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¡Sí se puede vencer al PP!
¡Unificar las luchas con una huelga general de 48 horas!

La crisis que atraviesa el capitalismo español se acelera en todos los frentes. En el político, con una desafección creciente, cuando no hostilidad, a las llamadas instituciones del Estado (parlamento, jueces, monarquía, policía…) y una contestación en la calle tan masiva, que sólo se puede comparar a las grandes luchas contra la dictadura franquista. En el social, con un crecimiento de la desigualdad y el empobrecimiento a niveles desconocidos en las últimas cuatro décadas, consecuencia directa de los recortes sociales y el desmantelamiento de los servicios públicos. En el económico, con una caída libre de todos los indicadores, que las medidas de austeridad no hacen sino agudizar.

Crisis orgánica del capitalismo

Después de presentar unos presupuestos para 2013 que conducen a una nueva bajada a los infiernos —con descensos del gasto de un 14% en ministerios como el de Educación y del 22% en el de Sanidad— el gobierno del PP ha conocido las últimas previsiones del FMI para la economía española: el PIB caerá el próximo año el 1,3%, casi el triple de lo estimado por Rajoy, y el déficit público no bajará del 3% hasta 2017. En resumen, todas las medidas de ajuste adoptadas no servirán en ningún caso para estimular el crecimiento, sino para garantizar que la gran banca, nacional e internacional, cobre puntualmente los intereses por la deuda pública española que han adquirido a tipos de usurero, un capítulo que en estos presupuestos representa el primer gasto de Estado ¡más de 32.000 millones de euros! Pero además, la previsión del FMI echa por tierra los cálculos del PP, que al trazar las cuentas para 2013 partían de que la economía sólo retrocedería un 0,5% y el déficit se podría rebajar al 4,5%, algo totalmente descartado si no se aplican nuevos y sangrantes recortes. Todo esto, sin tener en cuenta las contrapartidas que supondrá el rescate a la economía española y que tal como han afirmado tanto el ministro de Economía alemán o como el presidente del Banco Central Europeo, serán contundentes.
Con un colapso de la formación bruta de capital fijo en los últimos cinco años (la caída ha sido de más del 37%); una fuga de capitales que según los últimos datos del Banco de España ascendía hasta el mes de julio (en tasa interanual) a 235.375 millones de euros (casi el 25% del PIB); una contracción de la demanda que continúa sin freno y un descenso claro de las exportaciones, en un contexto de crisis europea y mundial, la política de recortes sólo agudizará la recesión de la economía española. La perspectiva de más desempleo, menos poder adquisitivo y más pobreza, son el presente y el futuro para la mayoría. Cáritas, en su último informe, revelaba que un 25,5% de la población está en riesgo de pobreza o exclusión social, mientras el paro volvió a aumentar en septiembre, con 79.645 nuevos desempleados, cebándose especialmente en los menores de 25 años que soportan una tasa superior al 50%. Paralelamente, la pérdida de poder adquisitivo de la clase obrera en 2012 será la mayor desde la Transición, y según datos del Instituto Nacional de Estadística (INE) los ingresos de los trabajadores pierden abruptamente terreno en la renta nacional frente a los beneficios empresariales.

