En los últimos días hemos visto cómo el epicentro del coronavirus se ha trasladado a América. Tan sólo en EEUU se tienen contabilizados más de 50 mil decesos y cerca de un millón de contagios —la cifra más grande en todo el planeta— demostrando no sólo la magnitud de la pandemia, sino la catástrofe provocada por uno de los gobiernos más reaccionarios del mundo.

En América Latina hemos sufrido años de saqueo imperialista, de explotación de mano de obra barata para grandes transnacionales, despojo de recursos naturales, endeudamientos impagables, etc. Han convertido la región en una de las más pobres y peor preparadas para enfrentar la emergencia sanitaria.

Las familias más humildes enfrentaremos la pandemia y la crisis más dura que hayamos vivido. Pero la memoria de las históricas luchas recientes vividas en toda la zona aún está fresca. Un gran movimiento de miles de trabajadores y jóvenes podría levantarse para dar continuidad a la primavera Latinoamericana.

La pandemia recrudecerá la lucha de clases en América Latina

Sistemas supuestamente avanzados según los cánones del capitalismo, en países como España, Italia y EEUU, han sido los epicentros de la pandemia ¿Qué podemos esperar de regiones como América Latina?

Latinoamérica tiene una población de más de 600 millones de habitantes de los cuales alrededor de 30% es pobre y más del 10% está sumido en la miseria, según las conservadoras cifras de la ONU. Se encuentra golpeada por múltiples enfermedades pandémicas como el dengue, sarampión y diabetes, enfermedades prevenibles y curables; además de estar sumida en una crisis económica crónica, millones viviendo en condiciones de hacinamiento y falta de servicios básicos como agua potable y drenaje entubado, comunidades marginadas sin servicios de salud a la mano, etc. sin duda las favelas brasileñas o las comunidades indígenas, serán puntos críticos frente a la pandemia.

Las carencias en equipo sanitario profesional para enfrentar la contingencia son un grave problema, en parte por el acaparamiento de los países más ricos y en parte por los altos costos que cada día se incrementan con la especulación, por ejemplo Haití, solo cuenta con aproximadamente 50 ventiladores para todo el país.

Gobierno tras gobierno han golpeado la calidad de vida de la clase trabajadora y los servicios públicos, para atender los intereses de los capitalistas mediante medidas privatizadoras, destinando en promedio un raquítico 2% del PIB al sector salud.

Actualmente Brasil se mantiene con las cifras más altas de contagio y de decesos en toda América Latina, seguido por Perú, Chile y México pero el ascenso más vertiginoso y dramático de los contagios y muertes se han presentado en escenarios de terror en las calles de Guayaquil, Ecuador: una ciudad gobernada por el Partido Social Cristiano, con carencia de alcantarillado, de agua y luz eléctrica,  donde el Estado no recogía los cadáveres argumentando que la inhumación estaba a cargo de la iglesia desde el periodo colonial, junto con las funerarias. El sistema sanitario y funerario quedó totalmente rebasado, con cadáveres acumulandose en las calles o trasladados en cajas de cartón.

Sólo la manifestación social obligó a que el Estado se hiciera cargo de los cuerpos, lo que refleja la ineptitud de la respuesta de Gobierno y su desprecio a la vida de  los ecuatorianos. La experiencia de Ecuador ha sido una advertencia de lo que puede ocurrir en cualquiera de los otros países de un momento a otro.

Los gobiernos de derecha nos condenan a la muerte

Gobiernos como el del ultraderechista Bolsonaro, expresa con claridad la política de la burguesía, sin adornos ni contemplaciones. Después de su privilegiada recuperación del coronavirus y desafiando las recomendaciones, hace declaraciones públicas afirmando que se trata de una simple gripa, que: “la gente va a morir, así es la vida”, que “Dios es brasileño y la cura está ahí” o que “los brasileños están especialmente preparados para resistir la pandemia porque pueden sumergirse en aguas residuales y no agarran nada”. Estas indignantes declaraciones reflejan el desprecio por la vida de millones de trabajadores y buscan justificar una vuelta inmediata a la actividad laboral para que los beneficios económicos del empresariado no se vean afectados. No extraña que sea uno de los países con mayor número de contagios y muertes.

