La insurrección de los profesores mexicanos en defensa de sus derechos laborales y contra la reforma educativa del PRI, ha sacudido el país. Ni la brutal represión del gobierno de Peña Nieto, asesinando a más de una docena de maestros y gente del pueblo, ni los despidos masivos, ni el encarcelamiento de dirigentes, han conseguido doblegar la resistencia del movimiento. El ejemplo de los profesores agita y está llamando a todos los trabajadores y jóvenes mexicanos a emprender una ofensiva general contra el gobierno, los partidos de la derecha, los empresarios y todo el sistema. La rebelión vuelve a inundar las calles.

Del 15 de mayo a la batalla de Nochixtlán

Desde el 15 de mayo pasado la Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación (CNTE) llamó a un paro nacional indefinido contra la Reforma Educativa. Este únicamente había podido sostenerse en Chiapas y Oaxaca; en Guerrero y Michoacán, también bastiones de la CNTE, la agitación fue fuerte pero no al mismo nivel. En prácticamente todos los estados del país hubo movilizaciones en apoyo de la huelga, pero en general estaban lejos de tener un carácter masivo, en ocasiones abarcando a decenas, centenares o unos pocos millares de profesores.

Esta desigualdad en la participación animó al gobierno a intentar aislar y derrotar a la CNTE mediante una dura represión contra los bastiones de vanguardia en las primeras semanas del paro. Se montaron verdaderos Estados de sitio y operativos militares contra los profesores de Chiapas y Oaxaca. El asesinato, encarcelamiento y el linchamiento permanente de los medios de comunicación contra los maestros, junto a la arrogancia del secretario de Educación que declaró el despido miles de docentes, produjo un sentimiento de unidad de todos los sectores de izquierda a favor de la CNTE.

La resistencia de los profesores se convirtió en un llamado enérgico a la lucha y comenzó a tener repercusiones entre la juventud, pero también entre las organizaciones de izquierda representativas como el EZLN, el MORENA (Movimiento de Regeneración Nacional, liderado por López Obrador), la Unión Nacional de Trabajadores (UNT), el Sindicato Mexicano de Electricistas (SME), entre otras. Hasta esos momentos, los dirigentes de las mismas se habían mantenido al margen de esta y otras luchas sociales. En el mejor de los casos habían tenido un papel exclusivamente discursivo y por tanto insuficiente.

Ante las primeras convocatorias y movilizaciones de solidaridad con la CNTE, el gobierno decidió reforzar la represión para abortar la extensión de la lucha. Se creó un clima furioso de denuncia contra todos aquellos que apoyaran a los “criminales de la CNTE”. Primero fueron detenidos dirigentes clave del magisterio y mandados al exilio interior, a un penal de máxima seguridad en Sonora. Días después, el 19 de junio, se disparó a quemarropa a los pobladores de Nochixtlán, Oaxaca, que bloqueaban una carretera para impedir el paso de la policía que se dirigía a los profesores. Una vez más el heroísmo de niños, jóvenes y de la población en general logró derrotar a la policía, pero esta dejó una estela de 11 compañeros asesinados y más de cien heridos. El luto colectivo incrementó la rabia y el movimiento volvió a dar un zarpazo.

Transformar el movimiento del Magisterio en una rebelión social para derrotar al gobierno

Tras la represión en Nochixtlán nuevos sectores se han sumado a la lucha, dando al movimiento un carácter cada vez más nacional. Secciones del magisterio tradicionalmente controladas por la burocracia sindical del PRI han resquebrajado las ataduras y se han movilizado en diferentes estados; una de las más destacadas fue la manifestación del 22 de junio en Monterrey donde participaron al menos 6.000 profesores. Ese mismo día, la huelga de la CNTE confluyó con una jornada nacional de paros parciales de médicos y enfermeras contra la llamada reforma de salud. La juventud estudiantil también se ha sumado al combate, principalmente en la Ciudad de México, protagonizando paros en escuelas y facultades aunque limitados por el fin del curso escolar. También en la capital, el sindicato de trabajadores de la tercera universidad más importante realizó un paro de 24 horas en apoyo a la CNTE.

El acto de solidaridad con la CNTE más numeroso ha sido la manifestación convocada por López Obrador y Morena el 26 de junio pasado. Esta es la primera movilización de envergadura que convoca Morena desde finales del 2013 cuando fue aprobada la privatización de PEMEX (Petróleos de México). La CNTE ha creado tal escenario de agitación entre toda la izquierda que ha removido de su letargo a los dirigentes no solo de Morena, sino también del EZLN y de diferentes sindicatos que vuelven a ocupar un lugar en la lucha contra el gobierno.

La manifestación convocada por Morena ha tenido una participación de aproximadamente 200.000 personas provenientes de todo el país, cuando las manifestaciones de la CNTE en la capital, una plaza políticamente decisiva, han contado con una asistencia de aproximadamente 10.000 compañeros. Muchos profesores del DF y del estado de México que se habían mantenido al margen de la agitación, han aprovechado la llamada de Morena para hacerse escuchar. El ambiente en la manifestación ha sido de rabia contra el gobierno, de voluntad para luchar junto con los maestros. La dirección de Morena, aunque con mucho retraso, ha dado un paso al frente incrementando la presión contra el PRI, pidiendo la caída del secretario de Gobernación y de la Reforma Educativa, la libertad de los presos políticos y el cese de la represión. Pero López Obrador sigue manteniendo un discurso harto ambiguo, con constantes llamamientos a Peña Nieto para que “recapacite”, precisamente cuando el gobierno sólo sabe de represión, encarcelamientos y asesinatos. Estas posiciones de AMLO solo crean desconfianza entre un sector de trabajadores.

La presión de la lucha ha paralizado temporalmente la represión policial del gobierno, y no es cosa menor pues esta era su carta más fuerte. El movimiento se encuentra a la ofensiva y, aunque se ha extendido, es potencialmente mucho más amplio y requiere serlo para derrotar al gobierno.

Los estrategas del capital saben que se juegan mucho en esta coyuntura. La derrota, incluso parcial, de la Reforma Educativa sería una demostración de debilidad del gobierno que animaría la rebelión social contra su política de recortes y ataques que pretende profundizar. La derecha está debilitada pero no derrotada, está esperando que el ambiente de crispación ceda para reemprender la ofensiva. Es por ello que la CNTE y la izquierda en general deben incrementar ahora mismo toda la presión, extendiendo el paro a otros sectores, unificando todas las manifestaciones contra el gobierno, poniendo sobre la mesa la caída del gobierno, el castigo a los responsables de la represión, la derogación de la Reforma Educativa y la liberación de todos los presos políticos.

Dentro de la CNTE también se necesita una táctica para ganar a otros sectores a la movilización e incluso a más profesores. La resistencia ha sido un baluarte, pero además de ello es preciso recoger las demandas de otros sectores de nuestra clase, estableciendo para ello una unidad y coordinación real. Los dirigentes de la UNT, el SME o el EZLN no terminan de integrarse para extender el paro, y deben hacerlo inmediatamente.

Es preciso fortalecer y reorganizar la ofensiva de la izquierda: se precisa una agitación política claramente anticapitalista y establecer una coordinación real por medio de un Consejo Nacional de Huelga, con representantes elegidos de todos los sectores y territorios del país, que impulse la lucha por las reivindicaciones fundamentales del movimiento y aseste un golpe decisivo a Peña Nieto.

¡Podemos derrotar al gobierno, reforcemos la ofensiva!

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