El viernes 16 de noviembre, la empresa Atenasa, compañía auxiliar en los astilleros Navantia de Ferrol, despidió a uno de sus trabajadores, Ángel Porto. El motivo que alegó la empresa en la carta de despido es que, en una asamblea celebrada el 30 de octubre, “arengó” a sus compañeros a hacer un paro contra el despido de otro trabajador de la empresa. El lunes 19, el comité de Navantia dio dos días de plazo para que se retirase el despido, dejando para el jueves 22 la posible respuesta sindical.

Los trabajadores paralizan el astillero durante media jornada

Evidentemente, la falta de una respuesta contundente inmediata fortaleció a la patronal, que el miércoles 21 amenazó con más despidos. Dadas las circunstancias, el comité no tuvo más remedio que convocar una asamblea general, que se celebró a las 7 de la mañana del jueves. Su plan era reunirse con la dirección de Navantia en ese momento y, mientras tanto, que una culebra formada sólo por miembros del comité y delegados de la industria auxiliar diese un par de vueltas por la factoría durante media hora o tres cuartos. Pero la intervención de los marxistas en la asamblea llevó las cosas por otros derroteros, al proponer que en la culebra participase toda la asamblea. El comité no puso a votación las propuestas, pero al remate de la asamblea se encontró con que la mayoría de los asistentes se pusieron en marcha. Lo más significativo de esta culebra fue que la iniciativa corrió a manos de la gente: trabajadores tanto de Navantia como subcontratados, antiguos miembros del comité de Navantia, delegados de las compañías. El comité, aunque presente físicamente, poco hizo, excepto querer reducir su duración y alcance. Pero cientos y cientos de trabajadores de Navantia y de las compañías recorrieron el astillero durante tres horas, paralizándolo totalmente, lo que elevó muchísimo la moral. La culebra remató con una nueva asamblea, en la que el comité anunció que le daba de plazo a la empresa hasta las 10:30 del día siguiente, hora a la que celebraríamos otra asamblea general.
El viernes empezó mal. A las 10:30, el comité en lugar de anunciar que, ante la falta de respuesta de la empresa, hay que redoblar la presión endureciendo la movilización con nuevos paros en el astillero hasta la readmisión sin condiciones del compañero, lo que nos dice es que va a reunirse en ese momento con Navantia y, con la misma, abandonó la asamblea. El mosqueo de la gente fue monumental y no paró de subir según pasaba el tiempo. Una hora nos tuvo el comité a los trabajadores a la intemperie ante el edificio de Dirección, lo que motivó que más de uno se largase. Al salir de la reunión, el comité todo esperanzado nos comunicó que... ¡había empresarios de otras compañías preocupados por la situación y que estaban haciendo gestiones para solucionar el tema!, así que iban a darles un margen. Con el anuncio de otra asamblea general para el lunes 26 o el martes 27, se dio por rematada la asamblea.
Ni lunes ni martes hubo asamblea. Para el miércoles, el comité de Navantia convocó una reunión de delegados de compañías en la que anunció que la noche anterior Atenasa comunicó que está dispuesta a abrir un diálogo para retirar el despido, excusa a la que rápidamente se agarró el comité para dar un nuevo margen hasta el lunes 3 de diciembre (“vamos a ser optimistas”).
Estas negociaciones sólo pueden tener dos posibles resultados:
1) Si el objetivo es la readmisión de Ángel Porto, fracasarán, puesto que es evidente que conseguir su readmisión no va a depender de convencer a la patronal con argumentos en una mesa de negociación, sino de tener un plan contundente de lucha.
2) Y si se llega a un acuerdo para que la empresa lo readmita, será a cambio de concesiones, como por ejemplo aceptar una sanción de empleo y sueldo (evidentemente, cambiando el motivo de la misma).
No podemos tolerar que se despida o se sancione a un trabajador por hablar en una asamblea y animar a sus compañeros a responder ante un despido. La única alternativa válida es la readmisión sin condiciones. Cualquier otra salida significará que la patronal habrá conseguido su objetivo de atemorizar a los trabajadores. Abusos como este despido exigen una respuesta contundente porque son un ataque al corazón mismo del movimiento obrero, al derecho de los trabajadores a organizarnos para actuar como clase. Si no frenamos este despido, habrá más. De hecho, los dos despidos arbitrarios en Atenasa se suman a otros atropellos en las compañías auxiliares: toda la plantilla de Elecnaval (56 trabajadores) despedida después de cuatro meses sin cobrar, los despedidos de Maessa sin poder cobrar el paro por las irregularidades cometidas por la empresa en la tramitación del ERE y, a pesar de eso, haciendo nuevos despidos y abriendo expedientes a los trabajadores por participar en un paro de protesta, etc.
Los trabajadores han demostrado que están dispuestos a defender sus derechos y a responder a los abusos patronales. Pero es necesaria una dirección que actúe con la firmeza y determinación que requiere la situación, en vez de dilapidar la energía de los trabajadores en maniobras dilatorias y reuniones con las empresas, como está haciendo el comité. Aunque el conflicto todavía no llegó a su fin, ya nos ofrece una lección clara: el movimiento obrero necesita una nueva dirección y tenemos que organizarnos para conseguirla.

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