El 15 de septiembre, Francesca Albanese, relatora especial de la ONU para Palestina, declaraba que la cifra oficial de 65.000 palestinos asesinados en Gaza está severamente subestimada.Deberíamos empezar a pensar en 680.000 porque este es el número que algunos académicos y científicos afirman que es la verdadera cifra de muertos en Gaza”[1]. De esas 680.000 víctimas, al menos 380.000 serían niños y niñas.

Siguiendo la misma lógica criminal que aplicaron los nazis en las cámaras de gas de Auschwitz y Mauthausen, Trump y Netanyahu han convertido Gaza en un campo de exterminio a cielo abierto, utilizando la hambruna planificada, los bombardeos contra la población palestina indefensa, la destrucción sistemática de hospitales e infraestructuras necesarias para la vida (sistemas de electricidad, agua y alcantarillado) para eliminar y expulsar de su tierra a todo un pueblo.

Un holocausto que continúa

El 13 de octubre Donald Trump presentaba en Sharm el Sheikh (Egipto) el “acuerdo de paz” para Gaza previamente pactado con Netanyahu. Lo hacía arropado y aplaudido por 20 presidentes y jefes de Estado, entre ellos los de varios países árabes y europeos que, como en el caso de Pedro Sánchez, dicen apoyar la causa palestina. El pasado 18 de noviembre, la farsa de esta paz genocida recibía el respaldo del Consejo de Seguridad de la ONU, con el voto a favor de 13 de sus miembros y la abstención de Rusia y China.

Tras más de dos años de matanza, esta pantomima abominable, que pasará a la historia de la diplomacia podrida del imperialismo, confirma la complicidad de todas las instituciones y los Gobiernos capitalistas con la maquinaria de guerra del sionismo.

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Siguiendo la misma lógica criminal que aplicaron los nazis, Trump y Netanyahu han convertido Gaza en un campo de exterminio a cielo abierto, utilizando la hambruna planificada y los bombardeos contra la población palestina indefensa. 

Esta paz fraudulenta busca pretende objetivos políticos muy definidos. Por un lado, acabar con la rebelión global en apoyo al pueblo palestino que se ha extendido por los cinco continentes. Por otro, dar carta blanca, con el aval de toda la “comunidad internacional”, a los planes de Trump y Netanyahu para someter al pueblo palestino e imponer un régimen colonial en Gaza y Cisjordania.

En tiempo récord estos dos genocidas han dejado claro que la única paz que están dispuestos a promover es la de los cementerios. Mientras escribimos este artículo, el ejército sionista mantiene ocupado el 53 % del territorio gazatí, incluida la gran mayoría de tierras cultivables que no han sido arrasadas por sus bombas, y mantiene bajo su control todas las salidas hacia países vecinos.

La Gaza del “acuerdo de paz” es la cárcel a cielo abierto más grande del planeta. Un campo de concentración rodeado de tropas sionistas con las manos libres para golpear a la población indefensa cuando lo consideran oportuno. Aunque la intensidad de los ataques ha disminuido, según datos recogidos por la propia ONU, del 13 de octubre al 13 de noviembre el ejército sionista violó más de 100 veces el alto el fuego y asesinó alrededor de 250 personas. El 14 de noviembre un nuevo bombardeo mataba a 30 palestinos más. Una crónica periodística resumía así la situación: “Israel bombardea por tierra, mar y aire el norte y sur de Gaza pese al alto el fuego aún vigente”[2].

Los políticos sionistas también se jactan públicamente de las torturas infligidas a los más de 10.000 presos palestinos que permanecen secuestrados en sus cárceles, sometidos a condiciones de aislamiento y maltrato inhumanas. No hay duda de que el objetivo de expulsar a la mayoría de la población gazatí hacia países vecinos sigue adelante, combinando los bombardeos, el asesinato y la tortura para sembrar el terror, y convertir a los que permanezcan en mano de obra semiesclava.

En estos momentos la inmensa mayoría de las familias palestinas de Gaza viven hacinadas en enclaves constituidos por tiendas de campaña precarias, sin agua ni electricidad, sin hospitales, escuelas y privados de los medios básicos para la subsistencia. “El tejido urbano ha sido casi totalmente destruido por los proyectiles, las bombas, los drones y las excavadoras israelíes: el 80% de los edificios están dañados o destrozados, el 90% de las viviendas están destruidas y el 80% de las tierras de cultivo arrasadas. La franja alberga ahora a 17.000 huérfanos y la ONU estima que los últimos dos años han retrasado el desarrollo humano en Gaza 69 años, colocándolo en los niveles de 1955, como queda recogido en el informe del PNUD, Gaza War: Expected Socioeconomic Impacts on the State of Palestine (octubre de 2024)”[3].

