La Troika y Tsipras imponen nuevos recortes

La capacidad de lucha y resistencia del movimiento obrero y del pueblo griego ha vuelto a brillar con luz propia. Su respuesta ante la nueva embestida de la burguesía europea y el capital financiero mundial, consistente entre otras cosas en una durísima reforma de pensiones y fiscal, ha sido una huelga general de 48 horas los días 6 y 7 de mayo, que en algunos sectores se amplió y fue precedida de continuos paros y protestas sectoriales.

Huelga general de 48 horas

Es la cuarta huelga general contra el gobierno de Syriza en poco más de medio año. El seguimiento fue muy fuerte en el sector público, destacando correos, el transporte, hospitales... En Atenas, el paro fue total en los autobuses, trolebuses, metro y tranvía. En Tesalónica, la parálisis del transporte se alargó hasta el lunes 9. La huelga de los ferroviarios y los basureros se amplió también a tres días. Colectivos como el de abogados, notarios o periodistas, también se sumaron. No hubo prensa escrita, ni radio, ni televisión durante 48 horas, y la única cadena que emitió era para dar noticias sobre la huelga. Los periodistas venían de una semana de huelga en abril y el día que la levantaron publicaron en la portada de los diarios su plataforma reivindicativa. Tampoco hubo barcos de pasajeros en El Pireo, el principal puerto del país, donde la huelga se alargó hasta la mañana del martes 10. En las manifestaciones que se produjeron los días 6, 7 y 8 de mayo participaron también los agricultores y los trabajadores del comercio, convocados a una huelga de 24 horas el día 8, contra la apertura de los establecimientos los domingos.

Más allá del éxito de la huelga general, en Grecia se vive un estado de protesta y movilización permanente. De hecho, tras la masiva huelga general del 4 de febrero que reunió en Atenas a 100.000 manifestantes y a 40.000 en Tesalónica, el 7 de abril hubo una huelga del sector público a la que se sumaron trabajadores del sector privado como médicos, ingenieros, ambulancias, periodistas, incluso controladores aéreos. Ese mismo día los trabajadores del puerto de El Pireo también fueron a la huelga contra la privatización del mismo, que se haría efectiva al día siguiente.

Lo que da todavía más valor a estas movilizaciones es que se producen después del duro golpe que supuso la vergonzosa capitulación de Tsipras ante los grandes poderes económicos representados por la Troika. La firma del tercer memorándum, contra la opinión y la voluntad de lucha de millones de griegos que dijeron tajantemente NO al chantaje de los capitalistas en el referéndum del pasado 5 de julio, echó por tierra todo el capital político de Tsipras, pero no ha conseguido el objetivo político que desde el minuto uno buscaba la burguesía arrastrando a Tsipras por el fango: desmoralizar al movimiento, retirar de las calles resignados a los trabajadores, a la juventud, a los oprimidos, y tratar de cortar el efecto contagio en el resto de países europeos, muy especialmente en el Estado español.

Reforma de pensiones y fiscal

La sumisión mostrada por la dirección socialdemócrata de Syriza ante la Troika no la lleva a moderar sus exigencias sino a redoblar su ofensiva. La debilidad invita a la agresión. Para el gran capital, la guerra contra la clase obrera continúa. Y es en este contexto en el que el gobierno de Tsipras está “negociando” las condiciones para que le desembolsen un nuevo tramo del tercer “rescate” aprobado el verano pasado por valor de 86.000 millones de euros. Para obtener los 5.200 millones el gobierno griego tiene que llevar adelante un recorte equivalente al 2% del PIB (unos 3.600 millones de euros) que hará a través de una reforma de pensiones, fiscal y otros recortes. Y sin embargo ni siquiera esto será suficiente. El FMI ha dejado meridianamente claro que si no hay más medidas de ajuste y subidas de impuestos el objetivo acordado de un superávit primario del 3,5% del PIB para 2018 es irrealizable. Así, reclama, como condición para su participación en el tercer rescate, la aprobación de “un plan de contingencia” que establezca mecanismos de recorte adiciones y de activación automática en caso de que se produzca el más mínimo desvío de los objetivos presupuestarios. En suma, las medidas de ajuste llegarían, como mínimo, a los 5.400 millones, y todo esto para recibir 5.200 millones de “ayuda” que serán empleados en devolver la deuda. ¡De locos!

Ante este nuevo ultimátum, el gobierno griego adelantó la discusión y votación de la reforma de pensiones y fiscal en el parlamento para llegar con los deberes hechos a la cumbre de ministros de Economía y Finanzas del Eurogrupo del 9 de mayo. Así, el domingo 8 el parlamento griego aprobaba con los votos de Syriza y Griegos Independientes una reforma de las pensiones que aumenta de 63 a 67 años la edad de jubilación, establece una pensión mínima fija en 384 euros al mes (hasta agosto de 2015 era de 486 euros) tras haber cotizado durante 20 años, y hace desaparecer paulatinamente hasta 2018 el fondo de solidaridad complementario para las pensiones más bajas. Quien se jubile a partir de 2016 verá recortada su pensión entre un 15% y un 35%. También se aprobó una reforma fiscal que aumenta el IVA del 23 al 24%, por ejemplo para la factura del agua o la electricidad, así como la subida de la gasolina, el teléfono, etc. Además de reducir el umbral de ingresos de 9.500 euros a 8.636 para estar exento de tributar. Una familia de cuatro miembros con ingresos de 757 euros al mes tendrá la obligación de tributar.

