Balance de las elecciones en Catalunya
El aspecto más importante de lo ocurrido en las elecciones catalanas es el desplome del PSC y de ERC (y la caída, aunque menos acentuada, de ICV) como consecuencia de la política aplicada por el tripartit durante 7 años, una política que ha tenido muy pocas diferencias con la practicada por la derecha de CiU cuando estaba en la Generalitat (recorte de los gastos sociales, apoyo a la Banca y la los empresarios, represión policial, etc). El reformismo sin reformas ha sido incapaz de aprovechar el tremendo giro electoral a la izquierda que se produjo en 2003 y que puso fin a 22 años de gobierno de CiU y anticipó la caída de Aznar, que se produjo al año siguiente. A lo que hemos asistido en Catalunya ha sido en mucha mayor medida a una derrota del reformismo que a una victoria de la derecha.
Los datos son bastante elocuentes. Respecto a la autonómicas de 2006, el  PSC, ERC e ICV pierden 477.000 votos y respecto a las elecciones de  2003, cuando se produce el giro, pierden la friolera cantidad de 798.000  sufragios. La derecha (PP, CiU, C's) incrementa sus votos en 336.000  respecto a las autonómicas de 2006 y 370.000 respecto a las de 2003. 
 
 El PSC recoje los peores resultados de la historia
 
 El PSC recoge los peores resultados electorales de su historia, con  570.000 votos (18'32%). La fuga de votos en las últimas contiendas  electorales es espectacular. Respecto a las autonómicas de 2003  (1.031.000 votos) e incluso en 1999 (1.183.000 votos) pierde más de la  mitad de los votos. Respecto a las elecciones generales de 2008, el PSC  pierde más de 1'1 millones de votos, lo que no se puede adjudicar a la  diferencia de participación electoral. En el cinturón industrial de  Barcelona, la propia capital, y en las poblaciones obreras catalanas  (Sabadell, Terrassa, Mataró...) la caída del PSC supera los 10-15 puntos  porcentuales. Estos resultados electorales, con una huida de votos muy  importante a la abstención, se explican por el desgaste del PSC-PSOE  durante los últimos años, que se ha acrecentado en los recientes meses  con los planes de ajuste y la reforma laboral. 
 Los medios de comunicación han destacado que la participación ha sido  más alta que en las anteriores elecciones de 2006, tratando de presentar  un escenario en el que la "sociedad catalana se movilizó electoralmente  para terminar con el caos del tripartit". Ciertamente la abstención ha  sido algo más baja que en los anteriores comicios, 176.000 votantes se  incorporaron a votar fundamentalmente a la derecha, sin embargo, no  conviene perder de vista que la abstención continúa en una cifra muy  alta, el 40,05%, es decir, más de dos millones de catalanes con derecho a  voto no lo ejercieron. 
 No es casualidad que la abstención haya sido mucho más acusada en las  ciudades y barrios obreros, bastiones de la izquierda que los dirigentes  del PSC y de ICV han sido incapaces de movilizar: Badalona (45'9%),  L'Hospitalet (44'4%) o Santa Coloma (49%) registran una abstención muy  superior a la media. En el otro extremo, municipios con un elevada renta  per cápita como Sant Cugat del Vallés (28'5%) o los distritos burgueses  de Barcelona como Sarrià (26'5%) o Les Corts (29'4%) tienen una  participación mucho mayor que la media, donde gana la derecha con  holgura.
 
 La caída de ERC
 
 ERC experimenta una caída incluso mayor que el PSC. Pierden la mitad de  votos, 200.000 respecto a 2006, y respecto a 2003 pierden 326.000 votos,  pasando a ser la quinta fuerza en el Parlament. El ascenso fulgurante  de ERC durante el período 2003-2004 está estrictamente vinculado al  proceso de movilizaciones de masas contra la derecha. La decepción por  la política del tripartit, tanto en los derechos democráticos nacionales  como en la política social, ha desmoronado la base electoral de ERC.  Los votos que ha perdido ERC se han ido a CiU, a la abstención o a la  Solidaritat (SI) de Joan Laporta, que a pesar de ser un reaccionario de  pies a cabeza, ha conseguido agrupar un voto independentista descontento  con ERC y con la política oficial en general.
 Iniciativa per Catalunya también ha descendido, aunque ha moderado la  caída pasando de 282.000 votos en 2006 a 229.000. Si han caído menos que  los otros socios del tripartit es por mantener un perfil más de  izquierdas, reflejando que hay un enorme espacio político a la izquierda  del PSC, cuyo grueso en estas elecciones ha optado por abstenerse.
 Otro punto relacionado con el descrédito de la política oficial, un  fenómeno muy asociado a la crisis del reformismo, es el incremento del  voto a las opciones extraparlamentarias y el voto en blanco y nulo, que  ha aumentado en 161.000 votos desde 2003 sumando ya 265.000 (excluyendo a  la ultraderecha).
 
