Las elecciones celebradas el 13 de mayo en Renania del Norte-Westfalia, que han dado la victoria al socialdemócrata SPD con un 38,8% de votos (con lo que podrán gobernar en coalición con los verdes), han supuesto un duro y nuevo varapalo para la Unión Cristiano Demócrata (CDU) de la canciller Angela Merkel. La CDU cosechó su peor resultado desde la segunda Guerra Mundial con un 25,9% de voto y una pérdida de más de ocho puntos respecto a las anteriores elecciones en dicho territorio.

Aun siendo comicios locales, estos resultados son muy significativos al tratarse del land más poblado y con mayor desarrollo industrial de Alemania y porque son ya once los gobiernos de estados federales que la coalición de la CDU con los liberales (FDP) pierden desde 2009.
El mal resultado supuso la caída en desgracia del candidato de la CDU Norbert Röttgen, ex ministro de Medio Ambiente y considerado hasta ese momento un futurible sucesor de Merkel, a pesar de lo cual ésta no dudó en destituirlo de manera inmediata acusándole de ser el responsable de la derrota y tratando de desligarse de esa manera del mal resultado conseguido. Destitución que ha provocado además que Merkel reciba fuertes críticas dentro de su propio partido por la brusca forma en que se ha producido.
Die Linke (La Izquierda) ha sido el otro gran damnificado de estas elecciones, con sólo el 2,5% de los votos y desapareciendo del parlamento, lo cual confirma la fuerte crisis en la que se encuentra esta formación desde hace meses debido, entre otras cosas, a las divisiones internas y los enfrentamientos entre las diferentes familias y líneas ideológicas que conviven dentro de este partido. La incapacidad de Die Linke para convertirse en una alternativa a la izquierda y el hecho de que el SPD (a pesar de mejorar sus resultados) siga manteniendo un apoyo claro en lo básico a las políticas de la burguesía alemana, tanto en el propio país como en Europa, están favoreciendo el crecimiento electoral del Partido Pirata, que con un 6,2% entra en el cuarto parlamento regional en el último año. Este partido, aunque ha tenido un importante auge en los últimos meses, se encuentra en la práctica lastrado por su indefinición ideológica y la carencia absoluta de un programa político, pero aprovecha fundamentalmente la ausencia de una opción creíble a la izquierda que defienda realmente un programa de cambio social.
La burguesía alemana ha buscado en los últimos años ampliar sus tasas de beneficio en base a un aumento de la temporalidad, la precarización del trabajo y la congelación (cuando no la rebaja) de los salarios, política que ha sido posible por la colaboración del SPD y, en muchos casos, de los propios sindicatos. Como consecuencia de todo esto estamos asistiendo a un creciente descontento entre los trabajadores que demandan cambios en la situación. En las últimas semanas ha habido importantes huelgas en el sector del metal que han acabado en una victoria al conseguir un aumento salarial del 4,3% (tras amenazar incluso con una huelga indefinida). Esto no ha sido ningún regalo de los capitalistas alemanes ni ningún intento de favorecer la salida de la crisis de los países de la UE sino el fruto de la lucha de los trabajadores, una lucha que sin duda tenderá a incrementarse en el próximo periodo y que debiera abrir grandes perspectivas para un crecimiento de la izquierda y a su vez aumentar el deterioro que, como están mostrando las encuestas de cara a las elecciones generales de otoño del 2013, sufren los partidos de la derecha en el poder.

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