Los empresarios lo tienen claro. La reforma laboral de Rajoy está dando sus frutos. El Estado español es el tercero de la UE donde más han caído los costes laborales de 2011 a 2012 (-2,1%), por detrás sólo de Grecia (-9,2%) y de Portugal (-5,9%). Los planes de devaluación interna que los capitalistas han diseñado, con casi 6 millones de parados a nivel estatal, se están llevando a cabo a rajatabla.

Los recientes acuerdos en Seat y Nissan, en Catalunya, hay que situarlos en este marco general. El grupo Seat, con 11.000 trabajadores, y Nissan, con 3.600, no son una empresa más, sino las dos principales empresas del sector del metal. En la práctica, son un referente para el conjunto del movimiento obrero industrial en Catalunya y en el Estado.
En Seat se ha llegado a un acuerdo para reducir en un 60% la bolsa de horas. Se trabaja menos días, pero con la reducción salarial correspondiente. A cambio, la dirección “renuncia” a 340 despidos que ya tenía preparados. El acuerdo llega después de no haber renovado a 400 trabajadores temporales. En definitiva, un nuevo acuerdo en el que se aceptan sacrificios y recortes de la plantilla para “rebajar costes y ganar productividad”, como no se cansa de repetir el presidente de Seat, James Muir.
En Nissan, CCOO y UGT han acabado aceptando una doble escala salarial para ver si así la multinacional trae a la factoría de Zona Franca la producción de un nuevo vehículo. Unos 1.000 trabajadores empezarán cobrando 19.900 euros brutos anuales (un 39% menos que la plantilla actual) y se prevé que su retribución se vaya incrementando hasta un máximo de 25.641 euros (un 20% menos). Nissan se ahorrará en los próximos tres años, gracias al acuerdo, unos 30 millones de euros.

Chantaje brutal

El chantaje de la multinacional ha sido brutal. Ante la renuencia, en principio, de CCOO y UGT a aceptar el acuerdo alcanzado entre USOC y la empresa, los directivos de Nissan anunciaron que Barcelona ya había perdido toda oportunidad de conseguir la adjudicación del nuevo vehículo y que a partir de ahora el futuro de la factoría sólo podía ser el de “una muerte lenta”. Inmediatamente después de las amenazas poco veladas y de la campaña de terror de la multinacional, las direcciones de CCOO y UGT, de la mano del gobierno de CiU, se pusieron a “trabajar” para sumarse como fuera al acuerdo. Y al final, lo que CCOO y UGT han introducido es un anexo en el que se recoge que, en caso de ERE y despidos, se aplicará en primer lugar a los de menor antigüedad. No han hecho más que introducir un elemento mayor de enfrentamiento y división de la plantilla y de enorme desconfianza hacia las direcciones sindicales.
Mientras que los analistas y los expertos (no hay que olvidarlo, a sueldo de la burguesía) cantan alabanzas de la responsabilidad mostrada por las direcciones sindicales, que con sus acuerdos y la devaluación de facto de las condiciones laborales “están permitiendo captar inversiones”, los trabajadores no dejan de sacar ellos mismos, también, sus propias conclusiones. Y lo que vemos es que se va para atrás, que se retrocede en todos los frentes, con o sin pacto, y que se están aceptando retrocesos impensables hace unos años.
La aceptación de la lógica del capitalismo por parte las direcciones sindicales les conduce, inevitablemente, a seguir la línea de las cesiones, de aceptar recortes de derechos laborales en beneficio de los grandes grupos multinacionales. Pero esta política sindical es una receta acabada para ir cosechando fracasos y derrotas. La debilidad invita a la agresión. Y tras cada nuevo pacto, se preparan nuevos ataques a nuestras condiciones de vida y de trabajo. Las direcciones de CCOO y UGT tienen que romper de manera definitva y drástica con esta política, que quiebra la capacidad de resistencia y la extraordinaria fuerza que tiene la clase obrera. Por el camino de los acuerdos “del mal menor”, “de aceptación de recortes”, sólo hace que crecer el abismo entre los aparatos sindicales y la clase obrera, que percibe claramente que con esta política sindical el movimiento obrero retrocede y se ve debilitado.
Nissan y Seat podrían jugar un papel determinante en un calendario de movilizaciones y huelgas generales con el objetivo de hacer caer a los gobiernos de derechas del PP y CiU, echar atrás los recortes y los ataques a la clase obrera y lanzar una ofensiva para reclamar más empleo y mejores condiciones laborales. Ante el problema acuciante y extremo del paro masivo, hay que plantear la reducción de jornada a 35 horas semanales por ley y sin reducción salarial. Repartir el trabajo para trabajar todos. En definitiva, Nissan y Seat, en lugar de marcar el paso de los ataques que van a caer en el sector industrial y en el conjunto de la clase trabajadora, podrían estar a la cabeza de la lucha contra el paro y en defensa de los derechos laborales.

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