Todo esto refuerza un arma utilizada a discreción por el régimen nazisionista: la hambruna. Según el director general de la Organización Mundial de la Salud (OMS), Tedros Adhanom Ghebreyesus: “La situación sanitaria en la Franja de Gaza es ‘catastrófica’ y sus consecuencias se extenderán ‘durante generaciones’…”[4].

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En estos momentos la inmensa mayoría de las familias palestinas de Gaza viven hacinadas en enclaves constituidos por tiendas de campaña precarias, sin agua ni electricidad, sin hospitales, escuelas y privados de los medios básicos para la subsistencia. 

El proyecto del Gran Israel, paso a paso

El holocausto demuestra que los planes del régimen de Netanyahu para imponer el proyecto del Gran Israel, cuya piedra angular es la dominación total de Cisjordania y Gaza, completada con el control del sur del Líbano y buena parte del sur de Siria, no es ningún sueño utópico. Está plenamente en marcha con el respaldo activo del imperialismo estadounidense. este primer mes de “paz”. De hecho, Israel ha intensificado sus ataques aéreos y bombardeos contra Líbano y Yemen, y ha lanzado nuevas amenazas a nuevas amenazas contra Irán y Siria.

La creación del Estado sionista fue un acontecimiento profundamente reaccionario. A pesar del apoyo de la URSS de Stalin a la formación de Israel, del suministro de armas checas a las tropas sionistas en 1947/48, del aplauso de la izquierda mundial, socialdemócrata y estalinista a David Ben-Gurión, desde el minuto uno el Estado de la Estrella de David se basó en la ocupación militar de los territorios palestinos anexionados por la fuerza y la limpieza étnica. Obviamente esa izquierda no quiere recordar estos hechos, pero forma parte de uno de sus errores más trágicos y de consecuencias más negativas para la clase obrera mundial[5].

Para justificar y sostener la opresión contra el pueblo palestino internacionalmente y dentro de sus fronteras, los fundadores del Estado sionista, muchos de ellos ligados al viejo partido laborista que se definía como “izquierda sionista”, intentaron mantener unas apariencias “democráticas”. Pero la minoría árabe, que representa alrededor del 20% de la población estaba ampliamente discriminada en sus derechos ciudadanos, y sometida a peores salarios y condiciones de vida.

En los años sesenta y setenta, el movimiento del que provienen los partidos nazisionistas que hoy gobiernan Israel en coalición con el Likud de Netanyahu, eran minoritarios o estaban ilegalizados por “terroristas y supremacistas”, incluso alguno de sus dirigentes encarcelado. Pero la política sionista y proimperialista de los dirigentes del laborismo israelí, y también de los sindicatos, abrió de par en par las puertas al militarismo más sanguinario.

Décadas de ocupación militar, de la invasión del Líbano para combatir a la OLP y masacrar a la población civil en los campos de refugiados, de inmuebles atrocidades, incluidas las torturas sistemáticas contra miles de presos políticos palestinos, reforzaron las tendencias sionistas más reaccionarias.

Después de los dos levantamientos de la Intifada, el imperialismo estadounidense y los dirigentes del laborismo sionista maniobraron para imponer los Acuerdos de Oslo y aceptar la proclamación de una Autoridad Nacional Palestina. La falsa solución de dos Estados, y de un Estado palestino sin continuidad territorial sometido al régimen sionista y su mentor estadounidense, también contó con el apoyo de la izquierda socialdemócrata y estalinista. Lo que hemos vivido desde entonces explica el desastre actual.

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En los años sesenta y setenta, el movimiento del que provienen los partidos nazisionistas que hoy gobiernan Israel en coalición con el Likud de Netanyahu, eran minoritarios o estaban ilegalizados por “terroristas y supremacistas”. 

