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Durante estas durísimas semanas de pandemia global, hemos escuchado declaraciones de los portavoces gubernamentales y leído muchos editoriales de los medios destacando la gran colaboración entre Gobiernos, empresas y entidades, para salir “todos juntos” de esta crisis y poner fin al drama provocado por la Covid19.

Sin embargo, la realidad no solamente muestra que las medidas aplicadas por los Gobiernos capitalistas están beneficiando a una ínfima minoría, a la élite empresarial. Sino que además, después de ver cómo sus recortes y privatizaciones han convertido las residencias de ancianos en mataderos, después de ver cómo sus ataques a la sanidad pública han provocado una expansión salvaje de la enfermedad y han asesinado a familiares y amigos por la ausencia de recursos en los hospitales públicos: después de todo eso, ahora asistimos a un nuevo capítulo de la crudeza del capitalismo.

Estamos siendo testigos de un dantesco espectáculo. Se trata de la salvaje competencia entre farmacéuticas y laboratorios privados, en una carrera a codazos en la que se pelean por cruzar primeros la línea de meta y conseguir una vacuna o un fármaco para el SARS-CoV-2. El objetivo no es acabar con la enfermedad sino hacer negocio con la salud de miles de millones de personas de todo el mundo.

La hipocresía de los Gobiernos capitalistas

El pasado 4 de mayo se celebró la “conferencia de donantes” organizada por la Comisión Europea (CE) con el objetivo de conseguir la financiación adecuada para la investigación de la vacuna del coronavirus. Con la participación de representantes de los países del G-20, la presidenta de la CE -Ursula Von der Leyen - informaba de la participación de líderes mundiales de 40 países y una recaudación de 7.400 millones de euros. Pero el rimbombante anuncio no puede ocultar las ausencias de países como Estados Unidos, Rusia e India, la presencia testimonial de China sin ninguna aportación económica, y que el propio secretario general de la ONU, António Guterres, estimara que se necesitaban 38.000 millones de euros -es decir - cinco veces más de lo recaudado.

Tampoco puede ocultar las crecientes disputas entre los distintos gobiernos de la UE que reflejan los choques entre las distintas burguesías nacionales en el escenario de crisis económica global. Choques que incluso se han apreciado en el ámbito sanitario cuando los Gobiernos de Merkel y Macron cerraron el grifo de las exportaciones sanitarias a Italia, mientras el país transalpino atravesaba el pico de muertes y contagios.

La suspensión de la financiación a la Organización Mundial de la Salud (OMS) por parte de Estados Unidos, evidencia la enorme inestabilidad que recorre el mundo capitalista, con unas perspectivas económicas terroríficas, y coloca el recrudecimiento de la guerra comercial con China en primer plano.

Apartando el humo de los paripés sobre la unidad y la colaboración entre Gobiernos, vemos la lucha entre los capitalistas de los distintos países por aumentar o, cuanto menos, preservar sus cuotas de mercado y por mantener su tasa de sus beneficios. La lógica de funcionamiento del capitalismo se revela contraria a la salud y a la protección de la mayoría de la población.

El negocio de las farmacéuticas y los laboratorios privados

Actualmente se están llevando a cabo en paralelo más de 1700 ensayos clínicos relacionados con la Covid19; la mayoría son privados. Estos proyectos, a pesar de recibir enormes cantidades de dinero público, se están realizando como cualquier descubrimiento científico en el capitalismo –con celos y en secreto–.

El sistema es perverso: de igual forma que un empresario del sector automovilístico no comparte con su competencia una mejora de ingeniería que dota de más seguridad al coche, o un empresario del sector de la construcción no revela a su competencia un método más eficiente y fiable en la construcción de edificios, un empresario cuyo negocio es fabricar vacunas o medicamentos guarda para él todos sus avances con el objetivo de ser el primero en lograrlo y así llevarse la mayor parte del negocio. Es un absurdo y un sinsentido social. Pero así funciona el capitalismo. La colaboración profunda entre empresas es una quimera, porque siempre se imponen los intereses inmediatos de los propietarios de dichas empresas. En cambio, lo que nos encontramos es la férrea competencia para ver quién alcanza antes la meta de esta carrera de premio multimillonario.

Para la industria farmacéutica la Covid19 es una enorme oportunidad de negocio con la que espera fulminar sus previsiones de facturación de este año, de más de 1,32 billones de euros, que equivale prácticamente al PIB de España.

