Durante estos primeros años del siglo XXI estamos asistiendo a continuas celebraciones oficiales de los 25 años de la Transición política. En todas ellas se destaca a una serie de personajes como los que hicieron posible el paso de la dictadura franquista a la “democracia”. Pero nadie recuerda a la verdadera protagonista: la clase obrera del Estado español.

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Una de las tareas de la Fundación Federico Engels es recuperar la memoria histórica del proletariado del Estado español. Con ese afán iniciamos en 2003 la Colección Memoria Obrera, con el libro de Pepe Martín Rebelión Obrera en Tejas y Ladrillos, Campanillas (Málaga) 1976-77, la historia de una lucha emblemática en un sector como el de las empresas ladrilleras de la Costa del Sol.

En marzo de 2004, coincidiendo con el 28º aniversario de la masacre del 3 de marzo de 1976 en Vitoria, publicamos el texto de Arturo Val del Olmo 3 de Marzo. Una lucha inacabada.

El autor, que en 1972 participa en la creación de la Comisión Obrera de Aranzábal, la empresa donde trabajaba, se integra en las organizaciones socialistas (PSOE y UGT) y forma parte de la Coordinadora de Comisiones Representativas que dirige la lucha que culmina el 3 de Marzo de 1976 en Vitoria.

Con la legalización de las organizaciones obreras, Arturo Val del Olmo es elegido secretario general de UGT de Álava en 1977 hasta 1984, año en que es expulsado junto con toda la Comisión Ejecutiva por defender el marxismo, por la oposición a los pactos sociales y por exigir que el Gobierno del PSOE llevase adelante un programa socialista.

El movimiento socialista en Álava

Este libro constituye una historia del movimiento obrero alavés de los años 70 y 80 contada por uno de sus protagonistas principales, pero es también la historia del movimiento socialista en esos años, con toda la riqueza del debate ideológico que se produjo: reforma o ruptura, acuerdos con la burguesía o independencia de clase, participación o boicot en el Sindicato Vertical, derecho de autodeterminación, etc.

Comienza el libro exponiendo la evolución del movimiento obrero en Álava, vinculándolo a la situación internacional, a las luchas como la Revolución de los Claveles en Portugal, el triunfo y la derrota de los trabajadores chilenos, etc.

Explica cómo Álava pasó de ser una provincia netamente agrícola a ser una zona industrial, aprovechándose los empresarios de las ventajas fiscales que los Fueros alaveses les concedían. Esto hizo que Vitoria duplicase su población en pocos años lo que provocó la construcción de barrios, alguno de ellos piratas, insalubres, donde las condiciones higiénicas no eran precisamente lo que potenciaban los constructores. Estos nuevos barrios, como Ariznavarra, absorbían a los jóvenes trabajadores que llegaban a Vitoria de los pueblos alaveses o de otras zonas del Estado como Andalucía, Castilla, Extremadura, Galicia, etc. Uno de estos jóvenes fue Boni Casado, que cuenta cómo llegó a Ariznavarra, cómo conoció a Arturo y cómo poco a poco iban tomando conciencia de que para cambiar las condiciones en las que vivían había que organizarse y luchar.

La clase obrera entra en escena

La dictadura franquista agonizaba y la burguesía se preparaba para atacar más el nivel de vida de los trabajadores. La clase obrera se había fortalecido. Mientras al finalizar la Guerra Civil el campesinado era mayoritario, con un 63% de la población activa, en 1975 de una población activa total de 13,4 millones de personas la población asalariada sumaba más de 9,5 millones, de los que 3,6 millones eran obreros industriales. El proceso de toma de conciencia de los trabajadores, su creciente fortaleza y su oposición a la dictadura franquista se refleja en la curva ascendente de la lucha huelguística: en el trienio 1964-1966 hubo 171.000 jornadas de trabajo perdidas en conflictos laborales; en 1967-69 se doblaron hasta las 345.000; en 1970-72 fueron 846.000 jornadas y en 1973-75 un millón y medio. En 1976 esta cifra se disparó hasta los más de doce millones de jornadas perdidas por huelgas.