Lamentablemente, no es el único caso, los gobiernos más reaccionarios de la región como el de Piñera en Chile, Jeanine Áñez en Bolivia están haciendo pagar de una forma u otra la crisis sanitaria a miles de trabajadores incrementando además la represión mediante toques de queda, Estados de sitio y de emergencia.

La inyección económica mundial promete salvar a los monopolios, pero sólo hay migajas para  las y los trabajadores. En algunos países como Paraguay, Honduras y Ecuador, seguirán pactando con los organismos internacionales obtendrán préstamos que endeudarán por décadas a los países a través de intereses impagables, mientras que dichos organismos aplicarán la receta neoliberal de siempre, que nos llevará a recortes a los programas de salud, de educación, reducciones salariales, paquetazos de reformas, aumento de productos básicos, etc. el ciclo se completa una vez más llevándonos a una situación aún mayor de vulnerabilidad frente a este tipo de catástrofes sanitarias.

Pese a los intereses reales, muchos Gobiernos de América Latina se adornan con discursos hipócritas y patrióticos de salvar la economía, responsabilizando a las personas que incumplen el “aislamiento social”, pero todos sabemos muy bien que esta pandemia no la provocamos los millones de trabajadores que vivimos para trabajar, sino las políticas de recortes y precarización aplicadas por décadas de políticas al servicio de los empresarios, con quienes no tenemos nada que ver: no vivimos la pandemia igual, ni viviremos igual los efectos económicos y no estamos en el mismo barco.

La incapacidad del reformismo

Incluso los Gobiernos que se dicen progresistas están siendo absolutamente incapaces de paliar los efectos y evitar las muertes y la pobreza que vendrá después. En México, el Gobierno de López Obrador ha planteado apoyos por $1,500 pesos mexicanos al mes como seguro de desempleo, aproximadamente 68 dólares, una auténtica nimiedad para las familias mexicanas: mientras se enfrentan desde hace meses a una devaluación salvaje del peso y una subida permanente de la canasta básica, esta cantidad representa tan solo una décima parte del monto necesario para adquirirla. También ha llamado al cierre de la industria no esencial para evitar contagios, pero ha sido incapaz de confrontar a cientos de empresas que -  retando al gobierno - se han mantenido en actividad abierta o clandestinamente. El costo de esta cobardía, la presión norteamericana y la complicidad de los Gobiernos y sindicatos han creado alarmantes focos de contagio en esta industria.

En Argentina, incluso se ha aprobado una rebaja salarial del 25% en conjunto con los sindicatos, la patronal y el Gobierno. Mientras en el discurso mantienen una condena al desempleo, en la realidad se distancian abismalmente de los intereses de los trabajadores.

Esta ha sido la tónica en la mayoría de los países latinoamericanos. Por un lado, dádivas engañosas e insuficientes por parte de Gobiernos renuentes a romper lazos con los empresarios, mientras miran hacia otro lado frente a los despidos y rebajas salariales, oponiéndose a realizar expropiaciones y a dar el paso real a gobernar para la mayoría: una actitud totalmente timorata frente a la guerra declarada por parte de la derecha, la oposición y los empresarios de la región a la clase trabajadora.

La única alternativa real frente a la matanza que están provocando las empresas y ante la falta de voluntad y la incapacidad gubernamental para detenerlas, ha sido la lucha organizada de los obreros,  como en el caso de algunas ciudades en la frontera norte de México, en donde los paros laborales de los y las trabajadoras de la maquila se han contagiado de una empresa en otra, para evitar el riesgo que implica para su salud, seguir laborando. Mañana estas luchas serán enfrentamientos mucho más colosales por evitar que carguen sobre nuestros hombros el peso de una crisis de magnitudes sólo comparables a la de los años 30 del siglo pasado. En ese choque entre las clases sólo se abren dos caminos: o con los trabajadores o con los capitalistas. Las declaraciones de intenciones de dirigentes como AMLO servirán de poco o nada si no se toman medidas socialistas, de confrontación abierta con el sistema y sus defensores. Dentro de los límites del reformismo no hay alternativa para las masas.

