¡Todo el poder a los trabajadores y el pueblo!

Bolivia está viviendo un furibundo ataque de la contrarrevolución. La ofensiva golpista orquestada por la derecha y la ultraderecha boliviana con el apoyo del imperialismo estadounidense conseguía este lunes 11 de noviembre la renuncia del presidente Evo Morales, el vicepresidente Álvaro García Linera y un buen número de ministros y cargos públicos del Movimiento Al Socialismo (MAS), partido que gobierna el país desde hace 13 años.

Tras esta renuncia, los líderes de la oposición de derechas: Carlos Mesa y Luis Fernando Camacho, han iniciado diferentes movimientos para intentar formar un nuevo gobierno sobre la base de un golpe militar. Al mismo tiempo, en diferentes lugares del país, como la capital La Paz o El Alto (ciudad que inició las insurrecciones de 2003 y 2005) campesinos y mineros se han puesto en marcha rechazando el golpe y negándose a aceptar un régimen oligárquico y de derechas.

Desde Izquierda Revolucionaria denunciamos este golpe y nos solidarizamos con el llamamiento a los jóvenes, trabajadores y campesinos bolivianos a mantener su lucha, extender la resistencia y movilizarse masivamente. ¡Tenéis todo nuestro apoyo, compañeros! ¡No pasarán! Al mismo tiempo, los jóvenes y trabajadores del resto del mundo debemos movilizarnos en apoyo a nuestros hermanos y hermanas bolivianos, organizando acciones de solidaridad como ya lo han hecho decenas de miles en América Latina.

Ni “opositores democráticos” ni “comités cívicos”, son fascistas y asesinos al servicio de los ricos

La renuncia de Morales ha estado precedida por veinte días de movilizaciones de la oposición que culminaron el 10 de noviembre con un pronunciamiento de la cúpula militar exigiéndole que renunciase. Lo que los medios de comunicación presentan como un movimiento “cívico” de protesta en defensa de la democracia y unas “elecciones limpias” es en realidad un golpe de estado cuidadosamente preparado. Sólo hay que ver el currículum de los dirigentes de este autodenominado “movimiento cívico” para saber de qué estamos hablando.

Carlos Mesa, candidato de la derecha que competía con Morales en las elecciones del 20 de Octubre, que denunció fraude cuando el poder electoral boliviano proclamó a Evo Morales ganador en primera vuelta, fue ministro del gobierno de Gonzalo Sánchez de Lozada. El gobierno del que formó parte Mesa fue responsable de las medidas antisociales y la brutal represión —que provocó 68 muertos y 400 heridos— que culminó con la insurrección popular de 2003 que derribó a Lozada. Mesa, nombrado entonces presidente interino hasta 2005, aplicó más medidas antipopulares que llevaron a un nuevo levantamiento de los trabajadores y el pueblo en 2005 que le obligó a dimitir.

Luis Fernando Camacho es el líder de los autodenominados “comités cívicos”, nombre tras el que se ocultan auténticas bandas fascistas al servicio de la oligarquía de Santa Cruz —segunda ciudad del país— que están integradas mayoritariamente por jóvenes de clase media y sectores lumpenizados que han intentado tomar el control de partes de esta y otras ciudades a punta de pistola. Camacho, un empresario conocido por su fundamentalismo religioso cristiano, presume de su desprecio racista hacia los pueblos indígenas.

¿Por qué ha caído el gobierno de Evo Morales?

Evo Morales fue aupado al poder en las elecciones de 2006 gracias a las insurrecciones de 2003 y 2005. Las masas bolivianas participaban en primera línea del proceso de ascenso revolucionario continental que estremecía Latinoamérica, dejando clara su determinación de transformar la sociedad. La aplicación de diferentes reformas y medidas a favor de los más pobres permitió al MAS conseguir un apoyo masivo en las siguientes convocatorias electorales. Pero, a la vez, se desaprovechó la oportunidad de utilizar toda esa poderosa fuerza para acabar con el poder de los oligarcas y construir una sociedad genuinamente socialista en la que todo el poder estuviese en manos de los trabajadores y el pueblo. Los gobiernos de Morales optaron por respetar los límites del capitalismo, buscando incluso alianzas con sectores de la burguesía boliviana.

Como ha quedado demostrado en estas últimas semanas, los capitalistas bolivianos no se habían vuelto demócratas ni sensibles a las necesidades del pueblo, sino que esperaban condiciones propicias para poder aplastar a las masas que habían osado desafiar su poder. Mientras llegaba el momento para desatar la venganza de la contrarrevolución, con el fin de mantener sus beneficios y desmoralizar a la base social de la revolución, exigían a los gobiernos del MAS la aplicación de medidas contrarias a los intereses de las familias trabajadoras.

En los últimos años, los gobiernos presididos por Evo han firmado acuerdos con sectores de la burguesía y multinacionales que provocaron conflictos obreros y populares, que fueron duramente reprimidos. Este giro a la derecha se completó con el reforzamiento del control burocrático de organizaciones de masas como la Central Obrera Boliviana (COB), principal sindicato del país que dirigió las insurrecciones de 2003 y 2005. Evo Morales y los dirigentes del MAS han apoyado incluso a políticos burgueses de derechas para distintos cargos, alcaldías y gobernaciones regionales afirmando que se trataba de una inteligente política de alianzas.

