La guerra en Iraq no le ha solucionado nada al imperialismo estadounidense, pero ha desembocado en un periodo más inestable a escala mundial. El mundo es ahora un lugar más turbulento, volátil y peligroso que hace unos cuantos meses.

A primera vista parece que el resultado de la guerra fue el más favorable para Washington. La lucha terminó rápidamente y las pérdidas —al menos por parte de las fuerzas de la coalición— fueron relativamente pequeñas.

El colapso de la resistencia iraquí en las últimas etapas sembró muchas dudas sobre la capacidad de combate del régimen. Está claro que las cualidades de lucha del ejército iraquí disminuían a medida que la guerra se acercaba a Bagdad, cuando se esperaba exactamente lo contrario. Ese colapso, cuando llegó, fue repentino y total. La explicación de esto reside, en parte, en la superioridad colosal de la capacidad de fuego estadounidense y en su dominio aéreo. Pero esto no lo explica todo. Los estadounidenses temían mortalmente la entrada a Bagdad porque sabían que si se iniciaba una lucha callejera esta provocaría muchas bajas. De hecho, fueron los más asombrados por lo rápidamente que se derrumbó la resistencia. La victoria final de las fuerzas de la coalición era inevitable, pero el repentino colapso de Bagdad no se puede explicar totalmente en términos de la superioridad tecnológica del ejército estadounidense y de su fuerza aérea. Fue más una cuestión de moral. En el momento de la verdad, la mayoría de los iraquíes no estaban dispuestos a morir luchando por el régimen de Sadam Husein, incluso aunque odiaran a los imperialistas estadounidenses.

La razón de esto fue la descomposición interna del propio régimen. La capacidad de lucha y el coraje de las fuerzas iraquíes disminuyen cuanto más nos acercamos a las filas superiores del Estado. Los soldados iraquíes y los fedaiyines lucharon valientemente, en general. Por su parte, la Guardia Republicana, el cuerpo de élite mimado por el régimen de Sadam Husein, no cumplió su promesa de luchar hasta la muerte, simplemente se desintegró.

De este modo, la coalición consiguió la victoria más fácilmente de lo que había previsto. Esto ha tenido consecuencias políticas concretas. Una campaña militar prolongada con muchas bajas habría tenido unos efectos desastrosos en EEUU. En Gran Bretaña habría puesto a Blair en una situación insostenible. Recientemente salió a la luz que Jack Straw y otros destacados miembros del gabinete estaban dispuestos a dimitir si aumentaba el número de parlamentarios laboristas que votaban contra la guerra.

La rápida caída de Bagdad ha tenido un efecto favorable para la camarilla instalada en la Casa Blanca. Bush y la fracción de los halcones —Rumsfeld, Cheney, Wolfovitz— han salido fortalecidos, al menos temporalmente, a expensas de Colin Powell. El centro de gravedad de la Administración Bush ha girado aún más a la derecha. Esto tendrá consecuencias en la política interior y exterior de EEUU en el próximo periodo.

Es importante destacar que Bush, durante la campaña electoral presidencial —antes de que, gracias a un fraude, consiguiera entrar a la Casa Blanca—, era un ardiente defensor del aislacionismo. Su consigna era “EEUU primero”. Pero en la época del capitalismo monopolista y el imperialismo, “EEUU primero” no significa aislacionismo sino una política exterior agresiva y voraz. Rumsfeld, Cheney, Wolfovitz y sus amigos de la derecha republicana son los defensores más vociferantes de esta política.

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Los soldados estadounidenses fueron a Iraq creyendo que serían recibidos como libertadores, pero en cambio se enfrentan a una población furiosa y resentida que desea librarse de ellos.  


Paul Wolfovitz, el segundo de Rumsfeld, estuvo presionando para que se invadiera Iraq desde principios de los años noventa; también exigió una acción militar contra Iraq inmediatamente después del 11-S, aunque no existía la más mínima evidencia que vinculase a Iraq con el ataque a las Torres Gemelas. Según algunas fuentes, fue disuadido en parte por la intervención de Tony Blair, que les pidió que en su lugar atacaran a Afganistán. Pero nunca renunciaron a su plan original y los ataques del 11-S y la “lucha contra el terrorismo” fueron una excusa conveniente.

Las divisiones en la Administración, tanto antes de la guerra (sobre el papel de las Naciones Unidas) como durante ella (sobre la política militar), demuestran que un sector de la clase dominante —representada por Powell— se siente incómoda ante la “exuberancia irracional” de la derecha republicana. Pero la victoria en Iraq ha desequilibrado la correlación de fuerzas a favor de la fracción más reaccionaria. Los conservadores tienen firmemente el control y lo utilizarán para imponer su política en diferentes zonas.

Iraq

La política que persigue la administración Bush en Iraq es la que se podía esperar. Con una prisa indecente se apoderaron de los pozos petroleros inmediatamente después del inicio de las hostilidades. Los únicos ministerios que protegieron en Bagdad fueron los de petróleo e interior.
La conducta de los imperialistas estadounidenses en Iraq no es la de los libertadores sino la de un ejército de ocupación y la de una potencia colonial. Son avaros y autoritarios. También son brutos. Tan pronto como comenzó la lucha, Bush anunció que todos los contratos de la reconstrucción irían a empresas estadounidenses. Todas, además, son grandes contribuyentes económicos a las arcas del Partido Republicano. La derecha ha realizado, a través de la Fundación Heritage, planes detallados para la privatización del petróleo iraquí. Esto es ilegal bajo la ley internacional, pero la invasión de Iraq también es ilegal, así que se limitan a encogerse de hombros.

