Los resultados del 28M en Catalunya han significado un duro golpe, que se suma al varapalo de la victoria arrolladora de la derecha españolista a nivel estatal. Este golpe es más impactante comparando los resultados con 2019.
Entonces, la movilización masiva en las calles contra la represión, el régimen del 78 y por la república catalana se reflejó en una victoria histórica del independentismo de izquierdas y las fuerzas a la izquierda del PSC-PSOE determinante para frenar a la derecha en el conjunto del estado.

Por primera vez en la historia, una fuerza independentista y de izquierda como ERC ganaba las municipales y las generales. Sus votos junto a los Comunes y la CUP sumaban 1.326.841, el 37,7%, superando claramente al PSC que, aunque recuperaba parte de su base histórica, se veía desarbolado por este giro a la izquierda. En Barcelona, ERC era primera fuerza, los Comunes segunda, prácticamente empatados, y con la CUP sumaban el 45,5% de los votos. La derecha españolista era aplastada: PP, Vox y Cs no juntaban ni el 10% (9,25%). Junts resistía utilizando la imagen de Puigdemont y su discurso independentista, pero los sectores más identificados con Convergència desaparecían del mapa.

Cuatro años después, el PSC gana estas municipales en Catalunya, con 712.949 votos (23,71%), 55.486 menos que hace 4 años, seguido por  Junts (552.089, 18,36%), ERC (519.833, 17,29%) y los Comunes (266.061, 8,85%). Las fuerzas a la izquierda del PSOE pierden 406.991votos (301.747 ERC, 62.199 los Comunes y 43.045 la CUP) ¡un tercio de lo conseguido hace 4 años! El voto conjunto del independentismo también retrocede, con ERC sufriendo un castigo masivo: pierde el 36,7% de sus votos en Catalunya y en Barcelona... ¡el 53,5 %! ¡De primera a cuarta fuerza! 

La clave es la altísima abstención (44,44%, 9 puntos superior a 2019), que se concentra en los barrios obreros, con diferencias de hasta 30 puntos entre feudos de la derecha como Sarrià (70% de participación) y barrios obreros donde apenas llega al 50% o incluso está por debajo: En Nou Barris (Barcelona) la participación cae más de 6 puntos hasta el 51,7%, y en Bonavista (Tarragona) vota el 41,7%. 

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La clave es la altísima abstención (44,44%, 9 puntos superior a 2019), que se concentra en los barrios obreros, con una participación de hasta 30 puntos menor que en los feudos de la derecha. 

Avance de la derecha españolista y convergente

La movilización electoral de la derecha y desmovilización de la izquierda y el independentismo progresista da la victoria en Barcelona a Trias, representante de la derecha convergente más rancia, que -además de ocultar cualquier elemento que recordase la república catalana- ha hecho bandera de la agenda más neoliberal de la burguesía catalana, apelando incluso al voto útil de la derecha españolista y uniéndose a la campaña de la ultraderecha y los nazis de Desokupa. La “Operación Trias” es un primer paso para intentar reconstruir a partir de Junts una CiU 2.0

Otro dato impactantes es que PP y Vox doblan su apoyo. El PP pasa de 161.846 votos (4,63%) a 247.113 (8,22%). Y Vox quintuplica sus votos: de 36.240 a 150.653 (5,01%), pasando de tener presencia en un único municipio a 76, incluidas Barcelona, las otras tres capitales de provincia y casi todas las ciudades de importancia.

En Badalona, donde la izquierda ha gobernado 39 de los últimos 45 años, un racista españolista, machista y homófobo como Albiol consigue el 56% de los votos y 18 concejales de 27, rentabilizando la sensación generalizada de abandono que existe en los barrios de una de las ciudades catalanas con más bolsas de pobreza y mayores niveles de desigualdad tras años sin que las políticas del Gobierno central, la Generalitat o los Gobiernos municipales del PSC, pero tampoco los tres años de gobierno de Guanyem Badalona (referencia de la CUP), en confluencia con ERC, comunes y otros sectores de izquierda, hayan cambiado nada.

