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Una legislatura llena de incertidumbre

Los resultados electorales del 23J han tenido hondas consecuencias políticas. Lo que se pronosticaba una cómoda y holgada victoria de la derecha extrema del PP y la ultraderecha de Vox se ha convertido en su contrario, abriendo un escenario muy diferente. La derecha ha pasado de un estado de euforia tras arrasar en las municipales y autonómicas de mayo a verse sumida pocos meses después en una dinámica errática que les va a conducir a una derrota parlamentaria sonada.

Y es que la movilización electoral de amplios sectores de la clase obrera, de la juventud, de las mujeres, y del pueblo de Catalunya y Euskal Herria para impedir que la reacción franquista se hiciera con el Gobierno ha roto todos los esquemas. La situación se ha dado la vuelta, y como si de una venganza irónica se tratase Pedro Sánchez y el PSOE, y sus aliados de SUMAR, van a tener que negociar arduamente con Carles Puigdemont para asegurarse el voto de los parlamentarios de Junts y evitar la repetición electoral.

Las voces que se jactan sobre el regreso del bipartidismo son numerosas, pero en realidad la crisis del régimen surgido tras la Transición continúa en numerosos frentes, desde la cuestión nacional hasta el modelo de dominación machista que constituye uno de sus pilares, sin que el Estado español pueda escapar a las tendencias a la descomposición que recorren al capitalismo en todo el mundo.

Un Feijóo noqueado busca una investidura imposible

La imagen del PP, con un Feijóo desnortado, que un día suplica apoyo a Sánchez, al PNV e incluso a Junts y Puigdemont, y al día siguiente vuelve a cargar contra el sanchismo acusándole de querer llegar a acuerdos con los que pretenden “destruir España”, está alcanzando cotas de sainete cañí. Proponer una oferta tan desesperada al PSOE para poder ser investido presidente ¡durante solo dos años!, seguida por unas declaraciones de Borja Sémper señalando que esta maniobra “en cierto modo sí es pedir apoyo a Sánchez para derogar el sanchismo”, es surrealismo en estado puro.

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Muchos hablan del regreso del bipartidismo, pero en realidad la crisis del régimen surgido tras la Transición continúa en numerosos frentes. El Estado español no puede escapar a las tendencias a la descomposición que recorren al capitalismo en todo el mundo. 

Feijóo tiene por delante un largo y agónico mes de septiembre para intentar obtener unos apoyos que ya le han sido negados con contundencia. Una situación propiciada por el rey Felipe VI, que ha señalado que “por costumbre” corresponde intentar formar gobierno al partido más votado, demostrando el compromiso de la Corona con sus tradiciones franquistas. La situación de Feijóo es cada vez más patética y desesperada. Sin duda estará pensando en su predecesor, Pablo Casado, y en su humillante y penoso final.

Sus rivales en el bloque reaccionario también han resultado duramente golpeados. Vox vive una agitada marejada tras la salida de Iván Espinosa de los Monteros. La críticas abiertas de reconocidos dirigentes y fundadores de la formación a Abascal, y el apoyo vomitivo de este al comportamiento machista de un corrupto como Rubiales, pone en evidencia las dificultades que tienen para aumentar su apoyo social. Las encuestas apuntan a que si se repitieran elecciones el retroceso de estos neofascistas sería más pronunciado.

También para la presidenta madrileña los resultados han sido un duro golpe. Pero Ayuso, como buena trumpista, ha aprovechado el inicio de curso para salir a la palestra dando un toque a Feijóo y señalar que es inútil apelar “de manera bisoña” al PSOE. Apostando todo al lenguaje guerra civilista, “rendirnos no es una opción”, “como en el siglo XX, nos llevan al combate”, quiere seguir agrupando a su base social, a esos miles de empresarios y pequeño burgueses reaccionarios, españolistas y machistas, y continuar lanzándolos contra la izquierda, el feminismo y el “separatismo” catalán y vasco.

En cualquier caso es importante no perder de vista las tendencias de fondo. La amenaza de la ultraderecha y la reacción está muy lejos de desaparecer: su avance responde a la crisis histórica que atraviesa el capitalismo, en el continente Europeo, en América Latina o EEUU y va a seguir profundizándose al calor de una polarización y una desigualdad social cada vez mayor. Es cierto que en esta ocasión han sido derrotados en la urnas, pero por muy poco, ¡a tan solo 4 escaños de la mayoría absoluta!

