Las tensiones entre Polonia, Lituania, Letonia y Bielorrusia por los refugiados, la actitud agresiva de la OTAN en toda la región, la implicación y las maniobras de las principales potencias mundiales, UE, EEUU y Rusia, han creado un coctel explosivo y un escenario muy peligroso en el Este de Europa.

Los refugiados, que huyen de países destrozados por la guerra como Iraq, Siria, Yemen, Afganistán o África, son utilizados como peones de ajedrez por las mismas potencias imperialistas responsables de provocar el caos y las atrocidades de las que escapan.

Desde finales de verano miles han entrado en Lituania, Letonia y Polonia con la esperanza de cruzar las fronteras y llegar a países como Alemania. Han aprovechado las facilidades dadas por el régimen bielorruso que ha permitido el aterrizaje en la capital Minsk de aviones con personas procedentes de estos países y el libre tránsito hasta las fronteras.

En este contexto, el alto representante de la Unión Europea para Asuntos Exteriores y Política de Seguridad, el socialista Josep Borrell, no ha dudado, al más puro estilo Trump, en calificar a los refugiados de amenaza, señalando que “Europa está en peligro y los europeos no siempre son conscientes de ello”[1]. ¿Cuál es la diferencia entre estas palabras y los discursos de Vox y el resto de formaciones de extrema derecha y neofascistas europeas? ¡Ninguna!

La Unión Europea declara la guerra a los refugiados 

Siguiendo esta línea, la respuesta de los gobiernos lituano, letón y polaco ha sido la represión más brutal y dejar morir de frío, hambre y deshidratación a refugiados escondidos en los bosques. Han enviado a miles de soldados a las fronteras, han encerrado a los refugiados en campamentos, sin alimentos, agua potable, asistencia sanitaria, ropa de abrigo o tiendas de campaña. Campamentos de prisioneros a los que no tienen acceso la prensa ni las organizaciones humanitarias.

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Los gobiernos lituano, letón y polaco ha sido la represión más brutal y dejar morir de frío, hambre y deshidratación a refugiados escondidos en los bosques.

Los gobiernos de los tres países han declarado el estado de emergencia y han ordenado a los militares devolver a los migrantes a punta de pistola a Bielorrusia. Se han apresurado a reformar las leyes de asilo, en el caso lituano aprobando una de las leyes más duras del planeta. También anunciaron que destinarán millones de euros a construir cientos de kilómetros de alambradas en la frontera.

Pero la respuesta más beligerante e histérica ha sido la de Polonia. Ha desplegado más 15.000 soldados y fuerzas voluntarias paramilitares de extrema derecha en la frontera. Un ejemplo del trato que reciben los migrantes es lo sucedido en la ciudad polaca de Kuznica a la que llegaron casi 4.000 refugiados el pasado 8 de noviembre. Fueron recibidos con disparos, gases lacrimógenos y cañones de agua.

El propio Borrell ha avalado estas actuaciones calificando esta crisis de refugiados como “guerra híbrida”, y poniéndola como ejemplo de por qué la UE necesita una fuerza militar de intervención propia.

La desproporcionalidad de la campaña de propaganda se ve en las cifras de migrantes que están llegando a Europa a través de Bielorrusia. Según la policía federal alemana, desde principios de año han llegado al país 7.000 refugiados. Ésta es sólo una pequeña fracción de las 890.000 peticiones de asilo registradas en Alemania en el punto álgido de la crisis migratoria de 2015.

Pero no es extraña esta respuesta, si tenemos en cuenta el “humanitarismo” que demuestran los líderes de la UE con los miles de migrantes que cada año cruzan el Mediterráneo o que tratan de llegar a Europa a través de Turquía o Marruecos. La UE no tiene ningún problema con los regímenes autoritarios de Erdogan o Mohamed VI, a los que pagan generosamente miles de millones de euros de cara a que contenga mediante una feroz represión a los refugiados y los inmigrantes en sus fronteras.

Tampoco tienen problema en mantener campos de refugiados, auténticos campos de concentración con condiciones infrahumanas, en la propia Europa, como vemos en Grecia o en el Paso de Calais en Francia. ¡Basta de cinismo!

Esa UE loada por los nuevos dirigentes de la izquierda reformista como un ejemplo de “democracia” y “humanitarismo”, olvida esas supuestas señas de identidad tan pronto cómo los intereses de la burguesía de los estados miembros están en juego. La crisis con Bielorrusia y Rusia es parte de la guerra sin cuartel que libran los distintos bloques imperialistas por el dominio del mundo a costa de las y los oprimidos. El problema no es la democracia y los derechos humanos, sino con quién y cómo hacer negocios.

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La crisis con Bielorrusia y Rusia es parte de la guerra sin cuartel que libran los distintos bloques imperialistas por el dominio del mundo a costa de las y los oprimidos.

La dictadura de Lukashenko y el cinismo de la UE

El año pasado una oleada de protestas y huelgas pusieron contra las cuerdas al dictador bielorruso Alexander Lukashenko[2]. En ese momento la UE y EEUU vieron la oportunidad de acabar con el más firme aliado de Rusia en la región y situar a las tropas de la OTAN en las fronteras rusas, uno de los grandes anhelos imperialistas desde la caída de la URSS.

La maniobra no salió como esperaban y no sólo no derribaron a Lukashenko sino que éste salió fortalecido recurriendo a la retórica antiimperialista y contando con el firme apoyo de Vladimir Putin. Desde entonces han desatado una campaña contra Bielorrusia, aunque el auténtico objetivo es Rusia.

