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Por fin. Después de soportar meses de ninguneo y humillaciones de todo tipo, y tras confirmarse que PSOE y Sumar no los quieren en el Gobierno, la dirección de Podemos atiende al clamor de sus bases y sus diputados pasan al Grupo Mixto.

La decisión ha desencadenado un abandono en tromba de numerosos cargos públicos que, como buenos arribistas, han encontrado en Sumar el abrigo calentito para seguir viviendo de la política profesional sin disgustar a Yolanda Díaz y Pedro Sánchez.

Desde Izquierda Revolucionaria saludamos esta decisión, y decimos que tiene que ser el inicio para una ruptura real con las políticas socialdemócratas de esa izquierda que se ha convertido en una pata esencial de la gobernabilidad capitalista y del régimen del 78.

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Numerosos cargos públicos han desertado y algunos se han pasado a Sumar. La exportavoz del partido en la Asamblea de Madrid, Carolina Alonso, y el excandidato al Ayuntamiento, Roberto Sotomayor, han sido de las últimas salidas. 

La exclusión de Irene Montero de las listas electorales ya anticipaba su salida del Gobierno, pero el partido de Pablo Iglesias mantuvo vivas hasta el último momento las esperanzas de que alguno de sus dirigentes fuese repescado por Yolanda Díaz, si no para el Gobierno, al menos para algún puesto parlamentario que les permitiese un mínimo protagonismo institucional. Pero Díaz, fiel a su objetivo nada disimulado de destruir Podemos hasta sus mismos cimientos, optó por marginar y humillar a la formación morada, cuya mera función sería actuar de brazos de madera  votando sumisamente en el Parlamento lo que se les ordenara.

Podemos sobra en un Gobierno que prepara un giro a la derecha

El nuevo Gobierno ha iniciado su andadura bajo la presión desatada de la ultraderecha, tanto en el Parlamento y en el aparato del Estado como en las calles. La Ley de Amnistía y el españolismo es el gran banderín de enganche para redirigir el malestar de grandes sectores de las capas medias contra Pedro Sánchez y sus ministros.

Feijóo, amenazado electoralmente por Vox, atado al partido de Abascal por numerosos acuerdos de gobierno en Ayuntamientos y Comunidades Autónomas, y con la espada de Damocles del ayusismo en el interior de sus propias filas, se esfuerza por no perder el liderazgo de la polarización a la derecha, a pesar de que debe reconocer que el gran capital no está tan disconforme con las políticas de Pedro Sánchez y Nadia Calviño.

Así es. El Ibex 35 superando los 10.000 puntos, Inditex presentando beneficios récord, lo mismo la gran banca y las eléctricas, los especuladores inmobiliarios felices… Pero claro, sectores importantes de la clase dominante, de raigambre franquista, amamantadas en la charca del fascismo, el machismo y la violencia contra la mujer, forjados en el odio contra Catalunya y Euskal Herria, españolistas, taurinos y muy cazadores, que campan a sus anchas en la judicatura, en la policía y el Ejército, no lo pueden soportar.

Odian todo lo que huela a izquierda, feminismo, derechos democráticos, y son extraordinariamente despiadados en su racismo contra la población migrante. Su solidaridad total con el Estado sionista y el apoyo público a su masacre genocida en Gaza les retratan como lo que son: los enemigos jurados de la clase obrera y los oprimidos.

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El gran capital no está tan disconforme con las políticas de Pedro Sánchez y Nadia Calviño. Pero sectores importantes de la clase dominante, de raigambre franquista, odian todo lo que huela a izquierda y ni siquiera pueden soportar al PSOE, Sumar y sus gestos. 

Pero debemos ser claros y honestos. Con la excusa de la amenaza de la ultraderecha, el PSOE y sus aliados se dedican a un doble juego.

Por un lado son especialistas en una política de gestos y declaraciones publicitarias que los presentan como campeones en la lucha contra la extrema derecha. Por ejemplo, Pedro Sánchez le dice a Netanyahu que los muertos palestinos en Gaza son insoportable y, ya está, campeón antifascista mundial. Que al día siguiente sigamos manteniendo excelentes relaciones políticas, económicas y comerciales con el Ente sionista y su Gobierno ultraderechista es lo de menos. Lo importante es la “valentía” de Pedro Sánchez, tal y como señaló el secretario general del PCE Enrique Santiago.

Por otro lado, mientras se domina con pericia y habilidad la propaganda, PSOE y Sumar refuerzan su política de paz social y de reducir la movilización en las calles a su mínima expresión. La paz social, si, ese gran valor político que tanto estima Garamendi y la CEOE, que ha llevado al Estado español a mínimos en conflictividad huelguística, que permite hundir los salarios cuando la inflación está desbocada, o que los especuladores y los rentistas inmobiliarios se forren a costa de un derecho humano básico como tener un techo bajo el que vivir.

Por eso no quieren ver a Podemos ni en pintura. Incluso habiendo jugado el papel lamentable de blanquear por la izquierda estas políticas, las discrepancias retóricas y las críticas, por suaves que sean, no son tolerables ni para el PSOE ni para Sumar. Hasta este punto hemos llegado.

 Ahora se abre una buena oportunidad para que la militancia de Podemos saque las debidas conclusiones de estos años de participación gubernamental y obligue a la dirección a cambiar radicalmente de rumbo.

La participación en el Gobierno de coalición: una experiencia letal

Las primeras noticias que llegan desde Podemos tras su abandono de Sumar son el goteo de abandonos de cargos públicos y “figuras” del Partido.

