Han pasado quince días desde la abominable pantomima del 13 de octubre, cuando Donald Trump presentaba en Egipto el “plan de paz” para Gaza pactado con Netanyahu. En este tiempo récord, estos dos genocidas se han encargado de dejar muy claro que la única paz que están dispuestos a aceptar es la paz de los cementerios.
Gaza sometida a un sangriento régimen colonial
Israel sigue manteniendo ocupado el 58% del territorio gazatí, incluidas todas las salidas hacia países vecinos. La Gaza del “acuerdo de paz” es la cárcel a cielo abierto más grande del planeta. Un auténtico campo de concentración rodeado de tropas sionistas.
Y solo doce días después de presentar este acuerdo infame, medios independientes y organizaciones humanitarias informan que ya se habían producido entre 47 y 80 violaciones del alto el fuego por parte del ejército sionista[1], con un saldo de más de un centenar de palestinos asesinados, incluidas familias enteras.
Israeli occupation forces continue to breach the ceasefire and destroy Palestinian homes in Khan Younis, southern Gaza. pic.twitter.com/8IkYIAnnB9
— Kuffiya (@Kuffiyateam) October 27, 2025
Este preámbulo sangriento da la medida del auténtico carácter del “plan de paz”.
Mientras preparan su administración colonial disfrazada de “Gobierno tecnocrático incluyendo personalidades árabes”, Washington y Tel Aviv siguen llevando a cabo una limpieza étnica sistemática y los políticos sionistas se jactan públicamente de las torturas infringidas a los más de 10.000 presos palestinos que mantienen secuestrados en cárceles y campos de concentración.
Desde Izquierda Revolucionaria reiteramos una vez más nuestro apoyo al derecho del pueblo palestino a la autodefensa armada frente a esta situación de brutal ocupación colonial, limpieza étnica y genocidio. Nos solidarizamos con todos los luchadores que la están combatiendo y denunciamos las situaciones de aislamiento, maltrato, tortura y privación de derechos humanos elementales que sufren los presos y presas.
Como hemos denunciado insistentemente, lo único que ha cambiado bajo esta farsa anunciada en Egipto es que ahora los genocidas cuentan con el aval de la ONU y de todos los Gobiernos capitalistas, empezando por los 20 presidentes y jefes de Estado que acudieron a Sharm el Sheikh a rendir pleitesía a Trump y decir “amen” a sus medidas colonialistas e imperialistas.
Un genocidio que continúa
Aunque la intensidad y extensión de los bombardeos no es la de semanas anteriores, el plan para expulsar a centenares de miles de palestinos a campos de refugiados en los países árabes vecinos y someter al resto a condiciones de semiesclavitud, continúa por diferentes vías.
La mayoría de la población gazatí se ve obligada a sobrevivir en enclaves constituidos por tiendas de campaña precarias, sin agua y electricidad, sin hospitales, sin escuelas, sin los medios básicos necesarios para vivir, y sometida a la vigilancia del ejército sionista, que sigue teniendo impunidad absoluta para intervenir y atacarles en cualquier momento.
Las condiciones en Gaza no pueden ser más terribles. “El tejido urbano ha sido casi totalmente destruido por los proyectiles, las bombas, los drones y las excavadoras israelíes: el 80% de los edificios están dañados o destrozados, el 90% de las viviendas están destruidas y el 80% de las tierras de cultivo arrasadas. La franja alberga ahora a 17.000 huérfanos y la ONU estima que los últimos dos años han retrasado el desarrollo humano en Gaza 69 años, colocándolo en los niveles de 1955, como queda recogido en el informe del PNUD, Gaza War: Expected Socioeconomic Impacts on the State of Palestine (octubre de 2024)”[2].
Toda esta destrucción refuerza otro elemento central del holocausto nazisionista: la hambruna provocada conscientemente. Como advertía el director general de la Organización Mundial de la Salud (OMS), Tedros Adhanom Ghebreyesus, en el programa Today de BBC Radio 4: “La situación sanitaria en la Franja de Gaza es ‘catastrófica’ y sus consecuencias se extenderán ‘durante generaciones’”. Aunque Israel ha permitido la entrada de suministros médicos y alguna ayuda humanitaria, el volumen sigue muy por debajo de lo necesario para “reconstruir un sistema de salud colapsado”. Lo mismo ocurre con las necesidades alimentarias.

