Así se combate al trumpismo y a la ultraderecha

A una semana de iniciado el levantamiento contra las políticas racistas en EE.UU., las protestas no cesan y han convergido en una nueva convocatoria unificada el sábado 14 de junio: el “No Kings Day”.

Millones de manifestantes en más de 2.000 acciones en al menos 200 localidades de los 50 estados del país salieron a las calles en una gran demostración de cómo se combaten las aspiraciones fascistas de Trump.

Trump pretendía mandar un mensaje de intimidación sacando el ejército a las calles de Washington con el pretexto del 250 aniversario de las fuerzas armadas estadounidenses. 6.000 soldados desfilaron con 150 vehículos y 50 aviones. Quiso convertir este día en su festejo de cumpleaños, cuando desde 1991, tras el fin de la Guerra del Golfo, no se hacía nada parecido. Se trataba de un autohomenaje de encumbramiento, como buen megalómano que es, pero sobre todo de enviar un mensaje de fuerza, rodeado del ejército y la cúpula militar, intentando intimidar a los millones de personas que están tomando las calles. Sin embargo, el enorme movimiento en su contra lo opacó con una auténtica demostración del poder de la clase trabajadora y la juventud en un claro desafío a su Gobierno.

El desfile resultó patético e indignante, con un costo de 45 millones de dólares al mismo tiempo que se anuncian recortes a derechos básicos. El fracaso fue total, con gradas prácticamente vacías y un silencio fúnebre.

Mientras tanto, las principales avenidas a lo largo y ancho del país se llenaron de manifestantes coreando consignas como “No tenemos reyes”, “We’re not going to take anymore” (No lo vamos a tolerar más), “Tengo con que derretir a ICE”, “No reyes, no pasarán”, o canciones como Tear the Fascists Down “Derribar a los fascistas”, del cantautor Woody Guthrie, un símbolo de la lucha histórica contra el fascismo y el racismo en los EEUU. También se gritó con fuerza “la única minoría destruyendo a este país es la de los multimillonarios” y “¡Fuera Donald Trump!”.

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Trump pretendía intimidar a los manifestantes sacando el ejército a las calles de Washington con el pretexto del 250 aniversario de las fuerzas armadas estadounidenses. El desfile fue un fracaso total, con gradas prácticamente vacías y un silencio fúnebre. 

Un régimen salvaje contra la clase obrera

Trump intenta atomizar a las y los trabajadores nativos y extranjeros creando un clima de terror, las medidas son salvajes. Redadas en los barrios obreros, centros laborales, campos agrícolas, detenciones en los tribunales y oficinas de apoyos gubernamentales, incluso irrupciones en ceremonias de graduación en las escuelas.

Las amenazas son claras, como las de Kristi Noem, secretaria de Seguridad Nacional: “Si no te vas ahora, te encontraremos, te arrastraremos y te deportaremos”.

O las del sheriff del condado de Brevard, Florida, Wayne Ivey, que en su conferencia titulada ‘El Estado contra los disturbios, afirmó:

“Si nos escupen, irán al hospital y a la cárcel (…) Si golpean a uno de nosotros, irán al hospital y a la cárcel, y lo más probable es que los muerda uno de nuestros perros grandes y hermosos que tenemos aquí”.

“Si lanzan un ladrillo, una bomba incendiaria o apuntan con un arma a uno de nuestros agentes, notificaremos a su familia dónde recoger sus restos, porque los mataremos. No vamos a jugar, esto tiene que parar”[1]. Y así lo hicieron, durante las manifestaciones de este sábado fue asesinado Arthur Folasa y un día antes se conoció la muerte del mexicano Jesús Molina en un centro de detención de Georgia.

El Gobernador republicano de Florida, Ron DeSantis, no se podía quedar atrás y dio su permiso para que los automovilistas atropellen manifestantes sin consecuencias legales[2].

Una lucha que va más allá del ICE y cuestiona a todo el sistema

Pero para el movimiento está claro que la lucha va más allá de combatir las redadas de la ICE. Hoy vienen por los migrantes, pero las alarmas de guerra también suenan contra el movimiento propalestino, las organizaciones de izquierda y todo el que intente oponerse a este aspirante a dictador. Este domingo 15, tras la movilización Washington, el comité del Senado contra el crimen y el terrorismo abrió una investigación al Party for Socialism and Liberation por supuestamente “coordinar y dirigir las protestas”.

El Gobierno ha lanzado una ofensiva militarizada para aplastar cualquier resistencia a sus políticas de recortes. Quiere cargar sobre nuestra clase el costo de una crisis provocada por el propio sistema, marcado por décadas de desindustrialización, parasitismo financiero y endeudamiento.

La amenaza es generalizada. La Oficina Presupuestaria del Congreso estima que, con la principal iniciativa legislativa de Trump —a la que este llama “Una gran y hermosa ley”— el 10% más rico aumentará su ingreso anual disponible en 12.000 dólares. Ese aumento se debe principalmente a la reducción de los impuestos que deben pagar los hogares pertenecientes a ese sector privilegiado de la población.

Mientras que el 10% más pobre perderá, en promedio, 1.600 dólares anuales, lo que representa un recorte del 3,9% de sus ingresos. Estos recortes provienen, en gran medida, de la reducción de Medicaid y de nuevas restricciones al acceso a ayudas alimentarias. Las proyecciones indican que para 2034 más de 10,9 millones de personas podrían perder su seguro médico. De ellos, 1,4 millones son migrantes sin ciudadanía o estatus regular, el resto son ciudadanos estadounidenses.