Las consecuencias de esta política de alianza con explotadores nativos y extranjeros han sembrado la desmoralización en sectores de las masas, reduciendo el apoyo social a Evo. En cuanto la burguesía boliviana y el imperialismo han advertido este cambio en el estado de ánimo, han pasado a la ofensiva para retomar el control del Palacio Quemado, sede del gobierno boliviano. Las concesiones, ofertas de diálogo e incluso el compromiso de convocar nuevas elecciones por parte de Morales durante los últimos días, han sido contestadas redoblando las maniobras y la violencia para desalojarlo del poder.

Como era de esperar, todos esos supuestos aliados de derechas que apoyaron en diferentes momentos a dirigentes del MAS, están hoy entre los promotores del golpe. Al igual que la alta oficialidad del ejército, a la que los dirigentes del MAS creyeron haber contentado con prebendas y cargos en diferentes empresas e instituciones del Estado. También un sector de los dirigentes más burocratizados de la COB, al que Morales y el MAS dieron su apoyo para aislar a los sectores sindicales más a la izquierda, apoya a la contrarrevolución permaneciendo de brazos cruzados mientras la cúpula militar da un golpe de estado. Uno de estos dirigentes llegó incluso a afirmar que si para pacificar el país era necesaria la salida de Evo Morales este debía dimitir. Estamos ante una trágica demostración de las consecuencias de las políticas reformistas y burocráticas.

¡Crear comités de resistencia que unifiquen la lucha!
¡Organizar una huelga general indefinida hasta derrotar el golpe!

Pero esta radiografía estaría incompleta si no destacáramos el poderoso instinto y la voluntad revolucionaria de las masas bolivianas. A pesar de todos los obstáculos, de la falta de un plan serio de los dirigentes del MAS para hacer frente al golpe, desde abajo se está produciendo una respuesta. Según diferentes informaciones, miles de campesinos se movilizaban en El Alto procedentes de distintas regiones al grito de “Ahora sí, empieza la guerra civil”. El Comité Ejecutivo de la Confederación Sindical Única de Trabajadores Campesino de Bolivia (CSUTCB) ha dado 48 horas a Camacho y sus cachorros fascistas para abandonar La Paz y anunció que la cercarán si es necesario. Militantes de base del MAS están exigiendo a Morales, que según las últimas informaciones se prepara para salir del país rumbo a México, que no acepte el exilio y encabece la lucha contra el golpe.

Es cierto que el golpe de la derecha y el imperialismo ha llegado muy lejos en Bolivia, pero también es una realidad el enorme caudal revolucionario de la clase obrera y los campesinos, que ya derrotó anteriores tentativas contrarrevolucionarias. Hoy más que nunca debemos recordar la victoria revolucionaria contra el golpe a Hugo Chávez en 2002 en Venezuela. En aquel entonces hubo una gran diferencia, Chávez nunca apareció renunciando públicamente, y en cuanto se conoció su carta negándose a dimitir la rabia del pueblo estalló y se unificó en pocas horas. La renuncia de Morales y los dirigentes del MAS a encabezar la lucha y la posición burocrática de los dirigentes de la COB es el principal factor que impide hasta el momento que el rechazo a los golpistas que parece estar creciendo, se unifique, generalice y se dote de un plan.

A la contrarrevolución se la derrota con la revolución

Las próximas horas serán decisivas. La principal tarea de los revolucionarios bolivianos, de los sectores más combativos de la COB, del movimiento sindical y campesino, es impulsar asambleas que formen comités de resistencia en cada barrio y centro de trabajo, y coordinarlos a nivel local, regional y nacional. Estos comités deben tener la tarea de la autodefensa armada contra el golpe y organizar la huelga general continuada para aplastarlo. Además, deben poner en marcha todas las reivindicaciones obreras y populares que desde hace años se demandan al gobierno del MAS. Para derrotar a la oligarquía, la cúpula militar y los imperialistas, es necesario que los comités revolucionarios de obreros y campesinos pobres tomen los bancos, las grandes empresas y las tierras bajo su control democrático.

Este plan, unido a un programa de transición al socialismo que plantee la expropiación de los bancos, la tierra y las principales empresas para planificar democráticamente la economía, permitiría incorporar a la lucha no sólo a quienes ya están buscando un camino para resistir a los golpistas sino a trabajadores, campesinos y jóvenes que, descontentos con las políticas del MAS estén escépticos, paralizados o confusos. Esta política revolucionaria también es el único camino para dividir al ejército y la policía en líneas de clase y ganar a su base.

Los acontecimientos de Bolivia prueban que no se puede confiar en la cúpula burocratizada del MAS para derrotar el golpe y transformar la sociedad. Mucho menos aún en el Estado burgués al servicio de la oligarquía y el imperialismo. Hay que destruir ese Estado y sustituirlo por un genuino gobierno obrero y revolucionario integrado por delegados elegidos y revocables democráticamente por los trabajadores, los campesinos y todos los oprimidos para poner toda la riqueza del país al servicio de las necesidades de la mayoría.

¡Sólo el pueblo salva al pueblo!
¡No hay tiempo que perder!
¡Huelga general ya y comités de acción en cada barrio y centro de trabajo para organizarla y derrotar el golpe!

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