Sobre la correlación de fuerzas

Si algo han puesto en evidencia los resultados del 23J es que a pesar del desencanto con el Gobierno de coalición PSOE-UP, que se manifestó con contundencia en el batacazo de las elecciones municipales y autonómicas, la correlación de fuerzas sigue siendo favorable a la izquierda y a la clase trabajadora. La amenaza de la extrema derecha ha revelado que existe una fuerte conciencia antifascista en el Estado español, y que los acontecimientos de la lucha de clases en todos estos años no han pasado en balde.

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La amenaza de la ultraderecha y la reacción está muy lejos de desaparecer: su avance responde a la crisis histórica que atraviesa el capitalismo, en el continente Europeo, en América Latina o EEUU. 

El movimiento feminista, que ha adquirido un nítido carácter de clase y combativo, se ha levantado contra una de las señas de identidad del régimen del 78 y del capitalismo español: el machismo más retrogrado y opresivo. La fuerza de este movimiento, que ha sido decisiva en los resultados del 23J, y que se ha expresado en movilizaciones masivas el 8M, contra sentencias infames como la de La Manada o ahora con el caso Rubiales, ha supuesto un duro golpe para la reacción, el aparato del Estado y la clase dominante. De ahí que la derecha y la ultraderecha, y sus medios de comunicación, lo hayan convertido en uno de sus blancos a batir.

Por eso la brutal campaña durante meses contra Irene Montero y la Ley del Solo sí es sí no es una anécdota. Una ofensiva, y un auténtico montaje, que ahora ha quedado completamente en evidencia, y en la que jugó un papel decisivo Pedro Sánchez y las ministras del PSOE de cara a tumbar, uniendo sus votos a los del PP, el aspecto central de la norma: el consentimiento. Ahora claman indignados contra Rubiales, pero todas y todos vimos su vergonzosa actuación en el Parlamento o la intencionalidad de Pedro Sánchez hablando de sus amigotes de 40 y 50 años incómodos con este tipo de feminismo. E incluso ahora con Rubiales, a pesar del escándalo, vuelven a actuar igual, incapaces siquiera de destituirle y tratando por encima de todo de tapar la olla podrida del fútbol y esos grandes negocios que se cierran en los palcos.

El otro aspecto central en esta derrota de la reacción fue la movilización electoral en las nacionalidades históricas, y especialmente en Catalunya. Que Sánchez y el PSOE, que han rechazado reiteradamente el uso del catalán, el euskera y el gallego en el Parlamento español, hayan hecho concesiones en este punto es una demostración de la potencia de fuego del movimiento de liberación nacional en Catalunya y Euskal Herria. Y que además ahora hablen abiertamente de una posible Ley de Amnistía, que de concretarse supondría sin duda una victoria y un duro golpe contra aparato del Estado y de la judicatura franquista, deja muy claro que la lucha de masas por la república catalana ha sido el mayor desafío al régimen del 78 en cuarenta años.

Si resaltamos todo esto es para contestar a todos aquellos dirigentes que, desde Podemos hasta ERC pasando por SUMAR e IU, han justificado sus renuncias y abandonos apelando a una supuesta correlación de fuerzas desfavorable. ¡No es cierto! Tanto el movimiento feminista como el movimiento de liberación nacional y por la república en Catalunya han demostrado una y otra vez su enorme potencial para transformar radicalmente la situación. Si no ha sido así es justo por el papel de estos dirigentes, centrados exclusivamente en la vía institucional y parlamentaria, impotentes de cara a dar una orientación de lucha anticapitalista al movimiento de masas, e incapaces de levantar una alternativa revolucionaria que pusiera en cuestión los cimientos del capitalismo español.

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Tanto el movimiento feminista como el movimiento de liberación nacional y por la república en Catalunya han demostrado una y otra vez su enorme potencial para transformar radicalmente la situación. Pero Podemos, ERC, SUMAR e IU han renunciado a dar la batalla.

Negociaciones para la investidura de Sánchez

Tras el inevitable ridículo de Feijóo, le tocará el turno a Pedro Sánchez y al PSOE. Una situación para la que ya se están dando pasos firmes, comenzando por la elección de la presidenta del Congreso, Francina Armengol, en primera votación, y siguiendo con las negociaciones, cada vez más avanzadas, con ERC y Junts.