En poco más de dos décadas la “izquierda” sionista se desmoronó por completo. Colaboracionista en todas las agresiones contra el pueblo palestino y libanés, dio luz verde a los asentamientos ilegales y ocupaciones de los colonos, y puso en práctica políticas capitalistas de privatizaciones y recortes. En definitiva, el laborismo sionista y todos sus satélites son responsables directos de que las fuerzas de la ultraderecha se hayan hecho con una base social cada vez más amplia.

En la actualidad el proceso ha llegado muy lejos. Las formas de la democracia civil que podían subsistir están siendo minadas y reemplazadas por las leyes autoritarias de un Estado teocrático militarizado y policial que, aunque mantiene una fachada parlamentaria, ejerce un mando cada vez más dictatorial. Este régimen se apoya cada vez más en la acción de las bandas armadas de colonos, que cuentan con más de 200.000 efectivos, y en la represión abierta contra cualquier oposición de izquierda. En definitiva, una deriva política que comparte elementos de peso con el fascismo del siglo XX.

El sistema de apartheid interno contra la población árabe se ha recrudecido, a tal punto que son obligados a vivir como los judíos bajo el nazismo: en guetos, privados de facto de cualquier derecho democrático, utilizados como fuerza laboral semiesclava. Aquellas organizaciones fascistas que en los años 90 del siglo XX eran consideradas terroristas ahora son parte del Gobierno y su programa genocida del Gran Israel es indistinguible del que defiende el Likud, partido tradicional de la burguesía sionista.

Todo esto es una expresión de la profundidad de la crisis del capitalismo israelí, y del giro totalitario de amplias secciones de la burguesía sionista y mundial. Tras la Gran Recesión de 2008-2009 Israel vivió movilizaciones de masas similares a las de otros países: jóvenes indignados por la falta de oportunidades y la corrupción, por la vivienda, contra la casta política representada por el propio Netanyahu...

En septiembre de 2021, el levantamiento contra el asesinato de varios palestinos en Jerusalén desató el Día de la Ira, que se extendió por Cisjordania y Gaza. También hubo manifestaciones importantes en el propio Israel, mayoritariamente de árabes, pero con presencia de jóvenes y trabajadores judíos. En 2023, poco antes de iniciarse el genocidio en Gaza, Netanyahu estaba enfrentado a manifestaciones multitudinarias que denunciaban su corrupción y sus políticas bonapartistas para aferrarse al poder.

El miedo a que la crisis política se desbordase llevándose por delante a un Gobierno que les era absolutamente necesario, convenció a los sectores decisivos de la burguesía sionista de que el programa del Gran Israel, ya presente en la ideología supremacista y racista del sionismo desde su fundación, era una opción clara. En ese momento el Likud se apoyó abiertamente en los partidos fascistas de Smotrich y Ben Gvir, jefes de las bandas de colonos fascistas y que hoy son ministros de Finanzas y Seguridad del Gobierno israelí.

Además de los jugosos negocios para la burguesía sionista e inversores de todo el mundo que ofrece este plan expansionista y militarista, Netanyahu lo ha utilizado para crear un clima de odio salvaje contra el pueblo palestino y los países árabes vecinos, para implantar medidas cada vez más dictatoriales y apoyarse en una fuerza de choque fascista como la que representan los colonos armados que, desde hace años, se dedican a despojar  violentamente a las familias palestinas de sus casas y tierras.

El genocidio en Gaza y un estado de militarización permanente dentro de la sociedad israelí también genera contradicciones importantes. Los recortes y las desigualdades sociales se han incrementado, y la pobreza que afecta ya al 20,1% de la población. Según el dato más reciente, de 2023, el 10% más rico concentra el 49% de la riqueza, mientras el 50% solo el 13%. 

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En 2023, Netanyahu estaba acorralado por grandes manifestaciones que denunciaban su política y corrupción. El miedo a una incontrolable crisis política convenció a los sectores decisivos de la burguesía sionista a aplicar el programa del Gran Israel. 

Se han producido importantes manifestaciones contra el Gobierno de Netanyahu, incluido dos conatos de huelga general, pero todas ellas centradas en la exigencia de un alto el fuego para lograr la liberación de los rehenes. Según diferentes informes hay miles de jóvenes que se habrían negado a incorporarse al ejército.

