¡Solo movilizar a las masas con un programa socialista derrotará la ofensiva golpista! ¡Hay que expropiar a la oligarquía!

La situación en Perú ha alcanzado un punto crítico. Como señalamos en anteriores artículos, la decisión de Pedro Castillo -que llegó al poder aupado por la movilización masiva de trabajadores y campesinos- de buscar alianzas en el Parlamento con sectores de derecha y acuerdos con los capitalistas, en lugar de basarse en las masas para aplicar medidas revolucionarias, ha hecho caer su apoyo en picado.

Durante los últimos días, Castillo ha reaccionado a las movilizaciones de transportistas, agricultores y campesinos contra las subidas de precios, descalificándolas como maniobras de la derecha y ordenando reprimirlas. Incluso decretó el estado de emergencia en Lima. El descontento provocado por estas decisiones le obligó a retroceder poco después, pero la brutal represión policial causó 4 muertos. Su política de buscar un consenso imposible con la oligarquía le ha puesto al borde del abismo. 

Malestar social masivo, maniobras golpistas de la derecha y movilizaciones de la izquierda

La derecha y ultraderecha golpista - cuyo último intento de destituir a Castillo, el pasado 29 de marzo, fracasó al no conseguir los 2/3 necesarios en el Parlamento - ha aprovechado esta situación para lanzar su ofensiva golpista más decidida y violenta. El 5 de abril movilizaban masivamente a sus partidarios en Lima, donde su base de apoyo es más firme, “contra el autoritarismo presidencial” y exigiendo que Castillo renuncie. Las mismas bandas fascistas que atacaron a campesinos e indígenas en junio y julio del año pasado, cuando estas exigían ante la sede del poder electoral el reconocimiento de la victoria electoral de Castillo, desataron una noche de fuego y violencia. Partidos burgueses y sectores de la clase dominante que hasta ahora habían optado por negociar con Castillo, por temor a la reacción popular si el Parlamento le destituía y convencidos de que ese era el mejor camino para empujarle a la derecha, se han sumado al coro exigiendo su renuncia.

Aún así, siguen divididos sobre si forzar una destitución inmediata o esperar algo más; también sobre si convocar elecciones o poner al frente del país a la presidenta del congreso, de la derecha fujimorista.  La última vez que hicieron algo similar (noviembre de 2019) desataron una insurrección popular que derribó al Gobierno derechista. Cuando convocaron elecciones para calmar los ánimos tras esa insurrección, se llevaron la sorpresa de la victoria de Castillo.

Reflejando la inquietud de las masas frente a las maniobras de la reacción, el 7 de octubre la CGTP, la principal central sindical y el sindicato de profesores SUTEP,  la mayor organización sindical del país, convocaban movilizaciones de trabajadores denunciando la ofensiva golpista de la derecha, desmarcándose de ella y exigiendo a Castillo un giro de 180º: subir los salarios, garantizar los derechos sociales y cumplir sus compromisos con el pueblo.

Los medios de comunicación peruanos e internacionales presentan las acciones golpistas de la derecha, estas manifestaciones obreras y los bloqueos de carreteras y protestas de distintos sectores populares contra las subidas de precios y las políticas capitalistas aplicadas por Castillo, como parte de un mismo  movimiento de protesta, pero es completamente falso.

Las consignas y reivindicaciones de los jóvenes, campesinos y trabajadores que participaron en las manifestaciones que organizaron los sindicatos o que mantienen cortes de tráfico y barricadas  en distintas regiones exigiendo medidas que defiendan sus ingresos contra el alza de precios, no tienen nada que ver con las que promueve la derecha. Las demandas más repetidas eran exigir a Castillo que rompa con los capitalistas, escuche el pueblo y que cierre el Parlamento dominado por la derecha. Incluso los sectores más radicalizados contra la represión gubernamental, que lanzaban la consigna “que se vayan todos”, señalaban en primer lugar a los diputados y partidos de la oligarquía. 

Según una encuesta de la empresa Datum, el apoyo a Castillo ha caído de más del 50% cuando fue elegido al 19%. En el último mes - tras enfrentarse a distintos colectivos populares críticos con sus políticas - ha perdido 19 puntos. Pero el Parlamento, según esa misma encuesta, no llega al 12%.

Derrotar a la derecha rompiendo con el capitalismo y levantando una izquierda revolucionaria

La crisis del capitalismo peruano, que ya se había visto fuertemente agravada por la pandemia, ha experimentado un salto cualitativo con la espiral inflacionaria alimentada por la guerra de Ucrania. La inflación ha sufrido el mayor crecimiento en 24 años, volviendo la situación de las masas aún más intolerable en un país que, tras décadas de políticas neoliberales, tiene una de las tasas de informalidad y precariedad laboral más altas del mundo: ¡80%!

Viendo el tremendo malestar provocado por sus últimas acciones, Castillo ha decretado una subida del salario mínimo. Pero este aumento, del 10,2%, no compensa el 14% de inflación acumulado desde 2018 y deja fuera a millones de trabajadores informales y precarios que no reciben el salario mínimo legal. Castillo también ha ordenado a sus ministros reunirse con los transportistas y otros sectores, pero sin poner sobre la mesa medidas que defiendan realmente el poder adquisitivo, los cortes de tráfico y movilizaciones continúan en varias regiones. Intentando transmitir disposición a escuchar al pueblo, convocó un Consejo de Ministros extraordinario en Huancayo, uno de los focos de las protestas y donde la represión policial fue más dura, pero esta política de gestos está agotada.