Las quince compañías farmacéuticas más importantes controlan más de la mitad del mercado mundial, y en los primeros puestos encontramos las empresas que lideran los proyectos más avanzados para el descubrimiento de la vacuna: las estadounidenses PFIZER y JOHNSON&JOHNSON (52.540 y 36.256 millones de dólares de ventas en 2017, respectivamente), la suiza ROCHE (41.110 millones) y la francesa SANOFI (36.663 millones de dólares). Estas han establecido alianzas estratégicas con laboratorios y compañías biomédicas y biotecnológicas como BIONTECH o EMERGEN BIOSOLUTIONS, así como con varios Institutos y Fundaciones. China, con su particular sistema de capitalismo de Estado, también está muy bien posicionada con tres proyectos que lideran las farmacéuticas chinas SINOPHARM y SINOVAC y la compañía CANSINO BIOLOGICS. Los pactos empresariales a los que estamos asistiendo buscan controlar todo el proceso de la vacuna: descubrimiento, producción a gran escala y campañas masivas de vacunación.

Los empresarios del sector farmacéutico se forran a costa de nuestra salud. Su negocio además no se basa en que nos curemos, sino que en que sigamos comprando sus productos. En este proceso existen además oscuras prácticas que realizan las farmacéuticas como inflar los precios de coste de los medicamentos –en realidad 10 veces inferior, según Médicos Sin Fronteras (MSF)– para justificar precios de venta más caros y los sobornos a médicos para que recomienden sus productos. Según el ranking “The Access to Medicine index” de 2014 realizado por la Bill&Melinda Gates Foundation, 18 de las 20 multinacionales farmacéuticas analizadas habían sido objeto de sanción por este motivo.

Eso sí, las farmacéuticas no solamente reciben de forma directa millones de euros públicos a través de donaciones de los Estados, sino que se aprovechan de la investigación que realizan los laboratorios gubernamentales y universitarios, ambos financiados con nuestros impuestos.

Por ejemplo, el estudio de 2018 “Medicamentos para el cáncer: altos precios y desigualdad”, realizado por la socióloga Irene Bernal y la farmacéutica Eva Iráizoz en el marco de la Campaña médica “No es sano”, informaba que el producto estrella de ROCHE contra el cáncer de mama, el Trastuzumab - que para entonces le había proporcionado más de 60.000 millones de euros de ingresos en todo el mundo - se obtuvo con financiación procedente de universidades, centros de investigación y fundaciones sin ánimo de lucro.

A pesar de no ser el primer coronavirus que padece la humanidad, los estudios sobre sus posibles vacunas están muy poco desarrollados. Si hasta la fecha hay registrados treinta y nueve coronavirus y seis de ellos –sin contar el causante de la Covid19– han tenido impacto en el ser humano ¿por qué no los conocemos más? Esto no se debe a que los primeros coronavirus fueran estacionales y provocaran solamente resfriados leves. La explicación es que los coronavirus que causaron inicialmente centenares de muertes, como el SARS-CoV (2002) y el MERS-CoV (2012), dejaron de generar epidemias, así que el interés económico inmediato de las grandes compañías farmacéuticas y biomédicas cayó en picado y se interrumpieron todas las investigaciones que se encontraban en fase pre-clínica.

Esto también explica que las infraestructuras de las que disponemos para realizar la producción a gran escala sean totalmente insuficientes. Ahora, que sabemos por un informe del Centro Nacional de Datos Genómicos de China (NGDC, por sus siglas en inglés) que el nuevo coronavirus se parece en un 80% a su antecesor SARS-CoV, la paralización de los estudios e investigaciones que se empezaron a realizar resulta todavía más flagrante. Son las horribles consecuencias de que el monopolio de la investigación y de la fabricación de vacunas y fármacos lo tenga el sector privado.

Los recortes en investigación también matan

No es casualidad que los dos proyectos de mayor calado científico en España, vinculados al Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), estén todavía en fase pre -clínica. A pesar del enorme esfuerzo y calidad de sus profesionales, el sector padece desde hace años los recortes presupuestarios y la precarización de su personal. La campaña de los medios de comunicación destacando que “España es un país de referencia” siendo el “primero en ensayos clínicos en Europa y el cuarto en el mundo” es una burda manipulación.

El hecho de que farmacéuticas y laboratorios privados deseen hacer pruebas en territorio del Estado español no tiene que ver con una enorme inversión del Estado en ciencia, como nos quieren vender . La razón es que aquí es donde hay más contagios de Europa y porque el viejo continente es donde se expandió más rápidamente la Covid19 después de China – tanto nominalmente como en relación a su número de habitantes - y el segundo en número de casos de todo el mundo. Además, la pandemia lleva aquí más tiempo en desarrollo. Llevar a cabo estos estudios aquí implica menos costes para hacer las pruebas y presenta un mayor interés científico para comprender el coronavirus y encontrar un posible tratamiento.

La realidad es que de 2009 a 2018, el presupuesto dedicado al CSIC ha bajado más de un 25%, de 843 millones de euros a 631. Este mismo porcentaje de descenso sirve para todos los Institutos vinculados a la investigación científica. El 75% de los titulados superiores que trabajan en el CSIC tienen contratos temporales.

