Después de las elecciones presidenciales del pasado mes de julio, en las que se expresó el profundo giro a la izquierda de trabajadores, jóvenes, campesinos, indígenas, y de amplios sectores de las capas medias, hemos tenido un periodo de transición hasta la toma de posesión de Antonio Manuel López Obrador (AMLO) el 1 de diciembre, en el que este giro se ha profundizado.

Diferentes acontecimientos demuestran la impaciencia y la intención del movimiento social de tomar parte activa en la llamada Cuarta Transformación*. La lucha de la juventud contra los grupos de mamporreros reaccionarios en diferentes centros de estudios o las movilizaciones de los maestros en Chiapas, para denunciar a su gobernador corrupto y represor, son una buena muestra de ello.

Primeras medidas

Si bien algunos otros sectores se mantienen pasivos y a la expectativa, el ambiente general que se respira hoy es de confianza tras la derrota electoral de la derecha, alimentado con medidas como la liberación de parte de los presos políticos y el anuncio del aumento de un 16% del salario mínimo. Todo esto tiene un efecto muy positivo en el ánimo de millones de trabajadores y jóvenes y refuerza la idea de que se ha llegado aquí gracias a la lucha y que es necesario seguir peleando para que ésta tenga una repercusión real en la mejora de nuestras condiciones de vida.

La polémica ante el nuevo Gobierno y el choque entre las clases sociales no ha esperado a la toma de posesión. Morena, el partido de AMLO, con su ya mayoría parlamentaria, lanzó una iniciativa de ley que impide a cualquier funcionario público ganar más que el presidente, al mismo tiempo que bajó el salario de éste. Esa medida desató una oleada de renuncias y protestas entre legisladores de otros partidos, jueces y magistrados. También reflejó las contradicciones dentro de Morena, pues la ahora secretaria de Gobernación, Olga Sánchez, también se manifestó contra esta medida.

Este episodio aporta un dato más sobre la situación profundamente desigual de la sociedad mexicana, en la que estos personajes ganan hasta más de 500.000 pesos mensuales, mientras el 45% de la población se mantiene por debajo de la línea de la pobreza. Los jueces y magistrados, que claramente pertenecen a un mundo que nos es vetado a la mayoría, tienen el descaro de defender sus indecentes privilegios con uñas y dientes, mientras no mueven un dedo para resolver, por ejemplo, los miles de asesinatos, desapariciones y feminicidios. Esto no es más que un botón de muestra del grado de parasitismo y corrupción al que ha llegado el sistema en su conjunto.

Durante este periodo también ha tenido lugar la cancelación de las obras del nuevo aeropuerto de Texcoco, después de una intensa campaña, masivas movilizaciones y una consulta popular en la que se rechazó mayoritariamente este proyecto. Tras esta medida el nerviosismo de los capitalistas no se hizo esperar. El peso cayó y la propaganda sobre el incremento de la incertidumbre económica inundó todos los medios de comunicación. Ante esta presión, el Gobierno de AMLO ahora intenta compensar a los accionistas del proyecto a través de la conversión de las inversiones realizadas en bonos que el Estado recomprará, para mantener sus beneficios.

No hay terceras vías

La Ley de Austeridad Republicana (con la que se pretende eliminar privilegios y excesos de la burocracia) y otros temas, siguen sobre la mesa, y en cada uno de ellos, inevitablemente surgen las mismas confrontaciones, por un lado la oligarquía y por otro los trabajadores y las masas en general, víctimas de este régimen corrupto durante tantos años.

A pesar de los intentos de conciliación de López Obrador, los sectores de la derecha más recalcitrantes han reaccionado histéricamente, convocando marchas y mítines, pero de momento lo único que han demostrado es la tremenda debilidad y falta de legitimidad que tienen.

Para AMLO, la Cuarta Transformación significa básicamente un capitalismo de “rostro humano”, pretende acabar con la corrupción y utilizar los recursos liberados para distribuir mejor la riqueza. Sin embargo, para conseguir una verdadera transformación social es necesario eliminar este sistema violento, erradicar la desigualdad y la explotación, acabar con la persecución de los luchadores sociales y velar por los derechos de las mujeres, asegurar un empleo digno para la juventud al terminar los estudios, terminar con el expolio de los recursos naturales a manos de las transnacionales... Todo esto no podrá ser posible sin emprender una lucha frontal para terminar con el sistema capitalista y sus representantes políticos. López Obrador tiene una oportunidad histórica: cuenta con una oposición de derechas muy debilitada y, sobre todo, con una enorme base social de apoyo dispuesta a movilizarse frente a la reacción y a tomar el cielo por asalto.

* López Obrador se refiere con este término a que durante su mandato habrá grandes transformaciones sociales, como ocurrió en los grandes acontecimientos de la historia mexicana: la independencia de España, la reforma en el siglo XIX y la revolución de 1910.

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