Aunque la huelga no ha conseguido la retirada del ERE y los despidos (al que se ha sumado posteriormente un ERE temporal con la excusa de la empresa de poner la fábrica en marcha tras el parón por la huelga) hay muchas conclusiones que extraer de esta lucha ejemplar.
Para empezar, hay muchas cosas concretas que van a ser un ejemplo para las luchas que se desencadenarán en el próximo período. La caja de resistencia, por ejemplo, ha sido un elemento crucial que ha ayudado a sostener la huelga durante tanto tiempo. La iniciativa de un grupo de trabajadoras de hacer manualidades para vender en los mercadillos y así contribuir a la caja de resistencia es también una más de las muestras de creatividad de los trabajadores en la lucha. Las charlas y las intervenciones en actos de solidaridad han sido otro punto de apoyo importantísimo para vencer el bloqueo informativo y dar a conocer la huelga.
Los trabajadores de Panrico-Santa Perpètua se han enfrentado a un fondo de inversión buitre, Oaktree, que compró Panrico para reducir gasto, despedir trabajadores y volver a vender. Este fondo está encabezado por un tiburón experto en “reestructuraciones”, Carlos Gila, que, contando a su favor con la reforma laboral del PP y la pasividad sindical de CCOO y UGT, ha actuado como el peor de los empresarios franquistas en plena dictadura, conculcando el derecho de huelga, difamando y chantajeando a los trabajadores. Los trabajadores se han enfrentado también a un gobierno de la Generalitat (CiU) que siempre ha estado del lado de la dirección de la empresa. Y abundando todavía más en los lazos y vínculos del empresariado con los políticos de CiU, ahí está nada menos que el hermano de Mas entre los directivos de Panrico. Así, no tiene nada de extraño que la “ayuda” de la Generalitat a los huelguistas de Panrico haya consistido en, primero, enviar a los mossos, que cargaron por dos veces al piquete de huelguistas en la puerta de la fábrica para sacar producción, y posteriormente lavarse las manos ante la vulneración flagrante del derecho de huelga, cuando la empresa ha traído producto de otras plantas.

Tuvieron que hacer frente a empresa, Generalitat y maniobras de su propio sindicato

Pero el punto principal sobre el que sacar conclusiones es el papel jugado por la dirección de CCOO, tanto a nivel de la federación estatal de Agroalimentaria como de CCOO de Catalunya, en Panrico. En primer lugar, la federación de Agroalimentaria de CCOO, en octubre de 2013, que había anunciado huelga de carácter indefinido a nivel estatal, se echó atrás, participó a través de unos cuantos delegados en el acuerdo de mediación (que daba por buenos los 745 despidos) y, cuando los trabajadores rechazaron el acuerdo en votación en las asambleas, fue incapaz de extender el conflicto al conjunto de las factorías, dejando sola en la huelga a la plantilla de Santa Perpètua. Cuando la huelga ya llevaba más de cinco meses y por fin se iba a llevar a cabo la vista en la Audiencia Nacional por el recurso en contra del ERE, la dirección de CCOO de Catalunya se empleó a fondo para intentar convencer a la plantilla de una “salida negociada”. La desconfianza de los trabajadores (el 90% con el carné de CCOO) no podía ser mayor. ¿Dónde había estado la dirección de CCOO durante todo aquel tiempo? ¿Por qué no se había extendido la lucha al sector? ¿Y ahora queréis que os demos un cheque en blanco para que negociéis un acuerdo del “mal menor”?  ¿Cuántos despidos vais a aceptar y en qué condiciones? Todo esto es lo que la dirección de CCOO no supo responder a los huelguistas de Panrico.
La incapacidad de la dirección de CCOO, instalada en el sindicalismo de despacho y moqueta, quedó reflejada en la resolución que el comité confederal del sindicato en Catalunya aprobó el 24 de marzo, y en la que se quejaba amargamente de que era “imposible gobernar la dirección del conflicto desde los organismos del sindicato, el Comité de empresa y la sección sindical, como se ha puesto de manifiesto estos últimos días (imposibilidad de poder consultar al conjunto de los trabajadores, los actos de violencia, agresiones, etc.), consecuencia de la existencia de un ámbito de dirección al margen de los órganos de dirección del sindicato, con la participación de grupos que nada tienen a ver con Panrico ni con CCOO”*. Es un discurso al que parece abonado el secretario general de CCOO de Catalunya, Joan Carles Gallego. En El País (22-6-14) nos recuerda que “buena parte de los huelguistas lo fiaron todo al juicio de la Audiencia Nacional, cuando el sindicato apostaba por la negociación, por sindicalizar el conflicto”. La culpa de que los trabajadores no hicieran caso de sus “razonables” propuestas, la tienen “organizaciones que no tienen nada que ver con el conflicto y que lo han utilizado para otros intereses propios” y que han priorizado “la épica a la gestión del conflicto”. ¡Qué excusas más lamentables y vergonzosas!
La dirección de CCOO en Catalunya queda retratada cuando pretende quitarse toda responsabilidad en el desenlace de la huelga, como si su falta de determinación para dirigir y extender la huelga a todo el sector de Agroalimentaria en Catalunya no fuera un factor determinante. ¿De verdad nos quieren hacer creer que ante un ataque brutal como el de Panrico, con el apoyo abrumador de la plantilla y de la opinión  pública, lo único que puede hacer el sindicato es “gestionar el conflicto” (es decir, abandonar la lucha y aceptar una mediación de la Generalitat)? ¡Increíble!
Aunque puede que haga falta un período de digestión de todo lo acontecido, no cabe duda de que la vergonzosa actuación de la dirección de CCOO en Panrico ya ha tenido consecuencias y repercutirá en la crisis que ya se está gestando en toda la organización. El conflicto con el personal de servicios jurídicos de CCOO de Catalunya (ya ha habido un segundo día de huelga en contra de los despidos con un seguimiento total) no deja de ser una manifestación más de la misma crisis del sindicalismo burocrático, acomodaticio e inútil que hay que desterrar de CCOO.

*  A destacar la mención a la “imposibilidad de poder consultar al conjunto de los trabajadores”, que es la condición que ponía la Generalitat para hacer una propuesta de mediación. La Generalitat (y CCOO se añadía a la maniobra) pretendía que su propuesta (de la que se desconocía el contenido concreto) se sometiera a votación entre toda la plantilla de la provincia de Barcelona, es decir, incluyendo al personal de oficinas, en Esplugues, donde no se hacía huelga. Evidentemente, la propuesta fue rechazada por los huelguistas. Este “detalle” es convenientemente obviado por la dirección de CCOO.

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