El verano de 2025 será recordado como el momento en que la Unión Europea renunció a cualquier apariencia de soberanía, una ficción que la burguesía del continente pretendió mantener durante mucho tiempo, y se prostró definitivamente ante las exigencias económicas, políticas y militares de Donald Trump.

El vasallaje ante los amos de Washington ha sido especialmente bochornoso desde el inicio de la guerra imperialista en Ucrania, pero sin duda ha alcanzado las mayores cotas de infamia con esa sumisión despreciable ante la ofensiva genocida de Trump y Netanyahu contra el pueblo palestino. Ese “jardín de la democracia”, como bautizó el inefable Borrell a la Europa capitalista, apesta. Y el olor es aún más nauseabundo en esta fase histórica atravesada por una decadencia industrial agónica y la insignificancia en las relaciones internacionales.

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El vasallaje ante los amos de Washington ha sido especialmente bochornoso desde el inicio de la guerra imperialista en Ucrania, pero ha alcanzado las mayores cotas de infamia con la sumisión ante el genocidio de Trump y Netanyahu contra el pueblo palestino. 

La UE, un juguete en manos del imperialismo norteamericano

Fiel a su estilo, Trump no desechó la oportunidad de escenificar a los ojos del mundo la humillación europea. La cumbre del 27 de julio que selló el acuerdo comercial entre EEUU y la UE se realizó en un campo de golf de su propiedad situado en Escocia. Allí, en un descanso entre partido y partido, tuvo a bien dedicar apenas una hora para que Ursula von der Leyen aceptase sin discusión los aranceles draconianos que el Gobierno norteamericano ha impuesto a las exportaciones europeas. Hablaremos de ello más adelante.

Por si esto fuera poco, apenas dos semanas después los líderes europeos que acompañaron a Zelensky a Washington para conocer lo que el presidente norteamericano había dispuesto con Putin en la cumbre de Alaska, fueron reunidos en torno a la imponente mesa de Trump en el Despacho Oval como si de parientes pobres se tratase. La imagen del primer ministro británico y alemán, del lacayo holandés que dirige la OTAN y de la jefa de la Comisión Europea apiñados en torno a unas ridículas mesitas supletorias, lo dice todo. 

Las riadas de palabrería sobre el papel de “potencia mundial de primer orden” de la UE se esfumaron definitivamente en estas dos reuniones, aunque la realidad de la dependencia de Europa respecto a EEUU no es ninguna novedad, sino que hunde sus raíces en los años de la Guerra Fría con la extinta URSS y alcanzó su máxima cota con la aceptación incondicional por parte de la UE de la política militarista de EEUU en Ucrania y del plan de sanciones a Rusia que ha sumido a Alemania, el motor económico de la UE, en una crisis de dimensiones históricas.

La desventaja de EEUU frente a China en la lucha por la hegemonía mundial

El contexto que explica la ofensiva de Trump contra la UE, los aliados fiables y tradicionales de Washington, hay que buscarlo en los avatares de la batalla que desde hace una década está librando EEUU para contrarrestar el auge de China como potencia capitalista ascendente[1].

Durante su primer mandato, y a instancias de los centros del poder militar y financiero norteamericanos, Trump aprobó un paquete pionero de medidas destinadas a obstaculizar la expansión económica internacional de China, una política que Biden continuó y endureció. A pesar de que el resultado de esta estrategia se saldó con un sonoro fracaso frente a la pujanza china, y además provocó serios daños a la economía norteamericana, Trump inauguró su segundo mandato anunciando una renovada ofensiva contra el país asiático[2] y sus aliados.

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La palabrería sobre el papel de “potencia mundial de primer orden” de la UE se esfumaron definitivamente en estas dos reuniones, aunque la dependencia de Europa respecto a EEUU no es ninguna novedad, sino que hunde sus raíces en los años de la Guerra Fría. 

Esta segunda versión de la campaña anti-Beijing murió antes de empezar. La contundente respuesta del Gobierno chino, que contrarrestó los aranceles norteamericanos con una subida de la misma proporción a las importaciones provenientes de EEUU, y el bloqueo de las exportaciones al mercado estadounidense de tierra raras y otros minerales imprescindibles para los sectores tecnológicamente más avanzados de su industria, convenció a Trump y a sus asesores de que carecían de las fuerzas necesarias para sostener un ataque frontal contra su gran enemigo. Basta recordar que en los momentos en que estos planes fueron puestos en marcha, la bolsa de Wall Street sufrió una descapitalización que superó los tres billones de dólares y las grandes firmas tecnológicas, baluartes públicos de la agenda de Trump, mostraban abiertamente sus críticas a los planes del presidente.