El avance del PP y Vox no es un detalle, como tampoco lo es que casi la mitad de votos de Vox en Barcelona provengan de los distritos más pobres, como el distrito obrero de Nou Barris, en el que más crece pasando de un 1,71% a un 8,73% (¡¡7 puntos!!). Estamos ante una advertencia muy seria de que Catalunya tampoco es inmune a la ultraderecha españolista.

Estas son las consecuencias de cuatro años de desmovilización, paz social y políticas capitalistas

El motor de las contundentes victorias de la izquierda y el independentismo en Catalunya durante la última década ha sido la movilización revolucionaria de las masas en la calle: primero con el 15M y contra los recortes y políticas de austeridad de CiU, y desde 2017 con las crisis revolucionarias abiertas tras el referéndum del 1-O, en 2017, y con la rebelión social contra la infame sentencia del Supremo contra los dirigentes independentistas en octubre de 2019. Su mensaje, dando la vitoria de ERC, era muy claro: combatir la represión, romper con el régimen del 78, y llevar adelante la república catalana aplicando políticas de izquierdas que garantizasen salarios, empleo y vivienda dignos, sanidad, educación y servicios sociales públicos de calidad,etc...

Cuatro años después, el balance no puede ser más desolador. De la mano de Junts, ERC liquidó la república catalana y ha pactado con los Comunes y el PSC-PSOE blindar la paz social en Catalunya, apoyando todas las políticas del gobierno central y aplicando una agenda similar desde la Generalitat que está significando ceder en un terreno tras otro a los grandes capitalistas, mantener las privatizaciones, no revertir los recortes, y condenar a la clase trabajadora, y a sectores de las capas medias, a la precariedad y la miseria. 

Según la propia Generalitat (Idescat, abril de 2023) uno de cada cuatro habitantes de Catalunya (24,7%), está en riesgo de  exclusión social. El 12,1 % de los trabajadores remunerados recibe un salario por debajo del umbral de la pobreza y un 21,4% de la población tiene problemas para pagar su alquiler o hipoteca (Informe ISOCAT de la Federación de Entidades catalanas de Acción Social). Catalunya es la comunidad con más desahucios, con Barcelona liderando esta siniestra estadística que desde la pandemia ha crecido casi un 30%, y con los alquileres más caros (1.066€/mes de media). Y esto tras 8 años con Ada Colau de alcaldesa.

Esta dura realidad y estos hechos son los que explican la derrota de Ada Colau en el Ayuntamiento de Barcelona frente a Trias, que gana las elecciones con 70.278 votos más y el 22,42%, quedando Barcelona en Comú en tercer lugar con el 19,77% y 24.563 votos menos, y por debajo incluso del PSC, que pierde 7.013 votos y obtiene el 19,79%.

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De la mano de Junts, ERC liquidó la república catalana y ha pactado con los Comunes y el PSC-PSOE blindar la paz social en Catalunya, apoyando todas las políticas del Gobierno central manteniendo las privatizaciones y los recortes.  

El fracaso de los Ayuntamientos del cambio, que conquistaron tres de las ciudades más grandes de Catalunya como Barcelona, Badalona o Sabadell, con más de dos millones de habitantes; la renuncia de las fuerzas de izquierda, tanto ERC como los Comunes, en connivencia con los dirigentes sindicales de CCOO y UGT, a mantener la batalla en las calles, basándose en el movimiento de masas, y confrontando con la patronal; las políticas pro capitalistas de la Generalitat encabezada por ERC, que mantiene los recortes y la degradación de la sanidad, educación y demás servicios públicos; y el acuerdo de los dirigentes independentistas de cara a renunciar a la lucha contra la represión, el régimen del 78 y por la República, explican la abstención masiva, el avance de la derecha, y el duro castigo tanto a En Comú Podem como a ERC.

