¿Qué políticas defienden la revolución y cuáles nos llevan al desastre?

Esta semana se conmemora el catorce aniversario de la insurrección popular del 12 y 13 de abril de 2002, que devolvió a Chávez al poder y derrotó el golpe fascista instigado y financiado por el imperialismo. Coincidiendo con este aniversario se ha instalado el Congreso de la Patria, el cual según explicaba en Venezolana de Televisión el Presidente Nicolás Maduro debe tener como objetivo despertar, unificar y desplegar “toda la fuerza que dejó Chávez sembrada” y enfrentar “a la Asamblea Nacional adeco-burguesa”.

Ambos acontecimientos tienen lugar en uno de los momentos más críticos que ha vivido la revolución venezolana desde su inicio. La victoria de la MUD en las elecciones legislativas representa una amenaza mortal para los trabajadores y el pueblo. La ley de amnistía (que permite, entre otras muchas cosas, la actuación impune de bandas fascistas, sicarios y terroristas), la ley de vivienda promovida por la MUD (siguiendo las indicaciones de los grandes propietarios de inmuebles, los “terratenientes del concreto”), los ataques de Ramos Allup a las imágenes de Chávez y Bolívar y las amenazas de despidos y represalias contra trabajadores bolivarianos (ANTV y otros organismos públicos) confirman que si la MUD llegase a Miraflores emprendería una ofensiva contrarrevolucionaria sin precedentes contra las masas. Algo similar (o incluso peor) a lo que están viviendo los trabajadores argentinos bajo el gobierno de Macri. O la agenda que nos tenían reservada si hubiese triunfado el golpe de abril de 2002 hace 14 años: privatizaciones, despidos, persecución a los activistas de izquierda, saqueo y entrega de los recursos del país a las multinacionales imperialistas, sometimiento total al FMI y Banco Mundial, etc.

El único modo de impedir que tengan una nueva oportunidad para llevar adelante estos planes es volver al camino revolucionario de Chávez. Las bases revolucionarias debemos organizarnos para recuperar el rumbo revolucionario. En lugar de seguir retrocediendo y haciendo concesiones a la derecha hay que expropiar a los capitalistas y sacar a todos los burócratas y corruptos que se dicen revolucionarios pero aplican políticas capitalistas de las instituciones y empresas públicas. Sólo venceremos si desmantelamos el actual estado (que sigue siendo burgués) y lo sustituimos, de una vez por todas, por un estado verdaderamente revolucionario en el que todo el poder político y económico esté en manos de los trabajadores y el pueblo.

¡Que la crisis la paguen los capitalistas y burócratas! ¡Ningún recorte social, despido o desmejora para los trabajadores y el pueblo!

Si continúa la situación actual de deterioro en las condiciones de vida de los trabajadores y el pueblo, el retroceso en las conquistas alcanzadas por la revolución, la corrupción, el burocratismo, los ataques y amenazas contra los trabajadores en las empresas públicas y privadas, la contrarrevolución encontrará un terreno cada vez más favorable para llevar adelante sus planes.

Un sector clave del imperialismo y de la burguesía ha aprendido de experiencias como la del 12 y 13 de abril. La crisis del capitalismo en Venezuela y en todo el mundo es tan profunda que si pudieran harían como el 11 de abril de 2002, suspenderían las garantías constitucionales, proclamarían de manera clara y abierta su agenda de ataques contra el pueblo y la llevarían a cabo de manera inmediata y por los medios a que diese lugar. Pero no pueden. Al menos, no todavía. Saben que 5 millones de revolucionarios estamos dispuestos a defender este proceso y que incluso muchos de quienes votaron por la MUD, o se abstuvieron, no lo hicieron porque apoyen sus ideas de derechas sino porque están hartos de colas, subidas de precios, corrupción y burocracia. En cuanto aplicasen las políticas que exige el capitalismo en esta etapa histórica (recortes sociales, despidos, privatizaciones…) se encontrarían con una respuesta social sin precedentes en la calle.

