En la medida en que Marx no dejó escrito ningún tratado sistemático sobre la crisis -si bien toda su obra está recorrida por el análisis sobre las causas, manifestaciones y consecuencias de las mismas, en especial el libro II y III de El Capital-, algunos autodenominados "marxistas" y "socialistas", especialmente del medio académico, han intentado aproximarse a la cuestión de una manera unilateral y artificiosa, señalando uno u otro factor como el decisivo en su desencadenamiento.

El subconsumo y la tendencia a la caída de la tasa de ganancia

Es el caso de un notable número de economistas adscritos a la izquierda reformista, que consideran la causa primigenia de las crisis capitalistas a partir del subconsumo de la población, es decir, de la falta de demanda del consumidor. Lenin contestó este enfoque unilateral en sus primeros escritos, cuando polemizó contra los populistas rusos. Citaremos un pasaje notable que arroja bastante luz sobre la cuestión: "(...) De la concepción de Sismondi según la cual la acumulación (el aumento de la producción en general) se halla determinada por el consumo, y su errónea explicación de la realización de todo el producto social (reduciéndolo a la participación de los obreros y a la de los capitalistas en la renta), se desprendió natural e inevitablemente la doctrina de que las crisis se explican por la falta de correspondencia entre la producción y el consumo (...) El análisis científico de la acumulación en la sociedad capitalista y de la realización del producto socavó todos los cimientos de esta teoría, mostrando asimismo que precisamente en los periodos que preceden a las crisis aumenta el consumo de los obreros; que el consumo insuficiente (con el que se pretende explicar la crisis) ha existido en los regímenes económicos más diversos, mientras que las crisis son un rasgo distintivo de un solo régimen, del régimen capitalista (...) Las dos teorías de las crisis que estamos tratando las explican de manera totalmente distinta. La primera lo hace por la contradicción existente entre la producción y el consumo de la clase obrera; la segunda por la que media entre el carácter social de la producción y el carácter privado de la apropiación. La primera, por consiguiente, ve la raíz del fenómeno fuera de la producción (...) la segunda la ve justamente en las condiciones de la producción (...) Mas cabe preguntar ¿Niega la segunda teoría el hecho de que exista una contradicción entre la producción y el consumo, el hecho de que el consumo sea insuficiente? Por supuesto que no. Lo reconoce plenamente, pero le concede el lugar secundario que le corresponde como relativo a un solo sector de toda la producción capitalista"(1).

Las derivaciones que esta teoría subconsumista tiene en la práctica política son bien conocidas. Para muchos reformistas de izquierda, y en particular para los neokeynesianos de la escuela socialdemócrata, el medio de evitar la crisis y recomponer el proceso de acumulación se lograría aumentando la demanda, ya sea incrementando el salario directo, ya sea el indirecto -a través de ampliar los recursos dedicados a los subsidios de desempleo, al gasto social y la obra pública-. En toda esta operación el papel del Estado supone una pieza angular. Sin embargo, como la recesión de los años setenta se encargó de despejar, este tipo de demanda no puede corregir la dinámica descendente del ciclo, ni evitar que los capitalistas dejen de invertir y decidir, en última instancia, la producción.

El debate entre la economía burguesa y el marxismo se ha polarizado durante décadas precisamente en explicar de dónde surge el excedente, o mejor dicho, cómo se consigue crear el beneficio. La cuestión radica en que el propietario de capital necesita encontrar en el mercado una mercancía cuyo valor de uso posea la cualidad de ser fuente creadora de valor, una mercancía que, al consumirse, cree valor: esa mercancía es la fuerza de trabajo del hombre. El capitalista compra con su capital la fuerza de trabajo del obrero; compra su valor de cambio por una cantidad determinada de dinero, es decir, por el coste de mantenimiento y educación laboral del obrero y su familia y, a cambio, se apropia de su valor de uso. El trabajador crea, en una parte del tiempo total de su trabajo, el valor necesario con que el capitalista le paga para garantizar su subsistencia. Pero durante el tiempo restante crea un plusproducto no retribuido por el capitalista que es la plusvalía(2).

