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La derecha españolista ha sufrido un batacazo histórico en las elecciones del 14F en Catalunya. Sumando todos sus votos, Vox, PP y Cs apenas obtienen el 17,11% de sufragios emitidos, frente al 29% cosechado por el PP y Cs en 2017. Su representación parlamentaria se desploma también, pasando de 40 a 20 escaños sobre un total de 135. Este resultado refleja el peso absolutamente minoritario que tienen los defensores de la “España una, grande y libre” en la sociedad catalana. Si sumamos el apoyo logrado por las opciones que el electorado identifica como de izquierdas, o que aparecen vinculadas a la lucha por la república catalana y contra el régimen del 78, suman el 77,92%. ¡Una diferencia aplastante!

El giro a la izquierda en Catalunya continúa y se profundiza

Por primera vez desde 1977, los votos a partidos que se declaran independentistas superan el 50% y obtienen su mayoría más amplia con 74 escaños. Dentro del campo independentista, ERC se impone como la formación mas votada por primera vez en unas elecciones al Parlament con 603.607 votos, el 21,03% y 33 parlamentarios, seguido muy de cerca por Junts, con 568.002 papeletas, el 20,04% y 32 escaños. La CUP se alza con 189.087 votos, el 6,67% y pasa de 4 a 9 parlamentarios.

Los partidos que se han presentado como herederos directos de CiU e identificados claramente como derecha catalanista  son  barridos del mapa quedando fuera del Parlament. El PdeCAT, que contó con el apoyo de Artur Mas obtiene un 2,5%. El PNC de Marta Pascal, la primera en denunciar la deriva “radical” de Puigdemont y que presentó su nueva formación como un PNV a la catalana, hace un ridículo aún mayor: 4.000 votos, el 0,16%.

Este hecho tiene una trascendencia histórica: los herederos del pujolismo, de la formación que durante décadas actuó como representante político directo de la burguesía catalana y uno de los pilares del régimen del 78, desaparecen del Parlament reflejando la profundidad de la crisis de la derecha catalanista. Cabe preguntarse por tanto ¿estamos ante el reforzamiento político de las élites catalanas o ante un giro evidente a la izquierda que afecta de lleno al movimiento de liberación nacional? La respuesta cae por su propio peso.

Por supuesto, el avance del PSC hasta situarse en la primera posición en votos y empatar en escaños con ERC es también muy significativo y plantea varias lecturas. Su énfasis en celebrar estas elecciones a toda costa, aunque supusiera una amenaza para la salud pública y favoreciera una abstención histórica, no es casual. Actuando como el partido que mejor representa en estos momentos los intereses de la burguesía española y del Estado para estabilizar la situación, y desarticular el movimiento de masas a favor de la república, tenía mucha prisa por hacerse con la parte del león de los votos que prestó a Cs en las pasadas elecciones.

Obviamente es necesario ver toda la película en su conjunto, y entender que el PSC ha tenido que renunciar a su lenguaje más belicoso contra el movimiento por la república de 2017, para insistir en un discurso de “diálogo” y “mirar hacia delante”. Esto es el reflejo de otro proceso objetivo: decenas de miles de trabajadores del cinturón rojo y tradicionales votantes socialistas que no apoyan la independencia, han visto que la línea de la represión y del nacionalismo españolista no son ninguna solución. Al contrario, solo da alas a los tribunales franquistas y a Vox.

Los resultados de los Comunes, que repiten los 8 parlamentarios de 2017, ha permitido a Pablo Iglesias y a la dirección de Podemos respirar aliviados. Pero su retroceso electoral en Catalunya sigue siendo acusado: de ganar las elecciones generales en 2016 con más un 24,51%, en estas se quedan como la sexta formación con poco más del 7%. Si la dirección de UP considera que estos resultados son un refrendo para continuar sosteniendo las políticas del PSOE en el Gobierno de coalición, no harán más que facilitar el “abrazo del oso” que Pedro Sánchez y el aparato socialista ya les está dando. 

