la carga de la crisis bajo el capitalismo recaería sobre los hombros de la clase obrera y los pobres.

Igual que sus homólogos en el resto del mundo, los salarios de los ejecutivos subieron profundamente en Israel. En 2003, el salario medio de un director de las cien primeras empresas era de 700.000 dólares −sin incluir extras, beneficios u opciones sobre acciones−. Los directivos en las empresas ganan salarios aproximadamente 36 veces superiores al salario mínimo.

Como la parte empresarial del ingreso nacional continúa creciendo, la parte de la clase media en el ingreso nacional ha caído un 25 por ciento.

Pero lo más increíble es que el 32 por ciento de la clase obrera vive en la pobreza. Esto es más del 10 por ciento que a finales de los años ochenta. Está claro que la clase obrera israelí se enfrenta ahora a las mismas condiciones y presiones que los trabajadores en los países capitalistas desarrollados. Los trabajadores israelíes se han enfrentado a ataques de sus salarios y condiciones laborales, se enfrentan también al desmantelamiento del estado del bienestar. Como explicó Marx hace años, los empresarios están obligados a contrarrestar la caída de la tasa de beneficio explotando a la clase obrera, bajando los salarios e intensificando la producción. Esta es una receta para la intensificación de la lucha de clases.

Sin embargo, Sharon fue capaz de calmar la lucha de clases cambiando el sentimiento de la mayoría de los israelíes, incluidos los trabajadores, contra la insurrección palestina. De esta manera ayudó a los fundamentalistas islámicos, cuyos actos de terror echaron a los trabajadores y los pobres en los brazos abiertos de Sharon.

De este modo, el papel de Sharon fue retrasar la explosión social que se estaba preparando en Israel desde mediados de los años ochenta. Primero inició la Intifada y un año después alimentó la imagen de que era el único que podría detener la Intifada con la retirada unilateral de algunos de los Territorios Ocupados. Para esto contó con la ayuda de todos los partidos, incluido el “ala de izquierdas” del laborismo, como era Meretz, bajo la dirección de Peres.

Los capitalistas estaban muy agradecidos con Sharon debido a su papel en todo esto, y como resultado de su gratitud le permitieron enriquecerse mediante la corrupción abierta.

Ahora las cosas han cambiado. Los empresarios ya no pueden ofrecer reformas ni mantener las viejas reformas del pasado. Están obligados a lanzar nuevos ataques contra las conquistas de la clase obrera. La clase obrera no puede aceptar más ataques y recortes. Con Sharon fuera de juego, los empresarios temen lo que pueda ocurrir. Los métodos del bonapartismo proletario ahora será difícil aplicarlos en Israel con Sharon fuera del mapa político. Está claro que es sólo cuestión de tiempo que estalle otra Intifada social, que estalle la lucha de la clase obrera y los pobres.

La guerra de Sharon contra los palestinos puede que haya retrasado este proceso, pero no lo puede hacer eternamente. En el pasado, movimientos como este fueron descarrilados por maniobras de la clase dominante. Pero, en última instancia, su capacidad para hacer esto está condicionada por la situación internacional. En una situación de crisis global del capitalismo y creciente lucha de clases internacionalmente, la situación será favorable para la clase obrera. Esto sólo puede animar a los trabajadores de Israel.

Los cambios en el Partido Laborista israelí, de ser un socio joven en la coalición de Sharon a convertirse en el partido de la oposición planteando cuestiones sociales, es por sí mismo un reflejo de este desarrollo de la lucha de clases y revela el potencial de las luchas que están por venir.

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