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Las mujeres trabajadoras norteamericanas han retrocedido 50 años en derechos reproductivos y sexuales tras la decisión del Tribunal Supremo estadounidense de revocar la constitucionalidad del derecho al aborto.

Esta decisión ultrarreaccionaria tumba la histórica sentencia conocida como Roe vs Wade de 1973 –que reconocía por primera vez el aborto sin restricciones antes de las 23 semanas de gestación– y deja en manos de cada estado decidir sobre este derecho. En 26 de ellos, los que están en manos de los republicanos, ya se han aprobado leyes que limitan o prohíben totalmente la interrupción del embarazo. Una hora después de que el Supremo anunciara su fallo, en al menos en tres estados –Kentucky, Luisiana y Dakota del Sur– ya se había prohibido el aborto en todas sus formas. Cinco más se sumaron rápidamente.

Lo sucedido el 24 de junio en EEUU es gravísimo y marca un precedente muy peligroso. La extrema derecha trumpista y su ideología misógina, racista y clasista supone una severa amenaza para las mujeres humildes, el colectivo LGTBI y el conjunto de la población trabajadora del país.

Un triunfo del trumpismo

La Corte Suprema, que es la máxima instancia judicial en EEUU, hoy cuenta con una mayoría conservadora de seis contra tres, algo inédito en décadas. Los cinco jueces ultracatólicos de extrema derecha que en su fallo justifican la medida —Samuel Alito, Clarence Thomas, Brett Kavanaugh, Coney Barrett y Neil Gorsuch, los tres últimos nombrados por Trump– han utilizado ‘argumentos’ esperpénticos. “La Constitución no confiere el derecho al aborto” ya que “no está arraigado en la historia y no es un componente de la libertad ordenada”, sentencian.

La Constitución estadounidense es la “Carta magna” más antigua todavía en vigor en todo el mundo. El texto data de 1787 y prácticamente no ha sido modificada desde entonces. De esta manera, estos cinco trumpistas pretenden hacer retroceder a millones de mujeres al siglo XVIII enviando a la hoguera casi cincuenta años de derechos conquistados, del amparo de la ley para poder abortar y de lucha por nuestra libertad.

A pesar de que cerca del 85% de los estadounidenses están a favor del aborto legal al menos en algunas circunstancias, los sectores más reaccionarios del aparato del Estado apoyados por Trump y el ejército ultraderechista que apoya al expresidente han hecho del ataque a este derecho una de sus señas de identidad.

Esta decisión judicial tendrá un efecto devastador sobre millones de mujeres, especialmente para las trabajadoras, pobres, negras y latinas –el riesgo de morir durante el parto se multiplica por tres entre la comunidad afroamericana–. Según datos de la Federación Internacional de Planificación Familiar (IPPF), la decisión del Supremo afectará a unas 40 millones de mujeres y niñas en edad reproductiva que podrían dejar de tener acceso al aborto. Esta organización calcula que la mortalidad de las mujeres podría incrementarse un 14%, en un país que ya tiene una alta tasa de mortalidad materna y que en 2020 sufrió un fuerte crecimiento[i].

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Los sectores más reaccionarios del aparato del Estado apoyados por Trump y el ejército ultraderechista que apoya al expresidente han hecho del ataque a este derecho una de sus señas de identidad. 


Los abortos se seguirán produciendo, pero solo las ricas podrán permitirse viajar miles de kilómetros y costeárselo. El Instituto Guttmacher calcula que unos 36 millones de mujeres en edad reproductiva vivirían en estados sin acceso al aborto. Ya entre 2012 y 2017, al menos 276.000 mujeres terminaron con sus embarazos fuera de su estado de origen.

El trumpismo está a la ofensiva, pero los ataques al derecho al aborto no han empezado ahora. En los últimos diez años, en 26 estados se han introducido leyes para restringir las interrupciones voluntarias de los embarazos. De hecho en Texas se puso en marcha la “ley del latino” que prohíbe interrumpir la gestación si el doctor puede detectar actividad cardíaca embrionaria –algo que puede ocurrir a partir de la sexta semana– y no contempla excepciones ni para los casos de incesto o violación. Inspirada en esta legislación, Oklahoma aprobó en mayo la más restrictiva hasta el momento: prohíbe el aborto desde el momento de la fecundación, salvo en casos en los que la vida de la madre esté amenazada.

