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A pesar de las advertencias que durante semanas estuvieron haciendo diferentes agencias meteorológicas, la borrasca Filomena llegó al Estado español sin que ni el Gobierno central ni los  de las comunidades que más se vieron afectadas, especialmente la Comunidad de Madrid, tomaran las medidas adecuadas para hacer frente al desastre medioambiental que provocó. Ha sido la peor tormenta de los últimos 114 años, no solo por las pérdidas económicas y de vidas —cuatro muertos— que ha supuesto, sino también por los cientos de miles de árboles que se ha llevado por delante. Una consecuencia clara del cambio climático que ha intensificado los fenómenos atmosféricos, como hemos visto en los últimos años.

Filomena ha sido un fenómeno meteorológico extremo que ha colapsado la ciudad de Madrid y que ha puesto de manifiesto lo que ocurre cuando se destruyen servicios públicos básicos; en 1997 se privatizaron parte de los servicios de bomberos, lo que provocó un recorte en la plantilla, y en 1996, en tiempos de Esperanza Aguirre, la limpieza viaria. También ha puesto sobre la mesa el problema del arbolado de Madrid, una situación que, desde hace años, vienen denunciando varias organizaciones ecologistas y asociaciones de vecinos, sobre todo desde que, durante el mandato de Ana Botella en el Ayuntamiento de Madrid, se cayeran algunos árboles causando la muerte a varias personas.

Una situación que dio lugar a que la Concejala de Medio Ambiente durante el mandato de Manuela Carmena, Inés Sabanés, creara la Mesa del Árbol y el Servicio de Evaluación y Revisión Verde (SERVER) para hacer un estudio de la salud de los árboles distrito a distrito, un servicio que el Ayuntamiento, como no, puso en manos de empresas privadas por un periodo de cuatro años y 30,6 millones de euros de presupuesto, precisamente para hacer un estudio del estado del arbolado de Madrid y reducir los posibles riesgos. Filomena ha demostrado con claridad para lo que sirven las mesas y la privatización de unos servicios que deberían ser municipales, algo recurrente desde hace muchos años incluso durante el periodo de los llamados “Ayuntamientos del cambio”.

Catastrófica pérdida de arbolado

Se estima que casi 700.000 de los 1,8 millones de árboles que hay en la ciudad de Madrid se han visto afectados, no solo en las calles, también en áreas forestales como La Dehesa de la Villa o la Casa de Campo, dos pulmones muy importantes para la ciudad, lo que ha provocado también la destrucción de una biodiversidad increíble que se desarrolla en este entorno. Para las grandes ciudades como Madrid, tener zonas verdes y arbolado es imprescindible por el papel que desempeñan en la conservación del ecosistema urbano, el confort ambiental y porque son sumideros de dióxido de carbono. 

El grave problema es que estos espacios verdes se diseñan para ajustarse a la ciudad y en la mayoría de las ocasiones no se tiene en cuenta si la especie a plantar es la adecuada o no. En Madrid, la mayoría de los árboles que se han visto afectados han sido pinos piñoneros propios más bien de la zona mediterránea donde apenas nieva. Las podas salvajes y fuera de época a las que se somete a los árboles, y los sistemas de riego gota a gota, que hace que sus raíces sean superficiales y no puedan sostener el árbol ante fenómenos extremos, son otros de los motivos, lo que no ocurre en la naturaleza donde el árbol se va construyendo a sí mismo respecto el entorno que le rodea.

 Según un informe de la Comunidad de Madrid, se estima que los daños causados por la nieve en la masa forestal de la Comunidad ascienden a casi 4 millones de euros. La gran pérdida de arbolado hace que sea muy urgente empezar a reforestar lo antes posible para recuperar la capacidad que tienen los árboles de absorber CO2, máxime en una ciudad como Madrid con altos niveles de contaminación. Hay que elegir especies autóctonas que se adapten a lo que nos va a deparar el futuro medioambiental y Filomena solo ha sido un aviso.

 En 2018 una inspección del arbolado señaló que el 25% de los árboles de Madrid estaban enfermos o viejos. El motivo de este alto porcentaje de árboles afectados es la falta de recursos municipales para el mantenimiento de parques y jardines, una situación que denunciaron los jardineros y jardineras de Madrid después de Filomena en una carta dirigida al Ayuntamiento y en la que denunciaban que los servicios de jardinería se pusieron en manos de empresas privadas que lo primero que hicieron fue recortar plantilla. La consecuencia de este recorte se ha visto en los miles de imágenes de ciudadanos limpiando las calles porque no había personal ni recursos suficientes para hacerlo.

El medio ambiente no soporta más los beneficios privados

Pero lo que para unos es un desastre para otros es un negocio que aporta beneficios. Las llamadas “empresas verdes” ya se han puesto manos a la obra para sacar dinero de esta tragedia ambiental: ENSO, una compañía de energías renovables que pertenece al fondo galo T2 Energy Transition va a construir una planta de biomasa en Madrid para generar energía verde utilizando las ramas de los árboles. También ha entrado en este negocio ENCE, empresa privada, que lleva años contaminando la ría de Pontevedra con los vertidos tóxicos que ocasiona la producción de celulosa de eucalipto y que en febrero de este año ha anunciado que cerrará su planta de Pontevedra si se aprueba la Ley de Cambio Climático, a causa de lo que les afecta el artículo 18.4, que hará efectiva la finalización de las concesiones administrativas sobre el dominio público marítimo terrestre cuando se cumpla el plazo máximo de 75 años. Con el anuncio de este cierre, que supondrá el despido de todos los trabajadores y trabajadoras de la planta, ENCE intenta presionar al gobierno para continuar su actividad contaminante.

Por supuesto que estamos de acuerdo en que el destrozo causado se convierta en biomasa para generar energía verde, pero creando una empresa pública bajo control de los trabajadores para su gestión y que suministrara electricidad a personas con bajos recursos que no pueden hacer frente a la factura de la luz o a los habitantes de La Cañada Real, que llevan desde el mes de octubre del año pasado sin luz en sus casas. Empresas como las arriba indicadas utilizan el desastre verde de Madrid para enriquecerse. Hay que nacionalizar las empresas básicas, como las energéticas, bajo control de los trabajadores para que todas y todos podamos tener a nuestro alcance una energía limpia y barata cumpliendo con las medidas necesarias para proteger el medio ambiente.

La lucha contra el cambio climático no puede quedar en manos de las mismas empresas que lo han provocado, ahora reconvertidas en empresas “verdes”. Rechazamos la idea de la clase dominante de que todos somos responsables del cambio climático. El único culpable es el sistema capitalista y su modo de producción extractiva de recursos naturales que destruye el planeta. El sistema capitalista nunca puede ser ecológico. Solo uniendo la lucha contra el cambio climático con todas las demás luchas contra el capitalismo salvaremos el planeta.


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