Una cosa está clara. El pueblo catalán ha vuelto a expresar de forma masiva, y con mayor contundencia aún que en convocatorias electorales anteriores, su rechazo al régimen del 78 y su voluntad de continuar la lucha por la república, contra los recortes y la austeridad. Es la reafirmación en las urnas de la batalla emprendida el 1 de Octubre de 2017. Esta es la realidad, pura y dura, por mucho que la clase dominante y sus medios de comunicación intenten ocultarla inflando el “triunfo” de Illa o destacando los 11 diputados conseguidos por Vox,

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El pueblo catalán ha vuelto a expresar de forma masiva, y con mayor contundencia aún que en convocatorias electorales anteriores, su rechazo al régimen del 78 y su voluntad de continuar la lucha por la república

Vox crece a costa de PP y Cs pero el voto de derechas retrocede espectacularmente

Nada más lejos de nuestra intención que infravalorar el peligro que representan la ultraderecha y el fascismo. Desde su entrada en el parlamento andaluz y estatal, e incluso antes, hemos explicado que este peligro es muy real y el camino para enfrentarlos no es otro que demostrar a los fascistas que somos muchos más y mucho más fuertes que ellos, y estamos dispuestos a ir hasta el final para aplicar un programa verdaderamente de izquierdas y derrotarles.

El avance electoral de Vox, que consigue 217.883 votos y 11 diputados, se produce a costa de la descomposición de Cs y el derrumbe del PP. Esto tampoco es un aspecto menor. Ciudadanos, el gran proyecto del IBEX 35 para establecer una tercera vía y enfrentar el movimiento de masas que dio lugar a Podemos, y con el que Pedro Sánchez intentó una coalición gubernamental infructuosamente, se hunde miserablemente y certifica su camino a desparecer. Sin duda, una gran noticia para la clase obrera.

El fuerte retroceso del PP catalán también hace más sangrante la crisis de la derecha española. Casado ha tenido un comportamiento errático en esta campaña y se enfrenta a una presión colosal para ver cómo contener el avance de Vox en el resto del Estado.

Analizando el escenario catalán, está claro que el partido de Abascal tiene su base electoral fundamental entre capas acomodadas de la sociedad, en una parte de la pequeña burguesía golpeada por la crisis y que no quieren renunciar a un estatus conquistado a base de explotar sin piedad mano de obra inmigrante y a la juventud precaria (ligados a la agricultura, la hostelería y el turismo), y también sectores limitados de obreros desmoralizados, incluso lumpenizados, en los que ha cuajado su demagogia españolista, xenófoba y machista.

Pensar que estos últimos reflejan un voto antiestablishment no solo es un completo delirio, es no comprender nada de lo que ha ocurrido en Catalunya en estos años. Lo  que hoy representa Vox siempre ha existido en la sociedad catalana, y hasta su aparición se expresaba votando al PP o a otras candidaturas de derecha y ultraderecha. Ahora se hacen más estridentes, porque la polarización se expresa también en la derecha.

Que Vox explota el descontento de estas capas contra la crisis económica y sanitaria, y las políticas de recortes y austeridad que tanto el Gobierno central como el Govern han continuado aplicando, es evidente. Su porcentaje total es de 7,69%, oscilando entre el 5% y 10% según las zonas, aunque en algunas comarcas del Vall d'Aran, pueblos de la costa o ciudades como Tarragona lo supera, zonas en las que el sector turístico ha ido creciendo durante los últimos años y donde miles de pequeños empresarios están viendo mermar sus negocios. Pero los votos de PSC, ERC, los Comunes y CUP, en todas las ciudades y barrios obreros de Catalunya —incluidas las zonas donde Vox obtiene sus mejores resultados—superan aplastantemente a la formación de extrema derecha logrando porcentajes entre el 55-60% o incluso llegando a rozar el 70% en muchos casos.  En 6 de los 10 distritos de Barcelona, incluso la CUP bate en votos a Vox, que obtiene su mayor apoyo en el distrito más rico: Sarriá-Sant Gervasi.

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El retroceso del PP catalán Profundiza la crisis de la derecha española. Casado se enfrenta a una presión colosal desde su flanco derecho que abre todavía el foco a una polarización mayor

Los resultados del PSC 

El PSC ha sido lista más votada en estas elecciones, apoyado por 652.858 votantes, un 23,04% del total, superando en 49.251 votos a ERC y empatando ambos con 33 escaños. Recupera sus apoyos tradicionales en Catalunya, especialmente en las ciudades del cinturón rojo de Barcelona, buena parte de los cuales, tras años de recortes y decepciones, se habían ido a Podemos en las generales de 2016 y en las elecciones al Parlament de 2017 en un porcentaje muy significativo a Cs (cuando la histeria antiindependentista alcanzó su cenit).

