Coordinador nacional de los Comités en Defensa de la Escuela Pública y la Coordinadora de Estudiantes Universitarios (CSP-CSU)

Coordinador nacional de los Comités en Defensa de la Escuela Pública y la Coordinadora de Estudiantes Universitarios (CSP-CSU)

El Militante.- Está convocada una huelga general de trabajadores para el 12 de diciembre. Es impresionante la rapidez con la que puede cambiar el ambiente social. Explícanos los motivos que han llevado a los jóvenes y los trabajadores a tomar las calles en Italia.
Mateo Molinaro.-
Entre los jóvenes en Italia, durante años, se ha incubado un gran descontento por el deterioro generalizado de sus condiciones de vida: aumento de los costes de los estudios, endurecimiento de los criterios de selección, creciente inseguridad en el mercado de trabajo, perspectivas de futuro peor que la de nuestros padres... Sin embargo, la juventud no encontraba un canal para expresarse. Las fuerzas de la izquierda, de hecho, fueron plenamente responsables de estos ataques. En este contexto, el gobierno de Berlusconi creyó que tenía el campo despejado para llevar el ataque final contra la educación pública. Durante el verano aprobó recortes muy graves: 8 millones de euros en la secundaria y 1,5 millones de euros en la universidad en unos pocos años, con la posibilidad de transformar las universidades y las escuelas en organismos gestionados con criterios puramente privados.
Inicialmente fue un sector relativamente reducido de los estudiantes el que planteó la necesidad de reaccionar pero en unas pocas semanas la base del movimiento tomó la delantera. A partir de mediados de octubre, la rutina fue totalmente desplazada por una escalada de iniciativas: asambleas de miles de estudiantes, profesores y universitarios, manifestaciones dentro y fuera de la universidad, desfiles en decenas de ciudades, ocupaciones.
Estas movilizaciones llevaron a un cambio en la psicología de las masas de estudiantes: se empezaba a pensar que era posible derrotar al gobierno. Inicialmente había cierta presencia de sentimientos ‘antipolíticos', lo cual es comprensible en una situación en que millones de jóvenes entran por primera vez en el escenario de la lucha de clases. Pero el primer salto cualitativo se dio cuando, el día antes de la huelga general del 30 de octubre, un grupo de neofascistas respaldados por la policía asaltó con cascos y barras de hierro una manifestación de estudiantes de secundaria. La mayoría de los estudiantes comprendieron rápidamente el papel que desempeñan realmente las fuerzas reaccionarias.
Además, la rápida percepción de que existe conexión entre la crisis económica causada por los capitalistas y los recortes del presupuesta educativo muestra el nivel de conciencia alcanzado por el movimiento. El lema de "no pagaremos vuestra crisis" es el más popular.
Pero si hace un mes este lema sólo era gritado por los estudiantes, ahora empieza a serlo por el conjunto de la clase obrera. El movimiento estudiantil fue visto como un ejemplo a seguir. La unidad entre los estudiantes y los trabajadores fue un proceso natural desde el comienzo: primero se incubó en las aulas, en los pasillos de las escuelas y universidades, y luego se generalizó en la toma de conciencia de que para ganar esta lucha es necesario ampliar el frente todos los sectores de la sociedad que pueden acabar pagando el precio de la crisis.
Se debe principalmente a esta presión que la CGIL, el principal sindicato italiano, haya convocado una huelga general de cuatro horas para el próximo 12 de diciembre. Una huelga que, a pesar de sus limitaciones, lleva la movilización a una nueva fase. No será un simple evento más. Es cierto que el movimiento estudiantil, después de casi dos meses de movilización, denota un poco de cansancio; pero la unidad con la clase obrera hace que su determinación sea aún más fuerte que antes. Todo el mundo sabe que estamos ante una lucha larga. Un aspecto muy importante de la situación es el debate que se está desarrollando entre los estudiantes sobre la manera de continuar la lucha.
EM- ¿Cuáles son los puntos más importantes que, en este contexto, estamos difendiendo?
MM.-
Partimos de una premisa: una movilización no se puede ganar sin tener ideas claras. Los estudiantes tienen muy asumido que no es justo que las escuelas y universidades paguen el coste de la crisis capitalista. Este es el punto de partida fundamental. En el gobierno se empiezan a percibir grietas entre Berlusconi y sus ministros. Es fundamental la consigna de la dimisión de la ministra de educación Gelmini. Pero esto no es suficiente, hay que dotarse de una plataforma reivindicativa general, para conectar el "no a los recortes" con medidas en positivo que hagan realidad el derecho a la educación. El debate acerca de cual es la educación por la que luchamos está lejos de resolverse. Esto es de vital importancia, porque ahora el gobierno está tratando de quitar fuerza a las movilizaciones a través de la vía de "diálogo", intentando dividir la lucha ofreciendo migajas para las universidades que "merecen más", es decir las "más productivas".
Algunas fuerzas en el movimiento estudiantil proponer caminos peligrosos: utilizar la "autonomía de la universidad" para construir "libremente" las llamadas "autoreforma" y "autoformación". Nosotros polemizamos abiertamente con estos argumentos por una razón simple: aunque fuera posible utilizar la autonomía a nuestro favor -y no lo es- acabaríamos en el callejón sin salida de una negociación facultad por facultad, instituto por instituto. También significaría renunciar a la lucha contra la privatización, que solo se puede ganar en campo abierto, en las calles, que es nuestro terreno. No necesitamos cursos de "cultura alternativa", sino que queremos una educación pública, gratuita, de calidad y de masas.

Sabemos muy bien que la escuela no puede ser una isla de felicidad dentro del sistema capitalista. La movilización en defensa de la educación pública pone en el orden del día la necesidad de transformar la sociedad en su conjunto.
EM.- ¿Qué opinión tienes del Congreso del SE?
MM.-
En los dos últimos decenios en Italia hubo muchas protestas de los estudiantes, pero en cada ocasión quedó claro que la falta de organización les restaba eficacia. Una de las principales limitaciones es la falta de una organización de masas, con raíces en los centros de estudio y que tenga un claro programa y una alternativa.
En el congreso del Sindicato de Estudiantes tuve el privilegio de poder ver de cerca nuestro modelo a seguir. Me impresionó la combatividad que se respiraba en los días del congreso y la calidad de las intervenciones, comenzando con los estudiantes más jóvenes. Creo que tenemos mucho que aprender de vuestra experiencia, y no es casualidad que uno de los folletos que estamos vendiendo más es el documento sobre la lucha estudiantil de 1986-1987 en el Estado español. Sabemos que un sindicato de estudiantes sólo  puede nacer de un movimiento de masas, y creo que hemos sentado las bases en Italia con los Comités en Defensa de la Escuela Pública y la Coordinadora de Estudiantes Universitarios (CSP-CSU).
Las últimas palabras quiero dedicarlas al carácter internacionalista de este congreso: la aprobación del Manifiesto Internacional en defensa de la educación pública es un paso histórico. Ahora más nunca, en esta crisis, la clase gobernante de los distintos países quiere imponer la misma repugnante receta. Nuestros adversarios están bien coordinados en todo el mundo. La adhesión de varias organizaciones estudiantiles de varios países a este manifiesto será la primera respuesta internacional a esta ofensiva de la burguesía.. La crisis económica mundial está forjando a una nueva generación de jóvenes, incluso aquí en Europa, que buscan una alternativa al actual estado de cosas. Por eso se abre la posibilidad de ligar esta necesidad de la juventud con la lucha por el socialismo, conectando al programa de la revolución a millones de jóvenes y trabajadores.

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