En cualquier caso, existe un respaldo todavía mayoritario a la masacre en Gaza. El plan presentado por Trump y la libertad de los rehenes acordada con Hamas, dará más oxígeno a Netanyahu, al menos a corto plazo. La ola reaccionaria no se detendrá fácilmente, y mucho menos atendiendo al colapso de una izquierda que ha sido incapaz de oponerse seriamente al genocidio y ha dado una coartada a la intervención militar en Gaza con el argumento del “derecho a la defensa de Israel”.

Mientras Gaza sufre esta sangrienta ocupación, el 22 de octubre el Parlamento israelí aprobaba debatir un proyecto para anexionarse completamente Cisjordania. La decisión fue criticada con la boca pequeña por algunos Gobiernos occidentales, e incluso por Trump[6], pero estamos ante la misma representación teatral, cínica y despreciable que se repite desde los Acuerdos de Oslo de 1994. Los Gobiernos capitalistas y las Naciones Unidas emiten declaraciones condenatorias, pero al fin del día siguen sin mover un dedo.

Los capitalistas se reparten el botín

Este holocausto del siglo XXI, como también ocurrió con el que sufrieron los judíos en el siglo XX, no se explica por la locura de un puñado de psicópatas sino por las contradicciones que se han ido acumulando en esta fase de desarrollo imperialista, y más específicamente en la lucha despiadada por la hegemonía mundial que libran el bloque liderado por EEUU y el formado por China y Rusia.

El imperialismo estadounidense está respondiendo al ascenso fulgurante de China y su desplazamiento de áreas de influencia decisivas, como una bestia rabiosa, desplegando medidas cada vez más agresivas y desesperadas para defender su supremacía. Trump y la burguesía estadounidense no ven en el régimen nazisionista de Netanyahu un mal menor sino un activo fundamental para defender sus intereses en una región clave como Oriente Medio.

La maquinaria militar sionista no aguantaría 24 horas sin el apoyo militar, político y financiero de EEUU. Esto ya era evidente bajo la administración Biden, pero con Trump se ha hecho más explícito aún. De octubre de 2023 a octubre de 2024 Washington envió ayuda militar por 17.900 millones de dólares, el equivalente al 38% del presupuesto militar israelí en 2024.

Las empresas norteamericanas invirtieron ese mismo año 39.200 millones de dólares en Israel, aunque son las firmas y bancos europeos quienes lideran la inversión extranjera directa, con 72.100 millones. La mayoría de esas inversiones están relacionadas con la industria militar o los planes para reconstruir Gaza. Otras se concentran en los territorios ocupados ilegalmente en Cisjordania. Por su parte, China espera llegar este año a 20.000 millones en inversión directa, siendo ya el primer inversor y proveedor en algunas industrias clave para el aparato tecnológico y militar sionista.

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El imperialismo estadounidense está respondiendo al ascenso fulgurante de China y su desplazamiento de áreas de influencia decisivas, como una bestia rabiosa, desplegando medidas cada vez más agresivas y desesperadas para defender su supremacía. 

Esa es la causa de la impunidad del régimen nazisionista y el apoyo del que goza por parte no solo de EEUU sino también de la UE. También explica porque el bloque imperialista rival de EEUU formado por China y Rusia no han adoptado ninguna medida enérgica para apoyar al pueblo palestino. Anteponen sus proyectos de la Ruta de la Seda e inversiones millonarias en Oriente Medio (incluido Israel). Su prioridad es la estabilidad regional y evitar cualquier movimiento revolucionario que pueda amenazar los intereses y negocios de sus propios capitalistas.

Los intereses geoestratégicos de Washington y los enormes beneficios que los bancos y las grandes empresas de todo el mundo esperan obtener con los proyectos turísticos e inmobiliarios vinculados a la reconstrucción de Gaza que, según distintas estimaciones, solo en su primera fase oscilaría entre 50.000 y 70.000 millones de dólares, y la explotación de los recursos arrebatados al pueblo palestino: gas, agricultura, pesca, etc, es lo que está detrás del apoyo unánime de los Gobiernos e instituciones capitalistas a la farsa del “plan de paz”.

Colonialismo del siglo XXI

Como hemos señalado en declaraciones y artículos anteriores, esta propuesta legaliza el genocidio y convierte a Gaza en una colonia del sionismo y del imperialismo estadounidense, pero los criminales de guerra que han martirizado al pueblo palestino pretenden presentarse como héroes. Es difícil contemplar un acto más horrendo. Es como si Hitler y Mussolini hubieran sido jaleados por la comunidad internacional después de cometer el holocausto contra el pueblo judío.

