Pocas semanas después de la constitución de los nuevos ayuntamientos y gobiernos autonómicos, resulta ya del todo evidente, para los que pudieran albergar alguna duda, de qué lado está el partido de Albert Rivera y qué intereses ha venido a defender. El apoyo, por acción u omisión, a las listas del PP ha evitado que el batacazo de la derecha fuera aún mayor.

En el caso de los ayuntamientos, el apoyo o la abstención de Ciudadanos permite al PP gobernar en Granada, Málaga, Jaén, Almería, Cuenca, Salamanca, León, Badajoz, Murcia, Burgos, Guadalajara, Logroño o Alcobendas (Madrid), por citar sólo algunas. En cuanto a las comunidades autónomas, además de garantizar el gobierno de la Comunidad de Madrid al PP de Cristina Cifuentes, Ciudadanos ha llegado a acuerdos con el PP para que gobierne Castilla y León, la Rioja y Murcia. Sin su apoyo el PP no gobernaría en ninguna comunidad autónoma, salvo en Galicia (donde no se celebraban autonómicas).

A la vista de esto, es evidente que los intentos de Albert Rivera para que Ciudadanos apareciera como una agrupación nueva y sin el lastre de la corrupción, tenían por objeto fundamental atraer a un sector desencantado de votantes del PP, evitando su caída en la abstención, para de esta forma utilizarlos en seguir apuntalando a la derecha.
El énfasis en su carácter supuestamente rupturista, aunque “de cambio sensato” como han estado diciendo, no era sino una estrategia de la burguesía para disputar el voto más confuso a Podemos y a las candidaturas de unidad popular. Algo que no consiguieron, como pudo verse claramente tras las elecciones del 24-M.
Por otro lado, es verdad que en Andalucía Ciudadanos ha permitido que el PSOE gobernara, y ha utilizado este hecho como prueba de su “centrismo”. En todo caso hay que tener en cuenta que el apoyo de Ciudadanos al PP no era suficiente para darle la Junta a la derecha, así que esta opción estaba descartada. Su apoyo al PSOE justificándolo en aras de la estabilidad institucional y para liberar al PSOE de la dependencia del “populismo” y “radicalismo” de Podemos —idea que ha encajado perfectamente con los planteamientos públicos de Susana Díaz— es igualmente reaccionario.

Carácter reaccionario de Ciudadanos

Por si no fuera suficiente con su política de alianzas poselectorales, solo hay que echar un vistazo a su trayectoria anterior para entender el carácter retrógrado de dicha formación.
Uno de los hechos que mejor define a estos “demócratas moderados” es la defensa que el propio Albert Rivera, junto con el PPC, hiciera en su día de las declaraciones del coronel del ejército Francisco Alamán, quien declaraba públicamente: “¿La independencia de Cataluña? Por encima de mi cadáver y el de muchos. Los militares hicimos un juramento sagrado: cumplir el ordenamiento constitucional que consagra la unidad de España como principio irrenunciable (…) Aunque el león parezca dormido, que no provoquen demasiado al león, porque ya ha dado pruebas sobradas de su ferocidad a lo largo de los siglos”. Para Rivera, las declaraciones abiertamente golpistas del coronel Alamán no tenían nada de reprochables ya que, según él, “los que pueden provocar un conflicto son aquellos que rompen la convivencia, las reglas del juego y violan las libertades de los ciudadanos”, en alusión al referéndum catalán.
En Cataluña, durante toda la campaña electoral se han visto salpicados por un rosario de escándalos relacionados con el recentísimo pasado fascista de muchos de sus candidatos y por las declaraciones xenófobas y reaccionarias de sus líderes.
El rancio nacionalismo españolista de Ciudadanos ha tenido recientemente otro claro exponente en la persona de su diputada valenciana Carolina Punset, que ha calificado el valenciano como una lengua “entrañable” pero “poco útil para conseguir trabajo”. La formación de Ciudadanos en Valencia se opone ferozmente al modelo de inmersión lingüística y mantiene una posición en la línea del decreto educativo del PP valenciano que puso en pie de guerra a decenas de miles de docentes, padres y estudiantes el curso pasado.
En cuanto a los componentes de sus listas electorales, a los muchos exmilitantes del PP que han recalado en Ciudadanos, buscando salvarse de la reciente debacle electoral, hay que sumar el rosario de ultraderechistas que ha encontrado en este partido una total sintonía con sus ideas reaccionarias. De hecho, en Hospitalet de Llobregat, Ciudadanos dio su apoyo, junto a PP, Vox, Plataforma por Cataluña (PxC), Somatenes y otras entidades ultras a una misa donde la bandera de la División Azul y todo tipo de simbología franquista camparon a sus anchas. En  Barberà del Vallès o en Hospitalet de Llobregat, por ejemplo, sus cabezas de lista pertenecieron anteriormente a la xenófoba PxC y en localidades como Mataró, Totana, Murcia, Gijón o Getafe sus candidatos en puestos de salida eran también conocidos militantes de la Falange o de España 2000.
Todos estos hechos, nada casuales, revelan la conexión entre Ciudadanos y la ultraderecha, pese a que en estos momentos les interese enfatizar en un perfil anticorrupción y de promotores del “cambio sensato” para poder aspirar a jugar el papel de muleta necesaria para sostener el maltrecho bipartidismo, y muy especialmente al PP, frente al profundo y esperanzador giro a la izquierda que ha sacudido la sociedad.

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