La hipocresía de los imperialistas es realmente asombrosa. Continúan protestando y diciendo que no están interesados en el petróleo iraquí, que el petróleo “pertenece al pueblo de Iraq” y otras cosas por el estilo, mientras siguen con sus planes de entregar todo a las constructoras estadounidenses y a las grandes multinacionales del petróleo. Sin embargo, aquí también tienen grandes problemas.

En primer lugar, costará mucho dinero y tiempo poner en funcionamiento de nuevo los campos de petróleo iraquíes. Se calcula que se tardará al menos un año en conseguir los niveles de producción anteriores a la guerra, que ya eran muy bajos, y costará miles de millones de dólares debido al deterioro sufrido por las instalaciones iraquíes a lo largo de diez años de embargo.

Pero los problemas no terminan ahí. La empresa petrolera rusa Lukoil, que tiene grandes intereses en Iraq y ha invertido mucho dinero, amenaza con emprender acciones legales si los estadounidenses intentan vender el petróleo iraquí en el mercado mundial. Los rusos y los franceses han exigido que la ONU juegue un papel clave en la reconstrucción iraquí, su lema es: ¡queremos nuestra parte del botín! Los estadounidenses han respondido con una propuesta amistosa: que los rusos y franceses perdonen las grandes deudas que Iraq contrajo con ellos y que esta sería una buena manera de ayudar a la reconstrucción de Iraq. A Moscú y a París no les ha gustado el chiste y respondieron negándose a que la ONU levante las sanciones a Iraq o reinicie el programa de “petróleo por alimentos” que EEUU necesita para reanudar la producción de petróleo y las ventas. Putin, sarcásticamente, dijo que como las sanciones se impusieron porque Iraq supuestamente tenía armas de destrucción masiva, entonces, para poder levantar las sanciones, EEUU y Gran Bretaña deben demostrar que Iraq ahora está libre de estas armas. Pero a pesar de todos los esfuerzos de la CIA todavía no hay señal de estas armas.

Es una cuestión seria para EEUU porque el costo de la ocupación y la reconstrucción se calcula que estará entre los cien mil y doscientos mil millones de dólares. En la última guerra, EEUU formaba parte de una coalición amplia que incluía a Rusia, Francia, Alemania y Arabia Saudí. Las facturas las pagaron entre todos y la guerra no costó prácticamente nada a EEUU. Pero en esta ocasión no hay nadie más dispuesto a pagar las facturas y EEUU tendrá que hacer frente a los gastos en solitario. Naturalmente, la opinión de la Casa Blanca es que los iraquíes deberían estar contentos y pagar su propia liberación, y que EEUU merece una pequeña ayuda por haber tenido que hacer frente a todo ese problema.

Para desgracia de los imperialistas, la población iraquí no parece muy feliz y diariamente se manifiesta contra sus “libertadores”. El número de incidentes violentos aumenta continuamente, lo mismo que el número de muertes. La mirada de los soldados estadounidenses lo dice todo. Fueron allí creyendo que serían bienvenidos como libertadores, pero en cambio se enfrentan a una población furiosa y resentida que desea librarse de ellos. Viven con la amenaza constante de los francotiradores y los ataques suicidas, por esa razón disparan primero y luego preguntan. Esto es una receta acabada para masacres y atrocidades. El resultado final será más combustible en las llamas de odio contra los invasores y estimulará el desarrollo de la acción armada. Esta ya ha comenzado y puede durar años.

A pesar de la rápida victoria estadounidense, las cosas no están siendo tan sencillas como creía Rumsfeld. El intento de imponer un régimen títere estadounidense en Iraq se enfrenta a serios problemas. El Pentágono apoya a Ahmed Chalabi, un títere de EEUU con un pasado turbio, implicado en actividades empresariales delictivas por las cuales todavía se le busca en Jordania (esto último es una buena recomendación para colaborar con personas como Rumsfeld y Cheney). Pero la mayoría de los iraquíes odian a Chalabi, que no cuenta con una base de apoyo.

La ignorancia de los estadounidenses de las condiciones en Iraq se ha podido ver con su error de cálculo con los chiítas del sur. Pensaban que estos últimos se levantarían contra Sadam Husein y darían la bienvenida a los invasores con los brazos abiertos. Pero nada de esto ha ocurrido. Los habitantes recordaban perfectamente cuando George Bush les incitó a rebelarse en 1991 y después, cínicamente, les traicionó abandonándolos a la tierna compasión de Sadam Husein. Washington depositó sus esperanzas en su títere chiíta Abdel Majid Joel, pero fue asesinado por sus enemigos políticos el 10 de abril frente a sus guardaespaldas estadounidenses. Hoy en día, ser un agente de Washington en Iraq no es una ocupación particularmente saludable, aunque esté bien pagada.

Napoleón sabía mucho de bayonetas y encontró muchos usos para ellas, pero hay una cosa que no se podía hacer: sentarse encima de ellas. Los estadounidenses y los británicos no tienen una base real de apoyo en Iraq y cualquier apoyo que pudieran tener al principio se está evaporando como el agua sobre la arena caliente del desierto. En ese punto, la superioridad militar sirve de poca ayuda. Una guerra de guerrillas larga, con métodos de baja tecnología, como la utilización de francotiradores, emboscadas y ataques suicidas, puede tener un efecto devastador si cuenta con el apoyo de la población, y lo tendrá.

