En el mundo en llamas que nos rodea la crisis estratégica de la izquierda no hace más que amplificarse, tanto internacionalmente como aquí. Desde el Gobierno, los dirigentes del PSOE y sus correveidiles de Sumar insisten: somos la única oportunidad para frenar a la extrema derecha. Y lo afirman los mismos que con sus políticas no hacen más que reforzar las posiciones de la reacción.

Derramar lágrimas de cocodrilo por el holocausto que sufre el pueblo palestino ya provoca náuseas. Las declaraciones y gestos vacíos jamás pararán el genocidio, tan solo demuestran la hipocresía de un Gobierno que sigue comerciando a toda máquina con el ente sionista, y cuyas relaciones diplomáticas y militares siguen intactas tras saber que más de 70.000 vidas inocentes, mayoritariamente de niños y mujeres, han sido segadas  gracias a esa colaboración y la de otros muchos.

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En el mundo en llamas que nos rodea la crisis estratégica de la izquierda no hace más que amplificarse, tanto internacionalmente como aquí. En la imagen, manifestación en Oviedo contra la política educativa del Gobierno asturiano (PSOE-IU). 

Nos hablan de paz, pero preparan la guerra. Sí, Pedro Sánchez y Yolanda Díaz, mano a mano. Y no se les cae la cara de vergüenza. Nos hablan de paz, pero aprueban los mayores presupuestos militares de la historia. Nos hablan de paz, pero se someten sin rechistar a la OTAN y a las exigencias de Trump. En todo siguen la estela del amo: cuando traicionan al pueblo saharaui, cuando corren raudos a Damasco para rendir tributo al integrismo más oscurantista, o cuando aplauden y financian al régimen neofascista de Zelenski.

Sí, la política burguesa es el arte de la mentira, la simulación y la diplomacia podrida. Y estas destrezas están en el ADN de la socialdemocracia.

Bajo el patrocinio de Pedro Sánchez, los beneficios de las corporaciones del IBEX 35 y la gran banca están batiendo todos los récords imaginables. Noticias que son celebradas con algarabía desde la Moncloa, y que tienen mucho que ver con la paz social y la desmovilización sindical que imponen las cúpulas de CCOO y UGT.

Mientras tanto, el empobrecimiento de la clase obrera y la juventud es cada día más visible. No es demagogia.

El acceso a una vivienda digna se ha convertido en un sueño imposible. Este Gobierno, seamos honestos, sigue permitiendo miles de desahucios y no ha movido un dedo para poner coto al negocio multimillonario de los fondos de inversión, bancos y caseros rentistas, que se enriquecen a costa de nuestros salarios bajo el manto protector de las instituciones y la legislación.

Nos dicen que combaten a la reacción. ¿Cómo? ¿Manteniendo en vigor la Ley Mordaza? ¿Negándose a indultar a los seis jóvenes antifascistas de Zaragoza encarcelados desde hace más de un año, o a Pablo Hasél en prisión desde hace más de cuatro? ¿Blindando a una justicia llena de fascistas que criminaliza la lucha obrera? ¿O cuando su ministro del Interior infiltra a policías en los movimientos sociales de izquierda y alienta a la Brigada Central de Información para organizar montajes en beneficio de la ultraderecha, como ha hecho con las 7 estudiantes de Somosaguas en Madrid?

No hay alternativa, insisten. O nos votáis o llega la reacción. Pero la reacción ya ha llegado. En Madrid ya sufrimos a la ultraderecha ayusista, y en la Valencia de la Dana pasa lo mismo, y en Castilla y León, y en Galiza, y en tantos territorios donde la reacción ha copado las palancas del poder político para ejecutar hasta el final los planes de privatización de los sectores públicos estratégicos que los Gobiernos del PSOE iniciaron, extendieron y reforzaron durante décadas.

