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¡Reforzar la lucha de masas contra las políticas de la derecha vasca!

Ni la Covid 19 ni los importantes rebrotes de las últimas semanas en la CAV han sido problema para que Urkullu celebrara las elecciones autonómicas. Conscientes de la creciente oposición a sus políticas y con la movilización social pisándoles los talones, el PNV ha impuesto estos comicios para evitar un escenario que sólo podía perjudicarles en otoño. Pero los resultados electorales – a pesar de la campaña mediática que presenta al PNV como gran vencedor – revelan una realidad de la que la derecha vasca no puede estar satisfecha: el efecto de la huelga general del 30 de enero y la creciente movilización en las calles en Euskal Herria han catapultado a EH Bildu, mostrando el giro a la izquierda de amplios sectores de la clase trabajadora y la juventud vasca.

El voto conjunto de la izquierda parlamentaria (EH Bildu, E-Podemos, incluyendo también al PSE) es de 442.316 votos, y vuelve a superar a la derecha vasca y española en 26.687 votos. Pero lo más importante en este balance es el crecimiento de EH Bildu, que es la única fuerza que sube en número de votos ganando 23.516 respecto a las anteriores elecciones, hasta alcanzar en 2020 las 248.688 papeletas y  22 escaños, cuatro más que en 2016.

Por su parte, Elkarrekin Podemos es duramente castigado por su giro a la derecha, su oposición activa la huelga general del 30 de enero y su respaldo parlamentario al PNV, pasando de 157.334 votos y 11 diputados en 2016 a 71.759 votos y 6 escaños en 2020. La formación morada ha arrojado por la borda un capital político extraordinario, que le llevó a superar al PNV en las elecciones generales de hace cuatro años obteniendo 333.730 sufragios. Su coalición con el PSOE en el Gobierno central no sólo no le ha permitido recuperar el espacio que han ido perdiendo, sino que ha confirmado a miles de trabajadores y sobre todo de jóvenes que su política es cada día más difícil de diferenciar la socialdemocracia tradicional.

En cuanto a la derecha españolista profundiza su debacle para convertirse en una fuerza irrelevante. La coalición PP y Cs pierde 68.949 votos y cuatro escaños respecto a 2016 y se queda con sólo 60.299 votos, 5 escaños y el peor resultado de la historia del PP vasco.

El parlamentario que finalmente saca Vox por Araba, con menos de 5. 000 votos, no puede ocultar que la derecha y la ultraderecha se estrellan. El partido de Abascal ha vuelto a mostrar su aislamiento real: solo logran 17.517 papeletas en toda la CAPV.

La polarización social a derecha y a izquierda se ha reflejado en estas elecciones más que nunca entre el PNV y EH Bildu, tanto en votos (38,76% y 27,58% respectivamente) como durante la campaña. Los medios de comunicación capitalistas ocultan cuidadosamente que aunque el PNV sube tres escaños respecto a 2016 lo hace perdiendo 48.739 votos (en 2020 obtiene 349.429 votos y 31 diputados). Además el PNV se beneficia de un trasvase de electores que en otras ocasiones han ido al PP pero en esta ocasión han visto al partido de Urkullu como el instrumento más útil para frenar a EH Bildu y asegurar la continuidad de las políticas patronales.

En cuanto a sus socios del PSE, que también ganan un escaño con 4.551 votos  menos que hace cuatro años (121.869 votos y 10 diputados en 2020), no pueden celebrar nada. No sólo siguen estancados y no cosechan ningún rédito de la supuesta gestión del Gobierno central, se han convertido en los escuderos sumisos de la derecha vasca avalando su agenda de recortes y austeridad. Un fracaso más que evidente, tanto para el aparato del PSE como del PSOE.

Estos resultados se han dado con una abstención histórica del 47,14% ¡más de 800.000 personas no acudieron a votar de un total de 1,7 millones de electores! La abstención fue claramente mayor en los barrios y pueblos obreros, con un 10% más de media que en las zonas ricas. Algo que refleja el margen que existe para movilizar a sectores proclives a la izquierda y las claras posibilidades de batir al PNV.

