Después de una introducción explicando la lucha tenaz que la clase obrera y el campesinado pobre protagonizó desde la proclamación de la Segunda República hasta la Guerra Civil, de los enormes obstáculos que tuvieron que hacer frente, incluidos aquellos que sus propias direcciones obreras les ponían en el camino, del horror que significó la derrota y la brutal represión bajo la dictadura franquista y de la necesidad de aprender de los errores para que no se vuelvan a repetir; después de todo eso vino un turno de palabras extraordinariamente rico.

Empezó hablando una mujer mayor, explicando su historia, de cómo cuando tenía 14 años se llevaron a su padre a la cárcel y cuando fueron a visitarle no le dejaron verle… y ya no le vieron nunca más. Dijo que por suerte después de años de lucha saben dónde está enterrado. En Burgos. Pero también habló del horror que sufrieron las mujeres, que ella misma vio con sus propios ojos. De cómo les rapaban, de cómo las ponían a los pies de los caballos para pisotearlas, de la pobreza extrema, del campo de concentración de Miranda, de lo duro, durísimo, que tuvieron que trabajar para salir adelante llevando toda la vida encima el dolor por la desaparición de su padre. Y con lágrimas en los ojos dijo que no ha habido justicia, que la justicia está todavía por llegar.

De la misma forma hablaba Félix Padín, un luchador antifascista muy conocido en la población. Félix con apenas 14 años ya era militante de la CNT en Bilbao. Habló de algunas experiencias durante la República y con una fuerza inagotable a pesar de su edad denunció como la Iglesia desde el primer momento estuvo en contra de la República. También contó la represión salvaje que tuvo que vivir, de un campo de concentración a otro. Y su conclusión era que la justicia, para todos los que sufrieron, nunca había llegado hasta el día de hoy.

Lo cierto es que el ambiente se iba haciendo cada vez más emocionante. Hablaron dos mujeres criticando cómo la Ley de Amnistía había sido una vergüenza y, como también se había explicado desde la Fundación, en realidad había sido una Ley de Punto y Final. Los mismos fascistas, dijo otro compañero joven, estaban en el poder judicial o en la política, como Fraga.

Más allá de la emoción, el acto tuvo un impacto político importante entre los presentes. Con las leyes de amnistía y de reconciliación la burguesía, apoyadas lamentablemente por los dirigentes reformistas y estalinistas de la época, se intentó enterrar la Memoria Histórica. Quisieron cortar el hilo conductor que une las luchas de la clase obrera de una generación con las de las siguientes. Para ello mintieron, ocultaron y tergiversaron la verdad. Y lo siguen haciendo hoy, cuando se cumplen 80 años de la caída de Alfonso XIII. Y todo ello para que los jóvenes no podamos aprender de la lucha de nuestros abuelos, de cómo intentaron una y otra vez cambiar una sociedad que sólo les ofrecía paro y miseria, de cómo la lucha durante la República fue una lucha revolucionaria contra el capitalismo, el mismo que hoy lanza a la juventud a un futuro de paro y precariedad.

Por eso, que en una misma sala se uniera ayer en Miranda a tres generaciones, la generación de la Revolución de los años 30, la generación de la Transición y los casi 20 jóvenes presentes nos demostró que la lucha de nuestros abuelos y de nuestros padres no se acabó, tan sólo quedó inconclusa y que ahora nos toca a los jóvenes obreros y estudiantes recoger el testigo, organizándonos políticamente con las ideas del marxismo para que por fin podamos rendir la mayor de las memorias a nuestros abuelos asesinados, reprimidos, esclavizados y explotados: una sociedad sin clases, una sociedad socialista.

Al final de todo tuvimos muchas felicitaciones por el acto, especialmente por el hecho de que estemos organizando a la juventud. Nosotros también queremos agradecer la colecta de unos 20 euros que nos ayudarán a financiar los carteles de los actos.

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