Una de las luchas que sirvió de experiencia a los trabajadores alaveses fue la huelga de Michelín de 1972. Aunque acabó en derrota, mostró el camino a seguir a los trabajadores para ganar en las siguientes batallas: unificar las fechas de negociación de los convenios de las diferentes empresas; dotarse de representantes al margen de los enlaces y jurados del Sindicato Vertical, que eran presa fácil de la presión de los empresarios y de las estructuras del régimen; y por último los arrestos y palizas a los trabajadores más combativos enseñó cuál era la verdadera cara del régimen y a quién defendía en realidad.

Los años siguientes son años de formación de los Comités Obreros, del trabajo para la extensión de las organizaciones socialistas ya que el ambiente entre la clase trabajadora es de debate permanente. En 1974, tras un debate impulsado por UGT, se constituyó la Coordinadora Obrera de Vitoria que integra a todos los organismos de base de los centros de trabajo y que se configuró como instrumento de coordinación unitaria de todas las fábricas de Vitoria; no se admitía que los grupos políticos tuviesen representación orgánica porque “la coordinación no se plantea en base a principios estratégicos, tácticos u organizativos, o a métodos de lucha comunes, sino en base a reivindicaciones unitarias que permitan la generalización de las luchas” (Documento original de los Comités Obreros de Álava).

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La policía franquista disparó contra los trabajadores y asesinó a cinco trabajadores. 


La plataforma reivindicativa junto con los aspectos económicos, recogía reivindicaciones políticas que significaban un salto cualitativo: derecho de asamblea, reunión, asociación, expresión, huelga y manifestación; libertad de los presos políticos y vuelta de los exiliados; métodos de lucha basados en la asamblea como único órgano de decisión, comités obreros elegibles y revocables, con mandato imperativo de la asamblea y consecuentemente dimisión de todos los enlaces y jurados, aunque fueran honrados. 

Vitoria: vanguardia de la lucha contra la dictadura

El 14 de noviembre de 1975, el primer Consejo de Ministros presidido por Juan Carlos aprobaba el Decreto de Congelación Salarial. El 20 moría Franco. En diciembre, tan solo en Madrid, más de 150.000 trabajadores estaban en huelga. Los primeros días de enero las empresas en huelga aumentaron, pararon Renfe y Metro, las cuencas mineras, etc.

La burguesía tenía tan poca confianza en sí misma, sobre todo al calor de los acontecimientos revolucionarios que se desarrollaron en Portugal con la Revolución de los Claveles, que su máxima prioridad en aquellos momentos era poner a resguardo los frutos de la explotación de la clase trabajadora durante la dictadura. La evasión de capitales adquirió cifras dramáticas en aquellos años. Solo entre enero y mayo de 1976 salieron del país 60.000 millones de pesetas. Esta fuga descapitalizó la industria: así, mientras en 1973 la formación bruta de capital crecía un 12,5%, en 1975 se contrajo en un -4%, siendo aún peor en 1976 donde el INI, que invirtió 115.000 millones,  representaba un 30% de la inversión total.

La clase trabajadora sufría las consecuencias de esta crisis. La inflación en 1976 llegó al 20% y solo el pan subió cerca de un 40% en el primer trimestre del año. El desempleo, que afectaba apenas a 300.000 parados en 1973, superaba en 1976 el millón de personas. La clase trabajadora respondió a esta situación con una lucha heroica.

En Vitoria, desde el mes de enero de 1976, cerca de treinta empresas se habían ido declarando en huelga coordinando sus acciones, eligiendo democráticamente en asamblea a sus propios representantes, cuestionando así la falta de libertades. Los trabajadores exigían una subida lineal igual para todos de 6.000 pesetas al mes, cien por cien del salario en caso de enfermedad o accidente, jubilación a los 60 años con el jornal real, reducción de la jornada laboral, ni un despedido, ni un represaliado, no al Sindicato Vertical, etc.