Como entonces explicamos, ese apoyo a Cs era algo completamente coyuntural, resultado de las condiciones excepcionales y antidemocráticas de aquellas elecciones, en plena aplicación del 155 y apogeo de la campaña del miedo contra la república y  la “ruptura de Catalunya”. Un papel determinante en llevar votos a Cs lo tuvo la propia posición españolista y de apoyo a la represión de los dirigentes del PSOE y PSC, con Pedro Sánchez al frente y el propio Illa lavándole la cara a la derecha y ultraderecha, acudiendo a las manifestaciones españolistas del 8 y 29 de Octubre de 2017.

La evidencia de que Cs no era más que un PP 2.0, su carácter absolutamente españolista y reaccionario que quedó en evidencia tras la foto de Colón y sus pactos con PP y Vox, hicieron que buena parte de ese apoyo prestado volviese al PSC ya en las generales y municipales de 2019. El 14F esa tendencia se ha visto reforzada.

Pese a su política nefasta respecto a la cuestión nacional, y la aplicación desde el Gobierno central de las medidas que exige el Ibex 35, los dirigentes del PSOE y PSC siguen recogiendo los sufragios de amplias capas de trabajadores y trabajadoras que rechazan el discurso reaccionario de la derecha españolista y una solución represiva a la cuestión nacional, pero que desconfían del “procés” por el peso que tiene en su dirección JxC, donde siguen integrados muchos conocidos representantes de la derecha catalanista, y porque las políticas aplicadas desde el Govern no suponen ninguna mejora en sus condiciones de vida. 

El discurso de “pasar página”, “reencuentro entre los catalanes”, “mirar la futuro” ha movilizado a  estos sectores que lo han apreciado como un paso adelante, máxime en un contexto en el que los dirigentes del PSOE-PSC son atacados por la derecha españolista y aparecen gobernando junto a UP y estableciendo puentes y acuerdos con ERC. Esto confirma que con una política que vinculase la lucha por la liberación nacional a un programa socialista que diese respuesta a las necesidades de esos trabajadores y trabajadoras, sí seria posible ganar a un sector muy importante de ellos a la lucha por una república soocialista. Esto es aún más evidente respecto al voto a En Comú Podem.

Los comunes

Finalmente la debacle que anunciaban muchas encuestas no se ha producido, y los comunes mantienen sus 8 escaños. No obstante, si comparamos sus votos y porcentajes en estas elecciones y las anteriores de 2017 al Parlament, con la victoria de Podemos en las generales de 2015 y 2016 en Catalunya, es evidente el enorme retroceso y la oportunidad histórica que han perdido los dirigentes de ECP y UP.

Por primera vez ECP se ve sobrepasada por la CUP en número de escaños, aventajándola únicamente en 5.000 votos. La renuncia a ponerse al frente de la lucha por la república y extenderla al resto del Estado, colocándose de perfil frente a la represión, y rechazando pelear junto a cientos de miles de personas por el derecho de autodeterminación, los ha distanciado de amplios sectores de jóvenes y trabajadores. A ello se unió la decepcionante gestión de los ayuntamientos del cambio y ahora la supeditación al PSOE en el Gobierno central. 

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Por primera vez ECP se ve sobrepasada por la CUP en número de escaños. La renuncia a ponerse al frente de la lucha por la república los ha distanciado de amplios sectores de jóvenes y trabajadores.

A corto plazo, haber mantenido los 8 escaños da un balón de oxígeno a los dirigentes de UP y refuerza a todos los que quieren mantenerse en el Gobierno de coalición cueste lo que cueste. Pero esto es pan para hoy y hambre para mañana. En un contexto de profundización de la crisis capitalista, de paro masivo, de desahucios, de represión generalizada desde el Estado, su subordinación al PSOE erosionará su credibilidad y su apoyo. De una estrategia semejante solo saldrá beneficiado Pedro Sánchez.

ERC, pieza clave del nuevo Govern

Aunque ERC es superada por estrecho margen por el PSC en estos comicios, mantiene el liderazgo dentro del campo independentista y se convierte en el eje del nuevo Govern. Los centenares de miles de personas que votan ERC lo hacen porque ven una opción independentista y de izquierdas. Pero los dirigentes de Esquerra han aplicado junto a Junts políticas de recortes sociales y privatizaciones sin tregua, y son responsables de una gestión de la pandemia a favor de los grandes empresarios que deja desprotegidas a millones de personas.

