El 28 de septiembre, más de cuatro meses después de la última movilización, los trabajadores de los astilleros Navantia en la ría de Ferrol reanudamos las movilizaciones con una manifestación hasta el ayuntamiento de Ferrol, para exigir al nuevo gobierno municipal (PP) que se implique en nuestra demanda de un dique flotante para resolver el problema inmediato de falta de carga de trabajo. La manifestación tuvo un buen seguimiento por parte de las plantillas, con varios miles de trabajadores.

El 5 de octubre realizamos la segunda movilización, esta vez haciendo lo propio en el ayuntamiento de Fene (donde se encuentra la otra factoría de Navantia en la ría), con una participación similar. Esta movilización fue la primera de un calendario decidido en septiembre por los dos comités de empresa de Ferrol y Fene, que incluye movilizaciones todos los miércoles de octubre y concluirá con una gran manifestación comarcal el domingo 6 de noviembre, en la que se buscará sumar a todas las fuerzas sociales de la comarca: trabajadores y empresarios, izquierda y derecha.
Curiosamente, mientras el comité de empresa intenta unir a los trabajadores con los empresarios y la derecha política, hace lo contrario con los trabajadores entre sí, fomentando todo lo posible la división entre compañías auxiliares y empresa principal. De hecho, en la factoría de Ferrol hubo asambleas separadas para ambos colectivos.
Los marxistas intervinimos en la asamblea de la principal planteando dos reflexiones. Por un lado, rechazamos la idea del “todo vale” a la hora de sumar fuerzas. Es cierto que a los empresarios locales les interesa la construcción de un dique flotante y a nosotros también. Pero también es cierto que su objetivo es privatizar el área de Reparaciones y que el nuestro debe ser mantener los astilleros en manos públicas. De hecho, algunos ya plantearon la aportación de capital privado para la fabricación del dique, con todo lo que ello significa. Además, ir con los empresarios impedirá que hagamos un discurso de clase, que nos permitiría conectar con el resto del movimiento obrero comarcal, basado en la denuncia de la banca y los empresarios como responsables de la crisis económica. Este discurso es el que realmente nos permitiría sumar.
Por otro lado, planteamos la necesidad de asambleas conjuntas con los trabajadores de las compañías. Primero, porque todos estamos luchando por lo mismo y tenemos los mismos intereses. Segundo, precisamente por lo anterior, hacerlas separadamente es una fuente de tensión que sólo puede ahondar las divisiones entre trabajadores, ¡y eso al mismo tiempo que se defiende la unidad con los empresarios! Y tercero, porque desde un punto de vista organizativo no es operativo: ¿qué pasa si las asambleas aprueban cosas diferentes? ¿Repetimos votaciones hasta que coincidamos, cada colectivo se moviliza por su lado, los que decidan movilizarse hacen un piquete para impedir que los que decidan trabajar paren…?
Pero esto no es todo. Al enfado que provocó la decisión de separar las asambleas, especialmente entre los compañeros de auxiliares, se sumó la decisión completamente antidemocrática del comité de la principal de que la asamblea de auxiliares no votase. ¡Quisieron imponerles un calendario cocinado sin contar con ellos y aprobado solamente por los trabajadores de la principal, negándole así el derecho a voto a la mayoría de los trabajadores! Al final, el comité tuvo que acabar por ponerlo a votación, tras una bronca monumental que incluso provocó el abandono temporal de la asamblea por parte del presidente del comité de empresa. Es lo que se cosecha cuando se actúa como si hubiese trabajadores de primera y de segunda.

‘Todo para el trabajador, pero sin el trabajador’

Este sindicalismo ilustrado practicado por el comité de empresa de la principal debilita al conjunto del movimiento obrero de la fábrica, y por tanto nos resta fuerza para la lucha. Lo correcto sería dar cauce a la participación de todos los trabajadores, que todos seamos partícipes de las decisiones que se adopten. Esta es la única forma de crear una dinámica que permita unir a todos los trabajadores de los recintos de Navantia.
Pero el actual comité de empresa no va a dar esos pasos, y no los va a dar porque no confía en los trabajadores y tiene miedo a que le impongan una dinámica que vaya más allá de lo que el comité quiere. La clave pasa porque los trabajadores de la industria auxiliar se organicen. Hoy día son el principal torrente de fuerza en los astilleros: hablamos de unos 3.800 trabajadores frente a los 2.100 de la principal (que incluyen muchos mandos). Ahora bien, al igual que el agua de un río cuando se canaliza a través de un molino realiza un trabajo y cuando se deja fluir libre se desaprovecha, al movimiento obrero le sucede lo mismo. Es necesario canalizar ese potencial de los trabajadores de las auxiliares, y esto sólo se puede lograr con organización.
Es necesario que los trabajadores de la industria auxiliar se organicen para hacer oír su voz, porque tienen mucho que decir en esta lucha y en el futuro de Navantia. En estos momentos, la formación de una coordinadora de la industria auxiliar sería la fórmula más adecuada.

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