Lo Pagan es una localidad a orillas del Mar Menor. Su ayuntamiento es  del PP y todos los veranos se planta una feria en el Paseo. Allí también  venden sus mercancías inmigrantes africanos y sudamericanos.
 La población local y los turistas que pasean todas las noches mantienen  una actitud cordial con ellos y son bien tratados por la gente. Llevan  tiempo en la zona y están integrados en  la localidad. Pero, todas las  noches de verano, como un reloj, la Policía Local los persigue y ellos  se ven obligados a levantar sus mercancías y escapar. Y así, noche tras  noche, sin tregua.
 Pero una noche ocurrió algo muy importante. Una chica sudamericana  estaba metida hasta las rodillas en el agua con sus bártulos a la  espalda y un policía esperando, como un buitre, en la orilla a que  desfalleciera.
 En el muro la multitud contemplaba la escena y se oían comentarios de  angustia, pidiéndole al agente que la dejara marcharse. Pero éste,  imperturbable.
 Repentinamente bajé a la playa y me acerqué a la chica. Y el policía, a  tres metros de mí. En ese momento oí aplausos y bajaron dos personas  más; mi hija, de 14 años se metió en el agua a tranquilizar a la chica  inmigrante.
 A continuación, en tropel se acercó mucha gente que estaba en el paseo.  El policía se apartó en el momento que vio bajar tanta gente y pidió  refuerzos.
 Mientras tanto, todos nosotros intentábamos convencer a la chica de que  saliera fuera del agua, que no le iba a pasar nada. Ella seguía  temblando de miedo y no se atrevía a salir, hasta que por fin lo hizo  rodeada del grupo que la llevó hasta el lugar donde estaban sus  compañeros, que aplaudían la escena.
 Este hecho nos hace ver que, a pesar de todos los prejuicios con que  esta sociedad nos invade, la gente no tolera este tipo de actos racistas  y espera a que alguien de el primer paso para manifestar su rechazo.
 El capitalismo intenta envenenar la mente de la gente, pero este hecho demuestra que la gente no siempre se deja manipular.
 La ideología dominante sólo nos muestra aquello que sirve a sus fines,  pero la verdad  es como la vida: muchas veces, no tiene que demostrarse.






 
 





 
  
                 
  
                 
  
                 
  
                
 
  
                 
  
                 
  
                 
  
                
 
  
                 
  
                 
  
                 
  
                
 
  
                 
  
                 
  
                 
  
                 
  
                 
  
                 
  
                 
  
                 
  
                 
  
                 
  
                 
  
                 
  
                 
  
                 
  
                 
  
                 
  
                 
  
                 
  
                 
  
                


