En el último año decenas de miles  de jóvenes se han echado a las calles para protestar contra la destrucción del medio ambiente. La situación es de extrema gravedad: el último mes ha sido el  más caluroso jamás registrado y, desde el año 2008, se han registrado ocho de los diez años más calurosos. Los objetivos climáticos del acuerdo de París, que persiguen limitar el aumento de las temperaturas a  2º C, se revelan  ridículos en comparación con el aumento real de las temperaturas a que estamos asistiendo, así como respecto a los grandes incendios que se vienen produciendo fruto de esta catástrofe medioambiental producida por el modo de funcionamiento del sistema capitalista.  Aún así, los políticos del sistema no son capaces de ofrecer una solución.

 El fracaso del capitalismo “verde”

Esta crisis medio ambiental  es el resultado directo del sistema en el que vivimos: el capitalismo, una sociedad dividida en clases sociales en  la que la clase dominante, los capitalistas, son los únicos con poder de decisión sobre lo que se produce y cómo se produce. Estas decisiones no tienen en cuenta el bienestar de las personas y el medio ambiente, sino los intereses y beneficios económicos privados de una minoría social. El ejemplo de BVW, que durante años manipuló  los valores de sus emisiones para  “cumplir” con los límites legalmente establecidos, es solo  un caso entre muchos. Las compañías petrolíferas prefieren arriesgarse pudiendo causar grandes desastres ecológicos en lugar de invertir en medidas de protección ambiental por los costes que supondrían.

El tratado de libre comercio con MERCOSUR es solo la punta del iceberg de los oscuros negocios entre Alemania, la UE, Brasil y otros países  que destruyen el "pulmón verde" del planeta y las selvas tropicales. Bolsonaro está haciendo ahora,  a gran escala, lo que ha sido una realidad durante años en los bosques de Rumania o en el bosque de Hambach en Alemania. Las empresas capitalistas producen  en beneficio de una pequeña minoría  a expensas de las personas, de su salud y del medio ambiente, esa es la realidad.

La política defendida por los distintos partidos políticos, desde los conservadores hasta el Partido Verde, no está suponiendo ningún cambio. Los lobbys de presión de las multinacionales y  las  donaciones económicas privadas a los partidos  aseguran que no se tome ninguna decisión contra los intereses de la  gran industria. A modo de ejemplo, en 2016  los Verdes acordaron continuar con la extracción de carbón en el bosque de Hambach, poniéndose así del lado de  la compañía minera  RWE.  Angela Merkel, que no tuvo ningún empacho en apoyar públicamente la última acción de FFF (Fridaysforfuture), ha encubierto sistemáticamente  los crímenes de los dueños de BVW  asegurando su impunidad.

Al mismo tiempo, los políticos del sistema tratan de utilizar este gran movimiento para impulsar ataques sociales como el "impuestos ecológico". Los medios de comunicación del sistema utilizan la figura de Greta Thunberg para el mismo propósito, hacer recaer sobre las espaldas de la clase trabajadora el coste de la crisis climática. La resistencia de las grandes corporaciones a asumir parte de estos costes es tan salvaje que, incluso cuando se elaboran medidas inicialmente dirigidas a ellos, el alcance es prácticamente nulo. No están dispuestas a poner en riesgo ni una mínima parte de sus ganancias. Ninguna de estas medidas puede  cambiar el hecho de que la destrucción del medio ambiente es un problema sistémico, no individual. El problema es el capitalismo, que no está en condiciones de dar una respuesta a uno de los problemas más graves que enfrenta la humanidad, la destrucción del planeta.

El impuesto sobre el dióxido de carbono y otras medidas “farsa”

Miles de jóvenes comienzan a dudar de la cantinela recurrente de los políticos y algunos destacados “activistas climáticos” sobre  la  supuesta "responsabilidad individual” de cada uno de nosotros y nosotras  para acabar con la destrucción climática. Presentan el problema como si la responsabilidad del destrozo medioambiental fuese nuestra, de los jóvenes y trabajadores y de nuestros hábitos de vida, una teoría completamente falsa, como muestra la realidad. El 71% de las emisiones globales de CO2  a nivel mundial son producidas por 100 empresas. Los y las que padecemos las consecuencias de esta acción depredadora, no tenemos ninguna capacidad de decisión de cara a cambiar el rumbo, ¿o acaso podemos decidir sobre la utilización de pesticidas o sobre las explotaciones petrolíferas o mineras? Nuestra capacidad de decidir, esa supuesta “democracia” que nos ofrece el capitalismo, acaba  donde comienzan los intereses de los gigantes de la economía privada.

