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Hace ya más de dos semanas que comenzó la huelga en el sector de la automoción que, por primera vez en la historia, se hace simultáneamente en las Big Three, General Motors, Ford y Stellantis.

El tremendo descontento entre la plantilla era evidente semanas antes, y no es para menos. Durante los últimos 20 años el poder adquisitivo de los trabajadores del sector ha disminuido al menos un 30%, mientras que los grandes directivos han aumentado sus ya de por sí jugosos salarios un 40% en los 4 últimos años.

Los trabajadores reivindican un aumento salarial del 40%, para igualar el aumento de los ejecutivos, además del fin del sistema de dos niveles que permite que los empleados que entraron después del 2007 tengan prestaciones sanitarias y pensiones muy por debajo del resto. Otras demandas importantes son la semana laboral de 32 horas sin rebaja salarial y la reducción de las horas extras obligatorias.

Una nueva dirección al frente del sindicato

El sindicato del automóvil, la UAW, ha sido sacudido internamente en estos años al calor del ascenso de la lucha de clases. Gracias a que por primera vez la elección del presidente se abrió a toda la militancia del sindicato, el pasado mes de marzo era elegido presidente Shawn Fain, que rompía, al menos en palabras, con la trayectoria mafiosa que durante décadas ha tenido la dirección de la UAW.

Los mensajes del nuevo presidente tienen poco que ver con los de sus antecesores. Ante las acusaciones patronales de que una huelga arruinaría el sector, Fain planteaba que “no es que vayamos a arruinar la economía. Destrozaremos su economía. La economía que solo funciona para la clase multimillonaria y no para la clase trabajadora”.

Hay que golpear con la máxima contundencia y paralizar todo el sector

Sin embargo, Fain, ha descafeinado su discurso y la estrategia que está llevando adelante es la de ir incorporando fábricas al paro a medida que se desarrolla la negociación con las empresas. De esta forma se introduce un elemento de división entre los trabajadores que llevan más tiempo en huelga y los que se vayan incorporando. Esta división se puede ver reforzada en la medida que están abordando esta negociación de forma separada, compañía a compañía y no de manera unificada para todo el sector. Así las empresas tienen más margen de maniobra mientras la fuerza de los trabajadores tiende a dispersarse.

La huelga se inició en tres plantas: la de General Motors en Missouri, Ford en Michigan y Stellantis en Ohio. El 29 de septiembre se amplió a las plantas de montaje de Ford en Chicago y de GM en Lansing Delta Township. Actualmente, solo 25.000 de los casi 150.000 trabajadores del sector han sido convocados a la huelga.

Existen claras condiciones para una victoria total de los huelguistas, pero esta solo puede darse llamando ya a toda la plantilla a una huelga militante y paralizando todo el sector de la automoción; organizando asambleas masivas y comités en cada fábrica con delegados sindicales y trabajadores que coordinen y decidan los pasos a dar en la lucha; construyendo una caja de resistencia entre las comunidades, incluyendo la asistencia sanitaria; ganando el apoyo de toda la población, con una intensa campaña de propaganda e información. Y si la patronal no cede, hay que poner encima de la mesa la ocupación de las fábricas y su nacionalización bajo control de las y los trabajadores.

El apoyo a esta lucha entre la población es tremendo. Millones de obreros de todos los sectores han sufrido los mismos retrocesos en sus condiciones de trabajo y de vida[i].

Además el ambiente entre la clase trabajadora norteamericana es eléctrico. Numerosos sectores están en lucha, y una huelga total en el corazón de la industria estadounidense podría empujar aún más en esa dirección. Los próximos en incorporarse a la batalla han sido los 75.000 trabajadores y trabajadoras sanitarias de California que fueron llamados a la huelga a partir del pasado 4 de octubre.

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Pensar que Biden puede ser un defensor de las y los trabajadores es vivir en la luna. Por ejemplo, a finales de 2022 ante la huelga de los ferroviarios aplicó una ley de 1926, aún en vigor, para prohibirla. 

Biden, Trump y su demagógico apoyo a los trabajadores

Precisamente por esta situación, que aterra a la burguesía estadounidense, y ante la cercanía de las elecciones presidenciales, Biden ha acudido a un piquete para escenificar su “supuesto” apoyo a los trabajadores. Es la primera vez en la historia que un presidente de los Estados Unidos lo hace.

Biden intenta aparecer como un aliado de la clase trabajadora, pero no es cierto. Su política y sus acciones demuestran todo lo contrario. A finales de 2022 ante la huelga de los ferroviarios aplicó una ley de 1926, aún en vigor, para prohibirla con el vergonzoso apoyo de casi todos los congresistas del DSA y de la “izquierda” del Partido Demócrata.

Siguen vigentes las leyes que impiden la organización sindical, tal y como hemos visto en Amazon o en Starbucks, y sus políticas no han frenado los cambios legislativos de numerosos Gobiernos republicanos para flexibilizar aún más el trabajo infantil. Pensar que Biden puede ser un defensor de las y los trabajadores es vivir en la luna.

Una parte muy importante del aparato demócrata se ha manifestado en contra de la visita de Biden al piquete. Este sector considera, expresando la opinión y temores de parte de los capitalistas norteamericanos, que con gestos de este tipo puede dar confianza al movimiento y que este a llegue más lejos, además de incorporar a nuevas capas de trabajadores a la lucha, y por eso exigen más mano dura.

Por otro lado, Trump tirando de demagogia participó también en un mitin en una fábrica que no está en huelga, ante trabajadores no sindicados y una gran representación del aparato del Partido Republicano. Con este gesto teatral, pretende mostrar que apoya a los trabajadores.

¡Hay que romper con los Demócratas! ¡Hay que construir una alternativa revolucionaria!

La situación está totalmente madura para la construcción de una organización que rompa con la lógica del sistema capitalista y que ofrezca una alternativa real a la clase trabajadora lejos de los partidos capitalistas. El DSA podría estar jugando ese papel, pero para ello es necesario romper con el Partido Demócrata con todas sus consecuencias, dejar de apoyar en la práctica sus políticas capitalistas y adoptar una política sindical de clase, de combate, con una perspectiva socialista, que genere presión también a las direcciones sindicales.

La clase obrera norteamericana necesita una dirección a la altura de las circunstancias unificando la lucha huelguística con la lucha política. ¡Ese es el camino para la victoria!

 

[i] Los estadounidenses apoyan ampliamente huelgas de trabajadores de automotrices y de Hollywood: sondeo


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