Lo que caracterizó el movimiento de Vitoria fue la coordinación de las empresas en lucha a través de la elección en asamblea de comisiones representativas de fábrica que, junto a los jóvenes, las mujeres, los barrios, crearon una estructura de poder obrero que dirigía y organizaba la lucha, las cajas de resistencia, etc. A medida que fueron saliendo más empresas a la huelga, la antigua COV fue modificándose y adaptándose a la nueva situación. La COV convertida en Coordinadora de Comisiones Representativas era el germen de una nueva estructura que trascendía el marco de la empresa. El debate entre las distintas tendencias fue intenso. Arturo lo refleja en el capítulo dedicado al 3 de Marzo. Esa etapa significó un impulso en la lucha ya que se consiguió aprobar la realización de una primera asamblea de todos los trabajadores en huelga el 22 de enero. El régimen, que se sentía arrinconado y herido de muerte tras cuarenta años de dictadura, de dominación y de opresión, solo podía morir matando.

El 3 de Marzo de 1976

El día 3 de marzo de 1976 toda la clase obrera de Vitoria secundó la huelga general convocada por las Comisiones Representativas de las empresas en lucha. El éxito de la jornada fue abrumador.

A las 5 de la tarde en la Iglesia de San Francisco de Vitoria se convocó asamblea general para toda la clase obrera de Vitoria. Una hora antes la iglesia estaba ya repleta, la ciudad absolutamente paralizada y recorrida por barricadas. Desde todos los barrios obreros miles de jóvenes, mujeres y trabajadores abandonan sus casas para acudir a la cita común.

La policía se concentra en el mismo lugar, irrumpe en el lugar de la asamblea, rompe los cristales y dispara al interior botes de humo. La gente se echa al suelo e intenta protegerse. En el exterior la noticia corre como el fuego: la policía ha cercado la iglesia, ha lanzado botes de humo en su interior y va a asfixiar a miles de obreros. La gente espontáneamente se organiza para liberar a sus compañeros. En el interior, los que ya no pueden más, salen extenuados y medio asfixiados al exterior. La policía ha organizado pasillos para recibir a los trabajadores que intentan salir a porrazos, culatazos y finalmente organiza una masacre.

Mientras el Gobierno, la patronal, el ejército y la policía se felicitaban por la masacre, la clase trabajadora sacaba lecciones de dichos acontecimientos. Más de cien mil personas, el pueblo entero de Vitoria, asistieron al funeral y recorrieron las calles de la ciudad desde el Gobierno Civil hasta el hospital donde estaban los heridos, homenajeando a los obreros muertos. Cuando Fraga se presentó allí, uno de los obreros heridos le espetó: “qué, ¿vienes a rematarnos?”. Se secundaron movilizaciones en todo el Estado y todo Euskadi se paralizó el día 8 por la mayor huelga general desde los años treinta, con más de medio millón de obreros en paro. Fueron concedidas prácticamente todas las reivindicaciones de los trabajadores y durante aquellos años la clase trabajadora en todo el Estado obtuvo las mayores subidas salariales en cuarenta años. Las luchas de Vitoria dieron un golpe de muerte a la dictadura franquista.

La defensa de las ideas del marxismo en las organizaciones socialistas

El libro pasa a analizar las repercusiones que tuvo la lucha de Vitoria en la caída del régimen franquista. Arturo y los compañeros que estaban en UGT y PSOE de Álava, a la vez que participaban activamente en las luchas obreras, habían estructurado una dirección para las diferentes organizaciones socialistas. Las luchas de los trabajadores mostraban el camino a seguir para transformar la sociedad, pero las direcciones del PSOE y del PCE optaron por una política reformista y por la colaboración de clases con la burguesía, en lugar de la ruptura con el capitalismo que implicaba apoyarse en la movilización revolucionaria, avanzando hacia la toma del poder por parte de la clase trabajadora.

Su defensa de la teoría de las dos etapas, “primero la democracia y luego el socialismo”, reproducía los mismos errores que en los años 30 llevaron al franquismo al poder: “primero consolidar la república, luego el socialismo”, “primero ganar la guerra, luego el socialismo”. En realidad esta política no tenía otro objetivo que frenar el impulso revolucionario de las masas. ¿A dónde ha conducido esta política de las dos etapas? Los Gobiernos de Felipe González, lejos de depurar el aparato estatal y exigir un juicio popular a los responsables, colaboraron con dicho aparato y se sometieron a sus dictados, como demostró la puesta en marcha de los GAL y los recortes a los derechos de expresión y manifestación con la Ley Corcuera, el Plan ZEN, la LOAPA, etc.