Además, la partida presupuestaria asociada a la investigación es la de menor tasa de ejecución -inferior a un 30% - por lo que realmente se gasta menos de 1 euro por cada 3 presupuestados. El Estado español invierte 285,50 euros por habitante frente a los 593,8 de media en la UE (datos de 2016), un 1,19% del total del PIB estatal, por debajo de países como Malasia, Estonia y Hungría. Según datos de la Comisión Europea, desde 2010 más de 12.000 investigadores se han marchado fuera del Estado español por no encontrar trabajo.

Todas estas políticas de recortes en investigación pública - unidas a los entre 15.000 y 21.000 millones de euros recortados a la sanidad pública desde 2009 - junto con las privatizaciones en estos sectores han abierto un suculento negocio para farmacéuticas, clínicas y laboratorios privados. Esto se ha dado al mismo tiempo que han destrozado la investigación y atención sanitaria para la mayoría de la población.

Por la nacionalización de la sanidad y las compañías científicas privadas

A pesar de la improductividad que genera la competencia celosa entre las corporaciones que pelean por alzarse con la victoria en la obtención de la vacuna o fármaco, es evidente que la magnitud del gran negocio que se encuentra al final de la meta acelerará el proceso del descubrimiento respecto búsquedas para otras enfermedades. En este proceso, la lógica en el ámbito sanitario de la búsqueda del máximo beneficio en el menor tiempo posible verdaderamente asusta. Por ejemplo, la empresa estadounidense MODERNA THERAPEUTICS, ha conseguido dar un salto adelante espectacular y que su estudio sobre la vacuna sea uno de los más avanzados, saltándose las pruebas en animales.

Sea como sea, los científicos calculan que se necesitan en torno a 12 meses para disponer de una vacuna para la Covid19, así que difícilmente estará disponible al menos hasta mediados de 2021. Este es el motivo por el que varias compañías prefieren centrarse en la búsqueda del fármaco para - una vez descubierto - aprovechar estos meses y vender el medicamento a discreción. Pero independientemente de todo esto, mientras se da esta batalla feroz entre los empresarios, las políticas aplicadas por los Gobiernos capitalistas hacen asomar a las familias trabajadoras a un abismo: la falta de recursos en la sanidad pública, en los servicios sociales, en las escuelas, unida a los millones de despidos y la presión de los empresarios por volver al trabajo sin las medidas de seguridad adecuadas, muestran con claridad la barbarie a la que nos condena la dictadura del capital.

Es necesario poner fin a esta pesadilla. Sí es posible acabar con el horror que estamos viviendo las familias trabajadoras. Para ello, hay que acabar con el poder de los empresarios y de los Gobiernos a su servicio, que se lucran gracias a nuestro esfuerzo, a nuestras lágrimas y a nuestra salud.
Hay que pelear por la nacionalización de las farmacéuticas, de las clínicas y de los laboratorios privados, expropiando todos sus laboratorios y cadenas de producción sin ninguna indemnización, y por la puesta en marcha de una red única, pública y con el personal y los recursos necesarios para la atención sanitaria y de investigación biomédica.

Es cuestión de voluntad política. Este punto sería esencial si se levantase un verdadero “escudo social” para vencer la enfermedad y garantizar la salud de la población. Este es el camino que debería defender el Gobierno de coalición PSOE-UP, en vez de tomar medidas que benefician a los empresarios y dejan en la estacada a millones de familias trabajadoras. ¡Este gobierno debe rectificar inmediatamente!

El socialismo es la única alternativa

La búsqueda de la misma vacuna bajo el capitalismo -donde el lucro privado es el motor – o en un sistema en el que cubrir las necesidades sociales de la población sea la prioridad, arroja resultados completamente distintos. Poner todos los recursos al servicio de la ciencia y no del lucro privado permitiría establecer una amplia colaboración entre los principales científicos y médicos del mundo mediante un plan coordinado para el desarrollo de la investigación. Compartir los avances científicos reduciría enormemente el tiempo en el descubrimiento de vacunas y fármacos, salvando la vida a millones de personas. No sólo eso, sino que su producción y distribución masiva estaría garantizada para todas y todos, sin tener que utilizar los recursos públicos para engordar las cuentas millonarias de los empresarios del sector. No solamente es posible, sino que es absolutamente necesario. Pero para ello es urgente acabar con el sistema de las farmacéuticas y los laboratorios privados: el capitalismo, que es un corsé para el desarrollo humano y científico.

La revolución socialista es la única garantía de progreso para la humanidad. ¡Preparémonos para la batalla que tenemos por delante! Ahora más que nunca: ¡es la hora de la lucha y la organización! ¡Socialismo o barbarie!


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