El 30 de marzo hizo un año de la Gran Marcha del Retorno que reunió a decenas de miles de palestinos ante el muro que separa Gaza e Israel para exigir el fin del bloqueo, la ocupación y el derecho al regreso de los palestinos expulsados de sus hogares en 1948 y 1967. El ejército israelí desató una feroz represión contra los participantes en la marcha. Desde ese día miles de palestinos cada viernes han participado en marchas y protestas frente al muro de separación. El gobierno israelí ha intentado aplastar las protestas con una violencia extrema que ha provocado en un año más de 200 muertos y 28.000 heridos. Este pasado 30 de marzo de nuevo hubo protestas que al menos dejaron 3 menores palestinos muertos por los disparos israelíes. 

La población de Gaza vive una situación dramática, sufre una grave crisis humanitaria debido bloqueo inhumano impuesto por Israel y Egipto. Uno de cada dos habitantes de Gaza vive en la pobreza y el 70% de los jóvenes está en paro. Hay escasez de agua, electricidad, la gente vive en medio de infraestructuras y edificios destruidos por las bombas. El resultado es que dos millones de palestinos viven encarcelados en una gran prisión. Todo agravado por la represión y las continuas masacres. Nada de esto ha detenido la resistencia palestina ya que sólo pueden elegir entre morir de hambre o hacerlo por un disparo israelí.

El ejército israelí bombardea Gaza

Una de las formas de castigo colectivo que utiliza el gobierno israelí son los bombardeos sobre Gaza que además de provocar daños materiales y humanos, pretenden provocar una situación de terror permanente en la población de Gaza. El 15 de marzo Israel reinició los ataques con bombardeos indiscriminados en represalia por el lanzamiento de dos cohetes sobre Tel Aviv, al día de hoy no se sabe quién es el responsable de ese ataque ya que tanto Hamás como el resto de organizaciones palestinas han negado la autoría. Todo esto coincidía con las negociaciones de Hamás con Israel y Egipto para lograr un acuerdo de alto el fuego y de esta manera aliviar la situación en Gaza, incluso se llegaron a parar las protestas de los viernes para no interferir en las conversaciones. Pero los bombardeos más violentos de los últimos meses fueron los del 25 y 26 de marzo, durante doce horas se realizaron 66 bombardeos, la mayoría sobre zonas muy pobladas.

Este nuevo acto criminal israelí y el sufrimiento de los palestinos apenas merecen unas líneas en los medios de comunicación. Los supuesto líderes democráticos mundiales también mantienen un silencio cómplice contra el pueblo palestino, revelando que sus pretensiones humanitarias ya sea en Haití, Venezuela, Libia o Siria no son nada excepto una cobertura de las guerras imperialistas para lograr un cambio de régimen o el saqueo.

Trump reconoce la soberanía israelí sobre los Altos del Golán

Los bombardeos se producen inmediatamente después de que Donald Trump reconociera la soberanía israelí sobre los Altos del Golán, territorio sirio ocupado por Israel desde la guerra de 1967. Israel expulsó a 130.000 sirios que vivían allí y destruyó la mayoría de las aldeas, finalmente en 1981 se anexionó la región poniéndola bajo las leyes y administración israelíes. La anexión no tiene nada que ver con la religión y mucho con la posición estratégica que ocupa la zona ya que permite el control del Mar de Galilea, además junto a Cisjordania es una de las principales fuentes de agua para el árido territorio israelí, los Altos del Golán suministran en la actualidad un tercio del agua que utiliza Israel y, aún más importante, contiene reservas energéticas importantes.

Como sucedió con el cambio de la embajada estadounidense a Jerusalén, con este nuevo acto Trump pretende apoyar a su aliado de confianza en la región, pero especialmente a Netanyahu que en estos momentos se enfrenta a varios escándalos de corrupción y a una posible derrota electoral.

Las elecciones del 9 de abril en Israel

Esta nueva ofensiva contra los palestinos está siendo utilizada como propaganda electoral por parte de Netanyahu y sus socios ultraderechistas. En los últimos años la política israelí se ha caracterizado por una deriva cada vez más intensa hacia la extrema derecha, no sólo por su política represiva hacia los palestinos sino por los ataques a los derechos democráticos de la población israelí, que se expresó en la aprobación el pasado mes de julio de la Ley Estado-Nación que define oficialmente a Israel como “el Estado Nación del pueblo judío”, estableciendo en la práctica un apartheid para los ciudadanos árabes israelíes a quienes se les restringen derechos y se les considera ciudadanos de segunda categoría.