Los resultados de la CUP y la lucha por la independencia y el socialismo

La CUP  pierde 43.045 votos en estas elecciones, el 24,39%. No consigue representación en Barcelona, pierde la que tenía en Tarragona (donde participaba en el gobierno municipal con ERC y Junts) y el 30% de sus votos, y sufre un durísimo batacazo en Badalona, donde ostentó el gobierno municipal entre 2015 y 2018, pasando de cuatro concejales en 2019 a 1.

Desde Esquerra Revolucionària hemos hecho campaña pidiendo el voto a la CUP, destacando que se ha desmarcado de los presupuestos capitalistas de la Generalitat, ha denunciado la guerra imperialista en Ucrania y a la OTAN, y ha participado e impulsado luchas y huelgas contra los megaproyectos, contra los recortes y en defensa de la educación, la sanidad y los servicios públicos, o denunciando la represión y la necesidad de impulsar la lucha por la República catalana.

Sin embargo, atribuir estos malos resultados al reflujo del movimiento de masas por la república, al bloqueo de los medios de comunicación o a la movilización de voto útil en favor de Ada Colau en Barcelona frente a los ataques de los fascistas de Desokupa no explica completamente este retroceso. ¿Por qué con un malestar masivo entre la juventud, sectores del independentismo de izquierdas y  de vanguardia de la clase trabajadora, la CUP retrocede y crece tanto la abstención entre la izquierda?

Aprovechando la lógica preocupación que han provocado estos resultados en las bases del movimiento  de liberación nacional, de cara a las elecciones generales de julio Jordi Turull (secretario general de Junts) ha propuesto una lista independentista única y Pere Aragonés un “frente común”. Al mismo tiempo, en la izquierda independentista, portavoces del sector más de derecha de Poble Lliure han pedido inmediatamente que la CUP siga ese camino y se funda con ERC y Junts, abandonando cualquier posición revolucionaria y de clase.

Un camino que llevaría a repetir uno de los grandes errores que cometió la dirección de la CUP en los momentos más críticos de la lucha en Catalunya: subordinarse a la derecha y a la socialdemocracia catalanista, a Junts y ERC, renunciando a un política revolucionaria independiente que vincule la liberación nacional con la lucha por la liberación social, es decir, a un programa que plantee la toma del poder a través de la expropiación de la banca y de los capitalistas tanto catalanes como españoles.

La realidad es que Junts y ERC enterraron la república catalana hace tiempo, y lo hicieron muy conscientemente al darse cuenta del potencial revolucionario y anticapitalista que alcanzó esta batalla. Mantienen un discurso independentista abstracto e inofensivo, tratando de calmar el malestar de sus bases, aplicando fielmente la agenda que marca la burguesía catalana y reconstruyendo todos los puentes con el Estado español y el régimen del 78.

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La realidad es que Junts y ERC enterraron la república catalana hace tiempo, y lo hicieron muy conscientemente al darse cuenta del potencial revolucionario y anticapitalista que alcanzó esta batalla. 

Los llamamientos a la unidad por parte de la dirección de la CUP a ERC y Junts, supeditándose a su estrategia, como en 2017 y 2019, volverán a caer una y otra vez en saco roto. La CUP, para avanzar, ¡y puede hacerlo!, necesita aparecer y erigirse en una alternativa de cara a dirigir el movimiento de liberación nacional. Y esto solo puede hacerlo revolucionariamente, mediante la lucha y la acción directa, con los métodos de la clase trabajadora, construyendo posiciones en los sindicatos de clase, dirigiendo las luchas sociales, y levantando un programa anticapitalista y socialista que luche directamente por la República socialista catalana, sin etapas intermedias.

La lucha por la independencia pasa necesariamente por luchar por el socialismo, por el comunismo, expropiando al gran capital, y transformando así radicalmente las condiciones de vida de las masas. La crisis de UP, de Syriza y de la nueva izquierda reformista ha puesto en evidencia que no hay caminos intermedios. ¡O socialismo o barbarie! ¡Únete a Izquierda Revolucionaria!

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