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A pesar de todos los esfuerzos de la CIA todavía no hay señal de las armas de destrucción masiva iraquíes. 


El imperialismo estadounidense es la nación más poderosa de la historia, pero su poder no es absoluto. Fue derrotado en Vietnam por un ejército de pies descalzos. Para ser más correcto, fue derrotado en su casa por el movimiento de masas contra la guerra. Hasta el momento, la mayoría de los estadounidenses han apoyado la guerra, pero porque ha sido corta y relativamente indolora para EEUU. Pero si resulta que los soldados estadounidenses se atascan en Iraq durante mucho tiempo, sometidos a los ataques de una población hostil, la actitud de la población estadounidense cambiará. En el Líbano un solo coche bomba fue suficiente para obligar al ejército estadounidense a retirarse. En Iraq son inevitables acontecimientos similares. Tarde o temprano, el resultado final será el mismo.

Oriente Medio

Los imperialistas estadounidenses creían que una victoria militar en Iraq llevaría más estabilidad a Oriente Medio. Ha ocurrido lo contrario. Después de haber tomado aparentemente Iraq con una facilidad inesperada, ahora están mirando hacia nuevos objetivos. Inmediatamente acusaron a Siria, no solo de proporcionar ayuda militar a Bagdad y albergar a dirigentes del partido Baaz, sino también de poseer armas de destrucción masiva que, como sabemos, automáticamente concede a EEUU el derecho a invadir el país que desee.

En realidad parece existir cierto desequilibrio en estas personas. Los neoconservadores han desarrollado una agenda que, si la llevan a cabo, pondrá al mundo patas arriba y provocará el caos en todas partes. Hace mucho tiempo que entraron en contacto con los elementos más ultraderechistas del sionismo y aparentemente comparten el deseo de estos últimos de derrocar los regímenes árabes existentes y balcanizar todo Oriente Medio. El hecho de que este plan implique el derrocamiento de los regímenes pro-occidentales de Egipto y Arabia Saudí, y que esto provoque caos y guerra en toda la región es algo que no parece importarles en absoluto.

Los portavoces de esta tendencia dicen públicamente que después de derrotar a Iraq, el ejército estadounidense debería invadir inmediatamente Siria, Irán y Arabia Saudí. Esto, según su firme convicción, tendría un imparable efecto dominó que llevaría al establecimiento de regímenes “democráticos” en todo Oriente Medio, y además, a largo plazo, llevaría la paz y la prosperidad general bajo el dominio benevolente de la economía de mercado. El problema con el largo plazo, como explicó Keynes, es que todos estaremos muertos.

Una muestra gráfica de la decadencia del capitalismo estadounidense es el que personas como estas ocupen cargos de responsabilidad públicos y, sobre todo, la Casa Blanca. No han comprendido nada de la realidad de Oriente Medio o de la política mundial en general. Por supuesto, no son responsables de la crisis del capitalismo mundial, pero sus actos la exacerbarán y le darán un carácter particularmente explosivo.

Una guerra con Siria sería algo bueno para Sharon, abriría la posibilidad de que Israel ocupase los Altos del Golán y también cortaría el apoyo a Hezbolá. Pero alteraría todo el mundo árabe. Amenazaría con una implicación militar de Israel que desestabilizaría Arabia Saudí y Egipto. Profundizaría las diferencias con Europa y Rusia.

Por esa razón, para mayor desencanto de Tel Aviv, los estadounidenses han dado marcha atrás en su ataque a Siria, por el momento. Para calmar este desencanto están presionando a Damasco, recurriendo al chantaje descarado y al soborno para obligar a los sirios a hacer lo que quiere Washington.

La cuestión palestina

Como un gesto ante la opinión pública árabe y a su amigo Tony Blair, que necesita desesperadamente algún apoyo que mejore su imagen en casa, Bush ha insinuado que podría haber alguna solución al problema palestino. Pero en realidad es propaganda hueca. La derecha republicana admira a Sharon y lo apoya con gran entusiasmo. Después de todo, Israel es el único aliado fiable de EEUU en Oriente Medio. El enfrentamiento con Turquía ha servido para subrayar este punto.

Después del colapso de la URSS, Washington creía que no necesitaría tanto los servicios de Israel. Quería mejorar las relaciones con los regímenes árabes conservadores como Egipto y Arabia Saudí, por esa razón presionó al Gobierno laborista de Tel Aviv para que hiciera algunas concesiones a los palestinos. Estas concesiones quedaron en nada y llevaron a la segunda Intifada.

Sin duda, a los estadounidenses les gustaría resolver la cuestión palestina, pero no están dispuestos a alejarse de los israelíes. La administración actual está aún menos inclinada a poner condiciones a Sharon que la anterior administración de Clinton, y Sharon lo tiene bastante claro. Mientras que ante las cámaras de televisión hacen gestos “conciliadores”, su lema es: lo que tenemos lo mantenemos.

