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El movimiento estudiantil y la juventud en todo el mundo estamos mostrando nuestro firme rechazo al genocidio sionista perpetrado contra nuestros hermanos y hermanas en Gaza.

La masacre no cesa y nuestra rabia tampoco. Más de 40.000 personas asesinadas, de las cuales el 80% son mujeres y niños, el 60% de las viviendas de la Franja han sido destruidas, así como el 80% de la red sanitaria, hospitales y todas las universidades. Por si no fuera suficiente, Netanyahu y su Gobierno criminal han planificado una cruel hambruna que afecta al 90% de la población. Mientras escribimos estas líneas, asistimos a un nuevo capítulo de esta barbarie. Diferentes campos de refugiados en Rafah, último punto de desplazamiento de la población gazatí, están siendo bombardeados en una escalada del exterminio.

Somos millones quienes alzamos la voz para decir basta y llenamos las calles en manifestaciones masivas. El grito de “¡No es una guerra, es un genocidio!” ha llegado para quedarse en las universidades. El ejemplo de los y las estudiantes en Estados Unidos y su valentía enfrentando la represión de la “democracia” americana son inspiradores. Desde Nueva York a California, pasando por Harvard, Michigan y Austin, el movimiento estudiantil estadounidense está colocando contra las cuerdas al Gobierno cómplice de Biden y a las instituciones universitarias que son financiadas por el lobby sionista.

En el Estado español, los estudiantes de la Universidad de Valencia iniciaron una oleada de encierros y acampadas imparables. Madrid, Barcelona, Granada, Málaga, Santiago, Sevilla, Santander, Coruña, Alacant, Murcia, Huelva, Canarias, Oviedo, Palma de Mallorca, Bilbo, Jaén, Elx, Córdoba... Son decenas los campus en donde la acción directa contra la complicidad de las universidades públicas y del Gobierno PSOE-Sumar se ha puesto encima de la mesa, dando un paso adelante en el desarrollo del movimiento de solidaridad con el pueblo palestino.

Un salto en la acción y la conciencia

A través de un trabajo de investigación muy serio, las diferentes asambleas han expuesto los estrechos vínculos académicos del sionismo con universidades públicas en el Estado español. Es un escándalo: decenas de universidades que conscientemente estimulan el belicismo atroz israelí a través de becas a militares, desarrollo de armamento letal, etc., tienen sólidos lazos con nuestros centros. A lo cual hay que añadir las relaciones económicas entre las empresas que buscan un negocio en la privatización creciente de la universidad y tienen vínculos también con el Estado de Israel. Hablamos de los convenios con bancos y empresas como el Santander, Starbucks, Indra, Ferrovial, ACS...

Las acampadas han puesto encima de la mesa que la lucha antiimperialista tiene que ir de la mano con la lucha por expulsar a las empresas de nuestras universidades, por una educación 100% pública.

Esta complicidad vergonzosa ha empujado a miles de jóvenes, y trabajadores, a dar un paso adelante en la combatividad y la acción directa. Las acampadas han pasado de ser una protesta en sí, a ser centros de organización de la lucha para ocupar edificios institucionales, boicotear reuniones de las autoridades universitarias, preparar manifestaciones y profundizar en la formación política.

Es un salto cualitativo muy significativo. Pero va más allá, la atrocidad del genocidio, sustentado por la complicidad de los Gobiernos capitalistas y los organismos imperialistas, que no hacen nada para frenarlo, ha abierto los ojos a millones de personas: la guerra es una consecuencia del capitalismo.

Por eso, el cinismo del Gobierno de PSOE-Sumar no cuela. El último capítulo ha sido el reconocimiento del Estado de Palestina por parte del Gobierno. Fuegos de artificio en periodo electoral —que no compromete a nada, ni modificará el infierno que sufre el pueblo palestino— para tratar de darse un barniz progresista frente a la ultraderecha, en ausencia de una política de izquierdas y, sobre todo, de una posición seria para frenar el genocidio, que pasaría por romper todo tipo de relaciones con Israel. Pero Sánchez y la socialdemocracia no tienen ningún interés en enfrentarse a los lobbies sionistas.

No hay más que ver, por ejemplo, que el mismo día en que reconocía al Estado palestino, Pedro Sánchez permitió la represión contra los estudiantes acampados en la Universidad Politècnica de València, cuando el rector y la Delegación de Gobierno de la ciudad, dirigida por el PSOE, se emplearon a fondo para impedir el legítimo derecho a manifestar nuestra solidaridad con el pueblo palestino. ¡Qué hipocresía y qué vergüenza!

