A principios de noviembre la dirección de Arcelor-Mittal España dio por rotas las negociaciones con los sindicatos, a los que convocó inmediatamente para iniciar el periodo de consultas obligado por la nueva reforma laboral para que la empresa se acoja al descuelgue del acuerdo marco. Esto significa que podrá aplicar de forma unilateral el aumento de la jornada y la rebaja de salarios con los que pretende reducir los costes laborales en un 25%. A nadie se le escapa que esto es sólo el comienzo y podría ir acompañado del cierre de talleres y despidos que afectarían primeramente a las empresas auxiliares y al personal eventual.

La estrategia sindical apuntada tras el éxito de la primera jornada de huelga convocada en septiembre, fue la de desconvocar rápidamente la segunda para “dar la batalla en la mesa de negociación”, con una plataforma muy positiva que contemplaba “subidas salariales del 2% por encima del IPC, reducción de jornada reivindicando la jornada de 35 horas semanales (frente a las 40 o 36 actuales), continuar con el rejuvenecimiento de la plantilla por medio de los contratos relevo y alguna mejora en el seguro colectivo”, pero como apuntamos en El Militante de octubre: “(…) conociendo el punto de partida de la empresa será prácticamente imposible conseguirlo sin un plan decidido y continuado de movilizaciones. Lo que tampoco sería de recibo es que esta plataforma sindical se quede sólo en una maniobra en la mesa de negociación, para desentenderse de ella rápidamente”. Desgraciadamente eso fue lo que sucedió y, sin volver a plantear ningún tipo de movilización, se abandonó esta plataforma para comenzar a negociar recortes.
Efectivamente, desde las direcciones sindicales se ha intentado llegar a un acuerdo a la baja y minimizar las consecuencias de la ofensiva patronal: se aceptaba la congelación salarial durante la crisis y también la flexibilidad de la jornada laboral, con el compromiso de buscar fórmulas en la planta de Asturias para limitar la contratación de eventuales en el verano, y se aceptaba también flexibilizar aún más las funciones durante la jornada laboral.
Esta actitud sólo ha servido para envalentonar aún más a la empresa, que no acepta ninguna propuesta que no sea la de reducir el 25% los costes laborales. Su última propuesta continúa inalterable: reducción salarial en torno al 10-15%, al volver a las tablas salariales de finales de 2008, congelando la antigüedad y el salario. Aumentar la jornada anual en 12 días más al año, lo que supondría la eliminación del quinto turno y la desaparición de unos 500 contratos para cubrir vacaciones en el verano. Y, además, en el caso de que a la dirección de Arcelor-Mittal no le gustase el dictamen del arbitraje se podría desentender de él en el plazo de un año y suprimir el convenio de Empresa, acogiéndose al convenio de rama provincial, en este caso el del Metal de Asturias. Estas son algunas de las perlas que el PP nos ha dejado con la reforma laboral y con la que se están dinamitando las conquistas laborales, poniendo a los trabajadores a los pies de los caballos.

Reanudar ya el calendario de huelgas y movilizaciones

Es preciso reanudar un calendario de huelgas y movilizaciones claro e inmediato, que dé confianza a los trabajadores en sus propias fuerzas. Pero, por encima de todo, es preciso volcar el conflicto hacia fuera y buscar la solidaridad y la unificación con el resto de las plantas de Arcelor en Europa, y con todos los sectores en lucha en Asturias (Suzuki, Alcoa, Asturiana de Zinc…) y en el resto del Estado. Si Mittal juega a la división y al miedo para enfrentar entre sí a las plantillas, nosotros debemos apostar por la unidad y la solidaridad de todas ellas. Si esto ocurre, la presión sobre la empresa sería tremenda y podríamos conseguir que retrocedieran en sus planes. A la amenaza continua de deslocalización debemos oponer la reivindicación de la renacionalización de la empresa, y extenderla al resto de empresas amenazadas. Los acontecimientos de los últimos años son un mazazo a toda la práctica de sindicalismo “responsable” y “realista” que ya no puede sino negociar un recorte tras otro. Por el contrario, el único sindicalismo realista que se puede practicar en la actualidad es el que se basa en la movilización y la fuerza de los trabajadores para defender nuestros derechos.

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