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En la madrugada del viernes 12 de enero, la Administración imperialista de Biden ha decidido profundizar su deriva belicista bombardeando, junto a Gran Bretaña, las principales ciudades de Yemen, incluida su capital Sama. Unos bombardeos que sin duda habrán causado víctimas civiles inocentes, y que son parte de la estrategia de Washington en su apoyo sin fisuras al genocidio sionista en Gaza, y para desviar la atención de lo que se parece será una desastrosa derrota en Ucrania.

Igual que ha hecho Israel para justificar su brutal matanza contra el pueblo palestino y reducir Gaza a escombros, Biden y sus aliados imperialistas apelan también al derecho a la legítima defensa frente a los hutíes para justificar una nueva campaña de bombardeos criminales, que no hace más que escalar la guerra en Oriente Próximo.

Un argumento que no se sostiene si tenemos en cuenta que desde comienzos de diciembre se han producido 27 ataques por parte de los hutíes que han afectado en torno a una treintena de barcos, y que en su mayoría han terminado siendo interceptados y anulados antes de provocar ni un solo muerto, y que resultan insignificantes en una zona por la que transitan cada año 33.000 barcos, 2.750 al mes.

Es cierto que los ataques han supuesto que una parte de las compañías navieras desvíen el tráfico de contenedores a través de África, y que el tránsito a través del canal de Suez ha caído en un 30% en las últimas semanas. Pero no es menos cierto que las capacidades militares de los hutíes resultan extraordinariamente limitadas, y que la campaña de propaganda occidental para acusarles de poner en peligro la economía mundial es una cortina de humo, muy útil para hacer luz de gas sobre el genocidio y la limpieza étnica que está teniendo lugar en Gaza con la absoluta complicidad de Washington, Londres y Bruselas.

Seamos claros. Esta incursión es una nueva intervención imperialista, cuyo único objetivo es recuperar músculo en Oriente Próximo frente a China y Rusia, exhibir dominio militar, y garantizar la impunidad del Estado sionista.

En este contexto en el que China y sus aliados regionales no quieren una escalada militar, como demuestra la pasividad de Irán y de Hezbolá a pesar de las constantes provocaciones sionistas, es patente que tanto Israel como EEUU, o por lo menos un sector de su clase dominante y de su aparto militar, no tienen problema en escalar el conflicto para lograr sus objetivos estratégicos.

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Esta incursión es una nueva intervención imperialista, cuyo único objetivo es recuperar músculo en Oriente Próximo frente a China y Rusia, exhibir dominio militar, y garantizar la impunidad del Estado sionista. 

Durante años se ha desarrollado una guerra criminal en Yemen por parte de Arabia Saudí, con el apoyo de EEUU y Occidente (incluido el Estado español) suministrando armas y apoyo logístico, que ha producido una auténtica apocalipsis humanitaria con más de 200.000 víctimas y una hambruna sin precedentes. Sin embargo, recientemente, tras el restablecimiento de relaciones entre Arabia Saudí e Irán, que apoya a los hutíes, un gesto patrocinado por China, este escenario ha dado un vuelco. En septiembre del año pasado una delegación de los hutíes pisaban por primera vez Riad, la capital Saudí, para lograr un acuerdo definitivo que pusiera fin al conflicto. Una iniciativa al margen de EEUU, y que es parte de la gran reconfiguración del tablero en Oriente Medio encabezada por China, y un hecho que revela la pérdida real de influencia estadounidense en la zona.

Por supuesto sería iluso pensar que esta reconfiguración que afecta negativamente a los intereses de Washington, supondrá un cambio de fondo para las masas oprimidas del mundo árabe.

Obviamente lograr que la guerra en Yemen pueda terminar es algo positivo para los cientos de miles de yemenís que han sufrido este tormento. Pero eso no va a evitar nuevos conflictos en el fututo, ni que la opresión de las masas vaya a resolverse. La crueldad del genocidio contra el pueblo palestino se está produciendo sin que el imperialismo chino y ruso adopten medidas de fuerza para frenarlo, y no nos referimos a una escalada bélica por su parte. Señalamos que tanto Beijing como Moscú están muy preocupados en garantizar sus negocios e intereses geoestratégicos en la región, y esto está condicionando todo lo demás. Negocios son negocios, y de paso se manda una señal muy clara a Irán o Hezbolá, patrocinadores de Hamas, para que se contengan.

En este gran juego, son de nuevo las masas oprimidas en palestina, o ahora en Yemen, la que pagan las consecuencias de las intervenciones imperialistas criminales sionistas o angloamericanas. Intervenciones que cuentan con el apoyo de la UE y los países europeos, incluido el Gobierno de Pedro Sánchez, que ya han salido en tromba para apoyar esta nueva campaña de bombardeos en nombre de la legítima defensa y ¡¡el derecho internacional!! y anunciar una nueva misión para patrullar el mar Rojo.

Lo único que podrá frenar el genocidio en Gaza, la intervención imperialista y los bombardeos en Yemen, será la acción decida, militante e internacionalista de la clase obrera mundial, y la lucha por el derrocamiento revolucionario del Estado sionista y de los regímenes capitalistas del mundo árabe.


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