El plan de “paz” arrebata Gaza a los palestinos negándoles la más mínima posibilidad de justicia, y les convierte en súbditos de Donald Trump y Netanyahu. Todo ello con reconocimiento y apoyo de la ONU y los Gobiernos del mundo.

Netanyahu ya lo dejó claro al presentar este diktat: “el ejército israelí permanecerá en la mayor parte de Gaza y jamás reconocerán un Estado palestino”[7]. El ministro de Finanzas sionista Bezalel Smotrich, líder de las bandas de colonos fascistas, proclamaba orgulloso: “El Estado palestino está siendo borrado del mapa, no con eslóganes, sino con hechos. Cada colonia, cada barrio, cada unidad de vivienda es otro clavo en el ataúd de esta peligrosa idea (…). Esto es el sionismo en su máxima expresión”[8].

Como asesinos y bandidos imperialistas que son, utilizan el apoyo internacional a su “plan de paz” para eliminar las huellas de los crímenes cometidos y de los que piensan seguir cometiendo en una Gaza bajo su bota militar. Trump estará al mando de las fuerzas de ocupación, llamadas eufemísticamente “Fuerza Internacional de Estabilización” (FSI), y que incluirían soldados de los Gobiernos árabes aliados de Washington. La llamada “Junta de Paz” que gobernaría el territorio también la presidiría Trump, y contaría entre sus prohombres con otro criminal de guerra: el exprimer ministro británico Tony Blair.

El control de los recursos gasíferos y los planes para transformar una Gaza arrasada en un resort de lujo, quedarán en manos del presidente estadounidense, que se encargará de repartir concesiones a sus propias empresas y aquellas otras que él mismo decida, y que podrán utilizar a discreción a la población palestina que quedase como una fuerza laboral sin derechos.

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El ministro de Finanzas sionista Bezalel Smotrich, líder de las bandas de colonos fascistas, proclamaba orgulloso: “El Estado palestino está siendo borrado del mapa, no con eslóganes, sino con hechos. Esto es el sionismo en su máxima expresión”. 

Con este plan, el imperialismo estadounidense envía un mensaje al mundo: no renunciará a sus posiciones e intereses sin sembrar la máxima barbarie y recurrir a las medidas colonialistas e imperialistas más extremas.

La alianza estrecha entre Washington y Tel Aviv responde a quienes pensaban que Trump había infligido una derrota humillante a Netanyahu y la ultraderecha sionista, obligándoles a “aceptar la paz”. En su discurso ante el parlamento sionista, Trump alabó el “coraje y patriotismo excepcionales” de su amigo Bibi y afirmó triunfalmente: “Israel, con nuestra ayuda, ha ganado todo lo que podía ganar por la fuerza de las armas. Han ganado. Quiero decir, han ganado. Ahora es momento de traducir esas victorias contra los terroristas en el campo de batalla en el premio definitivo: la paz y la prosperidad para todo Oriente Medio”[9].

Y así es. Como explicó el ministro de Finanzas, Smotrich, en un foro con inversores inmobiliarios: “la Franja de Gaza se está convirtiendo en una auténtica bonanza inmobiliaria (...) el plan para su futuro ya está sobre el escritorio del presidente Trump (…) Israel ha comenzado conversaciones con Estados Unidos para elaborar un plan de desarrollo para el enclave. Hemos pagado mucho dinero por esta guerra, ahora debemos decidir cómo repartir los porcentajes de la tierra en Gaza”[10].

Hamás y su liderazgo no tienen nada que ver con el socialismo

Washington y Tel Aviv nunca habrían podido avanzar tanto en sus planes coloniales y genocidas sin la complicidad criminal de los regímenes capitalistas árabes, que mientras hacen declaraciones de apoyo a Palestina mantienen relaciones con Israel y se han prestado a avalar toda esta farsa.

Emiratos Árabes Unidos, Jordania y Egipto no dudaron ni medio segundo en dar su apoyo. Turquía, Arabia Saudí o Catar, clave por su apoyo y financiación a Hamás, se vendieron algo más caro, pero lo han aceptado igualmente.

Muchos activistas del movimiento de liberación y la izquierda palestina, como no puede ser de otro modo, han mostrado su rechazo a un plan que perpetúa la ocupación sionista y estadounidense y la renuncia a una Palestina libre. Pero los dirigentes de Hamás han actuado en otro sentido.