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Los trabajadores que participaron en las manifestaciones que organizaron los sindicatos, no tienen nada que ver con la reacción. Estos exigen a Castillo que rompa con los capitalistas, escuche el pueblo y que cierre el Parlamento dominado por la derecha. 


En un contexto de crisis profunda del capitalismo a nivel mundial como el actual es imposible mejorar siquiera mínimamente las condiciones de vida del pueblo mientras los bancos, la tierra, las grandes empresas y los recursos mineros y gasíferos del país sigan en manos de la oligarquía y las multinacionales imperialistas.

Las manifestaciones del 7 de abril han sido importantes para dar una primera respuesta a la derecha golpista. Pero esta respuesta debe tener continuidad y ser mucho más contundente. Si la asistencia fue menor que la de las movilizaciones que impusieron el reconocimiento de Castillo en junio y julio del año pasado no es porque falte fuerza. La causa, junto obviamente al malestar y desilusión sembrado por las políticas del propio Castillo, es la falta de un programa y un plan de lucha claros por parte de los dirigentes políticos y sindicales de la izquierda que transmita la decisión de ir hasta el final y conseguir la victoria.

La alternativa frente a la ofensiva de la derecha de los dirigentes de la izquierda, desde los del principal partido en el Parlamento, Perú Libre (PL), hasta los de la CGTP, los dos partidos comunistas y la izquierda anticapitalista que se declara  trotskista, es la convocatoria de una Asamblea Constituyente (AC) que sustituya al Parlamento y elabore una nueva constitución.

Esta consigna despierta simpatía e ilusiones entre los sectores más combativos y avanzados de las masas en la medida que plantea acabar con el Congreso dominado por la derecha y la constitución de la dictadura fujimorista. Pero la AC representa otra forma de parlamentarismo burgués y no resuelve el problema fundamental: la necesidad de aplicar ya un programa revolucionario que haga frente a la situación dramática que viven las masas, uniéndolas en la lucha e impidiendo que el escepticismo y desmoralización se extiendan y puedan ser utilizados por la derecha para culminar sus planes golpistas.

La derecha rechaza hoy la Constituyente porque tiene el Parlamento. Si la movilización revolucionaria de las masas le obligase a ello, no dudará en utilizar la AC para ganar tiempo, desviar la lucha de la calle al terreno parlamentario, bloqueando cualquier medida revolucionaria, y desmoralizar a amplios sectores del pueblo que no pueden esperar más.

¡Impulsar una huelga general y asambleas y comités de lucha para derrotar a los golpistas y aplicar un programa socialista!

El clamor exigiendo cerrar el Parlamento refleja las conclusiones avanzadas que están sacando miles de jóvenes, trabajadores y campesinos. Pero no hay tiempo que perder. No es cierto que “la crisis política haya pasado”, como afirma irresponsablemente Castillo. La derecha continúa su escalada. Solo les divide cuándo y cómo tumbar al Gobierno.

La izquierda debe organizar de forma urgente la movilización independiente y acción directa en las calles de la clase obrera y el pueblo, impulsando una huelga general y plan de lucha que permitan a la clase obrera desplegar toda su fuerza y ponerla al frente del conjunto de las y los oprimidos para aplastar las maniobras del Parlamento corrupto y golpista y exigir al Gobierno romper con el capitalismo, aplicando medidas socialistas que garanticen las  reivindicaciones sociales y democráticas del pueblo:

-Mantenimiento del poder adquisitivo de los salarios y los ingresos de autónomos, falsos autónomos y pequeños propietarios.

-Empleo, educación, sanidad, vivienda y pensiones dignas para todas y todos.

-Derechos de los pueblos originarios; derecho al aborto y plena igualdad de género de las mujeres; derechos LGTBI; etc.

-Nacionalización del gas, petróleo, las minas, los bancos, las grandes empresa y la tierra como única forma de hacer realidad todas las reivindicaciones anteriores, planificando democráticamente la economía en función de las necesidades sociales y acabando con su control por los imperialistas y la oligarquía

Para llevar adelante este plan de lucha es imprescindible formar en cada centro de trabajo y estudio, cada barrio y pueblo, asambleas y comités de acción formados por delegados elegibles y revocables y extenderlos y unificarlos local, regional y nacionalmente. La extensión y unificación de estos organismos de lucha serviría para levantar una Asamblea del Poder obrero y popular capaz de sustituir al Parlamento golpista y aplicar las políticas revolucionarias que se necesitan.

Dentro del capitalismo, buscando acuerdos y negociaciones con tal o cual sector de la clase dominante en el Parlamento o en una Constituyente, es imposible avanzar un milímetro. Hay que construir una izquierda revolucionaria que luche de forma audaz y decidida por la transformación socialista de la sociedad con el programa y métodos del marxismo. Solo así se podrá evitar la derrota. Una victoria en Perú inspiraría a las y los oprimidos del resto de América Latina y del mundo.

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