El naval en el Estado español es hoy día apenas una sombra de lo que fue, producto de treinta años de reconversión permanente. Auténticos referentes en el sector como Euskadi (Euskalduna y la Naval de Sestao empleaban antes de la reconversión a más de 12.000 trabajadores en sus plantillas principales) o Asturias (Juliana, Naval Gijón…) han desaparecido en la práctica. Y las zonas que todavía mantienen parte de lo que fueron están muy reducidas.

Por eso para los trabajadores del naval esto de la crisis no es algo nuevo, de hecho forma parte inseparable de un sector acostumbrado a combinar etapas de mucho trabajo con otras donde hay que emigrar a otros astilleros o actividades industriales. Pero esta crisis está afectando más gravemente que las cíclicas propias del naval, ya que ahora la falta de trabajo es total en prácticamente todos los sectores, dificultando la posibilidad de recolocarse. La perspectiva es muy difícil para aquellos que se quedan sin trabajo, sean del naval o no.

Situación límite

En Vigo, grandes astilleros como Vulcano y Barreras están pendientes de que la UE acepte pagar las bonificaciones fiscales  comprometidas con los astilleros y que hasta hace un año se venían pagando normalmente (el famoso tax lease), sin las cuales el futuro sería insostenible. A día de hoy tienen un 10% de la plantilla que tenían hace unos años. 200 de las 270 empresas auxiliares del naval en esa comarca han cerrado.
En agosto está previsto botar el último de los buques contratados por los astilleros de Navantia en la ría de Ferrol, después del cual no queda nada en fase de construcción o proyecto, ni  siquiera parece cercana la firma de algún nuevo contrato. La reivindicación sindical es la construcción de la sexta fragata, que el gobierno de Zapatero tenía comprometida, y un dique flotante, que se construiría y explotaría en el astillero, además de la apuesta por la eólica marina.
En la bahía de Cádiz la cosa no pinta mejor. En San Fernando está previsto terminar la primera fase de los BAM (4 unidades) con la entrega del último buque a lo largo de este mes, y en Puerto Real después de la finalización de las lanchas para Venezuela están sin trabajo, y el astillero de reparaciones, aunque tiene trabajo, no tiene capacidad para absorber el empleo destruido. Los trabajadores están reivindicando la construcción de la segunda fase de los BAM para el astillero de San Fernando, también comprometida por el gobierno de Zapatero, la entrada de Puerto Real en la construcción civil y la apuesta por las plataformas eólicas.
En Cartagena la situación es aparentemente mejor, pues tienen en marcha la construcción de la serie de submarinos S80, que en principio daría trabajo hasta 2019. El problema es que la caída de la carga de trabajo siempre se produce bastante antes de la entrega de los buques, por no mencionar que en esta coyuntura no se podría descartar que el gobierno decidiese frenar la construcción de la serie producto de las políticas de recorte del gasto público ante la crisis.

Luchas localistas e interclasistas

Esto explica por qué tenemos luchas en todas las comarcas implicadas: asambleas, repartos de octavillas por barrios, manifestaciones comarcales, marchas, encierros en ayuntamientos y astilleros…, movilizaciones que hasta la fecha no han producido el efecto buscado.
El problema radica en que la estrategia movilizadora es totalmente equivocada. El motivo por el que los astilleros de Cádiz y Ferrol están sin trabajo es el mismo por el que en un futuro podría quedarse sin trabajo Cartagena y por el que los astilleros de Vigo han dejado de percibir las bonificaciones pactadas con la UE: los recortes del gasto público en el Estado español, en la UE y en el resto del mundo, así como la contracción del mercado privado producto de la crisis capitalista. Y ante un problema de semejante naturaleza, la estrategia seguida por las direcciones sindicales es localista e interclasista.
Localista porque se está luchando en el ámbito de las comarcas, con un discurso que no va más allá de la defensa de los astilleros locales y de la economía comarcal, llegando incluso a caer en ver a los trabajadores de las otras comarcas como la competencia. E interclasista porque, como repiten hasta el aburrimiento muchos dirigentes sindicales, “todo lo que sea sumar es positivo”. De modo que bienvenidos sean los empresarios a las manifestaciones (aunque al día siguiente nos exploten y despidan) o los políticos del PP (aunque los Presupuestos Generales del Estado aprobados por su partido sean una parte muy importante del problema). Podríamos ilustrar esta realidad con multitud de actuaciones y comentarios de dirigentes sindicales y políticos de izquierda de cada una de las comarcas, pero lo más demostrativo es que hasta la fecha no se ha producido ni la primera movilización conjunta.

Hay que unificar la lucha y dotarla con una estrategia de clase

Este enfoque no es fruto del azar, es la consecuencia lógica de asumir el capitalismo como el único sistema posible. Por un lado se asumen los recortes en el gasto público (¡aunque no para uno mismo!), y como consecuencia nos peleamos entre nosotros para que el poco dinero que hay se lo den a nuestro astillero. Y por otro lado se asume como normal que un empresario del sector despida a sus trabajadores en el momento en que las cosas no le vayan tan bien como le iban, sin cuestionar los beneficios obtenidos a lo largo de los años gracias al esfuerzo de sus trabajadores.
Esta división sólo puede traer un resultado: todos saldremos perjudicados. La única manera de evitarlo es unificando nuestras luchas para exigir carga de trabajo y un futuro para todos. De la disposición de los trabajadores a la lucha no cabe ninguna duda. Ahora, los dirigentes sindicales tiene que preparar una gran huelga del sector junto con una marcha a Madrid en defensa de todos los puestos de trabajo. Además debemos armarnos con una estrategia de clase porque los empresarios y la derecha no son otras víctimas de la crisis con los que podamos tejer alianzas, sino los responsables de la crisis y los que además se están beneficiando de ella, y por tanto nuestros enemigos. Debemos hacer confluir la lucha del sector naval con la lucha del conjunto de la clase obrera.
Con un discurso denunciando a los empresarios y a la derecha como los verdaderos responsables de la crisis y exigiendo una salida favorable para la clase obrera, y con la unidad genuina entre todos los trabajadores del naval, conectaremos con el sentimiento de millones de trabajadores. El futuro de todos los trabajadores del sector naval está indisolublemente ligado al de nuestra clase, por eso nuestra lucha tiene que servir a la lucha general del movimiento obrero del Estado español. Las alianzas las tenemos que forjar con otros trabajadores, no con los empresarios.

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