La llamada “hoja de ruta” para un Estado palestino es un fraude. Todas las exigencias son para los palestinos. No se hace ninguna demanda seria a Sharon. La Autoridad Palestina (AP) está obligada a “reformarse”, situando en un puesto clave a un títere estadounidense, Abu Mazen (Mahmoud Abbas) y después debe prometer “poner fin a toda la violencia” como una condición previa para iniciar las conversaciones con los israelíes. Pero la AP no puede “poner fin a toda la violencia”, como se ha podido comprobar en el último ataque suicida en Israel. Por lo tanto, Sharon no hará ningún movimiento y todo continuará como está.

Por otro lado, las exigencias hechas a los ocupantes israelíes son mínimas. No se les pide que desmantelen los asentamientos, solo que congelen la construcción de los nuevos. No se les pide que retiren al ejército de los territorios ocupados, solo que se retire de las ciudades. Incluso si hicieran esto, solo significaría la retirada de unos cuantos kilómetros y podrían regresar cuando desearan.

Mientras tanto, los israelíes están construyendo un muro que los separará físicamente de los territorios palestinos. Se supone que es una medida de seguridad, pero en realidad le dará a Israel el control completo de la economía de cualquier entidad palestina. En parte ya posee ese control porque abre y cierra la frontera cuando quiere, impidiendo que los palestinos puedan ir a trabajar a Israel. El muro refuerza este poder.

Los imperialistas israelíes nunca permitirán la creación de un Estado palestino viable en sus fronteras. Si se crease tal Estado solo sería un Estado títere dependiente completamente de Israel y estaría gobernado por sus agentes como una forma de controlar a los palestinos. Esto no llevaría a la paz, solo prepararía el terreno para nuevos levantamientos, incluidos enfrentamientos fratricidas entre los propios palestinos.

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La llamada “hoja de ruta” para un Estado palestino es un fraude. Todas las exigencias son para los palestinos, mientras las que se hacen a los ocupantes israelíes son mínimas. 


Ni los imperialistas ni la burguesía pueden resolver el problema palestino. Aquellos que dicen esto se están engañando a sí mismos y a la población. Continuará siendo una fuente permanente de guerras y conflictos en Oriente Medio, hasta que sea derrocado el Estado imperialista israelí. Pero para conseguirlo es necesaria la lucha común de los trabajadores árabes y judíos, y esto solo se puede conseguir con un programa y una política socialistas. Sobre bases capitalistas el problema palestino no tiene solución.

El problema central de Oriente Medio es la debilidad de las fuerzas de la revolución socialista. El fracaso de los estalinistas en el pasado, cuando defendieron la teoría de las dos etapas y subordinaron a la clase obrera ante los nacionalistas burgueses, solo consiguió desorientar a los jóvenes y trabajadores. El resultado ha sido el ascenso del fundamentalismo islámico que ha llevado al movimiento a un callejón sin salida.

Sobre bases capitalistas no hay salida para los pueblos de Oriente Medio. Estancamiento económico, pobreza, desempleo, guerras, este es el único futuro que espera a la región. Sobre la base de una federación socialista tiene el potencial para convertirse en una zona próspera, con un nivel de vida alto y una cultura floreciente, pero es necesario que los vastos recursos de la región se pongan al servicio de los intereses de la mayoría de la población. Sobre estas bases desaparecerían todos los viejos conflictos y el desierto florecería.

Esa es la única perspectiva por la que merece la pena luchar y morir. Es la perspectiva de la revolución socialista.

Nuevas contradicciones

A cada momento están surgiendo en todo el mundo nuevas contradicciones. En todas partes hay una enorme inestabilidad, reflejando la profundidad de la crisis global del capitalismo. En todos los niveles vemos la proliferación de escisiones, grietas y fisuras. Todas las instituciones creadas después de 1945 ahora están en crisis: la ONU, la OTAN, la UE, el G-8. Y por encima de todo está el profundo abismo que se ha abierto entre EEUU y Europa. Es difícil ver cómo estas divisiones se van a resolver en el futuro próximo.

Los imperialistas estadounidenses están henchidos con su sentido de poder. Se comportan de manera arrogante incluso con sus amigos. Después de seguir servilmente los dictados de Washington, ahora los imperialistas británicos fueron dejados plantados por sus aliados del otro lado del Atlántico. Como ya dijimos, no conseguirán nada, o casi nada, cuando se reparta el botín. Las grandes empresas estadounidenses se llevarán todo.

Conscientes de su incómoda situación, Blair y compañía, están intentando arreglar las relaciones con Francia y Alemania, pero han ido demasiado lejos. París y Berlín consideran, correctamente, que han sido traicionados y que no se puede confiar en la “pérfida Albión”. No hace mucho tiempo los franceses y los británicos estaban planificando colaborar en la Fuerza Europea de Defensa, en parte para intentar crear un contrapeso a Alemania. Ahora ha cambiado todo dentro de Europa: Francia se ha separado de Gran Bretaña y se ha acercado a Alemania.

Gran Bretaña es vista en París y Berlín como una herramienta de EEUU en Europa. Los estadounidenses y los británicos están maniobrando con los Gobiernos de derecha de España e Italia y también con los nuevos estados de Europa del Este para fomentar un bloque contra Francia y Alemania. En respuesta, los alemanes y franceses están formando un bloque con Bélgica y Luxemburgo. El poder de Alemania y Francia es tal que Gran Bretaña se encontrará rápidamente aislada en Europa, especialmente cuando los Gobiernos de derecha en Roma y Madrid ya no estén y Alemania pueda dominar económicamente Europa del Este.