Capital constante, capital variable

El capital empleado por el capitalista en el proceso productivo se divide en capital constante, compuesto por medios de producción, materias primas, maquinaria, etc., (se denomina constante porque no altera su valor en el proceso de producción sino que añade su valor a la mercancía que se está produciendo; es trabajo muerto); y capital variable, la parte del capital que se gasta en comprar fuerza de trabajo y que, al consumirse, crea valor. La dinámica de la producción en masa hace que cada capitalista tenga que aplicar al proceso productivo los últimos adelantos en maquinaria y tecnología. De esta manera las inversiones en capital fijo, es decir en medios e instrumentos de producción, se elevan. A corto plazo esto permite producir más mercancías, pero hace disminuir la tasa de ganancia en la medida que aumenta la composición orgánica del capital(3).

Los capitalistas sufren el aumento de la composición orgánica de capital pero luchan con uñas y dientes para que la tendencia decreciente de su tasa de ganancia se compense. Normalmente, la tendencia a la caída de la tasa no excluye un incremento de la masa de ganancia. Un capitalista nunca dejará de invertir si sus ganancias representan "sólo" un 4% en lugar del 9% del capital global. Como explica Marx en El Capital(4), esta ley no es absoluta sino que muestra una tendencia que se puede contrarrestar a través de una serie de medidas:

1.- Aumento del grado de explotación del trabajo y reducción del salario por debajo de su valor. La apropiación de plustrabajo y plusvalía se eleva, sobre todo, mediante la prolongación de la jornada de trabajo y la intensificación de los ritmos de explotación del trabajo (producción de plusvalía absoluta y relativa). En el boom de la última década este factor ha sido decisivo en contrarrestar la tendencia a la caída de la tasa de ganancia. Se ha extendido en todo el mundo la jornal laboral, y los ritmos de producción se han incrementado salvajemente. Por otra parte, ha disminuido notablemente la retribución de la fuerza de trabajo en todo el mundo. La incorporación de cientos de millones de personas al mercado capitalista desde la URSS, los países del Este europeo y China, ha provocado una tendencia al abaratamiento de la fuerza de trabajo; un efecto similar han tenido los fuertes movimientos migratorios hacia los países capitalistas desarrollados.

2.- Abaratamiento de los elementos del capital constante. El mismo desarrollo de la producción, que aumenta la masa de capital constante en proporción al capital variable, disminuye el valor de los elementos de este capital constante, a consecuencia de la mayor productividad del trabajo y, por tanto, impide que el valor del capital constante, aunque en permanente aumento, crezca en la misma proporción que los medios de producción que pone en movimiento la misma cantidad de fuerza de trabajo. Este fenómeno se produjo, objetivamente, en el auge económico que siguió a la Segunda Guerra Mundial, a través de una disminución del coste de producción de los medios de producción, gracias al aumento exponencial de la productividad del trabajo y el abaratamiento de las materias primas. También en la década de los noventa asistimos a un fenómeno similar en los EEUU.

3.- Rápida rotación del capital, ya que la masa anual de beneficios deriva del número de ciclos de producción que un idéntico capital dinerario circulante puede hacer. Esta rotación depende tanto de la rapidez del transporte y la venta de mercancías, como de un ritmo de producción más rápido.

4.- El comercio exterior. El de-sarrollo del comercio mundial abarata tanto los elementos del capital constante, como los bienes de consumo. De esta manera contribuye a aumentar la cuota de ganancia, al elevar la cuota de plusvalía y reducir el valor del capital constante. El comercio mundial actúa contribuyendo a ampliar la escala de la producción, de manera que acelera la acumulación.

Al considerar el problema de las crisis desde un plano marxista, y por tanto dialéctico, es necesario rechazar cualquier enfoque mecánico sobre la causalidad de la crisis. Lenin señalaba en el artículo anteriormente mencionado, que la teoría marxista de la crisis capitalista no niega el subconsumo de las masas, hecho evidente y al que el propio Marx se refirió en numerosas ocasiones. De la misma manera, considerar el origen de la crisis a partir únicamente de la tendencia decreciente de la tasa de ganancias, es decir, por una producción insuficiente de plusvalor, también es parcial e insuficiente. Esta tendencia se da en cada una de las crisis capitalistas que se han observado en el siglo XX (crac de 1929, la recesión de 1973/74,...) pero, sobre todo, lo que revela la ley de la tendencia decreciente es la forma anárquica que adopta el ciclo industrial considerado globalmente.