Evidentemente un amplio sector del independentismo considera que con ERC al frente del Govern se podrá intentar una gestión más “progresista” que con Junts. Pero los hechos colocan un gran interrogante sobre este razonamiento, más si tenemos en cuenta que la dirección de Esquerra busca también cerrar  la crisis revolucionaria abierta en octubre de 2017, alentando el pacto con el PSOE y la negociación con la burguesía española para recuperar la via muerta del autonomismo. Todo ello bajo el falso argumento, contestado por el resultado de estas elecciones, de que no hay fuerza para hacer otra cosa.

Esta actuación ha provocado un aumento de la crítica a ERC, aunque por ahora se expresa fundamentalmente entre una capa de activistas. Para sectores importantes de votantes de Esquerra esa derechización no es tan evidente o los pactos con el PSOE y llamamientos a la moderación aparecen como “lo único que se puede hacer” ante la ofensiva por parte de la derecha y los jueces franquistas. Esto se ve reforzado porque los reproches de los dirigentes de Junts a ERC por pactar con el PSOE aparecen como un movimiento oportunista. Puigdemont no ha presentado ningún plan concreto para llevar adelante la república de la que habla y, cuando las masas se han echado a la calle para luchar por ella, muchos dirigentes de Junts han sido los primeros en desactivar e incluso reprimir esa movilización, como cuando Torra y Buch (ambos militantes de Junts) ordenaron a los Mossos actuar con la máxima dureza hacia las movilizaciones.

El carácter contradictorio del voto a Junts

El desarrollo de Junts y el carácter contradictorio de su voto solo puede ser comprendido a la luz del  proceso de giro a la izquierda y radicalización de las capas medias en Catalunya que hemos explicado anteriormente. Sería un grave error identificar este voto como exclusivamente de “derechas”. Es evidente que muchos dirigentes de Junts proceden del espacio convergente, pero numerosos sectores de capas medias e incluso de jóvenes y trabajadores independentistas que han votado por Junts lo ha hecho porque ven en Puigdemont alguien enfrentado al régimen del 78 y perseguido por este.

Puigdemont fue más lejos de lo que la burguesía catalana y muchos de los dirigentes de su partido querían y esperaban al convocar el referéndum, e incluso con todas las vacilaciones y retrocesos sigue aparentando un discurso de confrontación y reivindicación del 1-O. Pero es un político burgués que no ha dudado en aplicar recortes y privatizaciones desde el Govern y carece de una alternativa coherente para llevar adelante la lucha por la república. De hecho, cuando la movilización de masas le ha desbordado también ha hecho todo lo posible por frenarla.

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Puigdemont fue más lejos de lo que la burguesía catalana y muchos de los dirigentes de su partido querían y esperaban al convocar el referéndum.

Una buena parte del aparato procedente de Convergència y posteriormente del PdeCAT se ha pasado a Junts para seguir tocando poder y mantener el control. Aunque el voto a Junts expresa la radicalización entre un sector de las masas, especialmente de las capas medias que constituyen el grueso de su base social, su dirección intenta mantener ese movimiento dentro de los límites del sistema capitalista y explota sus aspiraciones para defender del orden económico y social vigente.

CUP: un voto por continuar la lucha por la república. ¡No a la entrada en el Govern para legitimar una política que no sirve!

La crítica por la izquierda ha encontrado expresión en estas elecciones en el crecimiento electoral de la CUP. Como decíamos en nuestra declaración anterior, “decenas de miles de jóvenes y trabajadores votarán CUP expresando la determinación que existe entre los sectores más combativos de continuar la lucha por la república y contra las políticas capitalistas. Desde Izquierda Revolucionaria/Esquerra Revolucionària hacemos nuestra esta determinación, y llamamos a votar por la candidatura de la CUP-UNCPG. Un voto que debe servir para fortalecer el movimiento de liberación nacional y social con una política de independencia de clase, socialista e internacionalista”.

Y seguíamos: “Desde Izquierda Revolucionaria/Esquerra Revolucionària nos oponemos a la entrada de la CUP en un Gobierno de unidad nacional con Junts y ERC. La idea de que para conquistar la autodeterminación y la república socialista es imprescindible una alianza con las fuerzas burguesas catalanistas es un completo error y conduce al desastre. Estas fuerzas quieren poner punto y final a la crisis revolucionaria desatada hace tres años. Las alianzas programáticas y de Gobierno con ERC y Junts, solo servirán para mellar el filo anticapitalista de la CUP y asimilarla al orden establecido, lo mismo que ha ocurrido con los dirigentes de UP. La CUP debe situarse en la oposición de izquierda más intransigente, pero no con afán de ser una minoría autocomplaciente, sino para conquistar el apoyo de la mayoría de la clase obrera y la juventud a un programa genuinamente socialista”. Estas palabras están más vigentes que nunca.