Hay que señalar también el hartazgo creciente ante la política institucional burguesa, a lo que se une la indignación por haber forzado estas elecciones en medio de serios rebrotes de la pandemia por toda la geografía vasca. Mientras el PNV ha llevado adelante su agenda de recortes salvajes y privatizaciones en la sanidad y los servicios públicos enriqueciendo a la oligarquía, las familias trabajadoras hemos puesto los muertos y seguimos sufriendo las consecuencias.

Quien saque como conclusión que la mayoría absoluta con la que probablemente gobernará la coalición PNV y PSE va ser garantía de estabilidad y paz social se equivoca de lleno. La polarización social va a continuar recrudeciéndose, y la radicalización de la lucha de clases en el contexto de derrumbe económico actual es una perspectiva muy probable.

La lucha en las calles fortalece a EH Bildu y lo empuja a la izquierda

EH Bildu ha aglutinado mayoritariamente el voto de la juventud y la clase trabajadora que ha llenado las calles de Euskal Herria durante los últimos años. El auge de la lucha sindical y las movilizaciones históricas que culminaron en la huelga general del 30 de enero, han acentuado la polarización de clase entre la Izquierda Abertzale y la derecha del PNV.

Frente a un Urkullu que se ha colocado a la cabeza de la ofensiva patronal y la represión, mostrando sin tapujos su tremendo odio contra el movimiento obrero y la juventud, EH Bildu se ha posicionado del lado de la movilización. Movilización que además ha señalado al PNV, más directamente que nunca, como el partido de la corrupción, los recortes y la privatización; el que destruye el medioambiente con el TAV y la incineradora para el negocio de los empresarios; y el partido de la represión de la Ertzaintza, la ley mordaza y del régimen del 78.

EH Bildu fue el único partido de la izquierda parlamentaria en apoyar la huelga general del 30E, y ha colocado en su programa las reivindicaciones de los movimientos sociales. Obviamente, la dirección de la izquierda abertzale está lejos todavía de sacar la conclusión de que la conquista del derecho de autodeterminación pasa por confrontar con el PNV y no por considerarlo un hipotético aliado, y que el combate por el socialismo y el derecho a decidir es uno solo. Pero es evidente que la presión de la clase trabajadora y la juventud están teniendo un fuerte impacto EH Bildu, como demuestra el acuerdo firmado con Ikasle Sindikatua/Sindicato de Estudiantes (Léelo aquí) o sus iniciativas para derogar la reforma laboral dejando en evidencia al PSOE.

Para amplios sectores estos hechos concretos les han convertido en la alternativa más creíble y combativa a la izquierda la socialdemocracia y de Podemos.

El descalabro de Elkarrekin Podemos: una crítica a su papel en el Gobierno de coalición

En las elecciones generales de 2016 Podemos fue la primera fuerza en Euskadi – por delante del PNV- , reflejando el giro a la izquierda y las enormes expectativas que generaron cuando defendían los derechos democráticos para el pueblo vasco y acabar con el régimen del 78. Pero la transformación que han sufrido en estos años, y su conversión en partido de Gobierno, han supuesto traspasar  líneas rojas.

El giro al pragmatismo socialdemócrata ha minado las señas de identidad que convirtieron a Podemos en el vehículo de la indignación social y una seria esperanza de ruptura con el sistema capitalista. No solo han dado la espalda a la lucha del pueblo catalán por la república abandonando la defensa del derecho a decidir. Su apoyo el pasado diciembre a los presupuestos de recortes del PNV y su posición de esquirolaje contra la huelga general el 30 de enero han causado una tremenda decepción en Euskal Herria. Que puedan enfrentarse su base social, intentar escindir el movimiento pensionista y denigrar una huelga general que fue un tremendo éxito, sólo con el objetivo de  asegurar los votos del PNV en el Parlamento español al Gobierno de coalición, da la medida de la deriva de la dirección de UP.