Miles han salido a las calles, enfrentando no solo a los cuerpos policiales racistas, sino también a marines y destacamentos del “ejército más poderoso del mundo”, desafiando el toque de queda. Las detenciones no se han hecho esperar, pero tampoco han frenado las movilizaciones. Hasta ahora se han desplegado más de 4.000 elementos de la Guardia Nacional y 700 marines en Los Ángeles y el gobernador de Texas, Greg Abbott, movilizó 5.000 efectivos adicionales este sábado.

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Los manifestantes tienen claro que la lucha va más allá de combatir las redadas de la ICE. Hoy son los migrantes, pero nadie duda de que las organizaciones de izquierda y todo el que intente oponerse a este aspirante a dictador, están en el punto de mira de Trump. 

El Departamento de Seguridad Nacional (DHS) ha enviado medio millón de avisos de cancelación a migrantes con permiso humanitario provenientes de Cuba, Haití, Nicaragua y Venezuela, exigiendo su salida del país y ha expulsado a más de 54.000 migrantes mexicanos en lo que va del año.

El carácter fascistoide del Gobierno de Trump es innegable. Su discurso y muchos de sus métodos y objetivos se parecen cada vez más a los que aplica su aliado el nazisionista Netanyahu en Israel o los que aplicaron en los años 30 Hitler y Mussolini. Si pudiera implantar un régimen de terror similar no dudaría en hacerlo. Lo que lo impide es precisamente la fuerza que está mostrando el movimiento de masas protagonizado por la juventud y la clase obrera.

No es una exageración. En estas últimas semanas ha lanzado un llamado propagandístico para atizar el sentimiento racista y movilizar a su base social contra el movimiento de masas, difundiendo carteles que invitan a denunciar migrantes sin papeles, similar a lo que hacían los fascistas para detener judíos. Esto se suma al llamado a de cazarrecompensas y genera una atmósfera de polarización brutal en el que los elementos más desclasados, lúmpenes y racistas actúan como  punta de lanza contra cualquiera que ose oponerse a Trump, como lo ha hecho el asesino de la congresista demócrata del estado de Minnesota Melissa Hortman y su esposo John Hoffman. 

Pese a este panorama, la posición de los Demócratas sigue siendo la de hacer discursos criticando de forma hipócrita algunos de los aspectos de las medidas más represivas de Trump mientras en la práctica la alcaldesa demócrata de Los Ángeles mantiene el toque de queda. Su oposición se limita a discursos apelando demagógicamente a la paz y el diálogo, mientras en la práctica contribuyen a justificar la represión, sumándose al coro mediático que presenta como “violencia”, “actuaciones de grupos radicales incontrolados”, etc., lo que no es más que la respuesta defensiva de muchos manifestantes frente a las agresiones de los fascistas uniformados de los cuerpos represivos policiales y militares.

Pero ¿qué se puede esperar de un partido como el Demócrata, que representa también los intereses de la clase dominante, que durante los Gobiernos de Obama y Biden aplicó las mismas políticas de deportación masiva de migrantes, ataques a los salarios y los derechos de la clase obrera, alimentó la Guerra imperialista en Ucrania y fue el primero en sostener y apoyar el genocidio sionista contra el pueblo palestino?

¡Por una huelga general para derrotar al trumpismo!

Hay que escalar en la movilización y en la organización en todo el país. Necesitamos una huelga general de trabajadores nativos y migrantes, para demostrar quién tiene el verdadero poder en EE.UU. Hay que organizar comités de autodefensa bajo control de asambleas en barrio, escuela y centro de trabajo, organizar piquetes para explicar en todos los rincones que esta lucha es la lucha de toda la clase obrera, nativa y migrante, y de todas las oprimidas y oprimidos porque se nos quiere subyugar al conjunto de la clase trabajadora para garantizar que Trump siga gobernando para una élite. Hay que hacer un llamado a todas las direcciones sindicales a convocar a una huelga general para echar a Trump del gobierno y detener esta cacería antiinmigrante. Este llamamiento debe incluir una exhortación dirigida hacia los millones de afiliados de la AFL-CIO a organizarse para dar la batalla contra las políticas de la burocracia sindical de dividir y separar las luchas, intentando limitarlas a reivindicaciones mínimas y apoyando en todas las cuestiones decisivas las políticas capitalistas del Partido Demócrata.

Solo la lucha masiva en las calles, como están mostrando las y los trabajadores migrantes, unificando las reivindicaciones del conjunto de la clase obrera, puede derrotar esta declaración de guerra de Trump y las grandes corporaciones que le apoyan contra la clase obrera.

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Solo la lucha masiva en las calles, unificando las reivindicaciones de las y los obreros migrantes, con las de todos de los trabajadores, se puede derrotar esta declaración de guerra de Trump y las grandes corporaciones que le apoyan contra la clase obrera. 

Tenemos que derribar a Trump y todo el sistema que representa. Solo podremos lograrlo con la lucha organizada, con la toma de fábricas y empresas, en EE.UU., en México y en todo el mundo. El poder económico y político estadounidense se sostiene sobre un puñado de corporaciones: Apple, Microsoft, NVIDIA, Alphabet, Amazon, Walmart, ExxonMobil, UnitedHealth, JPMorgan, Goldman Sachs, BlackRock, Meta, Tesla, etc. Las mismas que llevaron a Trump al poder.

Con esas empresas en manos de las y los trabajadores y al servicio de la sociedad, podemos asegurar la derrota del trumpismo y la caída del capitalismo global para construir una nueva sociedad sin fronteras, ni expolio a los pueblos, donde nadie se vea obligado a abandonar su territorio, sufrir ninguna persecución por su origen geográfico, color o idioma, ni a vivir en la pobreza.

 Notas:

[1]Sheriff amenaza a manifestantes violentos: ‘te mataremos’

[2] Las autoridades de Florida amenazan a quienes participen en las protestas: “Te vamos a matar”

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