El presidente Donald Trump se reunió con el norcoreano Kim Jong-un el 12 de junio en Singapur. La cumbre fue catalogada de histórica. Trump, fiel a sus formas, parece que ha ido más allá de lo que pretendían su gobierno y jefes militares al prometer la congelación de las “provocadoras” maniobras militares dirigidas por EEUU e incluso abriendo el camino a una posible reducción de las tropas norteamericanas estacionadas en Corea del Sur.

Fue “histórica” porque hasta ahora ningún presidente estadounidense se había reunido con un líder de Corea del Norte. Fue uno de los mayores acontecimientos de 2018 para los medios de comunicación, que enviaron a 2.500 periodistas a Singapur. Millones de personas en las dos coreas y en todo el mundo se sintieron aliviados al comprobar que parecía estar fuera de la agenda la peligrosa política nuclear del año pasado.

Sin embargo, será un “proceso de paz” inestable y tortuoso, con un alto riesgo de sufrir contratiempos e incluso fracasar. El capitalismo y el imperialismo no tienen soluciones reales, como no las tiene para Oriente Medio ni siquiera para los propios EEUU.

¿Triunfo de Trump?

Trump probablemente se engañe a sí mismo pensando que ha colocado a EEUU en el asiento del conductor en Corea, robando el espacio de China y que puede dictar el futuro del proceso. Eso es altamente improbable.

El mayor ganador del acuerdo es Kim Jong-un, que ha comprometido muy poco y a cambio, si Trump no se desdice de sus declaraciones, lograría concesiones importantes por parte de EEUU: el final de los ejercicios militares con Corea del Sur y la reducción del número de tropas estadounidenses estacionadas allí, actualmente son 28.000.

Xi Jinping es otro vencedor. Por ahora China mantiene la mano firme en el timón. También puede jactarse de que su posición ha sido reivindicada. El régimen de Xi decidió apoyar las sanciones más duras de Trump si éstas eran aprobadas por la ONU, pero defendía el diálogo en lugar de las amenazas. El régimen chino lanzó la propuesta de “congelación por congelación”, primero rechazada por Trump y ahora aceptada, EEUU suspendía los ejercicios militares conjuntos a cambio de que Corea del Norte congele sus actividades nucleares.

De ahora en adelante la situación será muy complicada. Hay otras potencias importantes, no sólo EEUU y China, con grandes intereses en lo que ocurre. Los capitalistas de Corea del Sur tienen su propia agenda y es significativo que el principal empuje para la cumbre Trump-Kim procediera de Seúl y el presidente Moon. Los intereses de supervivencia de la dictadura norcoreana, que siempre han regido su excéntrico comportamiento, pueden producir más convulsiones y sobresaltos.

El contenido real del acuerdo es muy vago y con pocas especificaciones. El comunicado de Singapur tiene sólo 400 palabras, comparado con las 110 páginas del acuerdo nuclear con Irán, que Trump denunció como “horrible” y del que se retiró en mayo. La palabra “verificación”, para confirmar que Pyongyang ha cumplido los pasos acordados para dar marcha atrás en su programa nuclear, está completamente ausente.

Ambas partes han acordado sólo grandes ideas ambiciosas, como el trabajar por un “régimen de paz” en la península coreana. EEUU acepta proporcionar garantías de seguridad (Trump hace nueve meses amenazaba con “destruir totalmente” Corea del Norte) a cambio de un compromiso vago de desarme nuclear del régimen de Kim.

¿El acuerdo prepara el camino para eliminar las armas nucleares?

Dejando a un lado la hipocresía de EEUU –el único estado que utiliza armas nucleares en una guerra pretende tener la autoridad moral ante otros países que desarrollan estas armas--, es casi seguro que el régimen de Pyongyang no va a renunciar a todas sus armas nucleares. La reducción parcial, la renuncia a algunos sistemas de misiles de largo alcance que pueden alcanzar EEUU, por ejemplo, es posible a cambio de grandes sobornos e incentivos financieros.

En un discurso reciente, el asesor de Seguridad Nacional de Trump, John Bolton, dijo que Corea del Norte debería seguir el “modelo libio”, esta idea no ayudará a cambiar de opinión a Kim Jong-un. Gaddafi, que renunció al programa de armas nucleares de Libia en 2003, posteriormente fue derrotado por EEUU y asesinado.

La redacción actual del comunicado dice que Corea del Norte “se compromete a trabajar por la desnuclearización completa de la Península de Corea”. Esto es una abstracción diplomática y sitúa al régimen norcoreano en una posición fuerte para maniobrar y lograr concesiones máximas a cada paso que dé. Esta siempre ha sido su estrategia. La parte estadounidense no es tan estúpida como para no ver que el acuerdo está lleno de agujeros, pero ellos, en particular Trump, quería hacerlo de cualquier manera. Ese es el punto clave para comprender lo que ha sucedido.