Por eso la táctica de este sector de la burguesía es esperar que el gobierno bolivariano se desgaste lo máximo posible gestionando la crisis del sistema, aplicando medidas de recorte, haciendo retroceder derechos y aspiraciones que nos legó Chávez. Dentro de la economía de mercado, no hay margen para políticas intermedias, ni para reformas parciales.

Sólo hay dos caminos: O poder de los trabajadores, para derrotar a los capitalistas y a la burocracia; o gestionar la crisis capitalista y enfrentarse a la clase obrera

“Frente a la Asamblea Nacional (AN) adeco-burguesa, Congreso de la Patria. Poder Popular. Esa es la línea.  Vamos a ver quién puede más, si una Asamblea Nacional oligárquica, un congreso de la patria, que despierte, unifique y despliegue toda la fuerza que dejó Chávez sembrada.  Porque fue Chávez quien sembró esta Patria”- ha dicho el Presidente Maduro en la instalación del Congreso de la Patria (http://www.vtv.gob.ve/articulos/2016/04/11/maduro-frente-a-parlamento-adeco-burgues-congreso-de-la-patria-5596.html) Y en el capítulo de la clase obrera del mismo Congreso de la Patria continuó: “(la clase obrera) deber ser considerada como “la clase fundamental, motor de la construcción de una nueva sociedad socialista que debe tener su expresión en una poderosa economía, en un poderoso desarrollo de la fuerza productiva” (http://www.aporrea.org/actualidad/n288853.html)

Si estas ideas se llevasen a la práctica, sería posible todavía revertir la pérdida de apoyo electoral y el desencanto y desmoralización que crecen en el seno de las masas. Frente al parlamento burgués hay que conformar una verdadera Asamblea Nacional Revolucionaria formada por diputados elegidos por los obreros, campesinos y soldados en cada centro de trabajo y cada barrio, que sean elegibles y revocables en todo momento, estén sometidos al control de asambleas obreras y populares para llevar a cabo las políticas que los trabajadores y el pueblo queremos, y cobren lo mismo que cualquier trabajador cualificado. Si ocurre como el año pasado, cuando se anunció “el revolcón a la burguesía” para la marcha del 1 de mayo, incluso se llegó a amenazar con que varias empresas pudiesen ser expropiadas (como hacía Chávez) y gestionadas por los trabajadores para luchar contra la guerra económica y luego todo se quedó en nada, o peor: en regañinas a los trabajadores y discursos echando tobos de agua fría a las masas, el resultado será el mismo o peor que en las elecciones del 6 de Diciembre. Aumentará el desánimo y malestar entre las bases y se facilitará la campaña de desprestigio contra la dirección del PSUV y las ideas del socialismo que lleva a cabo la burguesía.

Para recuperar credibilidad y moralizar a las masas es imprescindible dar un giro de 180 grados a las políticas que se están aplicando. Al mismo tiempo que se denuncia, correctamente, lo que implica la ley de amnistía o el desastre que supondría la llegada de la MUD a Miraflores para los trabajadores y el pueblo, este gobierno no puede aplicar medidas capitalistas que significan cargar el peso de la crisis sobre los trabajadores (como aceptar subidas de precios del 500% -medicamentos- o más –alimentos como el atún, y otros…) Es inaceptable que se apliquen medidas como las que vemos en la Red de Abastos Bicentenario (RABSA) o SIDOR, seguir tolerando la actuación patronal y antiobrera de la burocracia de las Inspectorías de Trabajo (que actúan en connivencia con los empresarios privados para violentar los derechos laborales conquistados bajo este proceso revolucionario) o que las gerencias y juntas directivas de las instituciones y empresas públicas actúen cada vez con mayor impunidad como esos mismos empresarios privados.