La libertad de elección en el capitalismo es un chiste. Quienes tienen recursos pueden ir al supermercado y comprar productos "ecológicamente justos", más caros y de los que además desconocemos las  condiciones de producción; podemos elegir entre diferentes marcas pero sin conocer los vínculos entre las filiales y las empresas matrices. Es una gran mentira que  bajo el capitalismo la mayoría de la sociedad podamos controlar la producción a través de nuestra demanda. En los últimos diez años, por ejemplo, el consumo de carne en Alemania ha disminuido, pero la producción ha aumentado; aproximadamente el 30% de los alimentos producidos en todo el mundo se tiran a la basura. El “libre mercado” funciona a través de oportunidades de inversión y perspectivas de beneficios para las grandes empresas y no a través de la demanda del consumidor.

Mucho más hipócritas son las medidas como el impuesto al CO2. Se señala que tenemos la culpa del cambio climático porque conducimos un automóvil o nos vamos de vacaciones una vez al año, pero no se dice que el 10% de las personas más ricas son responsables del 49% de las emisiones globales. El objetivo, aumentar los costes para la mayoría de la población y no para los responsables de la destrucción del planeta, las grandes multinacionales. Dicho impuesto significará un deterioro masivo en las condiciones de vida de la mayoría de la sociedad, mientras las grandes multinacionales contarán con mil y una artimañas para eludir el pago del mismo.

¡Por un movimiento ecologista anticapitalista y realmente  democrático!

La magnitud del movimiento contra el cambio climático, su potencial revolucionario y de cuestionamiento del sistema es tal que los intentos por parte del sistema de tratar de desviarlo y apropiarse del mismo en beneficio de sus intereses están alcanzando niveles vergonzosos. Es por eso que para combatir este descarado intento de manipulación necesitamos dotar al movimiento de un funcionamiento realmente democrático, en el que la mayoría podamos decidir a través de  asambleas abiertas regulares, en las que podamos elegir  a nuestros y nuestras representantes.  Necesitamos organizarnos en  nuestros centros de trabajo y de estudio, para continuar preparando huelgas y movilizaciones e ir más allá de las propuestas reformistas, respetuosas con el capitalismo, de dirigentes como el presidente del sindicato Verdi, Frank Bsirske, construyendo un movimiento ecologista anticapitalista y democrático que enfrente al verdadero responsable de esta situación, el sistema capitalista.

La solución a la degradación del planeta  solo puede venir de la lucha  contra la destructiva economía de mercado capitalista, exigiendo la nacionalización bajo control democrático de los y las trabajadoras de las industrias fundamentales, esa es la única manera “realista” para  realmente poder decidir y actuar en función de las necesidades ecológicas y sociales.  Es también la única manera de evitar  que los capitalistas utilicen demagógicamente la lucha contra la contaminación  para destruir puestos de trabajo.

Los empresarios nos dicen que la “transición ecológica” y la “digitalización” solo serán posibles a través de despidos. Están intentando utilizar esta gran mentira para dividirnos y reducir empleos. Sin embargo, a través de la transformación de la industria actual hacia un modelo de producción sostenible, mediante la modernización de los centros de trabajo y la consiguiente  reducción del horario laboral, con plena compensación de los salarios y del personal, se crearían una gran cantidad de puestos de trabajo de calidad. Para conseguirlo es imprescindible mantenernos unidos contra quienes nos explotan y nos chantajean. Salvar nuestra naturaleza y nuestras condiciones de trabajo y de vida es una cuestión que afecta a todos y cada uno de nosotros y nosotras, trabajadores y jóvenes que no sólo no somos responsables de la catástrofe climática sino que somos sus grandes víctimas. Necesitamos construir un movimiento fuerte y anticapitalista, y utilizar la huelga y la movilización para hacerlo avanzar.

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