La tan cacareada “unidad” de Europa se ha mostrado muy frágil e inestable. El Gobierno francés y el alemán quedaron alarmados por el colosal poder del imperialismo estadounidense en Kosovo. Ahora su alarma es aún mayor. Han decidido seguir adelante con la Fuerza Europea de Defensa lo que ha provocado inmediatamente una crisis en las relaciones con Gran Bretaña, que está insistiendo en que la nueva fuerza no debería ser un rival de la OTAN (es decir, de EEUU). Pero ¡esa es precisamente la intención!

Los estadounidenses acusan a los franceses y alemanes de apartarlos de la planificación militar. Pero eso es precisamente lo que hicieron los estadounidenses en Kosovo e Iraq. Los grupos imperialistas rivales están decididos a seguir sus propios intereses a escala mundial y estos intereses no coinciden. La intervención estadounidense en Oriente Medio y África es una amenaza directa para los intereses franceses. Estas divisiones y conflictos entre las diferentes potencias imperialistas dejan al descubierto completamente la estupidez de aquellos que intentaron defender la idea de que existía alguna clase de imperialismo mundial supranacional y unido llamado “imperio”.

En un intento de encontrar un contrapeso a EEUU, los franceses y alemanes están intentando llegar a un acuerdo con Moscú. Putin no consiguió nada con su política conciliadora hacia Washington. Los estadounidenses están disputando a Rusia sus esferas de influencia tradicionales en Asia Central y el Cáucaso. En Iraq están directamente amenazando los lucrativos negocios petroleros de Rusia. Como resultado de esto Rusia ha mantenido una posición hostil con relación a la aventura iraquí de EEUU y ha formado un bloque con Francia y Alemania.

Lo firme que sean estas alianzas y bloques es otra cuestión, suelen cambiar dependiendo de los intereses que estén en juego. Los franceses y los alemanes querrán mantener a Moscú de su lado. Los estadounidenses harán todo lo que esté en su poder para evitar que Rusia consolide su alianza con Francia y Alemania. Hasta dónde pueden llegar depende de cuántas concesiones estén dispuestos a hacer a Rusia.

Para intentar encontrar una solución con los rusos, Bush envió a Blair en una misión a Moscú. A Blair le gusta pensar que tiene una relación especial con Putin, al igual que con Bush. En realidad, su “relación especial” con el presidente estadounidense es la del lacayo con su amo. Vladimir Putin es consciente de esto y no le divirtió tener una visita del mensajero en lugar del jefe. Se vengó ridiculizándolo públicamente a Blair en una conferencia de prensa, preguntándole donde estaban las armas de destrucción masiva en Iraq. No consiguió responder.

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El Gobierno francés y el alemán quedaron alarmados por el colosal poder del imperialismo estadounidense en Kosovo. 


La economía mundial en crisis

En última instancia, los conflictos entre las diferentes potencias imperialistas y el comportamiento del imperialismo estadounidense en el mundo reflejan la crisis del capitalismo y el estancamiento de las fuerzas productivas, encorsetadas en la camisa de fuerza de la propiedad privada y el Estado nacional.

El final de la guerra, como muchos esperaban, no ha tenido el efecto de impulsar el crecimiento económico. Todos los economistas han tenido que revisar a la baja sus expectativas de crecimiento económico. El FMI ha bajado su previsión de crecimiento de la economía mundial para este año del 3,7 al 3,2%.

Se espera que EEUU crezca un 2,2%, aunque el primer trimestre de este año proyecta solo un 1,6%. El desempleo en EEUU está aumentando, en febrero subió en 357.000 desocupados más y en marzo otros 108.000. La clave del crecimiento económico como siempre es la inversión productiva. La inversión en EEUU creció un 10% al año durante el periodo de 1996-2000, pero en 2001-2002 cayó a un 5,5%.

No habrá recuperación real de la economía estadounidense hasta que no se recupere la inversión. Pero esto depende de la recuperación de los beneficios y por ahora no hay señal a la vista. La existencia de una enorme sobreproducción (“sobrecapacidad”) provoca una presión descendente sobre los precios y los beneficios. La capacidad productiva instalada utilizada en EEUU en la actualidad está cerca de alcanzar un récord mínimo.

Las reducciones reiteradas de las tasas de interés han tenido algún efecto en impulsar el crédito, pero no puede durar. El crédito, como explica Marx, tiene el efecto de extender el mercado más allá de sus límites naturales durante un tiempo. Pero tarde o temprano, el dinero prestado debe ser devuelto y con intereses. En determinado momento, el proceso alcanzará sus límites y comenzará a dar marcha atrás, provocando una crisis aún más severa.

La crisis se agravará por el hecho de que durante el último auge económico todo el sistema fue más allá de sus límites, provocando serios desequilibrios que finalmente deben ser corregidos. Será un proceso penoso. Normalmente, al final de una recesión las empresas tienen una pequeña plusvalía financiera. Pero en el momento actual, las empresas estadounidenses están con la luz roja encendida. Y aquí no acaba el asunto. En todos los sectores que analicemos de EEUU vemos un cuadro de déficit y deuda que pende sobre la economía como un negro nubarrón.

El presupuesto federal, que con Clinton tenía superávit, ahora está en déficit. ¿Qué ha hecho George W. Bush para solucionarlo? Por un lado pide un aumento grande del gasto militar y, por el otro, pide una reducción de impuestos valorada en 726.000 millones de dólares. Alan Greenspan señaló que esta era una posición indefendible y fue recompensado con un ataque violento de la derecha republicana, que incluso exigió su destitución. Al final, el Congreso aprobó solo la mitad de la reducción de impuestos pero la victoria en Bagdad les exigirá pronto mucho más.

