El 22 de julio un país aparentemente tranquilo como es Noruega quedó conmocionado ante el brutal asesinato de 92 personas, se trata de la peor masacre que vive el país desde la Segunda Guerra Mundial. Primero fue una bomba en Oslo, contra las oficinas del primer ministro laborista, dos horas más tarde, la matanza continuó en la Isla de Utoya, donde se celebraba un campamento de las Juventudes Laboristas noruegas, aquí es donde murieron la mayoría de las víctimas, en su mayor parte adolescentes.

El atentado fue obra de un fascista, Anders Bhering Breivik, hijo de un destacado diplomático noruego. Se ha intentado presentar el ataque como la obra de un loco aislado o un psicópata, pero cuantos más detalles se conocen, mayor es la evidencia de que se trata de un atentado planificado minuciosamente, bien financiado y organizado. Según palabras del propio asesino su pretensión era acabar con el “multiculturalismo marxista”.
Breivik no era una figura anónima desconocida, hasta 2006 militó activamente en el reaccionario Partido del Progreso, incluso fue uno de los máximos dirigentes de su agrupación en Oslo. Expresaba su ideología en todo tipo de foros fascistas de internet o en vídeos de Youtube, donde aparecía ataviado con indumentaria paramilitar y armamento sofisticado. Hace dos años compró una granja donde acumulaba gran cantidad de material explosivo y que ha servido de base de operaciones para la planificación de la masacre. La granja se encuentra al lado de la principal base militar noruega, que alberga a dos mil soldados del Batallón Telemark. Breivik se jactaba de esta situación en su foro de internet con el siguiente comentario: “Resulta bastante irónico estar situado prácticamente al lado de la mayor base militar del país. Me habría ahorrado muchas molestias sólo con ir y pedir ‘prestados’ una taza de azúcar y tres kilogramos de C4 [un explosivo] a mis queridos vecinos” (Fuente: Reuters).
La policía y servicios secretos noruegos guardan total hermetismo sobre la investigación y no responden a las muchas dudas que todavía existen. ¿Cómo consiguió el uniforme de policía? ¿Cómo es posible que se pongan seis toneladas de explosivos en el centro de Oslo? ¿Cómo pudo pasar por la aduana los explosivos? ¿Por qué la policía y el ejército tardaron más de dos horas en llegar a la isla? ¿Por qué en un país donde las armas están muy controladas y restringidas, un reconocido elemento fascista y violento como Breivik consiguió todo un arsenal? Nadie sabe nada.

La violencia fascista no es un fenómeno nuevo

Desde hace décadas en Noruega los grupos fascistas y neonazis han cometido ataques contra emigrantes y la izquierda. En los años setenta el objetivo fueron las librerías de izquierdas y las manifestaciones del Primero de Mayo. En los últimos veinte años han sido los inmigrantes, el más destacado fue el asesinato de dos jóvenes negros.
Pero no es un fenómeno exclusivo de Noruega. Este mismo año ha habido ataques fascistas en Atenas, contra inmigrantes y manifestaciones de trabajadores, en Belgrado y Estocolmo contra actos de organizaciones juveniles de izquierdas, y en otros países como Alemania o Austria. En EEUU, desde la llegada de Obama al poder hace tres años los grupos fascistas armados se han incrementado en más de un 200%. En el caso del Estado español, desde 1995 ha habido 76 crímenes ultras.

¿Son ideas aisladas de
unos cuantos lunáticos?

Las ideas defendidas por Breivik en su manifiesto de 1.500 páginas publicado en internet horas antes del atentado, revelan su completa identificación con el ideario fascista. El odio a la clase obrera y al socialismo, expresado en sus numerosas referencias violentas a la izquierda y al marxismo, se corresponden totalmente con la ideología xenófoba y anticomunista de los grupos fascistas y neonazis. El periódico británico The Guardian (24/7/11) informaba cómo muchos periódicos de extrema derecha europeos condenaban “hipócritamente” los asesinatos pero mostraban su apoyo público a las ideas de Breivik y su total comprensión. En EEUU Glen Beck, una de las principales figuras de la reaccionaria cadena de televisión Fox News, justificó el asesinato porque los jóvenes laboristas eran como “la Juventud Hitleriana” (Haaretz, 26/7/11).
Otro ejemplo de esta confluencia ideológica son las palabras de uno de los dirigentes de la Liga Norte italiana, Francesco Speroni, quien no dudó en decir en una entrevista en la radio que “compartía la perspectiva política de Breivik” y que sus ideas “son la defensa de la civilización occidental”. Otro europarlamentario de este mismo partido, Mario Borheizo, en Sole 24 Ore manifestó que “algunas ideas de las que expresa son buenas”.
La crisis del capitalismo ha sacado a la superficie todas las contradicciones de la sociedad y provoca una extrema polarización ideológica, que se expresa a la izquierda en la entrada en escena de la juventud y la clase obrera como estamos viendo en Europa, dispuestas a luchar contra los ataques de la burguesía, pero también tiene su expresión por la derecha con el incremento de grupos o partidos fascistas.
El ascenso de los ataques y bandas fascistas bajo el capitalismo no es nuevo, a lo largo de la historia en momentos de intensificación de la lucha de clases, cuando la clase obrera estira sus músculos y comienza a luchar, la burguesía ha recurrido a estos grupos para intentar amedrentar a los trabajadores y a la juventud. Como señala Trotsky en ¿Adónde va Francia?: “La función histórica del fascismo es la de aplastar a la clase obrera, destruir sus organizaciones, ahogar la libertad política, cuando los capitalistas ya se sienten incapaces de dirigir y dominar con ayuda de la maquinaria democrática”. Para esta tarea cuentan con la inestimable ayuda y apoyo activo de un sector del aparato del Estado que les permite total impunidad.
La reacción de los jóvenes y trabajadores noruegos fue inmediata, más de 200.000 personas expresaron su repulsa al ataque fascista en las calles de Oslo. El 12 de septiembre se celebran las elecciones municipales y todo apunta a una victoria arrolladora del Partido Laborista, que ha visto incrementar su apoyo electoral en más de un 10% según las encuestas, mientras que el ultraderechista Partido del Progreso parece hundirse.
Para los jóvenes y trabajadores la cuestión clave es cómo luchar y hacer frente a este tipo de grupos. Lo sucedido en Oslo es una advertencia para la clase obrera europea, un aviso de que la clase dominante para defender sus privilegios ante el ascenso de la lucha de clases no dudará en recurrir a cualquier método y arma a su disposición, para intentar aterrorizar a la clase obrera. Es necesario sacar las lecciones necesarias y ante cada ataque fascista responder de una manera contundente y enérgica en cada barrio, ciudad o fábrica como la única manera eficaz de luchar contra la amenaza del fascismo.

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