“Incluso con la tregua, el hambre, las heridas masivas, las epidemias y la falta de acceso a agua potable y saneamiento crean una combinación mortal (…) Según datos de las Naciones Unidas, desde la tregua han entrado en Gaza más de 6.700 toneladas de alimentos, una cifra muy inferior al objetivo diario de 2.000 toneladas…”. El responsable de la OMS señaló: “La ayuda no puede estar condicionada ni utilizada como arma política”[3]. Pero es obvio que tanto Trump como Netanyahu no van a renunciar a ella bajo ninguna condición.
El gran Israel es un proyecto genocida
El plan del Gran Israel está concretándose paso a paso. Mientras el proyecto de convertir Gaza en un resort de lujo está encima de la mesa, el 22 de octubre la Knéset (Parlamento israelí) aprobaba debatir un proyecto para anexionarse completamente Cisjordania. Otra vez más esta decisión ha sido criticada de forma hipócrita por algunos Gobiernos occidentales, e incluso Trump hacía declaraciones para la galería en contra de ella[4]. Pero estas lágrimas de cocodrilo no tienen ningún valor político serio. Estamos ante la misma representación teatral cínica y despreciable que se repite desde los Acuerdos de Oslo de 1994.
Las políticas de ocupación y colonización mediante asentamientos de colonos, declarados ilegales por la ONU pero ante la que nadie mueve un dedo, ha sido utilizada durante años para someter a la población palestina de Cisjordania a un régimen de apartheid como el que sufrió durante décadas la mayoría negra en Sudáfrica. Y los Gobiernos capitalistas y la ONU se limitan a declaraciones porque, al igual que ocurre con la financiación de la industria militar sionista que arrasa Gaza, esta política responde también a los intereses estratégicos del imperialismo estadounidense y de centenares de empresas norteamericanas y europeas (incluidas varias españolas) que están haciendo negocios millonarios con el Estado sionista.
Trump y Netanyahu juegan al “poli bueno” y el “poli malo”, y algunos ingenuos se lo tragan, mientras en la práctica llevan desde mucho antes del 7 de octubre de 2023 imponiendo esta anexión de facto mediante la acción mancomunada del ejército regular y las bandas de colonos fascistas que han atacado a decenas de miles de familias palestinas, causando miles de víctimas, destruyendo sus casas y robando sus tierras.
“Según la investigación de la comisión de la ONU, en Cisjordania, territorio que Israel ocupa militarmente, las medidas puestas en marcha por el Gobierno israelí desde octubre de 2023 demuestran “una clara intención” de trasladar por la fuerza a los palestinos, ampliar la presencia civil judía israelí y anexionar la totalidad de Cisjordania. El informe asegura que estas acciones impiden la posibilidad de crear un Estado palestino y están orientadas a mantener una ocupación indefinida de estos territorios”[5].
El Estado sionista solo puede existir sobre la base de la ocupación y las políticas de limpieza étnica y exterminio contra el pueblo palestino. La crisis del capitalismo israelí empuja al régimen nazisionista a seguir sembrando el terror mediante el proyecto del Gran Israel, cuya piedra angular es la dominación total de Cisjordania y Gaza, y se completa con el control de al menos el Sur del Líbano y buena parte del Sur de Siria.
Desde el anuncio de “la paz”, además de seguir convirtiendo Gaza y Cisjordania en un infierno, Israel ha lanzado ataques contra el Líbano y Yemen y nuevas amenazas contra Irán y Siria. Estas políticas militaristas y supremacistas cuentan con el apoyo decidido del imperialismo estadounidense.
En su intento desesperado de contener el ascenso del bloque imperialista rival formado por China y Rusia, Trump utiliza al régimen nazisionista de Netanyahu para hacer el trabajo sucio y enviar un mensaje al mundo: sembrarán la muerte y el caos donde puedan antes que renunciar a la supremacía.
El reparto del botín
Los planes para el reparto del botín ya están en marcha. Según el plan de reconstrucción que viene elaborando la Casa Blanca con el Gobierno de Tel Aviv la inversión inicial para reconstruir Gaza alcanzaría los 50.000 millones de dólares.
Un informe de la ONU lo cifra en 70.000. El ministro de Finanzas israelí, el nazisionista Smotrich, lo explicaba hace un mes en una reunión con especuladores inmobiliarios en el Club Financiero de Tel Aviv: “Israel ha comenzado conversaciones con Estados Unidos para elaborar un plan de desarrollo para el enclave. Hemos pagado mucho dinero por esta guerra, ahora debemos decidir cómo repartir los porcentajes de la tierra en Gaza”[6].