No solo existe un nivel sin precedentes de endeudamiento privado y empresarial, no solo existe un enorme déficit presupuestario, además el déficit por cuenta corriente de EEUU (la cantidad neta de dinero que entra o sale de EEUU) es también enorme. Ahora equivale al 5% del PIB, pero se espera que alcance el 7 o el 8%. En otras palabras, EEUU está profundamente endeudado con el resto del mundo y está financiando sus gastos a costa de la moneda extranjera.

Esta situación desafía las leyes económicas de la gravedad. Es claramente insostenible. En realidad, si cualquier otro país presentara estas mismas estadísticas, el FMI estaría llamando a su puerta para exigir una política de recortes y austeridad. Pero no es cualquier otro país, es EEUU. Incluso así, esto no puede durar mucho. Tarde o temprano el capital extranjero abandonará de nuevo EEUU, provocará una caída profunda del dólar y hundirá al mundo en una crisis seria.

Stephen Roach, economista jefe de Morgan Stanley, está advirtiendo de que la economía mundial está al borde de una recesión. El problema es que ninguna otra economía tiene el peso necesario para sacar a la economía mundial de la recesión. En el pasado, Alemania y Japón actuaron como la fuerza motriz de la economía mundial junto a EEUU, pero eso ya no es posible.

La inversión en la Unión Europea (UE) lleva contrayéndose desde mediados del año 2000. Francia y Alemania tienen enormes déficit que exceden los límites impuestos por el llamado “pacto de crecimiento y estabilidad”. Ahora Italia está cerca de alcanzar un déficit del 3% o más. Esto destruye completamente los objetivos de la zona euro que pretendían tener un déficit del 0,3% para el 2002 y 0 para el 2003. En su lugar, el déficit total fue del 2,3% en 2002 y ahora dicen que no conseguirán equilibrar la situación hasta el año 2006.

Como hemos explicado muchas veces, el intento de unir economías que se mueven en direcciones diferentes les está obligando a aceptar un sistema monetario rígido que les lleva juntos al desastre, especialmente en una recesión. Ahora se puede ver perfectamente. No pueden reducir los tipos de interés cuando lo necesitan, están reduciendo el gasto y subiendo los impuestos en una recesión, que es precisamente lo contrario de lo que deberían hacer según las viejas recetas económicas.

Debido a esta situación, la Comisión Europea ha advertido que las perspectivas económicas “son poco prometedoras a corto plazo”. La economía alemana ha tenido una tasa de crecimiento peor que la de Japón. Se espera que crezca solo un 0,5%, comparado con el 0,8% de Japón, el 1% de Italia, el 1,7% de Francia y el 2,2% de Gran Bretaña. Schröder está exigiendo recortes profundos del gasto social que provocarán conflictos internos dentro del SPD. El desempleo supera los cuatro millones de personas y sigue aumentando. Los beneficios bancarios son débiles, las empresas entran en bancarrota y los precios de las acciones caen.

En la recesión de 1990-91 la caída se amortiguó con el crecimiento de los tigres asiáticos, pero ahora esto se ha terminado. Asia creció un 6% el año pasado pero las perspectivas se han revisado a la baja, en parte como resultado de la neumonía asiática (SARS), pero también debido a la perspectiva incierta de la economía mundial en su conjunto. Morgan Stanley sugirió una tasa de crecimiento para este año del 5% en Asia, pero ahora la ha revisado a la baja y la ha situado en el 4,5%.

La perspectiva es aún más sombría debido al colapso del turismo que arrastra a los hoteles y las aerolíneas. Esto en parte es el resultado de la guerra, el terrorismo y la SARS, pero también refleja el ambiente general de incertidumbre y el declive de la actividad económica. Hace un par de semanas la aerolínea australiana Qantas ha anunciado mil despidos y Cathay Pacific ha cancelado el 23% de sus vuelos. Las pérdidas han sido aún mayores en las aerolíneas estadounidenses.

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El intento de unir economías que se mueven en direcciones diferentes les está obligando a aceptar un sistema monetario rígido que les lleva juntos al desastre, especialmente en una recesión. 


En este contexto de sobreproducción, caída de la demanda y ausencia de mercados, se intensificará el antagonismo entre las diferentes economías capitalistas y bloques económicos. Existe una lucha feroz incluso por el pedazo más pequeño de mercado y también por las materias primas y esferas de influencia. La contradicción entre Europa y EEUU es especialmente severa.

En el caso de una recesión mundial, una profunda caída del dólar y las consiguientes convulsiones de los mercados monetarios mundiales, la frágil estructura del comercio mundial sufrirá una presión muy seria. Esto es lo que realmente preocupa a los estrategas del Capital. Comprenden que la depresión mundial de los años treinta estuvo provocada por las tendencias proteccionistas, manifestadas en toda una serie de devaluaciones competitivas.

El auge del comercio mundial desde el final de la Segunda Guerra Mundial fue el secreto de la recuperación del sistema capitalista durante todo un periodo histórico. La globalización sin duda ha servido como un impulso importante para la economía mundial, pero es un error pensar que este proceso no se puede volver en su contrario. Es lo que ocurrió en el periodo entre guerras y no hay absolutamente ninguna razón para creer que no se va a repetir en el próximo periodo.

