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El mes de agosto ha finalizado con la escenificación del apoyo de la cúpula del Ibex-35 al llamamiento a la “unidad nacional” de Pedro Sánchez. Es lo que cabía esperar.

La banca y los grandes empresarios están satisfechos con la política del Gobierno en general y con las medidas aprobadas ante la pandemia en particular. Pero vienen tiempos difíciles, donde la posibilidad de que se desate una potente y generalizada oleada de protesta social está sobre la mesa.

Ante esta perspectiva la burguesía no duda en desplegar todos sus recursos para intentar asegurar la estabilidad política que le permita seguir acumulando beneficios. Los capitalistas consideran que en estos momentos la mejor forma de conseguirlo es  apostando  por la continuidad de este Gobierno y de sus políticas.

El Ibex-35 y la CEOE reclaman el apoyo de la derecha a la política económica del Gobierno

Atrás han quedado las agrias polémicas que enfrentaron públicamente al Gobierno del PSOE-UP con los representantes patronales, que culminaron con la escenificación de la ruptura formal del diálogo social por parte de la CEOE el pasado 21 de mayo.

La oligarquía económica no tiene inconveniente en estos momentos en defender la continuidad de un Gobierno que tan buenos resultados les está dando. Apuesta por conseguir que las fuerzas políticas de la derecha apoyen en el Parlamento los Presupuestos para 2021 que Sánchez y su ministra Calviño están a punto de presentar. Esos Presupuestos determinarán el reparto de los 140.000 millones -de los que 72.700 millones serán ayudas directas- que le corresponden al Estado español según el acuerdo europeo del pasado 21 de Julio.

Frente a semejante botín y ante la experiencia tan positiva para ellos de la gestión del Gobierno PSOE-UP, los capitalistas avalan con decisión el llamamiento de Pedro Sánchez a la “unidad nacional” y han empezado a presionar a los partidos de la derecha para que alcancen acuerdos con el PSOE que faciliten la aprobación de las nuevas medidas que el maltrecho capitalismo español exige.

La oligarquía pretende repetir la experiencia de los Pactos de la Moncloa de 1978, un acuerdo que contribuyó a imponer la paz social y que sentó las bases legales de un largo periodo de pérdida de derechos laborales y sociales.

Los capitalistas tratan de revestir de “consenso” la imposición de nuevos sacrificios a la clase trabajadora.

Las presiones de la patronal y la banca han tenido ya un efecto rotundo en Ciudadanos. Muy debilitados y en retroceso y agobiados por el peso de una deuda bancaria que no pueden devolver, Inés Arrimadas y la cúpula de Cs han dado un giro de 180º respecto a la política de Albert Rivera, y se han apresurado a tender su mano a Pedro Sánchez.

Con el PP las cosas no están siendo tan fáciles. Un sector del partido, propugna una oposición frontal al Gobierno y no ve con buenos ojos que sea el PSOE quién lidere una nueva edición de los Pactos de la Moncloa. Temen perder protagonismo y retroceder  en influencia y votos frente a Vox. También plantean, siguiendo a un sector del empresariado, su sospecha de que se pueda aplazar o suavizar el duro ajuste económico, los recortes del gasto social y la destrucción de derechos laborales que consideran urgente.

Los equilibrios imposibles del PP: recuperar a la vez la “moderación” y el electorado de Vox

Como resultado de las presiones de la CEOE y la banca, Pablo Casado ha tratado de resucitar la “cara amable” del PP y de preparar el terreno para un giro similar al de Cs. Pero, de momento, lo único que ha conseguido ha sido abrir una crisis en sus propias filas, que ha tenido su punto culminante en la destitución de su portavoz y estrella parlamentaria Cayetana Álvarez de Toledo, cese que amenaza con seguir abriendo nuevas grietas tras las beligerantes declaraciones de Álvarez de Toledo.

Cayetana  es una antigua colaboradora de la FAES, el bastión ultrarreaccionario promovido por José María Aznar. Sus posiciones sobre Catalunya y sobre la cuestión nacional la colocan en la más pura tradición del fascismo español.

En los debates de los últimos meses sobre las medidas laborales ante la pandemia, Álvarez de Toledo se opuso con todas sus fuerzas a las levísimas restricciones del Gobierno a que las empresas pudieran despedir a bajo coste tras un ERTE, e incluso se opuso a los mal llamados “permisos recuperables”.

Desde su posición como portavoz del PP proponía desencadenar una ofensiva contra los ya exiguos derechos de la clase trabajadora, liquidar completamente la negociación colectiva y facilitar la más completa precarización de las relaciones laborales. En este terreno recogía fielmente las propuestas de los empresarios de la hostelería, el pequeño comercio, las explotaciones agrarias que exprimen sin misericordia a los temporeros inmigrantes y las pequeñas empresas de la construcción y los servicios.

Esta parte de la patronal considera que la única alternativa ante la perspectiva de ruina y absorción de sus negocios por sus grandes competidores es un ataque frontal contra la clase trabajadora, limitando sus derechos, aplastando sus sindicatos y promoviendo sin disimulo el enfrentamiento y el odio entre trabajadores nativos e inmigrantes.

Estos empresarios cada día más críticos ante lo que consideran “tibieza” del PP, constituyen la principal base social y electoral de Vox. En un vano intento por recuperarlos, Casado designó como cara pública del PP a Álvarez de Toledo, cuyo discurso es calcado a las posiciones más extremas de Vox. Pero, lejos de neutralizar a Abascal, lo que el líder del PP  ha conseguido con su giro hacia la extrema derecha ha sido reforzarlo y animarlo a presentar una moción de censura contra el Gobierno. El PP se encuentra en una incómoda posición: si apoya la moción refuerza el protagonismo de Vox, pero si no la apoya podría tener como consecuencia la pérdida de votantes por su derecha.

A Casado le queda el consuelo del “mal de muchos…”. Su situación no es muy distinta a la de otros dirigentes de los partidos tradicionales de la derecha del resto del mundo capitalista desarrollado, que ven como sus formaciones se descomponen lentamente a medida que la crisis orgánica del capitalismo se profundiza.

La polarización social y la agudización de la lucha de clases se van abriendo camino en la escena política y los equilibrios nacidos del pacto social de la segunda postguerra se desmoronan ante nuestros ojos. Por eso es cada día más urgente organizarnos en torno al único programa que representa una salida real para la mayoría de la población: el programa de la revolución socialista.


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