En una entrevista en la SER el 13 de diciembre, Pablo Iglesias explicaba que Podemos había sido, durante su periodo de ascenso, un “vehículo de transporte hacia el éxito de muchas personas”, a las que aseguraba “sueldos, trabajo, cargos públicos”. Cuánta razón. De hecho Pablo Iglesias podía haber sido más incisivo y decir: “Podemos, con mi apoyo y el de muchos, ha sido el terreno en que una burocracia de arribistas sin principios se formaron, aprendieron y se hicieron fuertes. Si han llegado tan lejos, lo tengo que reconocer honestamente, es por los errores que yo he cometido. Empezando por nombrar a dedo como mi sucesora a Yolanda Díaz sin debates ni votaciones”.

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Pasar al Grupo Mixto, debe ir acompañado de volver a las calles y transformar Podemos en un vehículo de la izquierda que lucha retomando el programa del marxismo y el socialismo, pero parece que esto está fuera de la agenda. 

Las personas que ahora desertan en busca de mejores oportunidades de medro personal han sido promocionadas y proyectadas por la dirección actual. Nos los han presentado como los mejores candidatos y líderes. Por eso es tan llamativo, y chocante, que una persona tan inteligente como Pablo Iglesias no saque ninguna conclusión de estos hechos. Al revés, la entrada masiva de carreristas y oportunistas en Podemos le parece que “no fue necesariamente mala”. Evidentemente de esta afirmación se puede concluir que si la política de Podemos se iba a reducir a brillantes discursos parlamentarios ¿qué mejor que atraer a sus filas a mercenarios de la política, con brillantes currículums universitarios, capamedieros criados entre algodones pero sin la más mínima conexión con la lucha obrera y sin intención alguna de transformar el orden social en profundidad?

Por eso, a pesar de la decisión acertada de pasar al Grupo Mixto, sigue sorprendiendo que en lugar de replantearse la política que les ha conducido a esta situación, Pablo Iglesias y la dirección de Podemos insisten en mantenerla. Volver a las calles, participar activamente en la lucha de clases,  trabajar por un sindicalismo combativo desafiando a la burocracia sindical, transformar Podemos en un vehículo de la izquierda que lucha retomando el programa del marxismo y el socialismo, eso parece que no, que está fuera de la agenda.

Atendiendo a lo que se dice en entrevistas o en Canal Red, lo que se pretende es que Podemos vuelva al Gobierno, con los mismos aliados, pero con más fuerza.

A lo que Pablo Iglesias apunta[1] es a buscar una alianza parlamentaria, incluso electoral, con ERC, BNG y Bildu, tener un resultado decente en las elecciones europeas, en las vascas y las gallegas. Pero hay que ser realistas: si Podemos no cuestiona la paz social, si no pone todas sus fuerzas en la movilización social, es completamente inviable que se recupere electoralmente de manera vigorosa.

¿Qué futuro le aguarda a Podemos?

Las arteras maniobras del PSOE y Sumar serían muy impotentes si Podemos decidiera volver a sus orígenes y recuperar su papel como fuerza impulsora de la movilización social, si se decidiera a encabezar la lucha contra el ascenso de la ultraderecha y el fascismo por el único medio que la experiencia histórica ha demostrado eficaz: la movilización independiente de la clase trabajadora, con un programa revolucionario e internacionalista.

Es cierto que Podemos, Pablo Iglesias e Irene Montero, y otros muchos dirigentes han sido víctimas de una cacería política y mediática infame. Cuando el archivo del caso Neurona y del resto de montajes judiciales contra Podemos se han revelado mentiras fraudulentas, sus hasta no hace poco aliados gubernamentales y electorales han reaccionado con un silencio vergonzante. Entonces ¿por qué insistir en volver a situarse bajo su ala?

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La clase trabajadora y la juventud del Estado español, con Podemos o sin Podemos, sabrá encontrar su camino para intervenir enérgicamente en los acontecimientos y poner fin a un orden de cosas que solo augura pobreza, precariedad y sufrimiento. 

Pero es precisamente ese el objetivo estratégico que se plantea en esta nueva etapa. En su declaración lo dejan bien claro: “Para garantizar la capacidad de Podemos de hacer política, los cinco diputados y diputadas de Podemos trabajarán desde ahora con total autonomía en el grupo mixto, con el objetivo de recuperar la unidad del bloque democrático, volver a gobernar en coalición, sin que mande solo el PSOE, y seguir haciendo posible lo que todos nos dicen que es imposible”.

Si la máxima aspiración de Podemos es volver a ocupar algún sillón en el Gobierno de Sánchez, su futuro se presenta muy complejo. ¿De verdad el camino es volver nuevamente a la subalternidad, a ejercer de pata izquierda de la socialdemocracia? ¿Nos conformamos con eso?

Los próximos años van a ser decisivos. La lucha de clases y el avance de la extrema derecha nos ponen ante grandes responsabilidades. Por eso mismo la clase trabajadora y la juventud del Estado español, con Podemos o sin Podemos, sabrá encontrar su camino para intervenir enérgicamente en los acontecimientos y poner fin a un orden de cosas que solo augura pobreza, precariedad y sufrimiento. Desde Izquierda Revolucionaria animamos a  las y los militantes de Podemos a no renunciar a dar la batalla para recuperar a Podemos como herramienta útil para la clase obrera y para la transformación socialista de la sociedad.

 

[1] Pasar página


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