Y va en la misma línea que la solicitud de una orden de busca y captura a Netanyahu y otros altos cargos israelíes por parte del Fiscal de la Corte Penal Internacional, acusándoles de crímenes de guerra y lesa humanidad. Una solicitud boicoteada por Biden y el Congreso norteamericano, que han amenazado con sancionar a la CPI y a sus miembros en caso de que finalmente la dicte. Pero si han tenido que hacer esta tibia solicitud, que no implica nada, después de meses de mirar para otro lado, es por la presión social que se ha levantado en las calles. Estas instituciones capitalistas y los Gobiernos a los que representan lo que tienen es un pánico atroz a que la escalada en la ofensiva y las provocaciones del régimen sionista deriven en explosiones sociales, en primer lugar en el mundo árabe, pero también en EEUU, Reino Unido y en toda Europa.

Frente a las maniobras y las políticas reformistas, que pretenden hacernos creer que con apelaciones a la ONU y a la Corte Penal Internacional podremos frenar la masacre y la ocupación, la juventud se lanza a retomar los métodos de la clase trabajadora como herramienta de lucha, además de profundizar en la desconfianza a la democracia capitalista.

Una buena muestra de ello ha sido la respuesta de las acampadas ante los intentos de Sumar e Izquierda Unida de coparlas, descafeinando sus objetivos, con declaraciones vacías y lágrimas de cocodrilo, mientras permanecen en un Consejo de Ministros que mantiene todos los lazos con el Estado de Israel. Por si no fuera suficiente, este oportunismo ha llegado a su máxima cota cuando el 2 de junio miembros de la acampada de Madrid acudieron al mitin de Sumar en Getafe para denunciar la complicidad del Gobierno PSOE-Sumar con el genocidio. La única respuesta por parte de Yolanda Díaz y los suyos fueron las calumnias y la violencia, al más puro estilo gansteril.

La participación de los comunistas revolucionarios

Desde el minuto uno, Izquierda Revolucionaria y el Sindicato de Estudiantes hemos participado en primera línea de estas acampadas y encierros. Hemos puesto todos nuestros recursos materiales, humanos y de difusión para impulsarlas y compartir nuestras experiencias, arrojo y opiniones políticas.

Así lo hemos demostrado en Málaga, Sevilla, Barcelona, Madrid, Valencia, Asturias… Hemos establecido un frente único con diferentes organizaciones y activistas, de trayectorias políticas muy diferentes, en la defensa de un programa anticapitalista, antiimperialista y de independencia de clase. Un ejemplo ha sido la autodefensa contra los elementos provocadores fascistas que cobardemente han intentado amedrentarnos. Hemos defendido la necesidad de crear un servicio de orden y basar nuestra integridad y seguridad únicamente en nuestras propias fuerzas.

Por otro lado, en varias acampadas hemos propuesto dotarnos de organismos de coordinación y dirección, elegidos en asambleas y con responsabilidades revocables, para dotar de centralidad, organización y estrategia al movimiento, huyendo de la improvisación. Este es un paso muy importante, ya que funcionar así permite que las responsabilidades puedan ser controladas democráticamente a través de las asambleas. Además, permite dotar al movimiento de una estructura eficaz capaz de enfrentarse a las maniobras institucionales de las universidades, a la represión y a las dificultades de mantener durante semanas un encierro o campamento.

El llamamiento a los trabajadores en lucha a participar y confluir en la solidaridad con el pueblo Palestino, la defensa de la huelga general como herramienta de combate o el señalamiento de la complicidad del Gobierno en este genocidio... son ideas en las que hemos incidido con una gran acogida, y muestran la conciencia combativa de la juventud en lucha.

Tras ocho meses de ofensiva sobre Gaza, Netanyahu y su Gobierno se han convertido en la máxima demostración de la podredumbre del sistema capitalista y la ofensiva de la extrema derecha. Esto se traslada a su política interior, en donde se ha impedido el derecho a la protesta y se ha censurado a diferentes medios de comunicación, como Associated Press, para silenciar la denuncia del genocidio.

Por eso hay que seguir impulsando y fortaleciendo el movimiento de solidaridad con el pueblo palestino. Las acampadas son un paso en esta dirección. Hay que señalar que solo y exclusivamente gracias a su existencia y a la simpatía social que están generando se ha conseguido que varias universidades, como las de Málaga, Sevilla, Barcelona, Granada, Jaén…, hayan tenido que suspender relaciones temporalmente con las israelíes. Una demostración de que la lucha sirve. Pero sabemos que no es suficiente, no nos conformamos. Es necesario extender la lucha al movimiento obrero y los centros de trabajo, y tomar las calles masivamente, volviendo a poner sobre la mesa la consigna de paros y de huelga general para frenar el genocidio.

Desde el sindicalismo alternativo y combativo, que no se resigna y da la batalla, desde los movimientos sociales y estudiantil, tenemos que dar un paso adelante, seguir levantando la solidaridad internacionalista para frenar esta barbarie. En esa tarea estamos las compañeras y  compañeros de Izquierda Revolucionaria y del Sindicato de Estudiantes.


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