En un comunicado emitido nada más conocerse la “oferta” de Netanyahu y Trump, la dirección de Hamás mostró su disposición “para entregar la administración de la Franja de Gaza a una autoridad palestina de independientes (tecnócratas) basada en el consenso nacional palestino y apoyada por el respaldo árabe e islámico”[11].

El 9 de octubre concretaron su posición aceptando firmar la primera fase del plan sionista, que incluía la liberación de los rehenes israelís y la libertad para 2.000 prisioneros palestinos capturados en estos dos años. Nada más conocer esta aceptación, Trump se mostró exultante en redes sociales. Por su parte, Benjamín Netanyahu declaró que la rúbrica de Hamás era un “éxito diplomático y nacional y una victoria moral para el Estado de Israel”.

La puesta en escena del acuerdo en Egipto, el pasado 13 de octubre, con las cámaras de televisión del mundo retransmitiendo como veinte jefes de Estado aplaudían a estos dos genocidas, pasará a la historia como una de sus páginas más abominables.

Por supuesto que la liberación de estos 2.000 prisioneros palestinos o el retorno de miles de familias al norte de Gaza, para una población que ha sido masacrada salvajemente, ha producido alivio y fue saludada como un respiro positivo.  Pero no debemos engañarnos. La experiencia demuestra que las promesas de Trump y Netanyahu no valen de mucho.

Lo ocurrido en esta farsa de negociación responde a esos sectores de la izquierda que idealizan a una organización integrista y burguesa como la única vía de resistencia palestina contra el ocupante sionista. Los comunistas revolucionarios siempre hemos defendido el derecho del pueblo palestino a la autodefensa armada, pero las armas no actúan por sí solas, están subordinadas a una política determinada. 

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La puesta en escena del acuerdo en Egipto, el pasado 13 de octubre, con las cámaras de televisión del mundo retransmitiendo como veinte jefes de Estado aplaudían a estos dos genocidas, pasará a la historia como una de sus páginas más abominables. 

El objetivo de Hamás no es acabar con el capitalismo en Oriente Medio, ni derrocar a los regímenes árabes burgueses de los que dependen financiera y políticamente. Por eso mismo no han pretendido en ningún momento extender a los países de Oriente Medio la rebelión de masas que ha estallado en Europa y en EEUU, porque eso podría desencadenar alzamientos revolucionarios que pondrían en jaque a la clase dominante de la zona.

La dirección de Hamás no cuestiona el tejido económico, social y político que aplasta a los oprimidos de Oriente Medio. A diferencia de las luchas de liberación nacional en Vietnam, en África o en América Latina del siglo pasado, donde las armas contra el imperialismo también apuntaban al derrocamiento del capitalismo, Hamás no tiene ninguna intención de defender un programa de este tipo.

Una política tan ajena al comunismo y al socialismo, y tan cercana a regímenes burgueses, incluyendo al Gobierno teocrático y reaccionario de los Mulás en Irán, ha condicionado toda la estrategia de Hamás en estos años: en lugar de lucha de clases revolucionaria, apoyar los intereses diplomáticos y económicos de sus mentores ideológicos y financieros.

Nadie puede dudar de que el chantaje y la presión imperialista son muy fuertes. Y la amenaza que pesa sobre el pueblo palestino es letal. Pero una cosa es aceptar obligados las condiciones draconianas impuestas por la superioridad de las armas sionistas, y otra muy diferente sumarse a aplaudir a los verdugos y reconocerles un papel positivo. En declaraciones a Sky News, el Dr. Basem Naim, dirigente de Hamás y exministro de Salud en Gaza, dejó clara la posición de la organización integrista: “Sin la intervención personal del presidente Trump en este caso, no creo que se hubiera llegado al final de la guerra (…) Sí, agradecemos al presidente Trump y sus esfuerzos personales para intervenir y presionar a Israel para que ponga fin a esta masacre y carnicería”[12].