Pero EEUU no solo fracasó en su ofensiva comercial. La guerra de Ucrania demostró las limitaciones del poder militar conjunto de EEUU y sus aliados europeos y la impotencia de la política de sanciones contra Rusia. La clase dominante norteamericana sacó las debidas conclusiones de estas realidades y ha modulado su estrategia.

Un sector de los estrategas norteamericanos piensa seriamente que las fuerzas de las que carecen para poder afrontar con posibilidades de éxito el desafío chino se pueden obtener extorsionando sin piedad a sus propios aliados. Primero dirigió su artillería comercial contra Canadá y México, después siguió con Corea del Sur, Japón y otros países asiáticos, y ahora ha llegado el turno de la UE.

La primera bofetada a los dirigentes europeos la dio Trump con el giro drástico en su política ucraniana. Mientras Biden gastó cientos de millones de dólares en una ofensiva militar condenada de antemano al fracaso, Trump ha decidido que no solo no va a gastar ni un dólar más, sino que va a recuperar lo gastado a costa de los presupuestos públicos de los países europeos. De ahí la imposición de una política de rearme en Europa que llenará las cuentas de resultados de las empresas armamentísticas norteamericanas, y su aceptación nada desinteresada para garantizar la seguridad de Ucrania en un previsible escenario de paz con Rusia, pero asegurándose de que la factura la paga Europa.

Un acuerdo comercial en beneficio de los grandes monopolios de EEUU

El acuerdo comercial aceptado por la UE consta de tres grandes apartados[3]. El primero se refiere a los intercambios comerciales de los países de la UE con EEUU, y su principal característica es su brutal asimetría.

La UE acepta que EEUU grave con un arancel del 15% (10 puntos más de lo que se pagaba hasta ahora) todas sus exportaciones, excepto aquellos bienes que Washington ha declarado, por el momento, exentos de gravamen, y otras mercancías, como el acero y el aluminio, que tendrán aranceles de hasta el 50%.

Los bienes exentos de gravamen distan mucho de ser una benévola concesión de EEUU a sus súbditos europeos. Si algunas exportaciones (aeronaves y sus componentes, determinados productos químicos y recursos naturales, equipos para fabricación de semiconductores y determinados medicamentos genéricos) no tendrán arancel es por las negativas consecuencias que su imposición tendría, en estos momentos, para la economía de EEUU. Pero Trump se reserva el derecho, cuando a las empresas norteamericanas les convenga, de revisar y anular esas exenciones, creando así un clima de incertidumbre que coadyuvará al éxito del tercer capítulo del acuerdo: el drástico incremento de la inversión empresarial europea en EEUU.

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Un sector de los estrategas norteamericanos piensa seriamente que las fuerzas de las que carecen para poder afrontar con posibilidades de éxito el desafío chino se pueden obtener extorsionando sin piedad a sus propios aliados. 

La UE también se compromete a suprimir los gravámenes sobre las importaciones de productos industriales estadounidenses y a suavizar todo tipo de reglamentaciones, entre ellas las normas fitosanitarias que se aplican a los alimentos, que sin embargo seguirán manteniéndose a la producción europea.

El segundo apartado del acuerdo es el compromiso europeo de adquirir gas natural licuado (GNL), petróleo y productos energéticos nucleares de los Estados Unidos por valor de 750,000 millones de dólares en los próximos tres años, y de chips de IA por valor de 40.000 millones de euros.

Las compras de la UE a EEUU alcanzaron los 83.000 millones de dólares en 2024 en este sector. Incrementarlas hasta los 250.000 millones en 2025 es completamente imposible, como han señalado numerosos economistas, pero lo importante no es la cifra concreta; lo fundamental es que la UE renuncia a buscar proveedores alternativos de energía atándose de pies y manos a la industria estadounidense de los hidrocarburos, y garantizando a los grandes monopolios y fondos de inversión de EEUU unas ganancias formidables.

Esta dependencia estratégica ha encontrado en el mercado del GNL su mayor exponente.

Estados Unidos ha pasado en apenas diez años de ser un productor casi irrelevante de GNL al mayor del mundo recurriendo a la técnica de fracturación hidráulica (fracking), y Trump ha decidido aumentar la capacidad de producción en un 60%. Basta señalar dos cifras para entender la importancia que ha adquirido el sector en la economía estadounidense: entre 2008 y 2024 la producción de GNL se incrementó de 550 mil millones de metros cúbicos a más de un billón, y suministra ya el 41% de la electricidad estadounidense[4].