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Las fuerzas represivas atacaron con saña a los obreros en huelga y sus familias. 


Así mismo, su política en relación a las condiciones de vida de la clase trabajadora cargó la crisis sobre las espaldas de los trabajadores, mediante la reconversión industrial, las sucesivas reformas laborales, implantando los contratos basura y las ETT, etc. Esta política permitió a la patronal volver a recuperar el terreno perdido.

La mayor parte de los militantes socialistas de Álava apoyaban el programa del marxismo revolucionario, que en las organizaciones socialistas del Estado español defendía el periódico Nuevo Claridad, ahora El Militante. En el Congreso del PSOE de 1976 se aprobó un programa económico claramente anticapitalista, con nacionalizaciones, cambios en las empresas para permitir el control obrero, planificación económica..., defensa del derecho de autodeterminación, etc. Sin embargo a partir de este Congreso el partido profundizó el giro a la derecha que venía preparando desde 1975. El programa electoral de 1977 no reflejaba para nada las resoluciones del XXVII Congreso. Esto creaba malestar en la base y reforzó la decisión del sector socialdemócrata de acabar con la oposición más a la izquierda, tanto en el PSOE, como en las JJSS y UGT.

Primeramente disolvieron la Federación de Álava de las JJSS y, tras el I Congreso del Partido Socialista de Euskadi que se celebró en febrero de 1977, Enrique Múgica se presentó en una asamblea del PSOE de Álava y disolvió la agrupación. Estaba claro que la dirección del partido estaba dispuesta a utilizar cualquier método para combatir la creciente influencia de las ideas marxistas en la base, especialmente en las Juventudes Socialistas.

Vinieron años en los que, además de luchar contra la claudicación del partido frente a la burguesía, había que organizar a los trabajadores. Arturo explica cómo había que multiplicarse para atender la afiliación masiva a los sindicatos cuando se legalizaron, de luchas por conquistar derechos mínimos para los trabajadores, participación en las elecciones sindicales, etc. Es así como se participa en el primer convenio provincial de la construcción de Álava. Arturo y otros compañeros de UGT, despedidos y en las listas negras de la patronal, habían tenido que ir a trabajar a las obras de la autopista. Organizaron a los trabajadores, consiguieron un buen acuerdo y dieron el paso de organizar a todo el sector de la construcción y negociar al margen del Sindicato Vertical. UGT era mayoritaria en la Comisión Negociadora y los compañeros con la experiencia adquirida en las luchas del 76 y en la huelga de la autopista fueron el factor determinante en la situación y en que se consiguiese uno de los mejores convenios del Estado.

La disolución de la UGT de Álava

La UGT de Álava, dirigida por Arturo y los compañeros que compartían las ideas del marxismo revolucionario, tuvo que llevar una lucha ideológica sin cuartel contra la creciente subordinación de UGT a las pretensiones de la burguesía. Cuando el PSOE ganó en 1982 con más de 10 millones de votos, la existencia de sectores críticos en UGT eran un freno para las pretensiones de la burguesía y de sus representantes en la dirección del PSOE de cargar el peso de la crisis económica sobre las espaldas de los trabajadores con despidos, cierres de empresas y demás.

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El entierro de los trabajadores asesinados se convirtió en una multitudinaria manifestación de repulsa a la dictadura. 


En 1983, la dirección confederal de la UGT, en connivencia con la del PSOE, culminó la caza de brujas contra el ala marxista con la disolución de la UGT de Álava y la expulsión de Arturo y sus compañeros de la Comisión Ejecutiva Provincial. A partir de ese momento, la lucha por agrupar a los militantes obreros alaveses de la UGT que no aceptaban el giro derechista del sindicato y la represión política interna, cristalizó en la formación de la Unión Socialista de Trabajadores (UST) que se mantuvo, con gran influencia, como el referente marxista del movimiento obrero alavés por diez años.

El presente libro no es solo un riguroso análisis desde un punto de vista de clase de los acontecimientos de aquellos años. Es una llamada a la lucha del presente y del futuro, donde el combate por la transformación socialista de la sociedad sigue siendo igual de necesario.

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Este artículo ha sido publicado en la revista Marxismo Hoy número 12. Puedes acceder aquí a todo el contenido de esta revista. 

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