Además, sigue en marcha el plan de privatizaciones. El 8 de abril se hacía efectiva la venta del puerto de El Pireo a la empresa estatal china COSCO, que se hace con el 51% de las acciones ampliable a otro 16% en cinco años, controlando el mayor centro logístico para la distribución de mercancías en Grecia y el Mediterráneo oriental. Esta es la segunda mayor privatización realizada por Tsipras tras la venta a la alemana Fraport de la gestión de 14 aeropuertos regionales por valor de 1.230 millones de euros en diciembre.

La contrapartida a estas medidas es un supuesto “alivio de la deuda griega” a aprobar en el Eurogrupo del 24 de mayo, consistente en reducir el servicio de la deuda y en ampliar los plazos de devolución. En la práctica son medidas para seguir garantizando el saqueo, a sabiendas de que la deuda es imposible de saldar en su totalidad. Así, Tsipras pretende vender lo que sería una cierta reestructuración de la deuda como un gran logro, cuando en ningún caso tendría un efecto real y positivo sobre la deshecha economía griega ni significaría una mínima mejora de las condiciones miserables de vida de la población. Además, este “alivio” sólo se pondría en marcha una vez terminado y cumplido el plan de rescate, a finales de 2018 o principios de 2019.

De nuevo, al borde de la quiebra

La crisis de la deuda pública griega es un suma y sigue sin final y el objetivo de la Troika no es tanto el equilibrio de las cuentas públicas (de hecho, sus medidas provocan desequilibrios más profundos y destructivos) sino propiciar un trasvase acelerado y brutal de las rentas de la mayoría de la población a los más ricos, particularmente a la banca. Según un reciente informe de European School of Management and Technology sólo el 5% de los aproximadamente 215.000 millones de euros de los dos primeros planes de rescate fueron a los presupuestos griegos, mientras que el 95% restante fue íntegramente a la banca, principalmente alemana y francesa, en concepto de pago de la deuda. Los 37.300 millones que se destinaron a recapitalizar la banca griega en 2013 ya se han evaporado.

No sólo no han conseguido terminar con la movilización y controlar la situación política, sino que en el terreno económico se ha vuelto a la casilla de salida. La enorme deuda pública griega, en nombre de cuya reducción se pusieron en marcha todos los ataques a las condiciones de vida de la inmensa mayoría de la población, desencadenando una crisis política histórica, está hoy mucho más descontrolada que entonces, alcanzando el 180% del PIB. Grecia se encuentra hoy nuevamente sin dinero y al borde de la quiebra, en julio vence el plazo para devolver 2.300 millones de euros de deuda. Después de todo lo recorrido el fantasma del Grexit sigue ahí, reflejando la profunda crisis económica del país heleno y de la Unión Europea.

Tras prácticamente ocho años desde el inicio de la recesión, que ha significado una caída del PIB griego de entre el 25 y el 30%, la economía griega volvió a caer cerca del 1% en el primer trimestre de 2016, siendo la previsión para todo el año un -1,3%. La reducción del déficit público realizada en Grecia, que ha pasado de estar en el 15,6% del PIB en 2009 al 2,5% en 2014, ha sido la mayor del mundo, según la OCDE, con las consecuencias sociales devastadoras que conocemos. Según un estudio de Macrópolis, citado por El País el 10 de mayo, desde 2010 Grecia acumula recortes por valor de 60.000 millones, en los últimos tres años 40.000. El ajuste total alcanza prácticamente el 35% del PIB (en el Estado español equivaldría proporcionalmente a recortes por valor de 350.000 millones). Solamente en el periodo que va de 2009 a 2014 se ha destruido más del 25% del empleo en el sector público, según datos de la Comisión Europea. Si en 2015 se cerraron 16.000 empresas en el país con la consiguiente pérdida de 45.000 empleos, el primer trimestre de 2016 se ha cerrado con la desaparición de otras casi 4.000. El paro sigue en el 25%. La producción industrial cayó un 3% el pasado mes de febrero, y otro 4% en marzo.

En Grecia, después de años de heroica resistencia, las espadas siguen en alto. La lucha de los trabajadores griegos alienta y a la vez se alimenta de procesos como la actual rebelión social en Francia o el ascenso de la izquierda a la izquierda de la socialdemocracia en el Estado español, que sin duda están teniendo un profundo efecto en los trabajadores y la juventud de todo el continente. El capitalismo no puede ofrecer más que miseria y destrucción. La única salida realista a esta dramática situación es la lucha revolucionaria y la ruptura con la Troika y el sistema capitalista.

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