La sumisión europea ante el imperialismo norteamericano ha dado un salto de calidad con la guerra en Ucrania. Eliminada Rusia como suministrador de gas a Europa y especialmente a Alemania, las compras a Estados Unidos han alcanzado los 61.000 millones de metros cúbicos en 2024 y representan ya la mitad de las importaciones europeas de GNL. Este hecho subraya la importancia de la estrategia emprendida: EEUU disfruta actualmente de la primacía como potencia exportadora mundial de GNL (22% del total), un avance espectacular si tenemos en cuenta que 2016 no exportaba esta materia prima y en 2019 se situaba en tercera posición lejos de las cuotas de mercado de Qatar y Australia.

Este negocio fabuloso también llena los bolsillos de la plutocracia europea, de sus grandes firmas gasíferas, de las compañías de transporte marítimo y las comercializadoras de materias primas, de los bancos y fondos de inversión que se están haciendo de oro.

Por último, y para aclarar cualquier duda sobre lo que pretende Trump, el tercer apartado del acuerdo comercial con la UE se refiere al compromiso de que las empresas y entidades financieras europeas invertirán otros 600.000 millones de dólares adicionales a los planes de inversión ya previstos hasta 2029.

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Entender las fuerzas motrices que empujan a Trump y al imperialismo estadounidense a esta estrategia agresiva, la actual debilidad de Europa, y defender un programa socialista e internacionalista es clave para responder a la ofensiva del capital. 

Actualmente, las inversiones de la UE en EEUU ascienden a 2,4 billones de dólares, que equivalen a algo más del 14% del PIB anual conjunto de los países de la UE. Incrementar en poco más de tres años ese ingente volumen de inversión en un 24% significará reducir de forma muy significativa la inversión total, pública y privada, en territorio europeo.

Los primeros balances que sobre el acuerdo han realizado organismos nada sospechosos de izquierdismo, muestran una visión poco optimista. La empresa de análisis económico Capital Economics anticipa una caída del 0,5% en el PIB europeo[5], en unos momentos en los que la economía de la UE lleva muchos meses dando signos de debilidad y estancamiento, y cuando la economía alemana, que lleva en recesión desde 2024, ha retrocedido un 0,3% el segundo trimestre de este año, por encima de las peores previsiones.

¿Cómo es posible, entonces, que los Gobiernos europeos acepten ese sacrificio sin rechistar? La razón son los grandes beneficios que obtiene el capital financiero e industrial europeo invirtiendo en territorio estadounidense, o colaborando activamente con la estrategia de Trump en Europa. La oportunidad de que los especuladores europeos obtengan una buena tajada de esta desviación colosal de recursos públicos que financiarán el rearme y la compra de energía estadounidense es una razón poderosa para el vasallaje político.

Por eso los Gobiernos europeos, con Alemania a la cabeza, declaran abiertamente que “el Estado del bienestar ya no es sostenible financieramente” y se preparan para ejecutar una nueva oleada de recortes sociales, privatizaciones y bajadas de salarios reales aún más drásticos que los que siguieron a la crisis de 2008. El incremento de la intensidad de la represión contra las protestas sociales, con el Gobierno del “laborista” Starmer a la cabeza, y el ascenso generalizado de las formaciones de extrema derecha, son un aviso de que la clase dominante europea está tomando medidas muy serias para afrontar un gran choque con la clase obrera y los sectores populares.

Entender las nuevas contradicciones que se fraguan entre los aliados transatlánticos, las fuerzas motrices que empujan a Trump y al imperialismo estadounidense a esta estrategia agresiva, la debilidad estructural de Europa en este nuevo escenario mundial, y defender un programa socialista e internacionalista que combata cualquier enfoque nacionalista, es clave para responder a la ofensiva global del capital.

El torbellino de la lucha de clases plantea desafíos históricos a las fuerzas revolucionarias. Pero para intervenir con coherencia en los acontecimientos es necesario estudiar y comprender las perspectivas políticas y económicas, sus giros bruscos, y las tendencias fundamentales que las determinan.

 

Notas:

[1] https://izquierdarevolucionaria.net/index.php/internacional/asia/13394-un-bonaparte-para-conquistar-el-mundo-el-capitalismo-chino-y-la-lucha-por-la-hegemonia

[2] https://izquierdarevolucionaria.net/index.php/economia/14605-trump-declara-la-guerra-arancelaria-contra-china-pero-no-resolvera-el-declive-norteamericano-2

[3] https://spain.representation.ec.europa.eu/noticias-eventos/noticias-0/explicacion-del-acuerdo-comercial-ue-ee-uu-2025-07-29_es

[4] https://elpais.com/economia/2025-08-23/la-guerra-en-ucrania-y-el-negocio-de-estados-unidos-con-el-gas.html

[5] https://www.investing.com/news/economy-news/useu-trade-deal-seen-reducing-european-growth-by-05--capital-economics-4154636

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