En junio la UE impuso sanciones económicas a Bielorrusia que afectan a partes importantes de su industria petrolera y manufactura. Según publicaba en mayo la revista rusa Nezavisimaya Gazeta las sanciones le costarían a la economía bielorrusa 5.000 millones de dólares. “Incluso aunque las sanciones golpeen sólo a la mitad de las exportaciones bielorrusas a Europa, el resultado directo serán unas pérdidas de unos 3-4.000 millones de dólares”. Una debacle económica que como siempre pagarán los trabajadores que ya viven y trabajan en condiciones muy precarias. Actualmente la inflación es del 8,5%, el 61,8% de la población vive con menos de 700 dólares mensuales y casi 400.000 con menos de 250 dólares.

Las motivaciones del presidente bielorruso no son inocentes y tampoco están relacionadas con la filantropía o las simpatías hacia los refugiados. Los utiliza en el frente interno para desviar la atención del creciente malestar de la población con su política y en el plano internacional para chantajear a la UE, que retire las sanciones económicas, y obtener fondos con la excusa de mantener bajo control sus fronteras.

El 17 de noviembre Merkel y Lukashenko llegaron a un principio de acuerdo y decidieron el inicio de negociaciones entre Bielorrusia y la UE. Lukashenko está siguiendo el ejemplo de Erdogan en Turquía que utiliza el control de la migración hacia la UE para obtener acuerdos económicos muy lucrativos. Una vez más el sufrimiento de miles de refugiados es utilizado como una pelota de ping pon entre las distintas camarillas capitalistas.

El supuesto interés de la UE por los derechos humanos y la democracia en Bielorrusia no es más que una cortina de humo. Se pudo ver este verano cuando el régimen bielorruso ordenó el aterrizaje de un avión para detener al periodista Andrily Biletsky, aprovechado para imponer nuevas sanciones económicas y denunciar el ataque a la libertad de prensa en Bielorrusia. Obviaron decir que Biletsky es un destacado neonazi y uno de los fundadores del Batallón Azov, una organización paramilitar fascista ucraniana. En cambio estos defensores de la “democracia” no denunciaron al dictador Lukashenko cuando éste despidió, reprimió y encarceló a cientos de huelguistas y dirigentes sindicales que habían participado en las protestas de 2020 o cuando reformó las leyes laborales convirtiéndolas en las más restrictivas del mundo.

Frente al nacionalismo, la xenofobia y la extrema derecha, ¡necesitamos una política de independencia de clase!

Tanto Lukashenko como el Gobierno polaco o la propia UE utilizan el chovinismo, el nacionalismo y la xenofobia para desviar la atención respecto a sus propios problemas internos. La pandemia y la crisis capitalista han incrementado el malestar y la rabia entre amplios sectores de la clase trabajadora y la juventud.

Las protestas y huelgas contra Lukashenko pudieron ser frenadas fruto de la dura represión y de la pandemia, pero en las últimas semanas el movimiento obrero parece que empieza a recuperarse. El 1 de  noviembre el Sindicato de Trabajadores de Bielorrusia convocó una huelga general para exigir la liberación de los prisioneros políticos, el fin de las represalias contra el movimiento sindical, la autorización de sindicatos independientes, el derecho a la libertad de expresión y el ajuste de los salarios y las pensiones a la inflación,

Por otro lado, el gobierno de extrema derecha polaco del Partido Ley y Justicia ha tenido que enfrentar masivas protestas el pasado mes de octubre contra la ley del aborto, después de la muerte de una embarazada que se podía haber salvado con un aborto. Además, durante la primera mitad de este año hubo luchas obreras importantes en sectores como el energético, empleados públicos, sanidad o minería que indican una recuperación del movimiento obrero polaco tras décadas de letargo.

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El gobierno polaco está utilizando la crisis de los refugiados como una excusa para intensificar la represión contra la población polaca y como un instrumento de presión a la UE que había anunciado sanciones contra Polonia.

El gobierno polaco está utilizando la crisis de los refugiados como una excusa para intensificar la represión contra la población polaca y como un instrumento de presión a la UE que había anunciado sanciones contra Polonia por el carácter antidemocrático del régimen polaco y su injerencia en el sistema judicial. A pesar de la censura y la propaganda reaccionaria del gobierno también hay mucha solidaridad con los inmigrantes. Se han producido varias manifestaciones de apoyo con consignas como “Vergüenza” o “Nadie es ilegal”.

La política de las distintas burguesías europeas intentando canalizar el creciente descontento social con sus políticas sociales y económicas hacia el nacionalismo y el chovinismo sólo sirve para avivar las ideas racistas y xenófobas de los partidos y grupos fascistas. Hoy son utilizados contra los emigrantes, pero mañana serán utilizados contra el movimiento obrero.

La defensa de los refugiados y los emigrantes no puede quedar en manos de los mismos que mercadean con su sufrimiento. Esa es una tarea que corresponde a la clase obrera que es la única fuerza social capaz de contrarrestar a la reacción fascista, defender los derechos democráticos y luchar contra el sistema capitalista.  

 

[1] Josep Borrell: “Europa está en peligro y los europeos no siempre son conscientes de ello”

[2] Bielorrusia: El régimen de Lukashenko contra las cuerdas

                 

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