La pandemia de la opresión

Las peores lacras capitalistas se están recrudeciendo a gran escala en esta situación, descargando toda su furia contra los más oprimidos. Así lo estamos viendo con los esfuerzos que el imperialismo estadounidense está haciendo por no perder su control de la zona, frente al incremento de la influencia China. Pese a la crisis aguda que se extiende dentro de sus propias fronteras, pone su mira en la defensa de su dominio mundial, escalando la ofensiva golpista hacia Venezuela; tampoco ha cedido al bloqueo económico en Cuba, impidiendo que lleguen insumos al país caribeño, un acto totalmente criminal ante la emergencia. Estos mensajes abiertos dedicados a China, prenden las alarmas en la región, en medio de la crisis que se avecina, por si fuera poco, América Latina se convertirá en un campo de confrontación interimperialista entre EEUU y China.

Pero la opresión imperialista no es la única que se ha visto reforzada. La violencia machista y el abuso infantil se han disparado con el encierro, debido al aislamiento, el caos y la incapacidad de las instituciones para hacerles frente. Miles de mujeres están encerradas con sus agresores, los llamados de auxilio han aumentado considerablemente en todos los países. En la capital de Colombia este aumento es de 225% apenas al inicio de la cuarentena; en México se han cometido 200 feminicidios desde el 24 de marzo: la cuarentena para miles de mujeres y niños está siendo una verdadera tortura.

Algunas medidas gubernamentales han caído incluso en lo ridículo, que lejos de ir enfocadas al equipamiento de hospitales y contratación de personal médico, tienen como eje aplastar aún más  a los sectores más oprimidos. Tal es el caso de Martín Vizcarra en Perú, Laurentino Cortizo en Panamá y recientemente Iván Duque en algunas ciudades de Colombia.  No les ha bastado el confinamiento y/o el toque de queda, ahora han tomado la decisión de que los hombres salgan lunes, miércoles y viernes y las mujeres martes, jueves y sábados a realizar compras: una medida absurda y reaccionaria que además ataca a las personas trans  -que pueden ser directamente llevadas a prisión si la cédula no coincide con la apariencia -.

Oscuro panorama para la economía latinoamericana

A diferencia de la crisis del 2008, Latinoamérica no tendrá la válvula de oxígeno que representó China. Desde hace algunos años el gigante asiático ha comenzado a cambiar su dinámica de importaciones de materias primas, por la exportación de las mismas – trastornando así la relación comercial con Latinoamérica que en su momento se salvaguardo de los efectos más duros de esta crisis, gracias a este tipo de exportaciones -. Por ejemplo, Brasil se mantuvo con crecimiento del PIB de hasta de un 10%, pero esta nueva caída augura un panorama mucho más oscuro para la región, con la caída simultánea de la economía mundial, incluyendo a China y EEUU, las dos principales potencias de las que depende la economía en América Latina.

El efecto final será devastador para la economía, especialmente para la vida de la clase trabajadora: vendrán políticas arancelarias, devaluación monetaria, aumento en la canasta básica, miles de despidos, etc. El FMI estima que el PIB regional caerá 5.2% y se calcula habrá 35 millones más de pobres.

La situación se ha complicado aún más con la caída del 26% de los precios del petróleo, un elemento esencial para la economía de la zona. Pero no es lo único que caerá, también están en riesgo el turismo y las remesas, elementos claves de la economía latinoamericana. Otro factor que podría complicar la situación económica, es la firma del acuerdo entre EEUU y China para que esta última aumente en 2021 la importación de bienes y servicios estadounidenses por 77 mil millones de dólares, desplazando en los hechos a los latinoamericanos. Ahora mismo tras las primeras semanas de contingencia, miles de capitales han comenzado a huir: en Brasil por ejemplo, en los últimos dos meses se han transferido al exterior 12 mil millones de dólares.

Ya hemos visto las consecuencias sociales ante el inicial desplome de las economías claves en América Latina, como consecuencia de la ralentización china de los últimos años. La rebelión bastante generalizada y con una gran fuerza no pudo ser contenida por mucho tiempo.  Pese a la pandemia, actualmente tenemos nuevos llamados a la movilización en Chile pese a la contingencia y han comenzado las movilizaciones en Colombia.