En RABSA el Ministerio de Alimentación ha decidido cerrar 10 tiendas (vulnerando el Plan de la Patria, que habla de expandir la Red en su artículo ) y está recurriendo a las mismas tácticas que aplican los gobiernos burgueses: criminalización y calumnias contra los trabajadores (presentándoles como los culpables cuando desde 2010 vienen denunciando irregularidades y presentando propuestas concretas para desarrollar un verdadero control obrero), despidos masivos, amenazas, impago de salarios y acoso laboral para forzar su renuncia…En SIDOR la gestión por parte de los burócratas designados a dedo durante todos estos años (y en particular, en esta última etapa, por sectores militares con una visión claramente capitalista y antiobrera) ha llevado a la principal siderúrgica del país al desastre. En Fama de América se despide a sindicalistas que participaron en primera línea en la lucha por la expropiación y el control obrero por intentar defender el legado de Chávez mientras siguen en sus puestos los burócratas. La absorción del Banco Industrial de Venezuela por Banco del Tesoro se aprovecha para plantear una reconversión encubierta de la plantilla que supone la destrucción de centenares de puestos de trabajo.     

¡Todo el poder político y económico a la clase obrera ya para salvar la revolución!

El único modo de cambiar la situación de retroceso que vive en estos momentos la revolución es que la dirección de la economía y del estado no siga en manos de los capitalistas (que la utilizan para especular con los precios y las divisas y, de paso, sabotear el legado de Chávez) ni tampoco de los burócratas (que acumulan cada vez más privilegios, tienden a fusionarse con la propia burguesía y muchos de ellos incluso se han convertido en burgueses). La situación es tan grave que ya no basta con medidas parciales. Incluir a trabajadores individuales en las juntas directivas de las empresas, incluso si estos fuesen elegidos, con el objetivo de “fortalecer el aparato productivo y hacerle frete a cualquier irregularidad”, como planteó el Presidente Maduro en el Congreso de la Patria, capítulo de la clase obrera (Aporrea: http://www.aporrea.org/actualidad/n288853.html) no es suficiente. Todo el poder debe estar en manos de la clase obrera y el pueblo.

Las empresas deben ser dirigidas por delegados elegibles y revocables en todo momento por los trabajadores, sometidos a control permanente por asambleas de trabajadores y del pueblo y que no cobren más que el salario de un trabajador cualificado. Esos delegados obreros deben agruparse a nivel local, regional y nacional y conformar la base del poder obrero y popular que gobierne la economía y el estado. Los libros de cuentas e inventarios de todas las empresas (públicas y privadas) deben ser abiertos a la inspección de delegados elegidos por los trabajadores y el pueblo. Los bancos, la tierra y las grandes empresas deben ser nacionalizados y gestionados no por funcionarios designados a dedo sino por la propia clase obrera. El comercio exterior debe estar sometido a un monopolio estatal administrado por delegados elegidos y revocables también por los trabajadores y el pueblo de modo que no se le conceda ni un dólar o euro más a ningún capitalista y, mientras se destinan esas divisas a planificar democráticamente la economía y reducir la dependencia de las importaciones, todos aquellos productos que sea necesario comprar en el mercado mundial sean adquiridos directamente por el estado y distribuidos a precios realmente justos, y bajo control de los propios trabajadores y usuarios, al pueblo.

Como explicaba Lenin, la mayoría de las revoluciones antes de poder ser derrotadas por la reacción lo han sido por los grandes discursos que no se transforman en medidas prácticas. Estamos en un momento en el que la revolución se juega el todo por el todo. O el poder pasa de verdad a las manos de los trabajadores y el pueblo o si la economía y el estado siguen en manos de la burguesía y la burocracia la revolución será derrotada. El 12 y 13 de abril los trabajadores y el pueblo demostramos que somos los únicos que podemos salvar a la revolución. Durante todos estos años hemos sido una y otra vez nosotros, como explicó muchas veces Chávez, quienes con nuestra movilización y nuestra lucha hemos derrotado el látigo de la contrarrevolución y empujado el proceso hacia adelante. Hoy más que nunca, debemos ponernos al frente, construir la izquierda revolucionaria del movimiento bolivariano, hacer la revolución dentro de la revolución y acabar con la quinta columna de burócratas que sabotea el legado de Chávez e intenta desviar de sus objetivos socialistas y anticapitalistas este proceso revolucionario.

 

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