Es fundamental distinguir entre una política socialista y revolucionaria para la causa palestina, con un seguidismo acrítico hacia Hamás. Los comunistas internacionalistas debemos diferenciar claramente entre el heroísmo de un pueblo que lucha duramente contra el ocupante, y por lo que ha pagado un altísimo precio, y unos dirigentes integristas que, debido al fracaso de la izquierda reformista palestina, y a la capitulación de la OLP ante Washington, se hicieron con la dirección del movimiento en Gaza. El heroísmo de los combatientes palestinos que han derramado su sangre durante generaciones, de los activistas de la Intifada, no se reconoce en las posiciones políticas de una dirección como la de Hamás.

¡Palestina vencerá! ¡Por la Federación Socialista de Oriente Medio!

Cuando se firmaron los Acuerdos de Oslo, en 1994, urdidos por Washington con el apoyo entusiasta de la dirección de la OLP y gran parte de la izquierda reformista mundial, explicamos que serían una herramienta para reforzar el régimen sionista. La ficción de un Estado palestino controlado y cercado por las armas israelíes provocaría más sufrimiento, opresión y muerte.

Ahora podemos afirmar lo mismo. Esta paz de los cementerios lejos de significar un paso hacia el derecho del pueblo palestino a disponer de un Estado propio significa más opresión, muerte y la continuidad del genocidio. Es imposible alcanzar un estado palestino libre y soberano en el marco del dominio capitalista, imperialista y sionista de Oriente Medio.

El derecho a la autodeterminación del pueblo palestino solo puede venir de la mano de la revolución socialista, del derrocamiento del Estado terrorista sionista y de todos los regímenes árabes burgueses, corruptos y vasallos de Washington, que siempre han traicionado la causa palestina y son fundamentales para que Israel pueda llevar a cabo su estrategia devastadora.

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El movimiento propalestino ha tenido un impacto brutal en la conciencia de millones, apuntando directamente a la raíz del problema: la opresión capitalista e imperialista, y la amenaza letal del sionismo como vanguardia de las fuerzas de extrema derecha. 

Que el pueblo palestino pueda vivir en su propio territorio será el resultado de la lucha de clases, uniendo a los trabajadores, jóvenes y oprimidos bajo la bandera del socialismo internacionalista. Este es el único camino para acabar con la opresión nacional y el despojo imperialista, y conquistar una Palestina socialista como parte de una Federación Socialista de Oriente Medio, sentando las bases para una convivencia pacífica de los pueblos y naciones que la integrarían, y el respeto de todos los derechos democráticos y nacionales.

La rebelión de masas en solidaridad con el pueblo palestino ha puesto contra las cuerdas a los Gobiernos capitalistas del mundo, desnudando su complicidad con el genocidio. El plan de Trump y Netanyahu busca desesperadamente desactivar esta movilización con la colaboración, una vez más, de las instituciones internacionales.

Pero no lograrán este objetivo. El movimiento propalestino ha tenido un impacto brutal en la conciencia de millones, apuntando directamente a la raíz del problema: la opresión capitalista e imperialista, y la amenaza letal del sionismo como vanguardia de las fuerzas de extrema derecha. Este hecho fundamental marcará el desarrollo de la lucha de clases en el próximo periodo.

 

Notas:

[1] La relatora de la ONU sobre Palestina denuncia que la cifra de muertos en Gaza podría ser 10 veces más de lo estimado

[2]Israel bombardea por tierra, mar y aire el norte y el sur de Gaza pese al alto el fuego aún vigente

[3] Guerra sin fin en Palestina

[4]Combinación fatal en Gaza: hambre, heridos y enfermedades

[5]Para conocer más en profundidad el proceso de la construcción del Estado de Israel y el papel de la izquierda socialdemócrata y estalinista se puede consultar el amplio texto que publicamos en Marxismo Hoy: El genocidio sionista en Gaza y la cuestión nacional palestina

[6]Trump avisa a Israel de que perderá "todo" su apoyo si se anexiona Cisjordania

[7] Qatar, Egipto y Turquía instan a Hamás a aceptar el plan de Trump para Gaza

[8]Netanyahu: “No habrá Estado palestino. Este lugar nos pertenece”

[9]Trump: Israel ha ganado todo lo que se puede ganar por la fuerza, es hora de la paz

[10] El ministro ultra israelí Smotrich prevé un “boom” inmobiliario en Gaza tras la guerra

[11] En x de Palestina Hoy: La respuesta de Hamas al plan de Trump...

[12] Un funcionario de Hamás agradece a Donald Trump por el acuerdo de alto el fuego, pero le dice a Sky News que Tony Blair no es bienvenido

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