El rotundo triunfo de la izquierda en las elecciones legislativas francesas demuestra una vez más la oposición de jóvenes y trabajadores a las medidas de austeridad y a los recortes sociales. Tras el triunfo de Hollande en las elecciones presidenciales, el Partido Socialista ha conseguido la mayoría absoluta en la Asamblea Legislativa, con un 48,5% de los votos en la segunda vuelta; en total obtiene 314 escaños, frente a los 229 conseguidos por la Unión por un Movimiento Popular (UMP) de Sarkozy.

El conjunto de la izquierda obtiene una victoria arrolladora, ha logrado el 59% de los votos, a pesar de la baja participación, un 55,41%, que tradicionalmente siempre ha favorecido a la derecha. En 2007 la izquierda consiguió el 39,3% del voto, mientras la derecha conseguía entonces el 59%, ahora ha caído hasta un 39,6%. Por primera vez en la historia de la Quinta República el Partido Socialista controlará tanto la presidencia como el parlamento sin tener que depender de alianzas con otros partidos para poder llevar a cabo su política.
El Frente de Izquierdas ha conseguido 10 parlamentarios. En la primera ronda logró el 7% de los votos, casi 1.800.000, 700.000 más de los conseguidos por el Partido Comunista en las legislativas de 2007. Lamentablemente, Jean-Luc Mèlenchon no ha obtenido escaño. El líder del Frente de Izquierdas lanzó un órdago a la ultraderechista Marine Le Pen, disputándole el escaño por su circunscripción en Pais-de-Calais. Desde el principio se sabía que se trataba de una tarea difícil porque en ese distrito electoral ninguno de los partidos que forman el Frente tiene militantes, sobre todo el Partido Comunista, así que la campaña ha tenido que depender de militantes de otras regiones que han viajado expresamente a este distrito para llevar a cabo la campaña. A pesar de todo, Mèlenchon consiguió en la primera ronda un 21% de los votos, frente al 23% del candidato del PSF y un 43% conseguido por Le Pen. En la segunda ronda la líder del Frente Nacional ha sido derrotada por el candidato socialista.
Los resultados del Frente de Izquierdas representan un avance claro. Durante las campañas electorales presidenciales y legislativas ha sido capaz de movilizar a decenas de miles de jóvenes y trabajadores, convirtiéndose en un punto de referencia a la izquierda del Partido Socialista.
El ultraderechista Frente Nacional ha regresado al parlamento, en el que no tenía representación desde 1988. Ahora tiene 2 diputados, aunque ha aumentado su número de votos, 2,4 millones más que en 2007, no ha conseguido su objetivo de pasar a la segunda ronda de las elecciones en más de 100 distritos electorales, sólo lo consiguió en unos 50.
El principal partido de la derecha, la UMP, en la primera ronda electoral consiguió poco más de siete millones de votos, 3.200.000 menos que en 2007. Esta debacle electoral ha provocado una crisis dentro del partido como se ha puesto de manifiesto en la posición de algunos líderes regionales que en la segunda ronda han pedido el voto para el Frente Nacional, a pesar de la oposición de la dirección nacional, que incluso amenazó con expulsar a aquellos que pidieran públicamente el voto al FN. En los próximos meses esta crisis se profundizará. Tradicionalmente la crisis de la derecha en Francia ha terminado con escisiones, como sucedió en 2007 con la formación del Movimiento Democrático (Modem) encabezado por François Bayrou. El Modem después de conseguir casi dos millones de votos en 2007, ahora ha logrado sólo 458.000, ni siquiera su líder ha conseguido revalidar su escaño. Esta caída del “centro” es otro de los síntomas de la enorme polarización política que ha quedado claramente reflejada en estas elecciones.

Una oportunidad histórica para el PSF

Con esta victoria electoral el PSF tiene la mayoría necesaria para eliminar todas las medidas de austeridad y ataques contra los trabajadores aprobados durante estos últimos años por Sarkozy y la derecha francesa. El nuevo gobierno de Hollande inmediatamente después de convertirse en presidente aprobó algunas medidas positivas, como la bajada de un 30% del salario a los altos cargos, parlamentarios, etc.; el aumento del salario mínimo o la paralización de algunos aspectos de la contrarreforma de las pensiones aprobada por Sarkozy en 2010. Hay que señalar que si bien paraliza el retraso de la edad de jubilación a los 62 años, mantiene el periodo de cotización necesario en 41 años, eso significa que sólo un 20% de los trabajadores podría jubilarse a los 60 años con la pensión completa. En todo caso, estas medidas, a pesar de sus limitaciones, sí han generado expectativas en la sociedad en que el gobierno de Hollande seguirá un camino diferente de la política de ataques sociales dominante en Europa.
Algunos sectores de la izquierda europea, sobre todo la socialdemocracia, que ha sufrido duras derrotas electorales en estos últimos años, han presentando estas medidas como un auténtico cambio de rumbo y alternativa a las medidas de austeridad encarnadas en la política de Merkel. Sin embargo, el nuevo gobierno francés, rápidamente, en declaraciones del primer ministro Ayrault a France Info, ha reafirmado que el gobierno impondrá la austeridad. Hollande durante toda la campaña electoral insistió en que su objetivo era reducir el déficit a cero para el año 2017, eso significa reducir los gastos en más de 105.000 millones de euros. Incluso Hollande habla abiertamente de la necesidad de hacer sacrificios. Por tanto, la cuestión de que se ha producido ya un cambio de rumbo no está clara en absoluto. En política exterior mientras anunciaba la salida de las tropas francesas de Afganistán para este verano, continuará con la intervención militar en Libia y anunció que estaría dispuesto a apoyar y participar en una hipotética intervención de la OTAN en Siria.
La victoria del PSF ha generado expectativas de cambio, pero eso no significa que los millones de trabajadores y jóvenes que lo han apoyado electoralmente les haya dado un cheque en blanco. Las exigencias del capitalismo francés, y más en periodos de crisis, son esencialmente las mismas que la de los capitalistas del resto del mundo. Si Hollande gira hacia una política de recortes sin duda se encontrará con una respuesta contundente en las calles, como vimos en 2010 con las históricas movilizaciones contra la reforma de las pensiones.

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