Lo mismo se puede decir del vergonzoso capítulo que protagonizaron negando su apoyo a la formación de una comisión parlamentaria para investigar la implicación de Felipe González en los crímenes del GAL. La posterior rectificación no fue mucho mejor. Este hecho causó una profunda conmoción en Euskal Herria y dejó al descubierto que el giro a la derecha de Podemos incluía proteger a su socio de Gobierno y su implicación en el terrorismo de Estado (Lee aquí la declaración de IR al respecto).

Los resultados de Unidas Podemos en las elecciones vascas, junto a la catástrofe sufrida en Galiza, son un serio aviso y arroja mucha luz del papel que juegan en el Gobierno con el PSOE. Millones de trabajadores y jóvenes son muy conscientes de la amenaza de la derecha. Pero estos resultados demuestran que eso no es sinónimo de dar por buenos los 100.000 millones entregados al IBEX 35 y la banca, las subvenciones a la patronal vía ERTE, las concesiones al aparato del Estado y sus fuerzas de represión, las migajas impotentes frente a una pobreza que no deja de crecer, y la defensa a ultranza de las reglas del juego del sistema capitalista y el régimen del 78 que lo sostiene.

 La justificación de los retrocesos de la socialdemocracia, y el apoyo de UP a la política de colaboración de clases y  “unidad nacional”, chocan directamente con la experiencia de estos años, propician el desarme ideológico y dan nuevas fuerzas al discurso de la derecha.

El propio Pablo Iglesias decía que la derrota sin paliativos en las elecciones vascas y gallegas hacía necesaria una autocrítica. Pero en realidad, es el último que está dispuesto a hacerla. Su mensaje durante la campaña en las elecciones vascas de “ojala tuviéramos en España una derecha como el PNV” lo dice todo. Por eso el planteamiento de un Gobierno tripartito en la CAPV, con ellos, PSE Y EH Bildu sonó en boca de Iglesias a maniobra de última hora, pues en los hechos han estado dando apoyo a la derecha vasca en los momentos cruciales, exactamente igual que sus socios del PSOE.

En defensa de un programa revolucionario

El avance de EH Bildu en las elecciones, y las tremendas posibilidades que se le abren, va a estar marcada por la gran encrucijada de la izquierda parlamentaria: abogar por el mal menor o defender consecuentemente los derechos de la clase trabajadora y la juventud, confrontando con la patronal y la banca, y apoyándose en nuestra fuerza en la calle.

La clase trabajadora ha dado claramente el voto a un discurso que se posiciona a la izquierda de la socialdemocracia y que ha desafiado mucho más que en el pasado a la derecha vasca. Si EH Bildu profundiza este camino, en todas sus posiciones institucionales, en los ayuntamientos que gobierna y sobre todo, si empuja la movilización social y la organización de la clase trabajadora, los 100 mil votos que les separan del PNV pueden reducirse fácilmente. Pero aquí no se trata de la habilidad en el trabajo institucional. Se trata de doblegar socialmente a la derecha vasca, y para lograrlo hay que dejar de tender la mano al PNV y romper abiertamente con toda posibilidad de llegar a pactos que, en el mejor de los casos, siempre traicionaran.

Urkullu y Ortuzar cuentan con coger esa mano tendida si de verdad se ponen feas las cosas en las calles y peligra su poder. Por eso es necesaria una oposición frontal al PNV y profundizar el camino que abrió la huelga general levantando un programa socialista, revolucionario e internacionalista.

Tomar la ruta que ha escogido Elkarrekin Podemos no es solución. Ya se ha demostrado con claridad dónde termina: del lado del régimen del 78 - . La única forma de acabar con la precariedad laboral, los recortes y la represión, es a través de la lucha en las calles, organizando a la clase trabajadora en las fábricas, en los centros de estudio, en los barrios. Así es como hemos conseguido todos y cada uno nuestros derechos.

Es necesario construir una organización revolucionaria que plantee abiertamente el derecho a decidir y lo ligue al combate por una política  de clase. Hay que llevar el programa de la revolución socialista a  la lucha sindical, a la estudiantil, a la feminista, ecologista o antirracista. Bajo la bandera del socialismo revolucionario y del internacionalismo tenemos todo un mundo que ganar. Esa es la bandera que defendemos desde Ezker Iraultzailea.


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