 Los resultados de la derecha
 
 La derecha nacionalista CiU suma 1.198.000 votos, con un incremento de  260.000 votos con relación a las elecciones de 2006, lo que le sitúa con  62 escaños en el Parlament, más del doble que el PSC, y en condiciones  de gobernar. De todos modos, CiU no recupera la base social y electoral  con la que contó durante los años ochenta y noventa, y que se deterioró  con intensidad durante las movilizaciones contra el PP, que en Catalunya  eran también contra el gobierno Pujol, sostenido con los votos  populares. El 38'47% del voto queda aún lejos de los registros de la  época de hegemonía del pujolisme, superiores al 40% en el período  1984/1995. 
 El incremento de votos de CiU responde en gran medida a un trasvase de  votos de ERC y de la abstención en las últimas elecciones, aunque es  verdad que en parte viene de votantes del PSC. Mientras ha estado en el  tripartit el PSC ha tratado de competir en "soberanismo" con CiU, sin  defender de forma consecuente derechos democrático nacionales y sin  vincularlos a la lucha contra el capitalismo. La socialdemocracia, en  vez de desenmascarar los intereses de clase de CiU (que trata de  encubrir explotando los sentimientos democrático nacionales del pueblo  catalán) ha querido emularla y es lógico que esta nefasta orientación de  los reformistas haya acabado por beneficiar a la derecha nacionalista.
 A última hora durante la campaña, el PSC ha tratado de diferenciarse de  CiU presentándose como un baluarte frente a la deriva soberanista de  CiU, intentando sin éxito movilizar electoralmente a su base con  prejuicios españolistas. También trató de dar un perfil más "social" a  su candidatura, pero sin ninguna credibilidad ya que contrastaba con la  experiencia del tripartit y con todos los planes reales de ataque que el  gobierno de Zapatero está anunciando desde Madrid. 
 Volviendo a los resultados de la derecha, el PP registra un aumento  importante de escaños, pasando de ser la quinta fuerza a la tercera con  18 diputados y 384.000 votos, incrementando en 68.000. El incremento de  votos es significativo, aunque partían de un nivel muy bajo para  tratarse del principal partido de la burguesía española. Aún así, se  quedan muy lejos de los 420.000 del PP en 1995 con Vidal-Quadras, y ni  siquiera consiguen incrementar los votos respecto a las elecciones al  Parlament de 2003, cuando consiguieron 393.000.
 El videojuego de la campaña electoral del PP, donde se "cazaba"  inmigrantes e independentistas, resume la esencia de su política. Con  esta política ultrarreaccionaria han conseguido incrementar su apoyo  entre una pequeña capa atrasada de trabajadores y capas medias-bajas,  especialmente perjudicados por la crisis económica y huérfanos de una  alternativa clara por parte de la izquierda. De los 68.000 votos de  incremento respecto a 2006, 58.000 proceden de la provincia de  Barcelona, de los cuales 30.000 del cinturón industrial, muy castigado  por la crisis.
 Ciutadans, con una política extremadamente demagógica anticatalana y  antipolítica, ha captado el mismo tipo de votantes, manteniéndose con  más de 100.000 votos. La racista Plataforma por Catalunya consigue  75.000 votos (el 2,42%). En total son 175.000 votos marcadamente  reaccionarios (y si sumamos los del PP, que en Catalunya tiene una  connotación especialmente reaccionaria, sería un total de 569.000), una  expresión de la polarización política que existe en Catalunya.
 
 ¿Más estabilidad?
 
 Catalunya no está al margen de los procesos políticos que se están dando  en toda Europa. En medio de la mayor crisis económica de las últimas  décadas los gobiernos socialdemócratas europeos están sucumbiendo uno  tras otro a las presiones del capital financiero. El tripartit no ha  sido una excepción, en otros números de El Militante hemos explicado  como la coalición de izquierdas no sólo había defraudado a su base  electoral sino que se había situado a la derecha incluso de Zapatero en  numerosos aspectos clave como la reforma laboral. En un contexto así es  normal que un sector de las capas medias, desesperadas por la crisis  económica, al no encontrar una alternativa en las organizaciones de la  clase obrera busque en la derecha una salida a la crisis y la defensa  del "orden". Sin embargo, ese proceso es muy volátil y la derecha tendrá  muchas dificultades para consolidar su apoyo. CiU, aunque trató de  mantener un perfil bajo durante la campaña electoral para no animar el  voto de la izquierda, sí dejó caer lo que será su programa electoral:  "adelgazar la administración". Esto significa recortes drásticos en  educación, sanidad y servicios sociales, y planes de despidos y cierre  de empresas públicas. Además, Artur Mas no dudará en promover todos los  planes de recortes y de "ajuste" que se vea obligado a llevar a delante  el gobierno central.
 La supuesta fortaleza que tratará de exhibir el gobierno de CiU será más  aparente que real. En primer lugar porque la victoria electoral de CiU  no significa que la derecha haya aglutinado una base social de apoyo a  la política de contrarreformas que necesita la burguesía. En todo caso,  serán los dirigentes políticos y sindicales reformistas quienes  suministren un mayor margen a CiU. Por el momento la dirección del PSC  se ha mostrado dispuesta a llegar a acuerdos con Mas mientras que los  dirigentes de CCOO y UGT por el momento siguen apostando por el diálogo  social. 
 En todo caso, la perspectiva que se abre en Catalunya, no será de  estabilidad, sino de inestabilidad, en la que la cuestión nacional  introducirá todavía más volatilidad a la situación, y de ascenso de la  lucha de clases. Como ha ocurrido también en otros países de Europa,  como Francia, las victorias electorales de la derecha no frenarán la  lucha de la clase obrera y las expresiones masivas de descontento. Hay  un profundo divorcio entre la política oficial y las aspiraciones y  sentimientos de la mayoría aplastante de la población. Toda la  frustración y descontento acumulado en la sociedad catalana, lejos de  conjurarse, se avivará bajo el gobierno de CiU. La gran manifestación  contra el recorte del Estatut del 10 de julio y el éxito de la huelga  general del 29 de septiembre no fueron espejismos, sino que reflejaban  el proceso de fondo que se está dando y que inevitablemente saldrá a la  superficie.






 
 





 
  
                 
  
                 
  
                 
  
                
 
  
                 
  
                 
  
                 
  
                
 
  
                 
  
                 
  
                 
  
                
 
  
                 
  
                 
  
                 
  
                 
  
                 
  
                 
  
                 
  
                 
  
                 
  
                 
  
                 
  
                 
  
                 
  
                 
  
                 
  
                 
  
                 
  
                 
  
                 
  
                