Europa y EEUU

Las tensiones entre EEUU y Europa, a las que habría que sumar a Japón, son más profundas según pasan los días. En un momento diferente esto habría terminado en una guerra. Pero en el periodo actual es tal la superioridad militar y tecnológica del imperialismo estadounidense que está descartada esa posibilidad. Lo único que pueden hacer los capitalistas europeos es apretar los dientes, impotentes ante los imperialistas estadounidenses, al menos por el momento.

La guerra entre Europa y EEUU está descartada. Pero la guerra comercial no. En el caso de una recesión seria, las contradicciones entre Europa y EEUU, que ya se han manifestado en toda una serie de conflictos relacionados con el acero, productos agrícolas y otras cosas, pueden llevar a exigir restricciones a la importación y otras medidas proteccionistas. Esto tendría efectos desastrosos en el comercio mundial. Amenazaría con el regreso a la política económica que existía antes de 1945.

Un síntoma de la seriedad del choque de intereses es la forma en la que Francia y Alemania están organizando lo que denominan Fuerza de Defensa Europea. No confían en que Washington defienda sus intereses y están haciendo sus propios preparativos. No hay nada progresista en esto. Es solo una cuestión de un grupo de gánsteres imperialistas que se enfrenta a otro. Los perdedores, como siempre, serán los trabajadores de todos los países.

En todas partes vemos la misma historia: “armas en lugar de mantequilla”. La nueva etapa de la crisis del capitalismo mundial se caracterizará por convulsiones constantes en un continente y en un país tras otro. A una guerra seguirá otra. La consecuencia inevitable de estas convulsiones será una tendencia inexorable hacia la militarización del mundo.

¿Qué conclusión se supone que han sacado las naciones de la guerra en Iraq? Solo una: es necesario adquirir lo antes posible armas nucleares y otro tipo de armas de destrucción masiva. Esa es la conclusión de Corea del Norte y por ahora les ha sido muy útil. Los norcoreanos dicen: solo desarrollando nuestras propias armas nucleares podremos salvarnos del destino miserable que ha tenido el pueblo iraquí.

En esto hay cierta lógica. Ciertamente, los imperialistas estadounidenses, que amenazan a Siria e Iraq, no parecen tener mucha prisa en atacar Corea del Norte. Probablemente, llegarán a alguna clase de compromiso que implique el pago de grandes sumas de dinero, pero será más barato que una guerra con un enemigo que posee no solo armas nucleares, sino también medios para utilizarlas contra Corea del Sur, Japón y quizá incluso contra la Costa Oeste de EEUU.

Israel también tiene armas nucleares (pero es mejor no hablar de eso), como también India y Pakistán. Es posible que Irán siga el mismo camino, con la ayuda de Rusia. Es solo cuestión de tiempo que Japón se vea en la necesidad de adquirir un pequeño seguro nuclear. Toda Asia es un futuro campo de batalla en el cual las grandes potencias —EEUU, Japón y China— lucharán por conseguir el dominio. Las consecuencias para la humanidad serán aterradoras.

Los costos de estas nuevas armas recaerán sobre la clase obrera. La Fuerza Europea de Defensa, por ejemplo, para que sea efectiva deberá tener al menos un nivel tecnológico comparable al de EEUU. Esto será muy caro. Se pagará en forma de subidas de impuestos y recortes sociales en educación, vivienda y hospitales. La burguesía dice que no tiene dinero para estas cosas pero sí tiene mucho dinero para los nuevos juguetes de los generales.

Los capitalistas de todos los países no pueden ofrecer salarios más altos y condiciones de vida decentes para las masas. Pero la clase obrera no puede sufrir nuevos recortes e imposiciones. Ya ha sufrido esto durante el último periodo. Hay un límite para la paciencia de la clase obrera y se va a alcanzar en todas partes.

Las manifestaciones de masas que llenaron las calles de Londres, Madrid, Roma y otras ciudades antes de la guerra, fueron una demostración de que algo estaba cambiando en la sociedad. ¿De dónde salieron estos millones de personas? Para alguien que no tenga una comprensión de la dialéctica marxista esto parecería un rayo en medio de un cielo azul. Pero no fue así. Fueron resultado de todo un periodo donde el descontento de las masas se ha ido acumulando silenciosamente en los escondrijos más profundos de la sociedad. El problema era que este descontento no tenía un medio claro para expresarse. Los partidos y sindicatos “oficiales” de la clase obrera habían girado tanto a la derecha durante el último periodo, acomodándose a la presión de la clase dominante, que los trabajadores y los jóvenes se alejaron de ellos. Esto permitió que los dirigentes girasen aún más a la derecha. Pero todo proceso tiene sus límites y este no es una excepción.

La explosión de la furia de masas contra la guerra reveló lo profundo que era este proceso. La cantidad se transformó en calidad. Estas manifestaciones de masas fueron solo las primeras indicaciones de un proceso de radicalización que afectará a un país tras otro en el próximo periodo. Es un fenómeno que hunde sus raíces en el periodo anterior. Las masas, recién despertadas a la vida política, están diciendo al viejo establishment político: ¡ya hemos tenido suficiente! ¡Hasta aquí hemos llegado!

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Las manifestaciones de masas que llenaron las calles de Londres, Madrid, Roma y otras ciudades antes de la guerra, fueron una demostración de que algo estaba cambiando en la sociedad. 