Un gobierno débil al que sólo le resta la represión

Es difícil recordar un gobierno que en tan poco tiempo, diez meses, se haya desacreditado tanto y que pierda apoyo tan rápidamente. Según una encuesta de El País publicada el pasado 12 de septiembre, el 84% de los votantes no confía en el presidente del gobierno y sólo uno de cada dos votantes del PP (52%) volvería a votar a este partido. Pero las encuestas, las previsiones y las perspectivas pueden empeorar aún más para la derecha.
Estas últimas semanas hemos tenido nuevos ejemplos de la disposición de los jóvenes y trabajadores a plantar batalla a los planes del PP. El último ha sido la histórica movilización del 25 de septiembre, que nos dejó una imagen simbólica y que refleja el clima social existente: decenas de miles de personas rodeando un parlamento aislado, protegido por más de 1.500 antidisturbios, mientras los diputados dentro intentaban dar una imagen de “normalidad” y una “tranquilidad” que no sentían. En las semanas previas al 25-S, tanto el gobierno como sus portavoces en los medios de comunicación afines llevaron a cabo una intensa campaña de criminalización, calificando la movilización como un “golpe de Estado encubierto” y comparándola con el 23-F ¡Increíble! Una vez más, el gobierno del PP trató de desacreditar el movimiento y atemorizar a la población para impedir el éxito de la convocatoria, pero todos sus intentos fueron infructuosos. Después del 25-S, decenas de miles volvimos a salir a la calle con más fuerza el 29, para denunciar la brutalidad policial y exigir el fin de este gobierno reaccionario.
La salvaje represión policial, con imágenes dignas de las épocas más negras de la dictadura franquista, y las posteriores declaraciones de destacados dirigentes del gobierno, revelaron nítidamente el auténtico talante antidemocrático, no sólo del PP, sino de la burguesía española. La delegada del gobierno de Madrid, Cristina Cifuentes, no ha dejado pasar la ocasión para pedir “modular el derecho a manifestación”, es decir, crear un estado de excepción contra las protestas sociales, utilizando los tribunales como complemento de las porras de los antidisturbios. En la misma línea también se han manifestado el nuevo presidente de la Comunidad de Madrid, Ignacio González, la alcaldesa de Madrid, Ana Botella, el ministro de Justicia, Ruiz Gallardón o el fiscal general del Estado. Incluso el dirigente del PP Mayor Oreja ha llegado a decir que es un “disparate que se televisen todos los problemas del orden público con cámaras de televisión, porque incitan a manifestarse”. Especialmente virulenta ha sido la reacción contra el auto del juez Pedraz, después de dejar en libertad a ocho de los organizadores de la protesta, mostrando que el respeto de la burguesía y la derecha a la justicia depende de si sus sentencias les son favorables o no. Este tipo de declaraciones no sólo son un reflejo del carácter totalitario de la clase dominante española, también expresan su pánico ante la inevitable explosión social que provocará esta política de constantes ataques a la clase obrera.
Otra reminiscencia patética del carácter totalitario del actual gobierno fue la antológica frase de Mariano Rajoy alabando “a la mayoría silenciosa que no se manifiesta”, el mismo argumento utilizado por Franco cada vez que dictaba una pena de muerte o reprimía a trabajadores. El País del 7 de octubre publicaba una encuesta que no dejaba dudas sobre qué opina esa “mayoría silenciosa”. El 77% de los encuestados comparte y apoya los motivos de la protesta del 25-S; un 91% cree que la crisis la están pagando todos menos los bancos y los más ricos; y a la pregunta sobre lo que podría ocurrir si la situación no mejora, un 91% cree que habrá manifestaciones masivas frecuentes; un 64% asaltos a comercios y un 79% que estallarán protestas violentas.

La lucha sí sirve. Del 25-S a la huelga general

El movimiento obrero, los parados, la juventud, los jubilados, hemos demostrando que no aceptamos los ataques del gobierno: desde la huelga general del 29-M, la marcha minera, las manifestaciones masivas del 19 de julio y el movimiento jornalero en verano, hasta la marcha a Madrid del 15-S y las grandes movilizaciones del 25-S, del 29-S y del 7 de octubre, somos millones los que no nos resignamos, los que queremos llegar hasta el final en la defensa de nuestros derechos y de nuestro futuro.
Ante esta situación, los dirigentes de UGT y CCOO deben escuchar la voz de la calle, de su base, de los miles de trabajadores en lucha en numerosos sectores, de la juventud estudiantil, y proponer un programa contundente de acción para echar atrás los ataques de la derecha. Es increíble que en un momento como el que vivimos, Toxo y Méndez sigan con su política de dilación y confusión, posponiendo la convocatoria de la huelga general mientras ésta se convierte en una de las principales consignas de la clase obrera en todas las movilizaciones. Es increíble que el 7 de octubre se perdiera de nuevo la oportunidad de lanzar la fecha para una nueva huelga general, y que ambos dirigentes la condicionen a que el gobierno del PP organice un referéndum sobre los recortes ¡Eso nunca va a suceder! Pero es más, que los sindicatos lo organicen es, simplemente, dar un paso atrás en el nivel de movilización y protesta alcanzado. ¡Lo que hace falta es unificar las luchas, ampliarlas, extenderlas y endurecerlas, hasta lograr derrotar al gobierno!
Muchos medios de comunicación ya sitúan la fecha de la huelga general el próximo 14 de noviembre, después de que en la reunión de la Cumbre Social en Madrid diferentes colectivos, entre los que destaca el Sindicato de Estudiantes, la exigieron con firmeza. Esta fecha podría suponer que la huelga general coincidiese también con la que ha lanzado la CGTP en Portugal, incluso con otra posible en Grecia. Se trataría, de plasmarse, de una auténtica huelga general en el sur de Europa ¡Un gran paso adelante en la lucha contra las políticas de recortes y en la unidad de la clase obrera europea que combate a un mismo enemigo, la burguesía! Esta perspectiva de huelga general demuestra el avance tremendo en la conciencia política de los trabajadores, pues sin la presión de abajo, sin el constante desbordamiento de las direcciones sindicales (que todavía creen en un capitalismo de rostro humano y alaban las políticas de pacto social) no sería posible algo semejante.
No son pocos los que, desde las filas de la burguesía, plantean abiertamente que el Estado español se prepara para una situación semejante a la de Grecia. La previsible solicitud de rescate, que sólo se retrasa por el temor de Rajoy a las consecuencias brutales que tendrá en la lucha de clases, remarca el carácter histórico de los momentos que vivimos. Cientos de miles de jóvenes, de trabajadores, de desempleados, estamos pasando por una dura escuela de aprendizaje, cuya lección principal está clara: hay que transformar la protesta social en organización y lucha política consciente, para derrocar el capitalismo y transformar la sociedad en líneas socialistas.·

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