El pasado mes de noviembre dimitió el principal socio de gobierno del Likud y hasta entonces ministro de defensa, Lieberman, líder del partido ultraderechista Israel es Nuestra Patria. La intención de Lieberman era aprovechar las horas bajas de Netanyahu  y su posible dimisión en caso de ser imputado por la fiscalía. Ante la crisis de gobierno Netanyahu convocó elecciones anticipadas para el 9 de abril. Como era previsible la campaña electoral está dominada por la agenda derechista y militarista en la que participan todos los partidos de la derecha israelí. Un ejemplo es el anuncio televisivo de la actual ministra de justicia con un frasco de perfume con la etiqueta ‘Fascismo’ y mirando fijamente a la cámara dice: ‘A mí me huele como a la democracia’. El giro hacia una política abiertamente fascista y el aumento del militarismo son rasgos indiscutibles en estas elecciones.

Para intentar ganar, Netanyahu ha fusionado el Likud con el partido fascista Poder Judío y con los sionistas religiosos de Patria Judía, con la intención de lograr el apoyo del resto de partidos ultranacionalistas y religiosos y formar una alianza encabezada por el Likud que le permita ganar las elecciones. En este momento el Likud va el segundo en las encuestas por detrás de Benny Gantz, candidato de Kahol Lavan (Azul y Blanco), la coalición formada para hacer frente a Netanyahu por altos mandos del ejército, sectores liberales laicos y el líder de la federación sindical Histadrut, entre otros.

Gantz es un general que fue jefe del Estado Mayor israelí y que hace menos de cinco años dirigió la guerra que se cobró más de 2.200 muertos en la franja de Gaza. La fuerza con la que ha entrado Gantz en la carrera electoral y el apoyo y las simpatías que ha generado entre sectores importantes de la clase dominante y la clase media demuestra también la preocupación que existe en un sector de la burguesía israelí ante las consecuencias de la política de Netanyahu, al que comparan con el presidente turco Erdogan como una figura corrupta que protege sus intereses y el aparato creado alrededor suyo antes que al propio Estado que encabeza. Ante esto, Gantz se presenta como un candidato más razonable y moderado, aunque eso no le impide dejar claro por ejemplo que “está con Netanyahu frente a Irán”, como manifestó en la reciente Conferencia de Seguridad de Múnich.

Tanto Netanyahu como Gantz y el resto de los representantes de la clase política israelí comparten el objetivo de establecer el Gran Israel, este proyecto imperialista y colonialista no es otra cosa que la expansión sionista a la región, algo imprescindible para mantener la riqueza de la clase dominante israelí.

Aumento de las tensiones sociales

Israel es el país más desigual económica y socialmente de la OCDE. Con un 24% de la población viviendo en la pobreza, estos últimos meses los trabajadores han sufrido una subida generalizada de los precios en electricidad, agua, alimentos básicos y alquileres. El salario medio es de 1.200 euros mensuales, insuficiente para hacer frente al coste de la vida más alto de la OCDE después de Japón. 

Esta situación de desigualdad y falta de democracia ha provocado enormes tensiones sociales que han comenzado a salir a la superficie durante el año pasado con protestas masivas: contra la ley del Estado-Nación, contra la discriminación de las personas LGTBI, por los derechos de los refugiados o por la igualdad de las mujeres. En diciembre se anunciaron subidas de los precios de la electricidad, agua, gas, teléfono móvil, alimentos y de algunos impuestos. Esto desencadenó las protestas de los “chalecos amarillos” que desde entonces, siguiendo el ejemplo francés, han cortado carreteras e incluso bloquearon durante horas Tel Aviv.

Precisamente esta situación es una de las razones del recrudecimiento de los ataques a los palestinos y de la intensa campaña nacionalista y ultraderechista de los partidos capitalistas que participan en la campaña electoral. La clase dominante israelí siempre ha utilizado la guerra, el miedo a los vecinos hostiles y el nacionalismo para desviar la atención de la población de los problemas sociales.

En la medida en que Israel siga gobernado por la actual clase dominante no puede existir una verdadera perspectiva de paz para Israel y Palestina.  La juventud y la clase obrera israelíes necesitan contrarrestar las maniobras de la clase dominante israelí que explotan los miedos de la población. La primera reivindicación debe ser el final del bloqueo y la ocupación de Gaza, Cisjordania y los Altos del Golán, así como la retirada inmediata de las tropas de Gaza y el final de la represión criminal del pueblo palestino.

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