Un giro abrupto

Es un giro muy abrupto para EEUU bajo la presidencia de Trump. Los anteriores gobiernos de EEUU en gran medida se han guiado por la idea de que el régimen norcoreano estaba al borde del colapso. Consecuentemente, el aislamiento diplomático, económico y las sanciones podrían acelerar este proceso u obligar al régimen a negociar desde una posición de debilidad. Era lo más favorable, en lugar de una acción militar muy arriesgada para detener el desarrollo de armas nucleares de Pyongyang.

Lo que ha cambiado es que cierto grado de estabilización económica en Corea del Norte ha hecho que el colapso del régimen sea menos probable a corto plazo. Además el escenario regional también está cambiando, especialmente con la escalada del conflicto entre EEUU y China. Esa es la otra razón principal para el profundo cambio de rumbo del gobierno estadounidense.

Numerosos estudios han demostrado a los líderes norteamericanos la inviabilidad de un “ataque militar quirúrgico” contra las instalaciones nucleares de Corea del Norte. Probablemente se convertiría en una guerra que EEUU podría ganar militarmente pero, con o sin un horrible intercambio nuclear, la devastación sería colosal, en Corea del Norte y del Sur, en Japón e incluso zonas de China. EEUU perdería Asia y generaría un sentimiento de masas contra EEUU en toda la región. En tal escenario la economía global probablemente también entraría en una crisis importante.

Los anteriores gobiernos de EEUU negociaron pactos mucho más duros y caros sobre el programa nuclear norcoreano con el padre de Kim, Kim Jong-i, en los años noventa (‘Acuerdo Marco’) y en los 2000 (Conversaciones de las Seis Partes). Ambos acuerdos fracasaron. El acuerdo difuso que ha negociado Trump, en realidad, lo podría haber conseguido EEUU en cualquier momento en estos últimos veinte años.

Este acuerdo con Kim no es sólo un producto de la idiosincrasia de Trump, de su imprevisibilidad. Es un reflejo del declive de poder del imperialismo USA en el escenario mundial y especialmente en Asia, donde en cada frente choca con el creciente poder de China. Esta situación está llevando a políticas aventureras y más desesperadas.

¿Qué pretende conseguir Trump?

El gobierno Trump se caracteriza por el caos, y busca desesperadamente obtener algún éxito. Pero aparte de esperar que los selfies con Kim Jong-un le reporten un apoyo electoral más elevado, el acuerdo permite a EEUU librarse de una situación potencialmente peligrosa. Trump también ve una oportunidad, cree que si el acuerdo lleva a un proceso más profundo de “normalización” fortalecería la posición estadounidense en Asia a costa de China y otros rivales.

Para tal fin Trump recurrió a un equipo de producción de Hollywood que hizo un video promocional de 4 minutos mostrando a Kim y a la delegación norcoreana, y cómo una oleada de inversiones norteamericanas transforma Corea del Norte y la convierte en una nueva economía “milagro”. En su conferencia de prensa en Singapur, el presidente Trump dejó paso al magnate inmobiliario. “Piénselo desde una perspectiva de bienes raíces”, afirmó. “Por ejemplo, ellos [Corea del Norte] tienen playas estupendas. Imaginad que en cualquier momento ellos explotaran sus cañones en el océano. Yo le dije, muchacho mira esa vista. ¿No sería eso un gran condominio?”

Algunos en el gobierno norteamericano albergan la esperanza de “atraer” a Corea del Norte al campo estadounidense a costa de China y Rusia, ambos en su frontera. De acuerdo con ese escenario, a cambio de una masiva ayuda económica y garantías militares, unido a un proceso de reunificación con el sur (la reunificación completa al “estilo alemán” es poco probable), el régimen norcoreano aceptaría junto con el sur formar parte del paraguas militar y de seguridad estadounidense, constituyendo una amenaza para los intereses de China y Rusia.

El papel de China

Aunque el escenario anterior es improbable preocupa al régimen chino que ya cuenta con muchas décadas de experiencia con las maniobras diplomáticas del régimen, por no decir engaños. Eso explica por qué Kim y Xi Jinping han mantenido conversaciones por tercera vez en pocos meses; hasta ahora no se conocian. China está utilizando su poder económico e incluso una amenaza militar implícita para intentar mantener en su línea a un aliado espinoso y bloquear cualquier movimiento hacia un eje Trump-Kim a costa de China.

China es el principal socio económico de Corea del Norte, representa un 90 por ciento de su comercio. Pero antes del colapso de la Unión Soviética en 1991, el régimen del padre de Kim, Kim Il-sung, maniobró entre Moscú y Beijing, utilizando tácticas extorsionadoras similares a las actuales de Kim.

La busca de un acomodo con el imperialismo estadounidense para contrarrestar su dispareja dependencia de China ha sido una de las principales razones del programa nuclear de Corea del Norte. Kim sin duda espera beneficios, logrando concesiones en seguridad, acceso a la economía global, acuerdos de inversión y demás, jugando con Corea del Sur, Japón y Rusia y especialmente aprovechándose del enfrentamiento EEUU-China.

