Tras la caída de la URSS y mientras todos los medios de comunicación amplificaban el falso mensaje redactado por la Casa Blanca acerca de una nueva era de bienestar y paz, representantes cualificados del capital, comandados por Dick Cheney, estudiaban en los despachos de Washington la forma de hacer que las guerras futuras se convirtiesen en un negocio aún más rentable y seguro.

Como el Estado nació de la necesidad de refrenar los antagonismos de clase, y como, al mismo tiempo, nació en medio del conflicto de esas clases, es, por regla general, el Estado de la clase más poderosa, de la clase económicamente dominante, que, con ayuda de él, se convierte también en la clase políticamente dominante, adquiriendo con ello nuevos medios para la represión y la explotación de la clase oprimida.

Federico Engels
El origen de la familia, la propiedad privada y el Estado (1884)

Tras la caída de la URSS y mientras todos los medios de comunicación amplificaban el falso mensaje redactado por la Casa Blanca acerca de una nueva era de bienestar y paz, representantes cualificados del capital, comandados por Dick Cheney, estudiaban en los despachos de Washington la forma de hacer que las guerras futuras se convirtiesen en un negocio aún más rentable y seguro.
La desaparición de la Unión Soviética lejos de atenuar los conflictos interimperialistas exacerbó la codicia de la burguesía. Tras ponerse punto y final al reparto de áreas de influencia entre los EEUU y la URSS, y sintiéndose liberadas del temor de una intervención desde el campo soviético, las diferentes potencias capitalistas iniciaron una lucha feroz para aumentar su control sobre áreas estratégicas. Todas aquellas zonas que ofreciesen ventajas desde el punto de vista de la producción de materias primas, o desde el plano militar y político han sido objeto de disputa permanente.

Multinacionales de mercenarios

No ha sido necesario mucho tiempo para demostrar que el pretendido cese de los conflictos armados y el fin de la lucha de clases, tantas veces anunciado en estos últimos años, eran perspectivas falsas, y así seguirá siendo mientras la sociedad siga dividida en clases.
Así pues, tras la cortina de humo de un supuesto período de "concordia entre los pueblos" y "triunfo de la democracia", se iniciaba un proceso de militarización y rearme general de las potencias capitalistas, recorrido esta vez por un fenómeno que ha alcanzado proporciones soberbias: la privatización a gran escala del brazo armado del Estado burgués. La desmovilización de efectivos durante los últimos años de la guerra fría -se calcula que entre 1985 y 1996 se licenciaron cinco millones de soldados-, lejos de atenuar la capacidad militar de las grandes potencias, fue la base sobre la que finalmente se incrementó la rentabilidad económica, la capacidad mortífera y la impunidad de las intervenciones armadas.
Al amparo de altas instancias como el Pentágono, la CIA y el Departamento de Estado norteamericano, nacieron muchas empresas como Blackwater, ejército privado fundado en 1996 por el multimillonario y extremista católico Erick Prince. Blackwater es hoy una empresa con ingresos que se cifran en cientos de millones de dólares anuales, cuenta con su propia base militar y una flota de una veintena de aviones, además de 20.000 trabajadores. Según informaciones de Yolanda Monge, corresponsal en Washington del diario El País: "Entre los amigos de la compañía está el vicepresidente de EE UU, Dick Cheney, y el ex secretario de Defensa Donald Rumsfeld. No hay que olvidar a Coffer Black, considerado por algunos el legendario jefe de operaciones clandestinas de la CIA y hoy vicepresidente de Blackwater".
Esta nueva corporación de mercenarios puede poner en servicio hasta 8.000 soldados en cualquier lugar del planeta en menos de 48 horas. Un auténtico ejército de alquiler, que dispone de capacidad aérea, carros blindados y armamento sofisticado. Y, si los servicios del Sr. Prince no convencen, se puede elegir entre muchas otras como DynCorp, Global Risk Strategies o Kroll Security.
Pero, ¿quién puede necesitar los servicios de estos ejércitos privados y, además, pagarlos? Por ejemplo, la multinacional British Petroleum, que contrató los favores de Defense Systems Limited para proteger sus inversiones en Colombia. El torturado continente africano ha sido escenario de la firma de muchos de sus mejores contratos. Sólo en Angola y Sierra Leona, países que albergan ricos yacimientos de petróleo y diamantes, se calcula que 70 de estas empresas han actuado para los diferentes bandos en contienda.
Bajo el manto de la democracia burguesa, la violencia y la muerte es un maná de dólares en constante crecimiento. Así, los atentados integristas contra las Torres Gemelas el 11-S y sus terribles consecuencias para el pueblo iraquí, posibilitaron que, bajo la coartada de la lucha contraterrorista, la cartera de clientes y áreas de intervención de estas multinacionales de la guerra se multiplicaran. Se calcula que en la actualidad sólo en territorio iraquí hay más de 64.000 soldados extranjeros de ejércitos privados, 21.000 de ellos de nacionalidad estadounidense. Peter Singer, analista de la Brookings Institution de Washington, explicaba en un reciente estudio publicado por el diario británico The Independent, que los ejércitos privados se han convertido en una industria que opera en 50 países y mueve anualmente casi 160.000 millones de euros.