Los resultados del 14F están muy lejos de todo el montaje propagandístico sobre  el llamado efecto Illa. A corto plazo, la estrategia de Pedro Sánchez, tanto frente al PP como a los sectores más derechistas y españolistas de su propio partido, se ve reforzada. Pero la ofensiva de la reacción y del aparato del Estado y de la extrema derecha continuará y se hará incluso más histérica, y podría encontrar un terreno más fértil a medida que se agudice la crisis económica, prosiga el desastre que está suponiendo la gestión capitalista de la pandemia, y el Gobierno PSOE-UP siga cediendo a la presión de la clase dominante para aplicar los recortes y medidas de austeridad que guarda en su agenda.

En Catalunya, la política desplegada por los dirigentes de ERC y Junts para intentar desactivar la movilización en las calles y cerrar la crisis revolucionaria abierta con el referéndum y la huelga general del 1-3 de octubre de 2017, se está imponiendo por el momento. Pero el reflujo experimentado por el movimiento de masas es temporal: no ha sido derrotado ni mucho menos, y el malestar social, el rechazo al régimen del 78 y el anhelo por conquistar la república tiene el apoyo de una mayoría de la población. Y este sentimiento se alimentará con la crisis económica y la represión del derecho a decidir por parte del Estado.

En este contexto hay que situar el debate acerca de la formación del nuevo Govern y las perspectivas para el mismo. El sector de la clase dominante que en este momento sigue apostando por gestionar la crisis apoyándose en el PSOE, comprende que la situación objetiva es explosiva y que Catalunya sigue siendo el punto más avanzado y donde la expresión del malestar ha llegado más lejos. Esta es una de las razones de que el tripartit PSC, ERC, ECP por el que suspiraban muchos, y que pedía la misma noche electoral la candidata de los comunes Jessica Albiach, sea una hipótesis tan improbable que hasta el propio Illa contribuyó a dinamitarla anunciando que se presentaría a President, algo imposible de aceptar por ERC.

Un Govern PSC-ERC provocaría una respuesta histérica de los sectores más españolistas y reaccionarios del PSOE. Además, un pacto PSOE-ERC-UP sería muy difícil de justificar por los dirigentes de Esquerra ante su base, máxime tras alcanzar las fuerzas independentistas su mayor apoyo parlamentario y superar el ansiado 50% de los votos. Por el momento la estrategia de Sánchez para mantener la estabilidad es seguir como hasta ahora, apoyándose en ERC en el parlamento estatal, mientras el PSC ejerce una “oposición responsable” en el Parlament de Catalunya a un Govern de unidad independentista donde los dirigentes de ERC jueguen un papel moderador. El objetivo de los dirigentes de ERC, y de Junts, es implicar a la CUP en ese Govern de unidad nacional para evitar que el descontento por la izquierda se exprese.

Como también decíamos en nuestra declaración anterior: “Estamos de acuerdo con los compañeros y compañeras de la CUP en que hay que ‘acumular fuerzas’, pero solo si es en las fábricas, en los centros de trabajo y de estudio, en los barrios, en los sindicatos de clase y los movimientos sociales, y si se hace defendiendo un programa que combata a la reacción y el fascismo, y que confronte con las políticas capitalistas de la derecha y la socialdemocracia catalanista”.

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Estos resultados demuestran que el giro a la izquierda es pronunciado. Necesitamos un planteamiento programático claro: una república para el pueblo y no manejada por la oligarquía de siempre.

La descomposición del espacio posconvergente y estos resultados demuestran que el giro a la izquierda es pronunciado, que los trabajadores y jóvenes podemos conquistar la dirección del movimiento de liberación nacional. Pero solo podremos hacerlo con un planteamiento programático claro: una república para el pueblo y no manejada por la oligarquía de siempre. Una república socialista que nacionalice la banca, los grandes monopolios, la sanidad privada y las farmacéuticas, movilizando los recursos que hoy están en manos de un puñado de parásitos para luchar contra el paro y por el empleo digno, por una educación y sanidad públicas de calidad, para evitar la muerte de decenas de miles de personas y ofrecer un techo poniendo fin a los desahucios.

Esa república recibiría el apoyo mayoritario y entusiasta del conjunto de la población no solo en Catalunya, también de los trabajadores y jóvenes del resto del Estado y de Europa. Esta es la alternativa que defendemos desde Izquierda Revolucionaria/Esquerra Revolucionària.


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