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Bajo el Gobierno PSOE-Sumar, los beneficios empresariales y de la gran banca baten récords. A esto también contribuye decisivamente la paz social impuesta por las cúpulas de CCOO y UGT. Mientras, la clase obrera y la juventud se empobrecen cada día más. 

Y ahora, sed concretos, vosotros que nos interpeláis todo el tiempo para que os votemos: ¿cuáles son vuestras medidas reales para impedir que se arrase con la sanidad y la educación públicas? ¿Cuántas eléctricas habéis o vais a renacionalizar? ¿Cuánto porcentaje más del PIB vais a dedicar a los servicios públicos esenciales, a garantizar que no sean pasto de la codicia de los monopolios privados? ¿Cuántas viviendas públicas tenéis previsto edificar para acabar con la especulación inmobiliaria? Solo con formular las preguntas las respuestas están claras.

¿Pero no os dais cuenta de que la responsabilidad de que avance la extrema derecha es la consecuencia de vuestra negativa a enemistaros con los poderosos, de todas las renuncias a aplicar medidas consecuentemente de izquierda? ¿Tan difícil es entender  que actuando como los mayordomos del capital lo único que hacéis es reforzar los discursos y la demagogia reaccionaria?

Dejad de culpar a los trabajadores y la juventud, que son los que llenan las calles de manifestaciones masivas por la educación y la sanidad públicas, por la vivienda digna y contra el genocidio sionista y el fascismo. Sois vosotros los que alimentáis las salidas individuales, los que actuáis como una rémora impidiendo que la conciencia de clase avance, los que boicoteáis la organización colectiva y la movilización persiguiéndola con vuestra policía. Vuestro modelo de capitalismo liberal es un fraude que hace aguas por todas partes.

No, esta no es la izquierda que necesitamos ni merecemos. ¿Y entonces? Entonces solo queda un camino: reconstruir la izquierda, y hacerlo con las herramientas que sí han demostrado ser útiles y eficaces en la lucha contra nuestros enemigos de clase, contra los capitalistas y sus instituciones, contra el militarismo y las guerras imperialistas, a favor de la solidaridad internacionalista, en defensa de los derechos democráticos y para enfrentar la amenaza de la extrema derecha y el neofascismo.

Una izquierda que abogue por la lucha de clases y la movilización, en los hechos y no solo en las palabras, que defienda sin complejos el socialismo y la independencia política de los trabajadores, que entienda el Parlamento como un medio para la propaganda y la denuncia revolucionaria, y que rechace enérgicamente la participación en Gobiernos capitalistas y ese ministerialismo “de izquierdas” que al final siempre se pliega, en los asuntos fundamentales, ante la plutocracia.

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La legitimidad de la izquierda se construye entendiendo que el capitalismo no se puede reformar. Hay que derrocarlo. La izquierda solo puede ser revolucionaria si quiere cumplir con la emancipación del género humano. 

La experiencia ha demostrado que no se puede tomar el cielo por asalto a través del Boletín Oficial del Estado. Que los escudos sociales solo los puede generar la movilización de masas, que es lo único que arranca conquistas, y que participar en un Gobierno otanista ayer y clamar hoy contra la OTAN, cuando ya no hay ministerios que defender, erosiona la credibilidad política más que cualquier otra cosa. Si se sigue por esa senda sin reconocer errores, y el proyecto no es más que un trampolín para volver a repetir lo mismo, el fracaso está asegurado.

No, la legitimidad de la izquierda se construye entendiendo que el capitalismo no se puede reformar. Hay que derrocarlo. El pragmatismo del que tanto nos habla la socialdemocracia, en todas sus versiones, solo nos conduce a convertirnos en los doctores de un sistema gangrenoso que merece perecer y, por tanto, en cómplices necesarios para que la barbarie siga campando a sus anchas.

Tenemos que romper con esta lógica. La izquierda solo puede ser revolucionaria si quiere cumplir con la emancipación del género humano. Que no nos cansen con sus mentiras.

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