Pero el movimiento contra la guerra también demostró la debilidad y los límites de la acción espontánea de las masas. Millones de manifestantes pudieron sentir su fuerza colectiva y adquirir una nueva confianza. Pero también pudimos ver que las manifestaciones, por sí solas, no solucionan nada. Es necesario ir más allá de las manifestaciones y pasar a la acción política consciente.

Se puede ver un proceso similar en el frente sindical. Las huelgas generales de masas en el Estado español, Italia, Grecia y Portugal, la continua oleada de huelgas en Francia, las grandes huelgas del IG Metall y otros sindicatos en Alemania y el fermento de los sindicatos británicos, que ha llevado a la derrota del ala de derechas en un congreso sindical tras otro, demuestran que algo está cambiando en la clase obrera y sus organizaciones. Esto muestra qué va a ocurrir en el futuro.

Todos estos síntomas demuestran el ambiente subyacente que existe en la sociedad. La gente no está contenta. Existe un fermento y un ambiente crítico. Incluso en EEUU existe este ambiente y se profundizará en el próximo periodo, cuando la gente sea consciente de que las élites adineradas que dominan sus vidas no representan sus intereses. Todo está preparado para una explosión de la lucha de clases en todas partes.

Antes de la Segunda Guerra Mundial, León Trotsky pronosticó que EEUU surgiría victorioso y se convertiría en la principal potencia imperialista del mundo, pero añadió algo más: que tendría dinamita en sus cimientos. Ahora es literalmente cierto. George W. Bush asegura a la población estadounidense que la guerra ha terminado. Pero en realidad la guerra acaba de comenzar. Se producirá una conmoción tras otra, tarde o temprano esto afectará a la conciencia de millones de personas también en EEUU.

Hemos entrado en un periodo decisivo de la lucha de clases en todo el mundo. En todas partes vemos, desde América Latina a Oriente Medio, desde Europa a Asia, cómo el sistema capitalista está en una crisis profunda. Se está produciendo un despertar de la clase obrera y la juventud. Es necesario dotar a este movimiento del programa y la política necesaria para triunfar. Por nuestra parte, haremos todo lo posible para llevarlo a efecto. Mientras tanto, tenemos que sacar la siguiente conclusión: el movimiento en dirección a la revolución mundial ha comenzado.

Eso no quiere decir que la revolución vaya a estar inmediatamente en el orden del día en todas partes. Después de un largo periodo en el cual la lucha de clases ha estado en retroceso en los países capitalistas desarrollados, la clase obrera necesita tiempo para estirar los músculos. La nueva generación no tiene experiencia y tendrá que pasar a través de toda una serie de luchas parciales para comprender la tarea que la historia ha depositado ante sí.

No va a ser un periodo fácil. Habrá derrotas y victorias. Periodos de gran avance seguidos por otros de cansancio, desencanto e incluso reacción parcial. Pero cada paso atrás preparará el camino para movimientos mayores de la clase obrera. La razón es que el capitalismo en este periodo ya no es capaz de garantizar las reformas y concesiones que pudo hacer durante el largo auge económico que siguió a 1945. Habrá que luchar por cada avance. Cada aumento salarial o reforma supondrá una lucha amarga entre el trabajo asalariado y el capital.

Gradual, lenta y penosamente, la clase obrera, empezando por su vanguardia, comenzará a extraer conclusiones revolucionarias. Este proceso de desarrollo de la conciencia de las masas solo puede proceder de la experiencia, especialmente de la experiencia de los grandes acontecimientos. En determinado momento, estos acontecimientos encontrarán su expresión dentro de las organizaciones de masas.

Las organizaciones de masas de la clase obrera, comenzando por los sindicatos, se verán sacudidas de arriba a abajo. La capacidad de los marxistas para llegar a las masas estará determinada por nuestra capacidad de intervenir de una forma decisiva en este proceso inevitable.

Tarde o temprano, en un país tras otro, se planteará la cuestión del poder. El desarrollo de la economía mundial durante el último periodo ha conseguido que la lucha de clases tenga un nivel de vinculación mundial que era inimaginable en el pasado.

Las revoluciones de 1848-49 en realidad se limitaron a Europa. La Revolución rusa de 1917 tuvo un gran efecto, no solo en Europa, también en Asia y Oriente Medio. Fueron “los diez días que conmovieron al mundo”. Pero en las condiciones actuales, una sola revolución triunfante, especialmente en un país clave, tendrá un efecto aún mayor en el mundo.

El éxito de la revolución socialista sería mucho más fácil si existiera una tendencia marxista con raíces en las organizaciones de masas y una perspectiva revolucionaria clara. El fortalecimiento de la tendencia marxista internacional es la tarea más urgente. La experiencia de los trabajadores y los jóvenes, combinada con la comprensión necesaria de la táctica, estrategia, teoría y perspectivas, es una garantía suficiente de victoria.

La clase obrera y la juventud están aprendiendo de su propia experiencia. Pero eso no es suficiente. Nuestro deber es ayudarlos a extraer todas las conclusiones necesarias, participar hombro con hombro con ellos en cada lucha y crear el vehículo necesario para llevar la lucha hasta el final.

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Este artículo ha sido publicado en la revista Marxismo Hoy número 11. Puedes acceder aquí a todo el contenido de esta revista. 

 

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