La crisis diplomática creada en los últimos días a raíz de las declaraciones del presidente argentino, el ultraderechista Javier Milei, vuelve a poner sobre el tapete la hipocresía del gobierno de Pedro Sánchez.

El presidente español se ha sentido profundamente ofendido porque Milei, un fascista que justifica sin rubor la salvaje dictadura militar argentina y que ha declarado la guerra total a la clase trabajadora de su país, ha lanzado, como viene siendo su arraigada costumbre respecto a otros mandatarios extranjeros, una cascada de vituperios contra él y contra su cónyuge, a la que acusa de corrupción.

No debemos olvidar que numerosas empresas españolas del Ibex-35 mantienen cuantiosas inversiones en Argentina, y se benefician de las medidas anti obreras de Milei y sus socios. Precisamente los principales directivos de las mismas se reunieron con este reaccionario apenas unas horas antes del aquelarre ultraderechista internacional organizado por Vox en Madrid, en el que Milei fue la gran estrella y desde el que lanzó sus vómitos de odio contra el socialismo, y los insultos a Sánchez y su mujer.

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El contraste entre la dureza de Sánchez con los que ofenden a su esposa, y su complacencia con los poderosos del mundo es escandaloso.

La respuesta indignada del Gobierno español no se ha hecho esperar: retirada inmediata de la embajadora en Buenos Aires ante la constatación de que Milei no ha pedido “disculpas” y se ha reafirmado en lo dicho.

Y aquí el contraste entre la dureza de Sánchez con los que ofenden a su esposa, y su complacencia con los poderosos del mundo es escandaloso. Parece que tomar medidas de presión contra el gobierno sionista para que cese su criminal agresión contra el pueblo de Gaza, no es comparable a que insulten a su mujer.

En las masivas manifestaciones de apoyo al pueblo palestino que recorren las calles de numerosas ciudades del Estado español desde hace meses y en las acampadas universitarias contra el genocidio se levanta un mismo clamor: ¡ruptura de todo tipo de relaciones con Israel ya!

Pero Sánchez es sordo ante esa exigencia. Sus vínculos con la OTAN y con el imperialismo norteamericano pesan mucho más que las demandas de la clase trabajadora y la juventud. Por eso puede pasar por alto las decenas de miles de vidas palestinas segadas por la criminal agresión sionista y no inmutarse ante los gritos de dolor y agonía de los palestinos quemados vivos con las bombas de fósforo blanco que los sionistas utilizan con profusión.

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En las masivas manifestaciones de apoyo al pueblo palestino que recorren el Estado español desde hace meses se levanta un mismo clamor: ¡ruptura de todo tipo de relaciones con Israel ya!

Su gobierno contempla sin inmutarse las imágenes de niñas y niños muriendo de hambre en Gaza en medio de un sufrimiento atroz, pero cuando un despreciable fascista como Milei osa ofender a la esposa de Sánchez, entonces es el acabose y esa ofensa se convierte en un simulacro de batalla contra el fascismo y la extrema derecha mundial.

Sánchez comprobó en las elecciones generales del pasado año los buenos resultados de su demagogia al presentarse como “el único dique de contención” contra las fuerzas de la reacción y ahora, ante las elecciones europeas, trata de exprimir al máximo este incidente con Milei para mejorar sus expectativas de voto. Es el mismo tipo de maniobra que cuando anuncia el inminente reconocimiento del estado palestino.

Pero no podemos llevarnos a engaño. El gobierno del PSOE y Sumar tienen como máxima prioridad la salvaguarda de las inversiones del Ibex-35 en Argentina. Y es posible que el próximo 28 de mayo se reconozca finalmente a Palestina como estado y volvamos a presenciar un nuevo rifirrafe diplomático entre Madrid y Tel-Aviv. Pero ese reconocimiento no va a cambiar en lo más mínimo la suerte del pueblo palestino si no va acompañado de medidas efectivas de sanciones y ruptura completa de relaciones con el Gobierno sionista.

Cada día la evidencia se abre paso con mayor fuerza. No serán los gobiernos “progresistas” de esta izquierda gubernamental, atados de pies y manos a la oligarquía financiera y el imperialismo, los que frenarán el avance de la extrema derecha o la ofensiva genocida del sionismo. Solo una enérgica movilización desde abajo y la defensa de un programa anticapitalista consecuente podrán conseguirlo.

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