A pesar de lo que Trump pueda creer, de ninguna manera es seguro que el imperialismo estadounidense salga fortalecido de esta cumbre ante un nuevo enfrentamiento entre potencias imperialistas. China presionará de distintas maneras para asegurar que en las actuales conversaciones tenga un papel importante en cualquier acuerdo y en un futuro programa de seguimiento de su cumplimiento. Trump es tan impredecible como Kim Jong-un y podría utilizar las negociaciones para obtener ventajas en otros conflictos con China, como la rápida escalada de una guerra comercial.

Pero Trump también es conocido por sus tendencias “aislacionistas” y sus anteriores amenazas de retirar tropas estadounidenses no sólo de Corea del Sur sino también de Japón, donde hay estacionadas 50.000 tropas, a menos que estos gobiernos “paguen todos los costes”. Esto también va unido al deseo de Trump de aumentar las exportaciones norteamericanas a Asia que se ha convertido en el mercado de armas que crece más rápido en el mundo.

La aparentemente inesperada oferta a Kim Jong-un de reducir o retirar tropas norteamericanas de Corea del Sur ha creado más incertidumbre sobre las intenciones reales norteamericanas. Aunque parezca improbable, al menos a corto plazo, una retirada militar de EEUU de Corea y Japón, sobre la base de un capitalismo desgarrado podría desatar una carrera armamentística aún más feroz en la región con Japón y Corea del Sur probablemente construyendo sus propias armas nucleares. Este acontecimiento alarmaría al régimen chino.

La estrategia del régimen de Kim

Desde el colapso de la Unión Soviética, el principal apoyo económico de Corea del Norte y que casi llevó a una implosión de su economía, el régimen norcoreano se ha movido por un objetivo primordial: garantizar su supervivencia. Ese es el origen del programa nuclear de Corea del Norte como parte de su política exterior tradicional de llamar la atención.

La supervivencia del régimen no es una cuestión ideológica, no tiene nada que ver con el “comunismo” o el estalinismo o la oposición al capitalismo. La élite muy rica y privilegiada de Corea del Norte es de alrededor de un millar de familias y la mayoría con conexiones militares. Comprenden que si el Estado y el régimen colapsan o es absorbido, como Alemania del Este (la antigua RDA), en una Corea capitalista “democrática” dirigida por el capitalismo surcoreano en el que el ala derechista, anticomunista aún tiene un considerable poder, ellos serían tratados sin piedad con juicios, prisión o cosas peores.

Debido a esto, la política de Kim es asegurar sobre cualquier base la continuidad de su régimen, ahora atrincherado en lo que es similar a la tercera generación de una “monarquía”. Desde finales de los años noventa el régimen ha experimentado varias reformas capitalistas de mercado, pero debido al aislamiento económico y a las sanciones impuestas por EEUU sus intentos de seguir el ejemplo de China se han visto frustrados.

Ahora es probable que Kim Jong-un utilice el impulso de su acuerdo con Trump, que fortalece su control del poder, para lanzar una nueva fase de reformas procapitalistas. El régimen, con el apoyo de Seúl y Beijing, impulsará una rápida relajación de las sanciones internacionales y espera nuevos acuerdos económicos, especialmente con el capitalismo surcoreano.

Perspectiva

La televisión estatal norcoreana dio una cobertura masiva a Singapur en su información de la cumbre, entrevistando a ciudadanos corrientes, promoviendo la ciudad-estado como una historia de éxito brillante para un “capitalismo de estado autoritario”. Las reformas económicas en Corea del Norte por tanto no irán acompañadas de una “relajación política” o “democratización”. China de nuevo en este aspecto será el modelo.

El estado surcoreano con su “democracia estilo occidental” no tiene ningún deseo de extender su sistema político más allá de la frontera, comprendiendo que necesita el gobierno autocrático en el norte para mantener controlada a una sociedad muy pobre, para bloquear la llegada de refugiados al sur, las protestas de masas, la sindicalización y las huelgas de la fuerza laboral barata del norte, que esperan explotar ahora ampliamente los capitalistas del sur gracias a los acuerdos económicos alcanzados después de la cumbre.

Los derechos democráticos siempre se han conseguido mediante la lucha de masas desde abajo, no a través de acuerdo entre gobiernos y élites gobernantes. Esta fue la experiencia en la propia Corea del Sur donde las huelgas de masas de los años ochenta acabaron con el gobierno de los generales. La clase obrera, organizada democráticamente en partidos socialistas de masas, es la clave para conseguir una paz real y el final de la brutal dictadura en las dos coreas, en China y en toda la región, terminando con el capitalismo y la amenaza de intervenciones imperialistas de EEUU o cualquier otra potencia.

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