La acumulación capitalista significa la transformación de la plusvalía, contenida en el valor de cada producto producido, en dinero susceptible de ser utilizado como capital para la producción. En el sistema de producción de mercancías por excelencia que es el capitalismo, la conversión del producto en dinero, la venta, es la conditio sine qua non. La crisis es el resultado de la imposibilidad de vender y, cuando eso ocurre, se produce la destrucción de capital(5).

NOTAS

1. Lenin, Sobre la caracterización del romanticismo económico (apartado El mercado extranjero “como salida a la dificultad” que plantea la realización de la plusvalía. OOCC, Tomo II, p. 163, Ed. Progreso, Moscú 1981).

2. En definitiva la plusvalía es la diferencia entre el valor creado por la fuerza de trabajo y lo que cuesta esa fuerza de trabajo. Una vez que ha comprado la fuerza de trabajo, el poseedor de capital tiene el derecho a consumirla durante el tiempo que se acuerda en el contrato. Así pues, el salario es el precio de la fuerza de trabajo en el mercado, la expresión monetaria de su valor.

3. Marx descubrió este hecho al que calificó como la ley de la tendencia decreciente de la tasa de ganancia: “Esta progresiva disminución relativa del capital variable en proporción al constante (…) no es, igualmente, más que otra expresión del progresivo desarrollo de la fuerza productiva social del trabajo, que se revela precisamente en el hecho de que por medio de la creciente aplicación de maquinaria y capital fijo en general, el mismo número de obreros transforma en productos, en el mismo tiempo, es decir, con menos trabajo, más materias primas y auxiliares. A este creciente volumen de valor del capital constante (…) le corresponde un creciente abaratamiento del producto (…) la tendencia real de la producción capitalista con la progresiva disminución relativa del capital variable frente al constante, engendra una composición orgánica cada vez mayor del capital global, cuya consecuencia directa es que la cuota de plusvalía se exprese en una cuota general de ganancia constante decreciente, aunque permanezca igual o aumente el grado de explotación del trabajo (…) La tendencia progresiva de la cuota general de ganancia a bajar no es, por tanto, más que una expresión peculiar del modo capitalista de producción, del desarrollo progresivo de la fuerza productiva social del trabajo” (Carlos Marx, El Capital, Ed. Akal, Madrid 1978, Libro III Tomo I, pp. 279-280).

4. Ibíd., p. 305.

5 . “En la medida en que el proceso de reproducción queda detenido, y el de trabajo se limita o en algunos casos se detiene por completo” afirma Marx “el capital real resulta destruido; la maquinaria que no se usa no es capital; el trabajo que no se explota equivale a producción perdida; la materia prima que no se usa no es capital. Los edificios (y también las nuevas maquinarias construidas) que no se usan porque permanecen inconclusos, las mercancías que se pudren en los depósitos –todo esto es destrucción de capital. Todo ello significa que el proceso de reproducción se ha interrumpido y que los medios de producción existentes no se ponen en funcionamiento. De tal manera se van al demonio su valor de uso y su valor de cambio. En segundo término, la destrucción del capital por las crisis significa la depreciación de valores que les impide renovar más tarde su proceso de reproducción como capital, en la misma escala. Este es el efecto ruinoso de la caída de los precios de las mercancías. No provoca la destrucción de ningún valor de uso. Lo que uno pierde, lo gana otro. Los valores usados como capital no pueden volver a actuar como capital en manos de la misma persona. Los antiguos capitalistas van a la bancarrota” (Carlos Marx, Tesis sobre la Plusvalía, Ed. Cartago, Buenos Aires 1975, Tomo II p. 425; 6. Crisis. Observaciones e introducción.

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