La cúpula del Partido Demócrata es cómplice

No cabe la menor duda que Donald Trump y la extrema derecha han capitaneado esta ofensiva sin precedentes contra los derechos de las mujeres en EEUU. Pero la postura del Partido Demócrata ha sido totalmente pasiva y, desde que se filtró el borrador del Supremo hasta su aprobación, han tratado de minimizar el ataque que este suponía.

Las redes sociales se han llenado de mensajes de indignación. Desde Joe Biden, a Nancy Pelosi, Michelle y Barack Obama u otras portavoces de ONG ligadas al aparato demócrata, todos se echaban las manos a la cabeza y se preguntaban que cómo era posible que esto suceda en un país justo y democrático como EEUU. Pero la realidad es que no han movido ni un solo dedo para evitarlo.

Con el apoyo popular que tiene el derecho al aborto en EEUU y tras las protestas espontáneas del pasado 3 de mayo, se podría haber impulsado una campaña de movilizaciones para plantar cara a la reacción. ¡Pero no!

El Partido Demócrata, como buen escudero del sistema capitalista, se ha limitado a hablarnos de las dificultades legales y de su escasa minoría en el Congreso.

Con las elecciones de medio mandato en el horizonte, hay algunas personalidades que incluso ven la derogación del derecho al aborto como una oportunidad. Heather Williams, directora ejecutiva del Comité de Campaña Legislativa Demócrata, se expresaba de la siguiente manera: “la caída de Roe vs. Wade dará una motivación y urgencia a los votantes. Tenemos que aprovecharlo”. Un insulto a los millones de personas que estaban dispuestos a organizarse y movilizarse para evitar llegar hasta esta situación.

Construir un movimiento en las calles para defender el derecho al aborto

El pasado mes de mayo se llegaron a organizar 380 manifestaciones y marchas para responder al borrador filtrado. Con la derogación de Roe, las mismas imágenes de rabia y lucha se han repetido. Las protestas –algunas espontáneas y otras organizadas por Planned Parenthood[ii]– han sido en más de 70 localidades de EEUU. En Nueva York, Chicago, Los Ángeles, Atlanta y Seattle fueron miles y miles las personas que incluso tuvieron que hacer frente a los gases lacrimógenos lanzados por la policía. La más masiva, frente al Supremo en Washington, congregó durante horas a una masa de gente que no dejaba de gritar ¡Mi cuerpo mi decisión! o ¡Abortemos al Tribunal!

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Miles de personas han participado en las numerosas manifestaciones contra esta sentencia que se han producido por todo el país. 


Las declaraciones de una manifestante resumen perfectamente el estado de ánimo de quienes ese fin de semana llenaron las calles de la geografía estadounidenses: “No lo vamos a permitir. Que se preparen porque no lo vamos a permitir”.

Las mujeres trabajadoras, la juventud combativa y el conjunto de los trabajadores únicamente pueden confiar en sus propias fuerzas e impulsar un movimiento en las calles en defensa del aborto y todos los derechos que la ofensiva trumpista está colocando en la diana. Un movimiento que se base en la organización centro a centro y barrio a barrio, que vincule la lucha feminista y LGTBI a la batalla por mejoras salariales, contra la pobreza y el racismo. Solo así podremos frenar a la Iglesia Católica, y sus distintas variantes, a Trump y a los capitalistas y defender nuestros derechos y unas condiciones de vida dignas.

 

Notas:

[i] La mortalidad materna subió en EEUU en 2020, sobre todo entre las latinas

[ii] Planned Parenthood Federation of America, Inc., o simplemente Planned Parenthood, es una organización estadounidense sin ánimo de lucro que ofrece servicios de salud reproductiva, de educación sexual, de planificación familiar y de aborto en los Estados Unidos y en el mundo. (Wikipedia)


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