Puigdemont ya ha dado un espaldarazo muy importante a un posible acuerdo desde Bruselas, poniendo como única condición la Ley de Amnistía. Él, Pedro Sánchez, Yolanda Díaz, los líderes de ERC, la burguesía catalana y los sectores de la burguesía española que consideran la estabilidad política y la paz social como dos pilares esenciales para los negocios, ven una oportunidad de oro para cerrar la crisis catalana y que la gente se olvide de eso de luchar por la república y el derecho a decidir. En el papel las cosas están claras. Pero la realidad viva de la lucha de clases es otra cosa. No será tan fácil dar carpetazo a un conflicto propulsado por la represión y la crisis capitalista.

Obviamente, la investidura de Pedro Sánchez es la única alternativa en este momento para evitar una repetición electoral y que la derecha pudiera optar a una mayoría absoluta. Y así lo ven millones que acudieron a las urnas para frenar a la reacción con un voto crítico a la izquierda parlamentaria. Para millones de jóvenes y trabajadores la investidura de Sánchez tiene por único objetivo impedir gobernar a la derecha, pero nada más.

Como hemos venido señalando, la operación de SUMAR, encabezada por Yolanda Díaz, ha tenido y sigue teniendo un objetivo: borrar del mapa la experiencia de Podemos y todo lo que significó. Podemos fue un reflejo de una rebelión social sin precedentes desde la Transición: del 15M, de las mareas, de las Marchas de la Dignidad, de las huelgas generales o levantamientos como el de Gamonal, de la marea pensionista, de la huelgas y manifestaciones masivas del movimiento feminista, o de la crisis revolucionaria en Catalunya. Y eso es exactamente lo que estos nuevos socialdemócratas, aprendices de Pedro Sánchez, pretenden extirpar. Quieren tranquilidad, buenos cargos bien remunerados, sonrisas y reconocimiento por parte de la patronal y la clase dominante, y volver a esa política profesional tan del agrado de las élites y que huye del movimiento de masas como de la peste.

Construir la izquierda revolucionaria

Tras todas las humillaciones y ninguneos sufridos, Podemos y sus dirigentes siguen centrando su batalla en el terreno institucional, en obtener portavocías, que Yolanda Díaz ya les ha negado en un nuevo desprecio, y en lograr algún ministerio. Pero no parece que vaya a ocurrir.

Tras haberles reducido a la mínima expresión en la coalición y en el Congreso, tras purgar indecentemente a Irene Montero, Yolanda Díaz difícilmente permitirá su presencia en el Consejo de Ministros. Y entonces, ¿cuál es la estrategia a seguir? ¿Continuar clamando reconocimiento apelando a su generosidad y responsabilidad? ¿Alegar que ahora, con solo cinco diputados, serán decisivos? ¿O tratar de volver a los orígenes de Podemos y construir de verdad una organización militante que ocupe las calles, que actúe como una oposición de izquierda consecuente mediante la lucha, que tome el cielo por asalto para derrocar a la casta y a los capitalistas?

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La tarea fundamental del feminismo de clase y combativo, del sindicalismo de lucha y de los movimientos sociales, y de la izquierda independentista en las nacionalidades históricas, pasa por reconstruir una izquierda revolucionaria con un programa socialista. 

En este contexto, un nuevo Gobierno de Pedro Sánchez con SUMAR estará muy escorado a la derecha. Un Gobierno plenamente comprometido con la patronal y el Ibex35, con la OTAN y el imperialismo occidental, y centrado en garantizar a toda costa la paz social de la mano de los dirigentes de CCOO y UGT. Y este resultado no es ajeno a los errores estratégicos de Pablo Iglesias y otros dirigentes de Podemos, aunque ahora caigan víctimas de aquellas a quienes pusieron a dedo.

Por estas razones de tanto peso, la tarea fundamental del feminismo de clase y combativo, del sindicalismo de lucha y de los movimientos sociales, y de la izquierda independentista en las nacionalidades históricas, pasa por reconstruir una izquierda revolucionaria con un programa socialista.

Necesitamos levantar una izquierda que no renuncie y que ponga encima de la mesa una alternativa que se atreva a cuestionar la propiedad y los intereses de los bancos y los grandes monopolios capitalistas, y utilizar esa inmensa riqueza social que atesoran injustamente estos parásitos para solventar las acuciantes necesidades de la inmensa mayoría de la población. El capitalismo es horror sin fin. Enfrentarlo es la única opción realista.

¡Únete a nosotras y construye Izquierda Revolucionaria!

 


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