Licencia para matar

El negocio es redondo no sólo desde el punto de vista económico, sino también por la total y absoluta impunidad de la que gozan estos ejércitos de alquiler. Realizan sus actividades en secreto, su lista de clientes no está ni regulada ni controlada por institución alguna, las concesiones por parte de organismos oficiales que pagan sus servicios con fondos públicos no se otorgan por licitación y la gran mayoría están registrados en paraísos fiscales. Pero incluso aunque esto no fuera así, si existiera algún tipo de legislación al respecto, ¿cómo se podría controlar su actividad si quienes contratan sus servicios son precisamente los gobiernos y organismos internacionales teóricamente encargados de velar por el cumplimiento de la ley?
No olvidemos que entre sus clientes se encuentran no sólo poderosas corporaciones, sino también el Pentágono (que suscribió 3.016 contratos con 12 de estas empresas entre los años 1994 y 2002 por valor de 300.000 millones de dólares), la ONU (que contrató a la empresa Lifeguard para proteger sus instalaciones en Sierra Leona), el gobierno de EEUU (quién, por ejemplo en 2005, tras el ciclón Katrina, envió mercenarios de Blackwater a Nueva Orleans), la Unión Europea (para el transporte de sus fuerzas de paz a Afganistán) o la OTAN.
Cuando tu actividad mercantil consiste en apoyar invasiones militares imperialistas o garantizar la explotación inmisericorde perpetrada por las multinacionales, la falta de transparencia y control es un requisito indispensable porque la violencia, la tortura y el asesinato se hacen inevitablemente necesarios. Sojuzgar, explotar y condenar a la miseria a millones de seres humanos de forma continuada sólo es posible a través de la imposición del imperio del terror. Desde esta perspectiva, no causa ninguna sorpresa saber que entre los mercenarios de Blackwater se encuentran militares chilenos que actuaron bajo la dictadura de Pinochet, o que los investigadores oficiales de las torturas en las cárceles de Abu Ghraib en Iraq concluyeran que, en más de una tercera parte de los casos, estuvieron presentes contratistas, así se les conoce, privados.
Así pues, o la legislación vigente admite abiertamente la tortura y el asesinato de inocentes, o la justicia y la democracia burguesas que, por el momento y mayoritariamente dicen no admitir semejante métodos, miran para otro lado cuando estos crímenes se comenten. El matiz de tiempo y cantidad tiene extraordinaria importancia, no olvidemos que la noción de justicia y democracia es muy elástica para la burguesía. En la medida en que la lucha de clases y la resistencia antiimperialista crece, la legislación se adapta al nuevo escenario. A la existencia del famoso campo de internamiento de Guantánamo, se sumó hace poco el reconocimiento por parte de la CIA de la utilización de una técnica de tortura conocida como tormento de toca (ahogamiento simulado). Y, en Europa, al tiempo que los vuelos de la CIA con destino Guantánamo fueron amparados por los gobiernos de la Unión, aumenta el volumen de las voces que exigen el recorte de derechos democráticos más fundamentales como el de huelga o manifestación.

Para alcanzar la paz hay que desarmar a la burguesía

Se ha iniciado una nueva etapa marcada por el endurecimiento de los conflictos entre las clases y las potencias. Hay pruebas contundentes de que la burguesía se prepara en todos los terrenos, como demuestra el perfeccionamiento de su aparato militar. Quien todavía albergue dudas debería echar un vistazo al incremento de los presupuestos militares de EEUU, China o Rusia. El gasto mundial en armamento militar ascendió durante 2006 en 1.204 millones dólares, 3,5% más que el año anterior, según el informe anual del Instituto Internacional de Estudios para la Paz de Estocolmo (Sipri). En total, el gasto militar mundial en la década 1997-2006 creció un 37%. Los datos son concluyentes: China se convirtió en el principal inversor en gasto militar en Asia, con 49.500 millones de dólares; por delante de Japón, con 43.700, y de India, con 23.900 millones. Estados Unidos gastó en el mismo período 528.700 millones de dólares, mientras que Rusia se quedó en 34.700 millones. El volumen de armas convencionales que se vendieron en 2006 fue un 50% superior al de 2002. Por otra parte, las ocho potencias nucleares del mundo (EEUU, Rusia, Gran Bretaña, Francia, China, Israel, India y Pakistán) tienen desplegadas en estado de combate más de 13.000 armas atómicas, aunque en total sus arsenales superan las 27.000 cargas. 
La clase obrera también debe prepararse para el futuro. Si bien es cierto que, en un primer momento, será una tarea comprendida sólo por sus sectores más avanzados. No hablamos de conspiraciones o de la formación de pequeños grupos armados aislados de la clase. Nos referimos a la necesidad de estudiar lo que ocurre hoy para contrastarlo con las lecciones del pasado. El poderío militar del imperialismo no pudo evitar la victoria revolucionaria del Octubre ruso, ni la liquidación del capitalismo en China, Vietnam o Cuba. Ni siquiera hoy, con todo su potencial destructivo, es capaz de doblegar la voluntad de lucha de las masas iraquíes.
En el momento en que la revolución se apodera de la mente de las masas, éstas son capaces de levantar potentes batallones. Cuando los trabajadores y los campesinos, como columna vertebral de un ejército revolucionario, luchan bajo la bandera de la revolución socialista, son capaces de derrotar a cualquier ejército burgués por muy poderoso que éste sea. Pero el heroísmo de las masas no es suficiente, es indispensable la existencia de un partido revolucionario capaz de dotar a esas poderosas fuerzas de combate de un programa revolucionario.

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