Y Trump lo confirmaba en su vomitivo discurso ante la Knéset, tras felicitar a su “mejor amigo” Bibi por su papel vital en “este día trascendental” y explicar que “Israel, con nuestra ayuda, ha ganado todo lo que podía ganar por la fuerza de las armas”: “Ahora es momento de traducir esas victorias contra los terroristas en el campo de batalla en el premio definitivo: la paz y la prosperidad”.
Esa es la razón de que todos los grandes capitalistas, corporaciones y bancos apoyen la farsa del plan de paz orquestada por Trump y Netanyahu: el reparto de un jugoso botín y el miedo a que el levantamiento de masas contra el genocidio que recorre el mundo continúe y se extienda, con consecuencias revolucionarias en diferentes países, empezando por Oriente Medio.
El capital de todo el mundo, y los Gobiernos a su servicio, echan cuentas y tejen acuerdos buscando sacar la mayor tajada posible en los planes para la reconstrucción y la explotación de los recursos de Gaza y Cisjordania. Esto incluye también a los imperialistas chinos y rusos, que no han movido un dedo para frenar esta matanza, anteponiendo la estabilidad regional para proteger sus acuerdos económicos y los proyectos de la Ruta de la Seda a cualquier otra consideración.
Solo la lucha internacionalista sirve
El único camino para conquistar la liberación y soberanía de Palestina y acabar con el genocidio, como hemos defendido desde el primer momento desde Izquierda Revolucionaria, es seguir impulsando el levantamiento global antisionista, antifascista y anticapitalista que, con epicentro en varios países europeos, se ha extendido por todo el mundo estos últimos meses.
Como decíamos al comienzo de esta declaración, los comunistas revolucionarios defendemos incondicionalmente el derecho del pueblo palestino a defenderse con las armas en la mano de sus opresores. También contra los clanes mafiosos formados por elementos degenerados y lumpenizados que han traicionado a su propio pueblo colaborando con el ejército ocupante y saqueando la ayuda humanitaria.
Pero la lucha por la autodeterminación y liberación de Palestina tiene que ir unida a políticas que impulsen el levantamiento revolucionario de las masas contra el sionismo, el capitalismo y el imperialismo en todo Oriente Medio, uniendo a la clase obrera y todos los oprimidos bajo la bandera del socialismo.
El derrocamiento del Estado sionista es imposible sin promover la lucha de clases en los países vecinos y acabar con los regímenes árabes cómplices y cipayos de EEUU. No tiene ningún sentido proclamar como objetivo la destrucción del sionismo y, a la vez, mantener una posición de claudicación política ante los Gobiernos de Egipto, Catar, Emiratos Árabes Unidos, Arabia Saudí o el Irán de los mulas.
Es fundamental que la izquierda combativa palestina que lucha y resiste al ocupante, que ha sufrido brutalmente la represión sionista y tiene miles de militantes encarcelados, defienda una política de independencia de clase y consecuentemente internacionalista.
Subordinar la política revolucionaria, o peor aún, suspenderla en aras de pactos con organizaciones integristas como Hamás puede parecer muy práctico y realista. Pero esta estrategia lleva a convertirse en peones del juego diplomático de los regímenes mencionados.
Los vínculos de los dirigentes de Hamás con el Gobierno de los mulás, los jeques de Catar y la propia burguesía palestina y del resto del mundo árabe, y sus ideas fundamentalistas, representan un obstáculo para una lucha antiimperialista consecuente y efectiva. Su programa no es el de la revolución, no pretenden derrocar el capitalismo en Oriente Medio ni poner en aprietos a los regímenes árabes de los que dependen política y financieramente.
La liberación de Palestina solo puede encontrar una salida real de la mano de la revolución socialista, de la lucha por una Palestina unificada y socialista en el marco de una Federación Socialista de Oriente Medio. Solo así será posible crear las bases para una convivencia pacífica, donde los derechos democráticos de todos los pueblos y naciones que integran la región puedan ser respetados.
Notas:
[1]Alto el fuego sólo en el papel: Israel viola el acuerdo 47 veces y continúa matando en Gaza
[2]Guerra sin fin en Palestina
[3]Combinación fatal en Gaza: hambre, heridos y enfermedades
[4]Trump avisa a Israel de que perderá "todo" su apoyo si se anexiona Cisjordania
[5]Una comisión independiente de la ONU acusa a Israel de buscar “el control permanente de Gaza” y una mayoría judía en Cisjordania
[6]El ministro ultra israelí Smotrich prevé un “boom” inmobiliario en Gaza tras la guerra


