Ante una situación completamente insoportable para la enorme mayoría que depende del comercio informal - según datos de la CEPAL más del 50% en la región - millones de trabajadores viven al día y se enfrentan a la disyuntiva entre morir por contagio o morir por hambre. Aún con temor al contagio, los trabajadores colombianos han organizado protestas en las calles de las zonas más vulnerables ante la pandemia, pero también las más golpeadas por la crisis económica, exigiendo apoyos económicos y soluciones reales. También han recurrido a la solidaridad de la comunidad con pañuelos rojos en sus puertas para señalar que no tienen para comer, una práctica que se está extendiendo a otras regiones como al sur de México.

La única salida es luchar por una alternativa socialista

El panorama que se avecina no sólo es de crisis, sino también de revoluciones y contrarrevoluciones, como continuidad de la explosión social del último periodo en donde los trabajadores latinos ya no están dispuestos a pagar por las recetas del FMI, a soportar la corrupción de los Gobiernos, la explotación sin precedentes, el autoritarismo, la miseria y la desigualdad que azota la zona, ni a seguir viviendo en condiciones deplorables, con servicios públicos deficientes o inexistentes a lo que se suma ahora la crisis sanitaria. Los últimos años vivimos verdaderas insurrecciones y movilizaciones históricas y masivas en Honduras, Puerto Rico, Colombia, Chile, Argentina, Brasil, Ecuador, Bolivia, Guatemala, etc. Razones sobran para una gran revuelta en América Latina contra un modo de producción letal.

Las lecciones de las insurrecciones latinoamericanas de los últimos años han demostrado el camino a seguir frente a la rapacidad del capitalismo: huelgas generales, movilizaciones históricas y levantamientos revolucionarios que han sido capaces de poner en jaque a varios Gobiernos, como en Chile o Ecuador. Sin embargo, la falta de una dirección socialista y revolucionaria ha resultado en la pérdida de la oportunidad de tomar el poder por parte de los trabajadores y derrocar a los Gobiernos reaccionarios.

Catástrofes como la que estamos viviendo sí son evitables, pero no bajo el capitalismo.  Experiencias como la de  Brasil, Argentina, Bolivia, Chile, Nicaragua etc. muestran con claridad que la idea de un capitalismo más humano es una completa utopía. Los Gobiernos que llegaron al poder con base en grandes movilizaciones de masas pero defendiendo un programa reformista, a finales de los 90s y principios del actual siglo, han sido un fracaso en sus intentos por suavizar las contradicciones del capitalismo y sus raquíticos avances han sido arrasados en pocos años. Estos Gobiernos se negaron a arrebatar los privilegios de la burguesía y cambiar de fondo las relaciones sociales entre los oprimidos y los opresores.  El costo ha sido alto ante el titubeo del reformismo: la burguesía recompuesta ha vuelto en la primera oportunidad a tomar el control de estos países con terribles consecuencias como en el caso de Brasil o Bolivia y hoy la clase trabajadora está pagando las consecuencias frente a la hecatombe que vivimos.

América Latina ha tenido su primavera revolucionaria, en el próximo periodo este será el punto de partida, nuevamente asistiremos a grandes y potentes movilizaciones, a lo que se sumará el gran efecto de las explosiones sociales que con toda seguridad se gestarán en EEUU en respuesta a la catástrofe que la pandemia y la crisis económica manejada en manos del siniestro gobierno de Trump.

La clase trabajadora es la única capaz de acabar con esta situación y para ello necesita armarse con una organización y una alternativa revolucionaria por la que luchar que termine con la miseria y que nos permita tener una vida digna: salud, educación, trabajo, etc., que sea capaz de llevar a cabo expropiaciones para arrebatar a los grandes capitales privados lo que la clase obrera latinoamericana ha creado con su trabajo y poner todos esos recursos al servicio de la juventud y la clase obrera para enfrentar la catástrofe que se avecina; que rompa con el chantaje y la opresión frente a los potencias imperialistas, negándose a seguir pagando la deuda externa y nacionalizando todos los sectores claves de la economía como la banca, los servicios y la industria - comenzando por la farmacéutica; que  como reconvierta la industria para ponerla al servicio de las necesidades urgentes de la población y no del beneficio capitalista.

Ahora más que nunca necesitamos una revolución socialista y tomar en nuestras manos el rumbo de la sociedad.

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